viernes, 4 de noviembre de 2022

 AREA DE SAN ROMAN

Iglesia de Santa Isabel

Del conjunto arquitectónico que conforma el convento, destaca su iglesia cuya construcción se comenzó en 1602, sobre un proyecto y dirección de Alonso de Vandelvira, en estilo manierista. El visado y la supervisión de la obra fue realizada por el maestro mayor del Arzobispado, cargo ocupado entonces por el milanés Vermondo Resta. Los alarifes (denominación antigua del maestro de obras) que corrieron a cargo de la ejecución de la obra fueron Juan de los Reyes y Diego Coronado, y la techumbre por el carpintero Juan Fernández.

Alonso de Vandelvira nació en Úbeda en 1544, y su notable categoría como tratadista y arquitecto no ha sido justamente valorada históricamente debido al enorme peso artístico y profesional que llegó a alcanzar su padre, Andrés de Vandelvira.

Exterior

La portada principal, del mismo arquitecto, Alonso de Vandelvira, es de piedra y se levanta al pie de la plaza. Está organizada según un hueco de medio punto centrado entre parejas de columnas corintias de fuste estriado con hornacinas vacías, en sus intercolumnios. Presenta sobre su primer cuerpo un ático cuyo motivo central es un magnífico altorrelieve enmarcado en un orden de columnas corintias, donde se representa, en piedra, la escena de “La Visitación de Santa Isabel”, tallado por Andrés Ocampo, aprendiz del escultor Jerónimo Hernández, en 1609, con las imágenes de la Virgen, Santa Isabel, Zacarías, San José y unos niños, actualmente muy deteriorado. El carácter manierista de esta portada se manifiesta por las altas pirámides con esferas que la rematan lateralmente y su frontón triangular superior, coronado por el escudo de la primitiva Orden de San Juan.

Portada principal y Portón de entrada

Altorrelieve en el ático con la escena de “La visitación de santa Isabel”


Detalle que pone de manifiesto el grave deterior de la piedra

Frontón triangular superior

Escudo de la primitiva Orden de san Juan y Pirámides con esferas

La espadaña, que parece rivalizar en semejanza con la cercana del convento de Santa Paula, se puede contemplar desde la plaza de santa Isabel, presenta escudos de la Orden de San Juan en tonos azules y las pirámides con esferas características del estilo manierista.

El cuerpo inferior consta de tres vanos, uno central en forma de arco de medio punto y dos rectangulares a ambos lados. Sobre las jambas de los vanos cuatro pilastras cajeadas, rellenas con azulejos azul metálico. El arco y los huecos laterales son de obra de almohadillado. Sobre los huecos laterales unas cuartelas cuadradas, con la cruz de Malta de la Orden de san Juan Bautista en cerámica blanca sobre fondo azul metálico oscuro, como el resto de la decoración de barro vidriado. 


Sobre los pilares, un entablamento con friso clásico, presentando las metopas una decoración de azulejos del mismo color azul. A ambos lados de este cuerpo inferior sendos cartabones, ensanchados en su base y terminados en pináculos piramidales aguzados, sobre un amplio basamento.

Del tímpano, con un frontón recto partido, emerge el cuerpo superior, constituido por un arco de medio punto con una campana, terminado en un frontón curvo. Esta parece ser la verdadera espadaña, pues el cuerpo inferior ciego, puede pensarse que es el remate de una portada.

Esta parte está decorada con azulejería. Así la rosca del arco, la imposta, los verduguillos verticales que decoran las pilastras, y las medias bolas. También, el relleno del tímpano del frontón curvo superior, desde el entablamento hasta el guardapolvo.

Sobre el frontón roto que corona el cuerpo inferior se levantan dos pináculos piramidales y sobre el frontón curvo superior unos dados con salientes, coronados con florones de cerámica, En el centro la cruz de hierro y la veleta rematan la composición.

En los frontones laterales del arco del cuerpo superior hay también ornamentación de azulejería. Arriba en forma de rombo o esquinapé, y abajo en forma cuadrada con orejetas 

Espadaña con el escudo de la Orden de san Juan y las pirámides con esferas

Interior

En el interior, la iglesia presenta la típica planta de cajón conventual de las iglesias de los conventos, con tres tramos de nave y el presbiterio. 

La nave está cubierta por bóveda de medio cañón con lunetos y recuadros geométricos. 

El presbiterio está cubierto por una bóveda baída. 

El coro bajo se encuentra presente a los pies de la nave central y está ricamente decorado con diversos frescos.

