martes, 27 de febrero de 2024

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Cofrade

Fernando Marmolejo Camargo.

Fernando Marmolejo Camargo nació en Sevilla el 10 de diciembre de 1915, en el barrio del Arenal, antigua calle Varflora 29 en el seno de una familia de artesanos.  Su abuelo, Enrique Camargo, era filetero de la Catedral de Sevilla y su padre, José Marmolejo Díaz, era artesano forjador y cerrajero artístico.

En 1931 ingresó en la Escuela de Bellas Artes y en 1933 entró como aprendiz en el taller del prestigioso orfebre Cayetano Gonzales, que fue su maestro y una de las figuras fundamentales de su vida.

La muerte de su hermano José Luis, orfebre como él, a manos de las tropas sublevadas en julio de 1936 representó un hito importante en su vida, pues compartía con su hermano la ideología comunista, aunque nunca llegó a participar en actividades políticas.

En los años 40 comenzó a trabajar en la forja de hierro, y pronto dedicaría todo su esfuerzo a la orfebrería. 

Su primer taller lo monta junto a su hermano Antonio, pero pronto se independiza y abre su primer negocio en la calle Ortiz de Zúñiga. En 1949 se traslada a la calle Baños 43 y termina en la plaza de Molviedro, junto a sus hijos Fernando, Juan José y Alejandro que continúan su labor.

En 1953 comienza a impartir docencia en la Escuela de Artes y Oficios

Casado con Consuelo Hernández Rodríguez, mantuvo su actividad artística hasta los 84 años, momento en que tuvo que abandonar por una enfermedad. 

Falleció el 20 de septiembre de 2006 a los 90 años en Santiponce.

Su hijo, Fernando Marmolejo Hernández, tras la muerte de su padre, decide independizarse del taller de Molviedro y se traslada a Santiponce con su hijo José Luis Marmolejo Chaparro, última generación de esta familia de artesanos, mientras que sus otros hijos José Luis y Alejandro Marmolejo Hernández, continuaran con el taller de la plaza de Molviedro, trasladándose recientemente a la calle San Pedro Mártir 5 en Sevilla.

En 1984 fue nombrado Académico de Bellas Artes de santa Isabel de Hungría y en 1986 recibió la medalla de Andalucía. 

Las hermandades y cofradías de Sevilla y su entorno se convirtieron en su principal cliente, pero Fernando Marmolejo fue mucho más que un orfebre de las cofradías, así, realizó copias del tesoro tartésico del Carambolo (Sevilla), del tesoro visigótico de Guarrazar (Toledo) y del tesoro prehispánico de los Quimbayas para su exposición en distintos museos; diseñó y ejecutó innumerables nacimientos, trofeos deportivos, medallas conmemorativas, cálices y piezas ornamentales

Sin duda uno de sus grandes trabajos es el camarín de la Virgen de la Macarena (ver), trabajo que tardó 10 años en concluir, así como las azucenas de la Giralda en 1982.

De otros trabajos podemos destacar:

Hermandad de la Macarena: Bocinas (1949), Camarín de la Virgen de la macarena (1949-1959), ciriales e incensarios (1956-57), faroles del Simpecado (1960), Guión y varas de la Medalla de Sevilla (1983).

Hermandad de la Carretería: Jarras (1946).

Hermandad del Valle: Jarras (1948)

Hermandad del Gran Poder: Ciriales (1958)

Hermandad del Cachorro: Ciriales (1972), corona de oro y respiraderos (1974), peanas (1977)

Hermandad de San Gonzalo: Puñal de plata de ley (1998)

Hermandad de san Benito: Corona de Oro (1971)

Hermandad de la Estrella: Lignum Crucis

Hermandad del Cristo de Burgos: Corona e Inmaculada

Hermandad de Jesús Despojado: Miniatura Pura y Limpia

Hermandad de santa Genoveva: Miniatura Esperanza Macarena

Hermandad de la Soledad de san Lorenzo: Diadema de plata sobredorada barroca (1945)

domingo, 25 de febrero de 2024

 RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen de Guadalupe.

En la relación entre la Virgen de Guadalupe extremeña y mexicana existe cierta polémica, pues el milagro mexicano surge una vez producido y popularizado el milagro de la Virgen extremeña y estando los conquistadores españoles colonizando el nuevo mundo.

