lunes, 14 de noviembre de 2022

 ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

José de Mendoza y Ríos

Una calle se rotula en su memoria (ver).

Nació en Sevilla el 29 de enero de 1761 (bautizado en Parroquia de San Martín), dentro de una noble familia sevillana, hijo de Joseph-Ignacio Rodríguez de Mendoza y de María-Romana Morillo y Ríos. Más tarde agregó el prestigioso nombre de su abuela materna, Ríos, al de su padre.

Retrato de Mendoza de los Ríos en el Museo Naval de Madrid


Fue educado en los Reales Estudios de San Isidro de Madrid. Más tarde se incorporó al ejército como cadete del Regimiento Real de Dragones. El 16 de marzo de 1776, se trasladó a la marina que, en esos años, era el arma más interesada en la Astronomía y en las matemáticas.

En agosto de 1779, en un viaje de retorno desde Manila, su navío, la Santa Inés, trabó combate con dos cruceros ingleses, fue hecho prisionero y destinado a Cork, Irlanda, adonde llegó a principios de septiembre. Un año más tarde fue dejado en libertad, y retornó a Cádiz.

En este período, posterior a su detención en Irlanda, escribió su Tratado de Navegación, y debido a su delicada salud fue relevado de sus obligaciones en la Marina, y enviado a Madrid, para supervisar la impresión de su tratado. Cuando los dos volúmenes fueron publicados (1787), fue promovido a capitán de fragata. 

Tratado de Navegación. Tomo primero


En este tratado, realizó contribuciones importantes a la resolución astronómica del problema de la longitud, que en el mar era uno de los principales, con el que se había enfrentado la náutica, desde la época del descubrimiento de América. Mendoza Ríos ideó un proceso astronómico para el cálculo de la longitud en el mar mediante la medida de distancias entre la Tierra, la Luna y determinadas estrellas auxiliares.

De regreso a Cádiz, propuso a sus superiores la creación de un Instituto de Investigaciones en las ciencias relacionadas con la navegación. Su plan, extremadamente novedoso para su tiempo, incluía la creación de un depósito cartográfico e hidrográfico, cerca de Cádiz, próximo a las principales instalaciones de la Marina, mediante adquisición, en diversos países de Europa, de mapas, cartas, libros, manuales, e instrumentos de interés para la navegación. Como aportación, en 1796 envió a España una basta colección de referentes a la navegación, a la Geografía y las ciencias relacionadas con ellas, que había adquirido en Inglaterra.

En ese mismo año abrió negociaciones con Herschel para la adquisición, con destino a España, de uno de los telescopios más grandes que éste había construido. La operación se cerró en 1796 y puso a España en una posición de privilegio en el campo de la observación astronómica. Sin embargo, una vez instalado en Madrid, el formidable potencial de este instrumento científico, no fue aprovechado plenamente, destinándoselo solo a observaciones de la Luna o los planetas. Posiblemente si se hubiera llevado a Cádiz, donde en esos momentos había una estructura científica más moderna, hubiera sido mayor su rendimiento y mayores sus posibilidades de sobrevivir a la invasión francesa de 1808.

En 1797 publicó en las Philosophical Transactions de la Royal Society un importante trabajo sobre los problemas centrales de la navegación astronómica, que entonces era un tema científico de considerable dificultad e interés. 

Círculo de reflexión


Describió hasta cuarenta procedimientos conocidos para “determinar la distancia” y explicó el suyo propio basado en el uso, de un instrumento, (círculo de reflexión), que había mejorado, haciendo más fáciles y precisas las mediciones, y de unas tablas, que facilitaban los procesos de cálculo ulteriores.

Logró simplificar considerablemente los cálculos necesarios para determinar la posición de un navío en el mar, reduciéndola a la lectura de una sucesión de entradas pre-calculadas y reunidas en tablas especiales, muy compactas. En el diseño de esas tablas, cuyo tamaño y simplicidad las hacía particularmente adecuadas para su uso en un navío, demostró un talento matemático considerable.

Sus diferentes tablas fueron reimpresas con frecuencia en varios países y varios idiomas, incluso al español.

