AREA DE SAN ROMAN
Iglesia de Santa Isabel
Del conjunto
arquitectónico que conforma el convento, destaca su iglesia cuya construcción se comenzó en 1602, sobre un proyecto y dirección de
Alonso de Vandelvira, en estilo manierista. El visado y la supervisión de la obra fue realizada por el
maestro mayor del Arzobispado, cargo ocupado entonces por el milanés Vermondo
Resta. Los alarifes (denominación antigua del maestro de obras) que corrieron a
cargo de la ejecución de la obra fueron Juan de los Reyes y Diego Coronado, y la
techumbre por el carpintero Juan Fernández.
Alonso de Vandelvira nació en Úbeda en 1544, y su notable categoría como
tratadista y arquitecto no ha sido justamente valorada históricamente debido al
enorme peso artístico y profesional que llegó a alcanzar su padre, Andrés de
Vandelvira.
Exterior
La portada principal, del mismo arquitecto, Alonso de Vandelvira, es de piedra y se levanta al
pie de la plaza. Está organizada según un
hueco de medio punto centrado entre parejas de columnas corintias de fuste
estriado con hornacinas vacías, en sus intercolumnios. Presenta sobre su primer cuerpo un ático cuyo motivo central es un magnífico
altorrelieve enmarcado en un orden de columnas corintias, donde se representa,
en piedra, la escena de “La Visitación
de Santa Isabel”, tallado por Andrés Ocampo, aprendiz del
escultor Jerónimo Hernández, en 1609, con las
imágenes de la Virgen, Santa Isabel, Zacarías, San José y unos niños,
actualmente muy deteriorado. El
carácter manierista de esta portada se manifiesta por las altas pirámides con
esferas que la rematan lateralmente y su frontón triangular superior, coronado por el escudo de la primitiva Orden de San Juan.
Portada principal y
Altorrelieve en el ático
con la escena de “La visitación de santa Isabel”
Detalle que pone de
manifiesto el grave deterior de la piedra
Frontón triangular
superior
Escudo de la primitiva
Orden de san Juan y
La espadaña, que parece rivalizar en semejanza con la
cercana del convento de Santa Paula, se puede contemplar desde la plaza de
santa Isabel, presenta escudos de la Orden de San Juan en tonos azules y las pirámides con esferas
características del estilo manierista.
El cuerpo inferior consta de
tres vanos, uno central en forma de arco de medio punto y dos rectangulares a
ambos lados. Sobre las jambas de los vanos cuatro pilastras cajeadas, rellenas
con azulejos azul metálico. El arco y los huecos laterales son de obra de
almohadillado. Sobre los huecos laterales unas cuartelas cuadradas, con la cruz
de Malta de la Orden de san Juan Bautista en cerámica blanca sobre fondo azul metálico
oscuro, como el resto de la decoración de barro vidriado.
Sobre los pilares, un
entablamento con friso clásico, presentando las metopas una decoración de
azulejos del mismo color azul. A ambos lados de este cuerpo inferior sendos
cartabones, ensanchados en su base y terminados en pináculos piramidales aguzados,
sobre un amplio basamento.
Del tímpano, con un frontón recto
partido, emerge el cuerpo superior, constituido por un arco de medio punto con
una campana, terminado en un frontón curvo. Esta parece ser la verdadera
espadaña, pues el cuerpo inferior ciego, puede pensarse que es el remate de una
portada.
Esta parte está decorada con
azulejería. Así la rosca del arco, la imposta, los verduguillos verticales que
decoran las pilastras, y las medias bolas. También, el relleno del tímpano del
frontón curvo superior, desde el entablamento hasta el guardapolvo.
Sobre el frontón roto que corona
el cuerpo inferior se levantan dos pináculos piramidales y sobre el frontón curvo
superior unos dados con salientes, coronados con florones de cerámica, En el
centro la cruz de hierro y la veleta rematan la composición.
En los frontones laterales del
arco del cuerpo superior hay también ornamentación de azulejería. Arriba en
forma de rombo o esquinapé, y abajo en forma cuadrada con orejetas
Espadaña con el escudo
de la Orden de san Juan y las pirámides con esferas
Interior
En el interior, la iglesia presenta la típica planta de cajón conventual de las iglesias de los conventos, con tres tramos de nave y el presbiterio.
La nave está cubierta por bóveda de medio cañón con lunetos y recuadros geométricos.
El presbiterio está cubierto por una bóveda baída.