Por ello, para algunos creyentes la Virgen de Guadalupe de México, se apareció en Tepeyac autodenominándose Virgen de Guadalupe, pero otros plantean la dificultad o imposibilidad de que la Virgen se presentara como tal a un indígena que no entendía la lengua castellana, pues su lengua nativa era el náhuatl.

Es posible que para los españoles fuera muy difícil pronunciar ese nombre y la llamaran “Virgen de Guadalupe” al relacionarla con la Virgen de Guadalupe extremeña, o que el obispo de México, Juan de Zumárraga, utilizara este nombre para mediar con Hernán Cortés que era un fiel devoto de ella.

Virgen de Guadalupe de México

La leyenda de la Virgen de Guadalupe de México cuenta que, tras la conquista de México, a manos de Hernán Cortés, entre los años 1519 y 1521 aparecieron las primeras familias indígenas cristianas en los alrededores de la antigua Tenochtitlan. 

Una de estos linajes cristianizados fue el de Juan Diego, nacido en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los Chichimecas. Vivía con su mujer y su tío Juan Bernardino en Tulpetac. El nombre nativo de Juan Diego era Cuauhtlatóhuac, "el que habla como águila" y su oficio era la manufactura de petates que vendía en Tlatelolco.

Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos, llegados a México en 1524, habría recibido el bautismo y el nombre hispano de Juan Diego, y su esposa se llamó María Lucía y celebraron el matrimonio cristiano. Su esposa falleció en 1529.

Cuenta la leyenda que, contando Juan Diego con 53 años, concretamente el sábado 9 de diciembre de 1531, diez años después de la caída de México-Tenochtitlan en manos de los españoles, mientras se dirigía a pie hacia el mercado de Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac (actual ciudad de México), la Virgen María se le mostró en posición de oración y le dijo que le pidiese al obispo de la diócesis de la Ciudad de México, Juan de Zumárraga, que le construyesen en aquel lugar un templo, una “casita sagrada”, como demostración del amor y la compasión que sentía por los hombres.

Pero el Obispo no le creyó y en una segunda aparición, el domingo 10, Juan Diego le narra a la Virgen lo acontecido, y le pide que envíe a alguien más importante para que el Obispo le crea, pero la Virgen lo anima y le ordena que vaya de nuevo al Obispo.

El Obispo le solicita una prueba objetiva de confirmación del prodigio, “una señal para que le pueda creer”.

En la tercera aparición, Juan Diego regresa al Cerro del Tepeyac, y la Virgen le indica que vuelva al día siguiente para darle la señal que pide el Obispo.

El lunes 11, Juan Diego no se pudo presentar a la Virgen, pues su tío Juan Bernardino enfermó de gravedad por la peste, y le pidió que al día siguiente fuera a Tlaltelolco en busca de un confesor, pues estaba seguro de que iba a morir.

La mañana del martes 12 de diciembre de 1531 Juan Diego se dirigió a Tlaltelolco para buscar a un sacerdote que le administrara los últimos sacramentos a su tío, pero por un camino poco habitual para evitar el encuentro con la Virgen.  

Pero, se le volvió a aparecer (cuarta aparición), le consoló y le prometió que su tío se recuperaría, pero que tendría que subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para traerle unas flores.

Representación moderna de San Juan Diego, indígena nahua quien viste calzón y camisa con tilmahtli a la manera de los nobles mexicas.

A pesar de la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró en la cumbre unas “rosas de Castilla”, que las colocó sobre su “Tilma” (especie de manta) para llevársela a la Virgen y esta le mandó que las presentara al obispo. Una vez ante el obispo Juan Diego abrió su manta y dejó caer las flores al suelo, mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente, impresa la imagen de la Virgen de Guadalupe.

La Virgen de Guadalupe en la tilma de Juan Diego.

Mientras que Juan Diego regresaba a la ciudad de México, el mismo doce de diciembre, para ver de nuevo al obispo, la Virgen de Guadalupe se apareció (quinta aparición) a su tío Juan Bernardino, lo sanó y añadió que le que dijera al obispo que era su voluntad que se le llamara “la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe”.

Traslado de la imagen y dedicación del santuario de Guadalupe, Ciudad de México. Manuel de Arellano, 1709

Convencidos de la aparición Mariana, la Iglesia procedió a levantar un templo en su honor, en las faldas del Tepeyac, que es la actual Nacional e Insigne Basílica de Guadalupe, en donde se encuentra permanentemente expuesta la Imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe. Según la tradición católica, esta imagen que se expone sería la misma del año 1531, aunque no hay certeza científica de ello.