Pidió el retiro de la Armada Española en 1796, pero no solo no se le concedió, sino que fue expulsando de la Marina.  Procuró que se le reconociera su estatus, incluso le pidió a Godoy en 1806 que le concediera un retiro honroso.

Quizás, el motivo de no concederle el retiro, radique en el hecho de que sobre él siempre recayeron sospechas, más o menos fundadas, de espionaje. En unas ocasiones a favor de España por los informes que remitiera desde Londres; pero también a favor de Inglaterra, acusándolo de informar a los ingleses durante la guerra librada contra ellos a principios del siglo XIX, con episodios tan determinantes para la armada española como la derrota en la batalla de Trafalgar.

Hacia finales del siglo XVIII, trasladó su residencia a Londres y contrajo matrimonio con Anna María Parker. El matrimonio tuvo dos hijas, Francisca y Anna Fermina.  

El 4 de marzo de 1816, se suicidó, ahorcándose en su casa de campo de Brighton, siendo enterrado en la iglesia de St. Nicholas. Al morir, dejó a su esposa e hijas una fortuna considerable, bajo la administración de un apoderado, como era entonces costumbre con las herencias dejadas a las mujeres.

Mendoza y Ríos es, muy posiblemente, el matemático y astrónomo español que en los dos últimos siglos ha recibido el más alto reconocimiento internacional por su obra científica. Inglaterra lo reivindica como uno de sus principales científicos.

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Flamenca

Don Antonio Chacón

Nació en Jerez de la Frontera (Cádiz),según su partida de bautismo, "el día 16 de mayo de 1869, hijo de padres no conocidos y entregado recién nacido al zapatero Antonio Chacón Rodríguez y a su esposa María García Sánchez, vecinos de la calle del Sol, 60, que le reconocieron como hijo y le dieron sus apellidos". 

Calle y casa con su placa conmemorativa, donde se crio D. Antonio. Barrio de san Miguel. Jerez de la Frontera. Foto de José María Ruiz Fuente, año 1971


Desde muy pequeño ayudó a su padre en los trabajos de la zapatería y a desde los diecisiete años ya actuaba en el café cantante de Juan Junquera.

Don Antonio Chacón

Vivió en Sevilla, en el número 7 de la calle Mendoza de los Ríos (ver).


Muy dotado para el cante (tenía voz de tenor​), destacó especialmente cantando cartageneras, malagueñas, granaínas  y medias granaínas, que le valieron el popular título de "Don".​ Fue el primer cantaor payo que dio a conocer la escuela del cante flamenco. Con su técnica creativa y su voz rica en matices, fue seguido por muchos cantaores que enriquecieron el cante flamenco. Ha quedado en la historia, como uno de los más grandes maestros.

D. Antonio Chacón cantando en Sevilla, a la guitarra Javier Molina


Fue uno de los cantaores más solicitados, en la época de oro del cante, por toda la aristocracia, incluidos los Reyes de España, llegando a cantar en palacio.

Compartió escenario y compitió con algunos de los mejores cantaores del momento, La Serrana, Las Coquineras, La Bizca, El Perote, Enrique Ortega, Enrique el Mellizo, Francisco Lema "Fosforito"... Siempre acompañado a la guitarra por el gran Sabicas.

Comentario de Joaquín Herrera Carranza:” Efectivamente, ha pasado a la Historia del Flamenco como Don Antonio Chacón. Destacó especialmente en los cantes de levante, malagueñas, granaínas, etc., porque su VOZ era como entremetida o entremezclada de falsete y atiplada, poco apta para los cantes matrices:  tonás, solea, seguidillas, etc. Al estilo más reciente de Valderrama y Pepe Marchena. Sin embargo, Chacón fue enormemente respetado y también encumbrado.”

En los últimos años de su vida llevó una existencia desordenada, y murió en Madrid en 1.929.

Cuenta la historia, que su cadáver fue metido en un lujoso ataúd negro, con herrajes de plata y llevado en una carroza tirada por seis caballos. El cortejo fue presidido por el Duque de Medinaceli y se detuvo en la puerta del Teatro Pavón, donde muchos amigos y compañeros cantaron en su memoria, siendo enterrado seguidamente en el cementerio de la Almudena de Madrid. 


