martes, 31 de enero de 2023

 ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA

La Inquisición en Sevilla

Creado por los Reyes Católicos comenzó a funcionar en Sevilla en el año 1481 con Pedro González de Mendoza, arzobispo de Sevilla, pues al ser una ciudad con notables minorías judeo-moriscas y un gran centro mercantil abierto al tráfico de todas las  naciones, era potencialmente un lugar idóneo para la presencia y difusión de ideologías no católicas.

El cardenal Don Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo (copia).Moreno González, Matías (obra copiada de Juan de Borgoña). Hacia 1877. Óleo sobrelienzo. 119 x 78 cm. Museo del Prado. Depósito en otra institución.

Tengamos en cuenta que Pedro González de Mendoza, fue un eclesiástico y político castellano considerado como uno de los mejores ejemplos del paso del mundo medieval al moderno a lo largo del siglo XV.  

Nació en Guadalajara en 1428, y a la muerte de su padre en 1458 pasó encabezar la poderosa familia de los Mendoza, que daría origen a la Casa del Infantado. 

Desde la cuna, fue destinado a la carrera eclesiástica y ocupo numerosos cargos dentro y fuera de la península, siendo conocido como “el Gran Cardenal” y por algunos considerado como “El tercer Rey de España”. 

Fue designado por el papa Sixto IV arzobispo de Sevilla entre los años 1474 y 1478 y murió en Guadalajara en 1495. 

El Cardenal Mendoza como donante rodeado de obispos. Juan RodríguezSegovia, Maestro de los Luna. 1484. Óleo sobre tabla. 125 x 87 cm. Ayuntamiento de Guadalajara

Más de 120 años después del comienzo de la Inquisición, era Inquisidor General Francisco Niño de Guevara, personaje caracterizado por su intransigencia, que fue nombrado Cardenal de Sevilla y durante su mandato convocó Sínodo en 1604, obligando a las cofradías de Sevilla a pasar por el Palacio Arzobispal, lo que se considera como el origen de la actual “Carrera Oficial” a la Santa Iglesia Catedral en Semana Santa.

Retrato del Cardenal Fernando Niño de Guevara. El Greco. 1600. Óleo sobre lienzo. 171 x 108 cm. Museo Metropolitano de Arte.

En el tribunal de la Inquisición de Sevilla, no sólo fueron juzgados y condenados judíos, sino también moriscos, brujas, bígamos, blasfemos, usureros, sodomitas, e incluso clérigos y frailes, llegando incluso a juzgar a esclavos y a extranjeros, estos últimos por haber contraído nupcias con mujeres conversas andaluzas.

También era castigado el adulterio, de tal modo que cuando era considerado consentido por el marido, este también era condenado, como “cornudo paciente” e iría a la hoguera adornado con ramas de vástago, semejando las astas de un venado.

Se llegaron a quemar, de manera póstuma, a los condenados que morían antes del juicio, desenterrando sus huesos de los cementerios de la ciudad, por aquel entonces en la Trinidad, San Agustín y San Bernardo. 

Exterior de la puerta de la Carne. A la derecha se encuentra el monasterio de san Agustín. Richard Ford. 1831.


Su primera ubicación fue el antiguo Convento dominico de San Pablo el Real (actual Iglesia de la Magdalena, erigida a fines del S. XVII sobre la misma planta de la antigua iglesia de dicho convento) siendo prior Fray Alonso de Ojeda. 

Por ello, este convento se rodeó de una lúgubre fama, acrecentada con el paso de los años. 

Según afirmó en 1612 el abad Gordillo, los inquisidores "celebraban en su convento... los autos y exemplares castigos que en los herejes y tornadizos convenian que se hiciesen, y en su iglesia ponían los san benitos, y aun es fama constante que dentro de la cerca del mesmo convento hicieron sus cárceles y executaban las penas de fuego que imponían".

Exterior de la Iglesia de la Magdalena

De ese oscuro periodo histórico conserva algunos  vestigios, los candeleros situados a los lados de la imagen de Santa María Magdalena y el fresco pintado por Lucas Valdés (hijo del pintor Valdés Leal), hacia el año 1710, en el que aparece de forma anacrónica el Rey San Fernando transportando leña a la hoguera, y representa un auto de fe a un hereje que es conducido al quemadero, identificado tradicionalmente con Diego López Duro, un mercader de Osuna (Sevilla), de origen portugués, que fue quemado vivo por delitos de judaísmo el 28 de octubre de 1703, por ello esta pintura se conoce como El Suplicio de Diego Duro.