El coro bajo se encuentra presente a los pies de
la nave central y está ricamente decorado con diversos frescos.
Vista del templo desde
los pies de la nave
Vista del templo desde
el altar mayor
La iglesia sigue
manteniendo un notable patrimonio a pesar del gran expolio francés.
Hay que mencionar, que el despojo de obras de arte, especialmente pictóricas que Sevilla sufrió en 1810, por parte de los invasores franceses es un hecho que tiene muy pocos paragones históricos y puede señalarse como casi único, antes y después de esa fecha.
Es uno de los ejemplos de expolio artístico más lamentables que se ha producido a lo largo de los siglos y que vino a privar a esta ciudad de gran parte del espléndido repertorio de pinturas que había en iglesias y conventos.
A estas
instituciones religiosas se les privó de sus más importantes señas de
identidad, y se les arrebató no sólo piezas de altísimo valor artístico y
económico sino también el mensaje espiritual que emitían en sus lugares de
orígenes.
El intolerable expolio
artístico de Sevilla fue llevado a cabo por una nación que, en 1808 cuando
invadió España, nos ocupó engendrando una cruenta guerra que duró cuatro años y
que terminó con una retirada en la que los franceses no se marcharon con las manos
vacías si no que, especialmente de Madrid y Sevilla, se llevaron un copioso
tesoro artístico.
En principio hay que pensar que las tropas que entraron en Sevilla al mando del ilustre Mariscal Soult, Dugue de Dalrnacia, realizaron un intolerable saqueo artístico en conventos, parroquias, monasterios y hermandades, en nombre de Napoleón.
Además, Soult y otros generales y funcionarios fueran recompensados con un amplio lote de obras de pinturas que ellos mismos escogieron.
En el caso de
Soult, a su muerte, su amplia colección procedente de Sevilla fue vendida en
parte mientras que otras obras pasaron al Museo del Louvre.
Jean de Dieu Soult
(1769-1815)
Sólo un convento, el de los Capuchinos, conocedor de antemano de las intenciones depredadoras de Soult, desmontó los lienzos de Murillo que había en el Retablo Mayor de la iglesia y en las capillas laterales, trasladándoles a Cádiz donde, con el mayor sigilo, se ocultaron en casas particulares, hasta que al final de la guerra regresaron a Sevilla.
Esta es la causa de que actualmente en el Museo de Bellas Artes Sevillano se encuentre recogida la importante colección de obras de Murillo que fue patrimonio de los capuchinos.
De no haber tenido la lúcida idea de ocultar
su tesoro pictórico ante los franceses, este conjunto estaría hoy en el Museo
del Louvre de París o repartido en distintas colecciones del Mundo.
Retablo Mayor
El retablo mayor tiene dos cuerpos y ático, obra de Juan de Mesa ayudado por su cuñado Antonio de Santa Cruz que sería el ensamblador.
Tiene una estructura tardorrenacentistas
con columnas estriadas de orden corintio de tamaño decreciente.
Retablo mayor
Sagrario en el retablo
mayor
En el primer cuerpo están las esculturas del retablo (en los otros niveles no aparecen esculturas, solo pinturas), Dolorosa, San Joaquín y Santa Isabel, todas del siglo XVIII.
La
imagen de la Virgen llegó con la comunidad de monjas filipenses y sigue los
modelos del escultor Cristóbal Ramos (nacido el 25 de julio de 1725 en la
Alfalfa), siendo relacionable con otras piezas de la misma iconografía en la
ciudad.
Dolorosa en el centro
del primer cuerpo del retablo mayor
Detalle de la Dolorosa
San Joaquín en el
lateral izquierdo del primer cuerpo del retablo mayor
Santa Isabel en el
lateral derecho del primer cuerpo del retablo mayor
El segundo cuerpo del
retablo, muestran el tema de la Matanza de los Inocentes en la calle lateral
derecha, la Inmaculada en el centro y el Bautismo de Cristo en la izquierda, que
sustituyen a las expoliadas por el ejército francés, por el mariscal Soult en
1810.
Bautismo de Cristo,
En el ático aparece un
Calvario del siglo XVI que podría provenir de la primitiva iglesia, la Cruz de San Juan, los cuadros del nacimiento
de San Juan y San Juan Niño “el San Juanito”, obras de Juan del Castillo (pintor barroco español,
avecindado en Sevilla, cuya fama se ha debido en gran parte a la condición
de maestro de Bartolomé Esteban Murillo, que le atribuyó Antonio
Palomino), siglo XVII.