El cante llora una pena
desde que Dios lo llevo,
por eso quiero recordar
algo de la gran solera
de esta perfecta escuela
que dejo este gran maestro
llamado D. Antonio Chacón.

 AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO

Calle Mendoza de los Ríos

Desde el primer tercio del siglo XV se denomina de Naranjos o del Naranjuelo, topónimo que aparece sustituido hacia 1530 por el de No Molerás.

En la primera mitad del XIX, la zona próxima a la actual Baños se conocía como Plaza de la Cabeza.

En 1848 se nominó con el nombre actual en memoria del marino, astrónomo y escritor sevillano José Mendoza y Ríos (ver) (1763-1816), autor de importantes obras de navegación y nacido en una de sus casas.

Muestra la misma configuración que en el plano de Olavides (1771), formando un ángulo recto en su arranque para luego discurrir hasta el final con un trazado relativamente rectilíneo. 

Entre los números 29 y 31 se abre en ella la plaza del Duque de Veragua. 

Esta cruzada por Alfaqueque.

Casas de la calle Mendoza de los Ríos

Su caserío es de porte tradicional, con casas sevillanas de la primera mitad del siglo XX que alterna con otras de escaleras y alguna intercalación moderna. En general ofrece un aceptable estado de conservación.

Destaca el número 36, del siglo XVIII de dos plantas y ático y la 38 de iguales características, aunque reformada en su fachada. La numero 4 tiene un interesante balcón de hierro.

Abundan en la calle las celosías de madera en las ventanas, como en otros muchos puntos del barrio de San Vicente.

Número 7

Según la Guía de Sevilla y su provincia, por Vicente Gómez Zarzuela,  en esta casa residió, en Sevilla, el maestro jerezano del cante Antonio Chacón (ver).

Número 17

En el numero  17, se encuentra la casa de Valeriano Domínguez Bécquer (ver), pintor y hermano de Gustavo Adolfo Bécquer (ver) y en la que vivió acogido por aquel.

Como curiosidad, en la parte de arriba aparece la palabra en griego epatw o Erató  que es la musa de la poesía.


Número 18


Número 40

 ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Doña Josefina Comer Ford, condesa de Sales 

Según indica Gómez Zarzuela en su guía de 1875, en la calle García Ramos, casa número 17, murió la célebre Doña Josefina Comer Ford, condesa de Sales, de gran influencia en la Cataluña de la Guerra Civil de 1820-23 y principalmente en la insurrección ultra-realista de 1827.

Rótulo de la calle García Ramos (ver)

Siempre se pensó que había nacido en Tarifa, pero lo hizo en Ceuta donde su padre, José de Comerford, sargento mayor del Regimiento de Infantería de Irlanda, al servicio de los reyes de España, natural de Cádiz, estaba destinado. 

Su segundo apellido, Mac Crohon, es el de su madre, María Josefa, que a pesar de haber nacido en San Sebastián era de origen irlandés.

Al quedar huérfana, en 1808, fue adoptada por su tío paterno, Enrique de Comerford, conde de Bryas, que con la invasión francesa abandonó la guardia valona y se trasladó a Dublín. Allí Josefina se educó en un ambiente ultracatólico.

Al morir el conde de Bryas, heredó su fortuna, y vivió un tiempo en Roma, y en 1820 regresó a España. 

La primera etapa de su vida pública está vinculada a la figura de Antonio Marañón, "el Trapense"a cuyo lado luchó contra los liberales durante el Trienio Liberal, especialmente en el establecimiento de la Regencia de Urgel

Precisamente por los servicios prestados, la Regencia de Urgel le concedió en 1823 el título de condesa de Sales.

El guerrillero fray Antonio Marañón, apodado “El Trapense”

Restablecido el absolutismo por la intervención de los Cien Mil Hijos de san Luis, fue confinada en Barcelona. 

A mediados de 1827 logró burlar la vigilancia policial a la que estaba sometida y desde Cervera financió y participó en la organización del movimiento de los agraviados o malcontents, que estableció en Manresa  la Junta Suprema Provisional de Gobierno de Cataluña.