En 1950 se llevó a cabo la remodelación de la plaza, creando el denominado Atrio de las Américas, con una explanada que conecta los diferentes edificios religiosos. Otros elementos de la plaza son la estatua a Juan Pablo II que visitó varias veces el lugar, y el Carrillón.

Vista de la basílica de la Virgen de Guadalupe

Finalmente, Juan Diego dejó a los suyos y, con el permiso del obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la “Señora del Cielo” y murió en 1548, con fama de santidad.

Estas apariciones están narradas en el “Nican mopohua”, escrito con sonido “náhuatl” pero con caracteres latinos, y contenido en el libro “Huei tlamhuiçoltica” publicado en el año 1649 por el bachiller criollo Luis Lasso de la Vega, capellán del santuario de Guadalupe, que lo atribuye a Antonio Valeriano de Azcapotzalco, indígena noble, pariente de Moctezuma Xocoyotzin, y uno de los alumnos nahuas de fray Bernardino de Sahagún  en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, que habría oído la historia directamente de Juan Diego.

Una copia parcial muy antigua del manuscrito “Nican Mopohua”, que se cree podría datar del año 1556, se localiza desde 1880 en la Biblioteca Pública de Nueva York.   

Virgen de Guadalupe de España

La leyenda de la Virgen de Guadalupe se remonta hasta el siglo I del cristianismo, según la cual la imagen fue realizada por san Lucas Evangelista en un taller de escultura de Palestina. 

Tras la muerte de San Lucas, la imagen habría sido enterrada junto a él, para luego ser exhumada en el siglo IV y ser llevada junto al cuerpo como reliquias a Constantinopla.

En el año 582 la imagen fue llevada a Roma y durante una terrible peste el papa San Gregorio Magno mandó hacer letanías y procesionar la imagen que había colocado en su oratorio. Justo después apareció un ángel, limpiando la sangre de una espada, sobre el conocido actualmente como Castillo de Sant'Angelo, con lo que la pestilencia cesó en la ciudad y San Gregorio se convirtió en un fiel devoto de la imagen.

Posteriormente, San Gregorio envió a San Leandro, arzobispo de Sevilla, varias reliquias en agradecimiento por destruir la herejía de Los Arrianos. Entre esas reliquias se encontraba la imagen de la Virgen de Guadalupe.

En el viaje desde Roma hasta Sevilla se desató una tempestad, y uno de los clérigos sacó la imagen de la Virgen a cubierta y le suplicó que cesase la tempestad y en efecto la tormenta amainó automáticamente.

San Leandro trasladó la imagen a sus aposentos y posteriormente fue entronizada en la principal iglesia de Sevilla y venerada con gran fervor por todo el pueblo.

El año 711, la invasión árabe obligó al clero católico sevillanos a huir de la ciudad hacia el norte peninsular con las reliquias que pudieron transportar. Durante el camino, en tierras extremeñas, los sacerdotes decidieron esconder la Virgen y otras reliquias en una zona montañosa cercana a un río conocido como Guadalupe, lugar donde permanecieron por quinientos años.

La leyenda cuenta que en pleno siglo XIV y casi finalizada la reconquista cristiana, cuando reinaba en Castilla Alfonso XI, un humilde pastor conocido como Gil Cordero, habitante de la ciudad de Cáceres, había perdido una vaca, así que fue al bosque a buscarla y descubrió su cadáver junto a la ribera del río Guadalupe. Decidió aprovechar su piel y al sacar la navaja para despellejarla, el animal volvió a la vida y simultáneamente apareció la figura de una mujer envuelta en luz que se identificó como la Virgen:

No temas. Yo soy la Madre de Dios, Salvador del li­naje humano. Toma tu vaca y llévala al hato con las otras y vete luego para tu tierra. Dirás a los clérigos lo que has visto. Di­les también de mi parte que te envío yo allá. Que ven­gan a este lugar donde ahora estás. Que caven donde es­taba la vaca muerta, debajo de estas piedras: hallarán una imagen mía. Cuando la sacaren, diles que no la mu­den ni lleven de este lugar donde ahora está, mas que hagan una casilla en que la pongan. Tiempo vendrá que en este lugar se haga una iglesia y casa muy notable y pueblo asaz grande”.

Gil Cordero marchó a Cáceres y dio cuenta de lo sucedido tanto a las autoridades civiles como religiosas, pero nadie le creyó.