Vista del templo desde los pies de la nave

Vista del templo desde el altar mayor

Bóveda baída en el presbiterio con lunetos

La iglesia sigue manteniendo un notable patrimonio a pesar del gran expolio francés.

Hay que mencionar, que el despojo de obras de arte, especialmente pictóricas que Sevilla sufrió en 1810, por parte de los invasores franceses es un hecho que tiene muy pocos paragones históricos y puede señalarse como casi único, antes y después de esa fecha. 

Es uno de los ejemplos de expolio artístico más lamentables que se ha producido a lo largo de los siglos y que vino a privar a esta ciudad de gran parte del espléndido repertorio de pinturas que había en iglesias y conventos. 

A estas instituciones religiosas se les privó de sus más importantes señas de identidad, y se les arrebató no sólo piezas de altísimo valor artístico y económico sino también el mensaje espiritual que emitían en sus lugares de orígenes.

El intolerable expolio artístico de Sevilla fue llevado a cabo por una nación que, en 1808 cuando invadió España, nos ocupó engendrando una cruenta guerra que duró cuatro años y que terminó con una retirada en la que los franceses no se marcharon con las manos vacías si no que, especialmente de Madrid y Sevilla, se llevaron un copioso tesoro artístico.

En principio hay que pensar que las tropas que entraron en Sevilla al mando del ilustre Mariscal Soult, Dugue de Dalrnacia, realizaron un intolerable saqueo artístico en conventos, parroquias, monasterios y hermandades, en nombre de Napoleón. 

Además, Soult y otros generales y funcionarios fueran recompensados con un amplio lote de obras de pinturas que ellos mismos escogieron.

En el caso de Soult, a su muerte, su amplia colección procedente de Sevilla fue vendida en parte mientras que otras obras pasaron al Museo del Louvre.

Jean de Dieu Soult (1769-1815)

Sólo un convento, el de los Capuchinos, conocedor de antemano de las intenciones depredadoras de Soult, desmontó los lienzos de Murillo que había en el Retablo Mayor de la iglesia y en las capillas laterales, trasladándoles a Cádiz donde, con el mayor sigilo, se ocultaron en casas particulares, hasta que al final de la guerra regresaron a Sevilla. 

Esta es la causa de que actualmente en el Museo de Bellas Artes Sevillano se encuentre recogida la importante colección de obras de Murillo que fue patrimonio de los capuchinos. 

De no haber tenido la lúcida idea de ocultar su tesoro pictórico ante los franceses, este conjunto estaría hoy en el Museo del Louvre de París o repartido en distintas colecciones del Mundo.

Retablo Mayor

El retablo mayor tiene dos cuerpos y ático, obra de Juan de Mesa ayudado por su cuñado Antonio de Santa Cruz que sería el ensamblador. 

Tiene una estructura tardorrenacentistas con columnas estriadas de orden corintio de tamaño decreciente. 

Retablo mayor

Sagrario en el retablo mayor

En el primer cuerpo están las esculturas del retablo (en los otros niveles no aparecen esculturas, solo pinturas), Dolorosa, San Joaquín y Santa Isabel, todas del siglo XVIII. 

La imagen de la Virgen llegó con la comunidad de monjas filipenses y sigue los modelos del escultor Cristóbal Ramos (nacido el 25 de julio de 1725 en la Alfalfa), siendo relacionable con otras piezas de la misma iconografía en la ciudad.

Dolorosa en el centro del primer cuerpo del retablo mayor

Detalle de la Dolorosa

San Joaquín en el lateral izquierdo del primer cuerpo del retablo mayor

Santa Isabel en el lateral derecho del primer cuerpo del retablo mayor

El segundo cuerpo del retablo, muestran el tema de la Matanza de los Inocentes en la calle lateral derecha, la Inmaculada en el centro y el Bautismo de Cristo en la izquierda, que sustituyen a las expoliadas por el ejército francés, por el mariscal Soult en 1810.

Bautismo de Cristo, Inmaculada y Matanza de los Inocentes

En el ático aparece un Calvario del siglo XVI que podría provenir de la primitiva iglesia, la Cruz de San Juan, los cuadros del nacimiento de San Juan y San Juan Niño “el San Juanito”, obras de Juan del Castillo (pintor barroco español, avecindado en Sevilla, cuya fama se ha debido en gran parte a la condición de maestro de Bartolomé Esteban Murillo, que le atribuyó Antonio Palomino), siglo XVII.