Calomarde, capitán general de Cataluña, y el propio rey Fernando VII al frente del ejército expedicionario, acabaron con la insurrección y permitieron la captura de sus principales dirigentes, que fueron inmediatamente ejecutados.

Josefina de Comerford, fue condenada a reclusión perpetua en el convento de la Encarnación de Sevilla, y dado su carácter fuerte, fue pasando por distintos conventos a causa de sus actitudes contrarias a las reglas monásticas. Con la exclaustración decretada por Mendizabal 1835 quedó en libertad y fijó su residencia en Sevilla, llevando en adelante una vida discreta. 

En 1863 otorgó testamento y falleció de una pulmonía el 3 de abril de 1865. 


Llegó a ser conocida como "la Juana de Arco carlista", y diversos autores la han hecho protagonistas de sus novelas:

Agustín de Letamendi, estando aún viva, la hizo protagonista de su novela Josefina de Comerford o el fanatismo. Novela original, histórica y contemporánea (Madrid, 1849).

Con rasgos tomados de Letamendi, Francisco José Orellana  la incluyó en otra novela histórica de semejantes características, El conde de España o La inquisición militar (Madrid y Barcelona, 1856), cuya acción discurre en la insurrección de los malcontents.

Será también una de las protagonistas de la novela de Benito Pérez Galdós," Un voluntario realista", quien la describe, con edad más avanzada de lo que le correspondía, al presentarse en el convento ficticio de las dominicas de Solsona, centro de la conspiración absolutista.

El polifacético Cristóbal de Castro la incluyó en dos relatos, La inglesa y el Trapense (1926) y La generala carlista (1931).

También Pío Baroja se sintió atraído por las hazañas de esta guerrillera ultrarrealista, a quien dedicó un retrato idéntico al de Letamendi en Fantasmas de Tarifa, dentro de su Vitrina pintoresca. ESiluetas románticas, comenta que Josefina de Comerford quería ser “una Juana de Arco del clericalismo”, convertida en el alma de la conjura de la Federación de Realistas Puros.

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Pintores  

José García Ramos 

Rótulo de la calle García Ramos (ver)

Estudió en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla con Eduardo Cano de la Peña y después completó su formación en el taller de José Jiménez Aranda, con el que viajó a Roma en 1872, donde conoció a Mariano Fortuny que influyó notablemente en su obra posterior. 

En dicha ciudad se ganó la vida con pinturas de pequeño formato de paisajes y personajes andaluces.

En 1877 visitó Nápoles y Venecia y en 1882 se instaló definitivamente en Sevilla, donde fue nombrado presidente de la Escuela Libre de Bellas Artes  y académico de la de Santa Isabel. Trabajó y colaboró como ilustrador en La Ilustración Española y Americana, La Ilustra­ción Artística y Blanco y Negro

Su obra se encuentra a caballo entre la caricatura y el folclore. 

El Museo del Prado guarda una gran colección de sus dibujos y dos pinturas procedentes del Museo Nacional de Arte Moderno.

García Ramos en su estudio en 1910. Foto de Juan Barrera Gómez

Tenía su taller en la actual Fernán Caballero, casa en la que vivió Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea, conocida por el seudónimo que da nombre a la calle. 

Se recuerda al pintor sevillano con una lápida marmórea conmemorativa de su fallecimiento el día 2 de abril de 1912.

Calle Fernán Caballero 14

Sus temas preferidos son de carácter costumbrista, un costumbrismo realista, que reflejaba la Sevilla cotidiana y real que, con gracia popular, aun se daba con frecuencia y naturalidad en determinados enclaves urbanos. 

Se le reconoce, en muchos ámbitos, como el más importante exponente de la pintura regionalista andaluza de su tiempo, al reflejar la vida diaria de la Sevilla de finales del siglo XIX.

Esta idea regionalista se mostró en el cambio de siglo por José María Izquierdo, Mas y Prat o los hermanos Álvarez Quintero en literatura, Blas Infante en política, Aníbal González en la arquitectura o Castillo Lastrucci en la imaginería anterior a la Guerra Civil, acreditando así un terreno que dará su mayor fruto en la Exposición Iberoamericana de 1929 en el urbanismo y en la conciencia de la ciudad.