Al llegar a su casa se encontró con que su hijo había fallecido y encomendándose a Nuestra Señora le suplicó:

“Señora, Tú sabes la embajada que de tu parte trai­go y creo muy cierto ser esto por Ti ordenado, que yo ha­llase este mi hijo muerto, porque Tú mostrándote mara­villosa en me lo resucitar, sea más ligeramente creído de aquéllos a que soy aquí por Tu mandado venir. Pues que así es, Señora, suplícote que lo quieras resucitar y de aquí te lo ofrezco por Tu perpetuo servidor y de lo llevar a aquel lugar santo, donde Tú tuviste por bien de me aparecer”.

Tras esta suplica, el joven se levantó, y narró que una mujer le había ayudado a levantarse, y entonces el vaquero les dijo a los presentes:

“Señores, amigos, sabed que para dar fe al mensaje que yo os traigo, bien era menester que Nuestra Señora tuviese por bien de obrar esta tan gran maravilla, ya que por nuestros pecados muchas veces dudamos en aque­llas cosas que no vemos corporalmente”.

Ante estos hechos, sacerdotes y vecinos de Cáceres le acompañaron al lugar donde se le apareció Nuestra Señora. Cavaron donde Gil Cordero se encontró el animal muerto, y encontraron un pequeño sepulcro de mármol con una figura de la Virgen, otras reliquias y unos documentos que referían la historia de la imagen desde su creación por San Lucas hasta su entierro por los clérigos sevillanos. 

Nuestra Señora de santa María de Guadalupe

En este lugar se levantó una humilde choza de piedra y se creó una especie de altar para la imagen de la Virgen, quedando Gil Cordero y su familia como guardadores de la ermita.

Posteriormente, la historia fue conocida por el rey Alfonso XI que se encomendó a la Virgen en la batalla del Salado de 1340 (ver), ​ resultando victorioso, por lo que decidió reformar la iglesia, añadirle edificios adyacentes y hacer un albergue para los peregrinos.

Monasterio de Guadalupe (Extremadura, España).

A partir de ese momento se fue formando alrededor del santuario un pueblo que fue reconocida por el mismo Alfonso XI como lugar de realengo.

Entre 1341 y 1389 el monasterio era regido por un priorato de clérigos que no pertenecían a ninguna orden (clérigos seculares). Entre 1389 y 1441 este priorato fue de monjes jerónimos que permanecieron en el monasterio hasta la desamortización de 1835. Posteriormente, todo el santuario pasó a ser una parroquia secular del archidiócesis de Toledo.   En 1908 el monasterio pasó a ser regentado por los franciscanos, transformándose en una parroquia regular.

Isabel la católica visitó por primera vez el monasterio en 1464, diez años antes de ser coronada reina de Castilla en 1474 y tras la Reconquista de Granada, en enero de 1492, el monasterio fue el lugar de encuentro entre Cristóbal Colon y los Reyes Católicos. Luego del encuentro, la reina decretó la entrega de las carabelas a Colón para su expedición a las indias y la popularidad de Nuestra Señora de Guadalupe creció gracias a la especial veneración de Cristóbal Colón, que llevaba consigo siempre una réplica en sus viajes al nuevo continente.

En 1879 se le dió al santuario la calificación estatal de Monumento Histórico-Artístico.

El 12 de octubre de 1928 la Virgen de Guadalupe fue coronada canónicamente como "Reina de la Hispanidad" (Reina de las Españas), por el Cardenal Primado de España, Pedro Segura, legado especial de S.S. Pio XI, en presencia del rey Alfonso XIII. ​

Nave central y altar mayor de la Basílica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.

En 1929 se aplicó la calificación Monumento Histórico-Artístico a todo el conjunto, incluyendo el Real Monasterio.

En 1955 el papa Pio XII le otorgó a este templo la categoría de Basílica.

En 1993 la UNESCO declaró al monasterio y la basílica Patrimonio de la Humanidad

En enero de 2005, bajo el pontificado de Juan Pablo II se expidió el Decreto de Concesión, desde la Penitenciaria Apostólica, por la que se otorga al Santuario y Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe la celebración de un Año Jubilar.

Iglesia de san Juan de la Palma (ver)

En el lateral izquierdo (pared del Evangelio) del presbiterio se abre la Sacristía, de la que destaca la pintura de la “Virgen de Guadalupe”. Anónimo del primer tercio del siglo XVIII, siguiendo el modelo original mexicano.


Basílica de la Macarena (ver).