Calvario en el ático

Nacimiento de san Juan y San Juanito

Por el retablo se sitúan diversos escudos de la Cruz de San Juan, alusivos a las primitivas habitantes del edificio, situándose en la calle central el escudo de la congregación filipense, un corazón ardiente con los siete puñales y el lema “Omnium Mayor Charitas”.

Cruz de san Juan, Escudo de la congregación filipense y Cruz de san Juan

Presbiterio


Un pequeño retablo de mediados del siglo XVII, con una notable escultura de San Felipe Neri, cercana a la producción de Pedro Roldán (Sevilla, 14/01/1624, escultor español del barroco y padre de la escultora Luisa Roldan, conocida como “La Roldana”)

El escudo de la congregación filipense en el ático del retablo.

Retablo e imagen de san Felipe Neri

Detalle de san Felipe Neri y Escudo de congregación filipense

En la pared hay varias pinturas: una Inmaculada del XVIII, copia de un original de Antonio Palomino de Castro y Velasco, una Santa Gertrudis del siglo XVII, una Magdalena del siglo XIX, copia de un original de van Dyck, un Calvario y una santa Cena.

Inmaculada, Magdalena y Calvario

Santa Cena

Cuadro de san Ignacio de Loyola en la cueva de Manresa de Domingo Martínez del siglo XVII. 

La escena muestra al santo jesuita escribiendo los Ejercicios Espirituales y la aparición de la Virgen. La pintura que parece provenir de la Sala de ejercicios de los filipenses sevillanos, y que sigue los modelos de Valdés Leal. 

Es un cuadro tenebrista cuyo tema también lo representó en la Iglesia jesuita de san Luis de los Franceses.

San Ignacio de Loyola en la cueva de Manresa

Pulpito de forja al lado del retablo de san José, Ángeles lampararios, luneto con reja de forja.

Pulpito, Ángel lamparario y Luneto con Reja

Muro Izquierdo

Junto a la reja del coro, destaca un retablo arcosolio (término arquitectónico aplicado a un hueco de la pared en forma de arco) con dos grandes cuadros, Adoración de los Reyes o Adoración de los Pastores y Descanso en la huida a Egipto, obras de Juan del Castillo basadas en las escenas descritas por los “Evangelios Apócrifos”, y que debieron ser realizadas hacia 1625. 

Retablo

Descanso en la huida a Egipto

Adoración de los Reyes

Sagrario

El retablo de San José con el Niño, obra de Diego López Bueno (1612), uno de los artistas más completos y, al mismo tiempo, más desconocidos de la primera mitad del siglo XVII, nacido en Sevilla en 1632, fue un artista polifacético, ensamblador (constructor de retablos), arquitecto y escultor que se formó en el ambiente renacentista de la ciudad, bajo la influencia del arquitecto Hernán Ruis. 

Está presidido por el grupo de San José y el Niño, tallas anónimas de mediados del siglo XVII. 

En el ático un nacimiento.

Retablo de san José

San José con el niño

Nacimiento de Jesús en el ático

Detalle inferior del retablo

Sagrario

Muro derecho

Retablo del Nazareno de hacia 1630 que originalmente podría estar dedicado a San Juan Evangelista, por las águilas que lo coronan. Presenta seis pinturas en sus tramos superiores, cuatro de ellas representando a los Evangelistas. En el cuerpo principal, dos pequeñas tallas de los apóstoles San Pedro y San Pablo, y en el centro un Nazareno de tamaño natural, obra de candelero del Siglo XVIII. Al lado un confesonario.

Retablo e imagen del Nazareno

Detalle del Nazareno


San Pedro y San Pablo


Pintura del ático


Pinturas del tercer cuerpo del retablo

Pinturas del segundo cuerpo del retablo

Confesionario

Retablo de 1610 diseñado por Juan de Oviedo y acabado en 1620 por Martínez Montañez y que contó originalmente con tallas de este autor. Hasta la invasión francesa albergaba el lienzo del Juicio Final de Francisco Pacheco de 1611, muy bien documentado porque el mismo Pacheco le dedicó dos capítulos en su libro “Arte de la Pintura”. En 1869 un abad intentó venderlo en París. Durante más de un siglo y medio se desconoció su paradero, apareciendo en 1996 en una casa palacio de Marsella, lugar del que pasó al Musée Goya de Castres. En 2006 regresó temporalmente a Sevilla para una exposición.