A su memoria se dedicó una glorieta en los  Jardines de Murillo en 1917, a propuesta de un grupo de artistas sevillanos. 

El Ayuntamiento aceptó la propuesta, siendo los propios artistas los que financiaron las obras. La citada glorieta, diseñada por Talavera y Heredia, se finalizó en 1923. En el arco de acceso se puede leer el nombre del pintor y la dedicatoria (por desgracia el retrato que centraba la composición se ha perdido con el paso del tiempo). Los bancos que rodean la fuente tienen una serie de paneles de azulejos de la Fábrica Montalván que recrean sus obras.






Alguna de sus obras:



Éste es, sin duda, uno de los mejores trabajos realizados por el pintor en el último período de su vida, cuando su fama en el mercado sevillano estaba ya asegurada y era considerado como uno de los más prestigiosos pintores andaluces de género del momento.

“Posee un dibujo particularmente riguroso y cuidado, colores elegantes, tonos brillantes y suaves al mismo tiempo, y un logrado equilibrio compositivo, sobre todo teniendo en cuenta el gran número de figuras en él incluidas, un reto que el artista era experto en solucionar”.

Dispuesta casi como un friso, en rigurosa frontalidad, la escena representa el momento en el que la muchedumbre está abandonando un baile de máscaras propio de los concursos de disfraces, tal como anuncia claramente un póster situado a la entrada: "Baile de máscaras. Concurso de trajes".

En el centro, una mujer disfrazada parece haberse desmayado, y es sostenida por la cintura por una persona detrás de ella.

Mientras tanto, un caballero en el extremo izquierdo de la composición desciende las escaleras con una elegante dama, quien, aparentemente distraída, mira hacia el espectador, mientras que dicho caballero, con la otra mano alcanza a una joven que le devuelve la mirada. 

“El artista no olvida añadir una nota de contraste social en la representación de estos elegantes personajes; magnífico ejemplo de su poder de observación y de su conocimiento de las clases humildes, las cuales se encontraban entre sus temas favoritos”. 



Este cuadro, pintado durante una breve estancia en Granada en 1883, y mencionado durante muchos años como en paradero desconocido, es quizá una de las escenas costumbristas de ambientación andaluza más famosas de todas las pintadas por este artista a lo largo de su carrera, además de ser pieza extraordinariamente representativa de su mejor arte en este género.

El lienzo ha sido recogido en alguna ocasión con el título de “Pelando la Pava”, expresión castiza andaluza que alude al cortejo de las parejas durante el noviazgo, prolongado en interminables conversaciones de largos paseos o, como en este caso, a ambos lados de la reja de la casa de la novia, muralla infranqueable para cualquier intento de escarceo de los amantes, casi siempre vigilados estrechamente por amigos o parientes.

A la sombra de un fuerte sol de atardecer, un mozo serrano, ataviado con sus mejores galas, y con su caballo ricamente enjaezado, escucha ensimismado a su enamorada, acodado en los hierros de su reja. 

La pareja es sorprendida por un alegre grupo de mujeres que les miran con sonrisa burlona. Una de ellas se quita la sombrilla para poder contemplar mejor a los novios, haciéndose sombra con su abanico, mientras otra se adereza las flores que adornan su pelo y una tercera canta haciendo sonar su pandereta. 

Al fondo, entre las copas de los árboles, asoma el caserío sobre una colina, identificado con el conocido barrio del Albaicín de Granada.

“El cuadro muestra la especial habilidad de García Ramos en la distribución espacial de la composición, situando los distintos puntos de atención de la escena en tres planos diferentes muy marcados, que sugieren la profundidad de la calle, proyectando hacia el primer término la figura del caballo, en atrevido escorzo”.

“Por su parte, el grupo de las tres muchachas está resuelto con una factura extremadamente delicada y primorosa, de colorido encendido y brillante, consiguiendo efectos tan bellos como el rostro en penumbra de la que se protege del sol con el abanico, los brillos del raso de la sombrilla o los lunares del vestido de la mujer que toca el pandero”.

“Finalmente, el desarrollo del caserío y el celaje demuestran las dotes de García Ramos para los paisajes urbanos, que pintó en numerosas ocasiones, aunque casi siempre poblados de figuras.”