En el muro de la Epístola, a los pies del templo destaca en primer lugar la Capilla de la Hispanidad.

El altar está presidido por un lienzo de la Virgen de Guadalupe, patrona de México, obra del pintor Josep Mota en 1703, en un marco de plata realizado por el orfebre mexicano Manuel Peregrina, y donada a la Hermandad por el sacerdote Feliciano Cortés, gran abad de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de Méjico. 

Capilla de la Hispanidad
Virgen de Guadalupe

Sobre la pintura se sitúa una gran corona de plata dorada procedente del taller de Fernando Marmolejo (ver), réplica de la que tiene la Virgen en su basílica de Tepeyac.

Corona

Iglesia de san Luis de los Franceses (ver).

Retablo de san Estanislao de Kostka

martes, 20 de febrero de 2024

 ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA

San Fernando y la Virgen de los Reyes.

Según la tradición, Luis IX, primo del rey Fernando III el Santo, regaló al rey de Castilla y León la imagen de una Virgen sentada, con su hijo sobre las rodillas, a la que se llamó Nuestra Señora de los Reyes, por ser un regalo del rey de Francia al rey de Castilla (de Rey a Rey).

Pero la leyenda nos refiere que el rey Fernando III estaba rezando en el campamento de Tablada, mientras asediaba a Sevilla, cuando adormecido tuvo una visión de la Virgen con el Niño en brazo, que le decía: “Fernando, por tu gran piedad, yo te prometo que habrás de conquistar Sevilla”.

Una vez conquistada la ciudad, el rey Fernando encargó a varios escultores que le tallaran una imagen igual a la de su visión, pero ninguno consiguió una reproducción como su sueño.

Pero, llegaron al Alcázar tres jóvenes, vestidos de peregrinos, procedentes de Alemania. Según referían eran escultores en ruta de perfeccionamiento que, tras recorrer el país germano y Francia, llegaban para aprender de estas tierras.

En agradecimiento a la gran acogida, ofertaron regalarle al rey una imagen de la Virgen, para lo que solamente pidieron un local donde pudieran trabajar sin que fueran molestados.

Al pasar unas horas, una de las sirvientas miró por la cerradura y comprobó que los escultores no estaban trabajando, sino que simplemente estaba arrodillados rezando.

Cuando el Rey entró en la estancia, para comprobar lo que decía la sirvienta, encontró sobre la mesa una talla de una Virgen que era exactamente igual a la que había visto en su sueño, pero los escultores habían desaparecido, a pesar de que no existía otra puerta para salir y de que los centinelas confirmaron que nadie había salido del Alcázar.

Los escultores sevillanos certificaron que era imposible tallar aquella imagen en solo unas horas, por lo que se consideró que los tres escultores alemanes eran ángeles y que le habían dejado la Virgen como regalo divino.

El obispo Don Remondo lo consideró un milagro y ordenó colocar la imagen en la Capilla del Alcázar con el nombre de Nuestra Señora de los Reyes.

Detalle de la Virgen de los Reyes

El rey Fernando III, en su testamento dejó escrito que deseaba estar sepultado a los pies de Ella, por ello la Virgen pasó al altar de la Capilla Real de la Catedral, y allí sería enterrado, tras su muerte el 30 de mayo de 1252, junto a su mujer Beatriz de Suabia y su hijo Alfonso X el Sabio.

El 17 de marzo de 1668, con motivo de su beatificación, se procedió a la apertura solemne de su sepulcro y se comprobó que su cuerpo estaba incorrupto, sin haber sido embalsamado.

Mostraba sus ricas telas en las cuales destacaba el adorno que representaba a los castillos y leones, tan significativos del reino de España. Además había un cetro, una sortija con un zafiro y una espada con su puño en plata.

Estos hechos fueron analizados y certificados por los médicos de la época, don Gaspar Caldera, don Pedro de Herrera y el erudito don Cristóbal Báez.

Restos incorruptos, en una urna de plata que está considerada la obra más relevante de la orfebrería barroca sevillana, labrada por Laureano de Pina, que se abre el día de su festividad cada 30 de mayo.


En relación con esta leyenda, en el centro de la Plaza Nueva se erige una estatua dedicada al Rey san Fernando y a la Virgen de los Reyes.

La primera piedra fue colocada en 1877 pero no sería inaugurado hasta el 15 de agosto de 1924.

El diseño se debe a Juan Talavera y Heredia y la estatua ecuestre a Joaquín Bilbao, hermano del pintor Gonzalo Bilbao.