Auto de fe con San Fernando, de Lucas Valdés, parroquia de Santa María Magdalena

El alto número de presos hizo que aquel primer recinto del Convento de San Pablo se quedara pequeño, por lo cual se tuvo que pensar en habilitar una nueva sede. 

Siendo Inquisidor General de España Don Fernando Valdés, cardenal arzobispo de Sevilla, se decidió el Castillo de San Jorge. 

El arzobispo de Sevilla Fernando de Valdés y Salas. Antonio de Mora Barahona. 1711. Óleo sobre lienzo. Universidad de Salamanca

Al parecer, el primer uso que tuvo este terreno fue el de necrópolis almohade entre los siglos XII y XIII.

Durante el siglo XIII, entre los años 1220 y 1230, los almohades construyen una fortificación sobre este cementerio con el fin de proteger el acceso al Puente de Barcas.

Tras la conquista de Sevilla, la fortificación musulmana es entregada a la Orden de los Caballeros de San Jorge, fundándose en su interior una capilla bajo la advocación de San Jorge. 

Dicho templo constituyó la primera parroquia de Triana, pasando a ser ermita cuando Alfonso X, en 1276, manda construir la parroquia de Santa Ana.

En 1463, pasa a ser propiedad del Marqués de Medina Sidonia durante un corto período de tiempo, antes de volver a manos de la corona durante el reinado de los Reyes Católicos.  

En 1481, los monarcas ceden la fortificación al Tribunal de la Santa Inquisición, que estableció allí su primera sede, ocupándola durante más de trescientos años


Castillo de san Jorge en el arrabal de Triana

Más que un castillo, el recinto fortificado de San Jorge era una auténtica ciudadela, con calles que partían de los tres accesos al recinto y confluían en el centro, junto a la capilla. 

Incluso el empedrado que tenía era igual que el que solía pavimentar las calles de la ciudad de Sevilla en los siglos XVII y XVIII. 

La pendiente de las calles estaba orientada al río, para que desaguara en él.

Castillo de san Jorge en el arrabal de Triana

La sala de audiencias era un edificio alargado donde el fiscal leía los cargos al acusado en presencia de los inquisidores, notarios y secretarios. 

Se mantuvo en uso desde su construcción en 1485 tratándose del único edificio de estas características que se conserva en España. 

La casa del primer inquisidor era la de mayor entidad, destacando por su gran superficie, patio con galería, doble altura y amplios salones.

Disponía también de cuadras, bodega y de un área de servicio con personal y cocina propia con despensa, pozo, etc. 

La cuadra disponía de 5 amarres para mulas (para el desplazamiento de los Inquisidores), un pozo con su pilón para dar de beber a las bestias y acceso directo desde la calle. 

Disponían de bodegas subterráneas o “fresqueras”, para mantener en unas condiciones estables de humedad, temperatura y oscuridad los alimentos como las chacinas, quesos, aceite y vino. También esta bodega fue usada para dormir al fresco durante las noches del riguroso verano.

Casa del Inquisidor

El portero y su mujer ejercían la función de vigilancia y de servicio. Era una casa popular típica andaluza de pequeño patio central, escalera exterior, leñera, despensas y una cocina en planta baja, durmiendo en la planta alta. Los porteros eran oficiales menores de la Inquisición, como también lo eran los despenseros, médicos, capellanes y cirujanos.

Casa del Portero

En la fortaleza también existían las casas del Nuncio o Delegado Papal y del Notario del secreto, encargado de redactar los documentos del proceso. 

Eran típicas casas de patio andaluz con escalera y doble altura con vistas al interior de la ciudadela y al río. 

El Notario del secreto era un oficial medio, como los Alguaciles, Los Alcaldes, o los Notarios del secuestro y los Jueces de Bienes, que se ocupaban de las propiedades confiscadas.

Casa del Nuncio y del Notario

En 1785, dadas las precarias condiciones del castillo, muy deteriorado por las continuas crecidas del río Guadalquivir, la Inquisición se traslada al que había sido colegio jesuita de las Becas (calle Becas), lugar en el que se mantuvo hasta su desaparición entre los años 1800 y 1803.

Tras el anterior abandono, el Estado cede el edificio a perpetuidad a la ciudad de Sevilla, cuyo Ayuntamiento lo derriba y explana el solar, utilizándolo hasta 1822 como almacén de grano.