En ella, se representa una galante escena mundana en un local público. 

El costumbrismo de García Ramos se distancia ahora del ámbito de lo local y folclórico para narrar lo cotidiano de la vida frívola de la gran ciudad, que él ha conocido de manera directa durante su estancia en París. 

En esta escena describe el ambiente de un local o salón recreativo de fin de siglo frecuentado por mujeres, militares y civiles de extracción burguesa.

El grupo protagonista de la izquierda muestra el momento de presentación y saludo de tres mujeres ataviadas a la moda, cubiertas con llamativos sombreros, y tres hombres también vestidos a la moda, dos con bombín y otro con chistera. El hombre y la mujer de perfil se saludan como si acabases de ser presentados, mientras los restantes los observan con tono sonriente. La joven de perfil, lleva una vestimenta bajo la que se adivina un apretado corsé que potencia el volumen de sus pechos. La del centro, con el brazo en jarras, mira sonriente, al igual que el risueño hombre con chistera. Con un aire más apocado se recorta el rostro de la tercera joven, casi oculta por las otras y más tímido parece también el tercero de los hombres, con bombín, que mira con admiración a la chica.

Al situar el grupo protagonista en el primer plano del lateral izquierdo, invita a una lectura diagonal de la obra. 

Por el contrario, al fondo, a la derecha, describe el ambiente relajado y desinhibido del local, en el que destaca una mesa con mujeres y militares a su alrededor. La voluptuosidad es mucho más directa en estas figuras del fondo. De entre ellas llama la atención la muchacha sentada junto al velador, que de manera indolente aparece casi recostada, con un brazo apoyado en la mesa sobre el que deja caer la cabeza, recreando en cierto sentido una variante de la iconografía tan extendida en el fin de siglo de la mujer postrada. Esta joven sonriente mira al espectador mientras escucha la insinuación del militar que hay sentado a su lado.

“La técnica de aguada con toques de acuarela con que está abordada esta escena denota el perfecto dominio de la técnica de la pintura al agua por parte de García Ramos. En ella combina el minucioso acabado de las figuras con los toques de manchas más líquidas en el primer plano y el fondo para sugerir los reflejos del suelo y la atmosfera cargada del salón. A juzgar por las vestimentas y tono general, podría situarse esta obra hacia mediados de 1890. De hecho, podría relacionarse con el tono de algunas de sus ilustraciones para publicaciones periódicas”.

Museo Bellver (Casa Fabiola)


Nazareno dame un caramelo. García Ramos, José. Museo Bellver


Cigarreras murmurando “Dime Trini”. García Ramos, José. Tinta sobre papel. 34 x 26 cm. Museo Bellver

En el Molino. Gracia Ramos. José. Aguada sobre papel. 44 x 31 cm. Museo Bellver

Nazarenos del Silencio. García Ramos. José. Tinta sobre papel. 36 x 27 cm. Museo Bellver

Salineras, García Ramos, José. Tinta sobre papel. 32 x 28. Museo Bellver

Procesión con la Manguilla. García Ramos, José. Tinta sobre papel. 37 x 26. Museo Bellver

Malagueña y torero. García Ramos, José. Tinta sobre papel. 37 x 27. Museo Bellver

Una desgracia: La muerte del marido. García Ramos, José. 1910. Óleo sobre lienzo. 48 x 33 cm. Museo Bellver

Otra desgracia: La muerte del burro. García Ramos, José. 1910. Óleo sobre lienzo. 49 x 34 cm. Museo Bellver

Prohibido arrojar a la plaza animales muertos. García y Ramos, José. Óleo sobre lienzo. 49 x 43 cm. Museo Bellver. 

El sacamuelas. García y Ramos, José. Óleo sobre tabla. 35 x 25 cm. Museo Bellver

Un majo bebiendo vino. García y Ramos, José. Óleo sobre tabla. 57 x 33 cm. Museo Bellver.

Pelea de cigarreras. García y Ramos, José. Óleo sobre lienzo. 45 x 33 cm. Museo Bellver

El ventilador. García y Ramos, José. Óleo sobre lienzo. 64 x 44 cm. Museo Bellver.