Interesante es recordar aquí el poco conocido testimonio que de ello ofrece José María Asensio en 1886 en las páginas de su libro sobre Pacheco cuando recoge la narración de cómo en 1810 fue sustraído el cuadro del Juicio Final de dicho artista del convento sevillano de Santa Isabel, en los siguientes términos: "Este magnífico cuadro fue arrancado de su lugar, que era el altar de la iglesia del Convento de Santa Isabel durante la permanencia del Mariscal Soult en Sevilla. Informes de un testigo presencial permiten asegurar que el individuo encargado de recogerlo entró en la iglesia llevando en la mano un tomo del Diccionario Histórico de los más Ilustres Profesores de Bellas Artes de Ceá Bermudez y después de examinar el cuadro y leyendo a la vez la descripción, subió al altar y cortó el lienzo con una navajilla".

En su lugar se encuentra la imagen del Crucificado de las Misericordias, talla de Juan de Mesa realizada en 1622 para la iglesia de los mercedarios de la calle San José, adquirida por el fray Domingo de los Santos. Es un cristo vivo, que sigue como modelo del Crucificado de la Clemencia de Martínez Montañez situado en la Catedral, con algunas notas más barrocas propias de Juan de Mesa. En el ático del retablo, sustituyendo a una pintura de Dios Padre, se sitúa en la actualidad un lienzo anónimo del siglo XVII que representa a San Hermenegildo. 

Retablo e imagen del Cristo de la Misericordia

Detalles del rostro del Cristo de la Misericordia


Detalle de los pies del Cristo de la Misericordia

San Hermenegildo en el ático

Al final del testero izquierdo se sitúa el retablo de San Juan Bautista, fechado en 1606. 

En el centro, la figura del titular con el cordero y su cruz en forma de lábaro, talla que presidió originalmente el retablo mayor, en la actual hornacina de la Dolorosa, por la titulación primitiva del convento. 

Es obra que debe estar en el círculo de Juan de Mesa, con características cercanas a otras interpretaciones realizadas por el maestro Martínez Montañés. 

Una lápida situada en el banco del altar indica que fue sufragado por el capitán García de Heredia y su esposa, Doña Ana de Paredes.

Retablo e imagen de san Juan Bautista

Detalle de san Juan Bautista y del del cordero

Ático del retablo

Lápida en el banco del altar

Pilas de agua bendita

Coro

A los pies de la iglesia, para el acceso al coro bajo, existen dos portadas en piedra trazadas por el arquitecto Alonso de Vandelvira. 

Una de ellas muestra en su ático la iconografía de Cristo como el Buen Pastor portando sobre sus hombros a la oveja perdida. 

Es una escena del mundo clásico trasladada a la iconografía cristiana y muy acorde con las ovejas descarriadas de la casa de las “Arrepentidas”. 

Visión del Coro desde la Iglesia

Portada de la derecha (Epístola) y detalle de su ático

Portada de la izquierda (Evangelio) y detalle de su ático

Inscripción en la portada de la izquierda y de la derecha

A los lados de las portadas se presentan dos lienzos de azulejos de cuenca o arista. 

Este tipo de azulejo se realiza con un molde que se aplica sobre la superficie cerámica cruda y blanda, previamente al proceso de decoración. 

De este modo, el molde deja un relieve en el barro que permite aplicar los colores evitando que se mezclen los pigmentos. 

Este procedimiento se utiliza desde el siglo XV y sustituyó en gran parte a la técnica denominada “cuerda seca” que requería más tiempo para obtener la decoración final de la pieza.

Lienzo de azulejos de arista

El coro se cubre con una bóveda de yeserías geométricas de comienzos del siglo XVII y sus muros muestran restos de pinturas de la segunda mitad del siglo XVIII, pudiendo distinguirse a Santa Ubaldesca y Santa Flora.

Bóveda

Visión del fondo del coro con restos de pinturas en los muros

Detalle de la pintura mural con santa Ubaldesca y santa Flora

Detalle de la zona superior de la pintura mural 

Detalle de la zona superior de la pintura mural 

Detalle de la zona superior de la pintura mural 

Junto a la reja se disponen las tumbas de los padres fundadores, la madre Dolores Márquez y el padre García Tejero.

Tumba de los fundadores

Entre las esculturas destacan una Inmaculada de candelero del siglo XVIII, un San Antonio de Padua del siglo XVII, un notable Crucificado de finales del XVI, el busto de un Ecce Homo con las trazas habituales de Antonio Castillo Lastrucci y una Divina Pastora.

Inmaculada


San Antonio de Padua

Divina Pastora

Ecce Homo

Crucificado

Detalle del rostro del Crucificado

En las paredes diversos cuadros sin filiación