Estatua de San Fernando

El caballo muestra las cuatro patas en el suelo, lo que simboliza que el protagonista murió por causas naturales y no en batalla o por heridas sufridas en ella. 

Su mano derecha empuña un cetro rematado con una cruz, mientras la espada Lobera permanece envainada a su izquierda. 

Estatua ecuestre de San Fernando

Detalle del rostro de san Fernando

En la silla, se aprecia una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, al modo de la Virgen de los Reyes.

Detalle de la Virgen con el Niño en la montura 

En el pedestal se disponen cuatro esculturas de personajes muy significativos en la conquista de Sevilla: su hijo Alfonso X el Sabio, obra de Enrique Pérez Comendador; el Almirante Ramón de Bonifaz, que rompió las cadenas del "puente de barcas" que unía Sevilla con Triana, realizado por José Lafita Díaz; el Obispo Don Remondo, que acompañó a Fernando III y fue Arzobispo de Sevilla, esculpido por Alfonso López Rodríguez y el Caballero Garci Pérez de Vargas, uno de los Veinticuatro Caballeros del rey,  cuyo autor es Joaquín Sánchez Cid.

Alfonso X el Sabio

Almirante Ramón de Bonifaz

Obispo Don Remondo

El Caballero Garci Pérez de Vargas

sábado, 17 de febrero de 2024

 RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen del Rosario. Basílica de la Macarena.

Altar de la Virgen del Rosario

La a imagen original de la Virgen del Rosario procede de un retablo de la capilla mayor de la iglesia parroquial de San Gil, estando documentada la autoría de Roque Balduque en 1556 (ver).

Representa a la Virgen de pie, que en el brazo izquierdo porta al niño Jesús dormido apoyado en su hombro.

Originalmente era una imagen de talla completa que fue transformada posteriormente en imagen de candelero para ser vestida, en fecha indeterminada del siglo XVIII, realizando una remodelación atribuida a Pedro Duque Cornejo como si fuera una obra de nueva realización.

Virgen del Rosario

La imagen del Niño Jesús dormido, es de fecha anterior pues que parece conservar las características propias de la obra original, pudiendo fecharse a principios del siglo XVI.

Detalle de la Virgen y el Niño

Se conocen otras intervenciones posteriores sobre la obra como la realizada por el escultor Manuel Gutiérrez Cano en 1882.

Fue mutilada en la Guerra Civil de 1936 por lo que las manos fueron rehechas por Antonio Eslava (ver).

 En el año 1980 fue restaurada por el profesor Francisco Arquillo.

Esta imagen contó con una Hermana propia y hay noticias referentes a ella en 1704, cuando consta su fundación en la parroquia de San Gil con licencia del prior de San Pablo y bajo la regla de la Hermandad del Rosario de Santa Catalina.

Según Justino Matute salió por primera vez en procesión en el año 1783 desde la parroquia de San Gil.

Se fusionó a la Hermandad de la Macarena en 1793 y procesiona el último domingo de octubre por las calles del barrio, en un paso realizado en los talleres de José Herrera Acosta y Rosario Feria Ruiz (talleres «Herrera y Feria»).

Paso de la Virgen del Rosario en el museo de la Hermandad de la Macarena

RUTA DE LOS CAMPANARIOS Y VELETAS 

Basílica de la Macarena

La fachada presenta un pórtico de tipo renacentista que combina arco y dintel sustentados por columnas marmóreas, procedentes de la Catalana de Gas, actual Librería Beta después de ser el cine Imperial.  

Visión general de la Basílica

En un plano superior se levanta la espadaña, en principio de un cuerpo con tres vanos y campanas. En el centro un arco de medio punto con impostas y ménsulas en la clave. En las jambas pilastras adosadas en blanco con bordes en amarillo suave. Sobre el arco central un frontón recto. A ambos lados dos vanos rectangulares verticales y pináculos piramidales de piedra terminados en bolas.

Detalle de la espadaña

En 1991 se añade un cuerpo más con un solo hueco para una nueva campana, flanqueado por pináculos piramidales análogos a los del primer cuerpo. 

Detalle del cuerpo superior de la espadaña

Finalmente, se remata con una cruz de forja con una veleta que muestra “Aquí está la Esperanza”, flanqueada con dos jarrones con flores de forja igualmente, realizada por los Talleres Santiago.

Detalle de la cruz y veleta


Detalle de la veleta