Es entonces cuando se construye el Mercado Municipal de Abastos, siendo recortado entre los años 1845 y 1852 de su extremo Sur para construir el actual Puente de Isabel II. 

Y sin más cambios de importancia se mantiene hasta 1990, en que se derriba el antiguo mercado para construir el nuevo actual.

Durante su uso por la Inquisición, para el “Auto de fe”, los reos eran conducidos por el Callejón de la Inquisición, que comunica la calle Castilla con la orilla del río.

Entrada e interior del Callejón de la Inquisición

Salida del Callejón de la Inquisición

Se cruzaba el río Guadalquivir por el desaparecido Puente de Barcas, (1170-1850), para atravesar el Arenal y entrar en Sevilla hasta el lugar donde se iba a realizar el "Auto de Fe", con la asistencia del pueblo. 

Puente de barcas (hacia 1760-1775). Como curiosidad, a la Torre del Oro le falta aún la linterna que formará su tercer cuerpo 

La condena tenía lugar al final del auto y podría consistir en muerte en la hoguera, cárcel temporal o perpetua, multa o portar el sambenito durante cierto tiempo como modo de vestir, tras haber abjurado (renunciado a sus creencias).

El “sambenito” estaba compuesto de una túnica o saya de tejido blanco o crema, de altura cercana a la media pierna, en ocasiones con un aspa que cruzaba el pecho. Podía ir acompañado de una especie de sombrero cónico a modo de capirote. Tal indumentaria también la portaba aquélla persona que era trasladada desde el Castillo de San Jorge para ser juzgada, discurriendo con ella entre la multitud.

 Condenado por la Inquisición vestido con un sambenito que lleva la cruz de san Andrés (Francisco de Goya)

Conversos con el sambenito. Panel expositivo “los Conversos” del Castillo de san Jorge. Foto: Francisco Calvo

Los “Autos de fe” se celebraron, primero en las gradas de la Catedral, y más tarde en la Plaza de san Francisco, aunque según diversas circunstancias tuvieron lugar en la iglesia de Santa Ana, la de San Marcos y en el convento de San Pablo.

Auto de Fe en la Plaza San Francisco de Sevilla en 1660. A la derecha, las arcadas del Ayuntamiento, realizadas por Hernán Ruiz, las cuales desaparecieron en el siglo XIX. (Anónimo. Colección Particular. Iglesia de la Magdalena. Sevilla)

Como vestigio, actualmente, en un arquillo en una esquina de la plaza se sitúa la “Cruz de las Siete Cabezas” (en referencia al número de querubines que se distribuyen a lo largo de este pétreo “madero” que simula lo arbóreo… desde 1903) que representa el cese de los actos de la Plaza de San Francisco. 

En un principio, su piedra era roma, aunque más tarde se le añadieron detalles para que cuadrase mejor con la estética del edificio. 


Cruz de la Inquisición o de las Siete Cabezas

Detalle de la cruz

Los que eran condenados a la hoguera eran conducidos al quemadero de San Diego, en la actual Tablada, o al quemadero de San Sebastián, que estuvo en el lugar que actualmente ocupa el monumento a "El Cid".  

El quemadero de San Diego, estuvo en el actual Prado de San Sebastián, y era así llamado por la proximidad de la ermita del mismo nombre, del convento de franciscanos descalzos, dentro de la amplia zona de Tablada (que quedaba entonces a este lado del rio). 

En este quemadero, se hallaban las estatuas de los “cuatro profetas, unas figuras de yeso, huecas, donde se introducía a los inculpados y donde morían a fuego lento.

Detalle del “Auto de Fe” de Lucas Valdés. Podría ser la Ermita de san Diego. 

En la procesión hacia el quemadero de Tablada, los condenados eran sentados al revés en burros, custodiados por los soldados y acompañados por los frailes que los conminaban para que se confesaran. 

Se dirigía por Tundidores y Alcaiceria de la Seda (dos tramos de la actual Hernando Colon), gradas de la catedral (Alemanes) y Borceguineria (Mateos Gago) en dirección a la puerta de Minjoar o de las Perlas, que en tiempos fue la Puerta de la Judería y hoy es la de la Carne y desde allí al quemadero bordeando el Tagarete. 

Condenados por la Inquisición. Lucas Velázquez, Eugenio. Hacia 1860. Óleo sobre lienzo. 77,5 x 91,5 cm. Museo del Prado. No expuesto