Calvario en el ático
Nacimiento de san Juan y
Por el retablo se
sitúan diversos escudos de la Cruz de San Juan, alusivos a las primitivas
habitantes del edificio, situándose en la calle central el escudo de la
congregación filipense, un corazón ardiente con los siete puñales y el
lema “Omnium Mayor Charitas”.
Cruz de san Juan,
Presbiterio
Un pequeño
retablo de mediados del siglo XVII, con una notable escultura de San Felipe
Neri, cercana a la producción de Pedro Roldán (Sevilla, 14/01/1624, escultor español del barroco y padre de la
escultora Luisa Roldan, conocida como “La Roldana”).
El escudo de
la congregación filipense en el ático del retablo.
Retablo e imagen de san Felipe
Neri
Detalle de san Felipe
Neri y
En la pared hay
varias pinturas: una Inmaculada del XVIII, copia de un original de Antonio
Palomino de Castro y Velasco, una Santa
Gertrudis del siglo XVII, una Magdalena del siglo XIX, copia de un original de
van Dyck, un Calvario y una santa Cena.
Inmaculada,
Santa Cena
Cuadro de san Ignacio de Loyola en la cueva de Manresa de Domingo Martínez del siglo XVII.
La escena muestra al santo jesuita escribiendo los Ejercicios Espirituales y la aparición de la Virgen. La pintura que parece provenir de la Sala de ejercicios de los filipenses sevillanos, y que sigue los modelos de Valdés Leal.
Es un
cuadro tenebrista cuyo tema también lo representó en la Iglesia jesuita de san
Luis de los Franceses.
San Ignacio de Loyola en la cueva de Manresa
Pulpito de
forja al lado del retablo de san José, Ángeles lampararios, luneto con reja de
forja.
Pulpito,
Muro Izquierdo
Junto a la reja
del coro, destaca un retablo arcosolio (término arquitectónico aplicado a un hueco de
la pared en forma de arco) con dos grandes cuadros, Adoración de los Reyes o Adoración de
los Pastores y Descanso en la huida a Egipto, obras de Juan del Castillo
basadas en las escenas descritas por los “Evangelios Apócrifos”, y que debieron ser realizadas hacia
1625.
Retablo
Descanso en la huida a Egipto
Adoración de los Reyes
Sagrario
El retablo de San José con el Niño, obra de Diego López Bueno (1612), uno de los artistas más completos y, al mismo tiempo, más desconocidos de la primera mitad del siglo XVII, nacido en Sevilla en 1632, fue un artista polifacético, ensamblador (constructor de retablos), arquitecto y escultor que se formó en el ambiente renacentista de la ciudad, bajo la influencia del arquitecto Hernán Ruis.
Está presidido por el grupo de San José y el Niño, tallas anónimas de mediados del siglo XVII.
En el ático un nacimiento.
Retablo de san José
San José con el niño
Nacimiento de Jesús en
el ático
Detalle inferior del retablo
Sagrario
Muro derecho
Retablo
del Nazareno de hacia 1630 que originalmente podría estar dedicado a San Juan
Evangelista, por las águilas que lo coronan. Presenta seis pinturas en sus
tramos superiores, cuatro de ellas representando a los Evangelistas. En el
cuerpo principal, dos pequeñas tallas de los apóstoles San Pedro y San Pablo, y
en el centro un Nazareno de tamaño natural, obra de candelero del Siglo XVIII. Al
lado un confesonario.
Retablo e imagen del Nazareno
Detalle del Nazareno
San Pedro y
Pintura del ático
Pinturas del tercer
cuerpo del retablo
Pinturas del segundo cuerpo del retablo
Retablo de 1610
diseñado por Juan de Oviedo y acabado en 1620 por
Martínez Montañez y que contó originalmente con tallas de este autor. Hasta la
invasión francesa albergaba el lienzo del Juicio Final de Francisco Pacheco de
1611, muy bien documentado porque el mismo Pacheco le dedicó dos capítulos en
su libro “Arte de la Pintura”. En 1869 un abad intentó venderlo en París.
Durante más de un siglo y medio se desconoció su paradero, apareciendo en 1996
en una casa palacio de Marsella, lugar del que pasó al Musée Goya de Castres.
En 2006 regresó temporalmente a Sevilla para una exposición.
Interesante es recordar
aquí el poco conocido testimonio que de ello ofrece José María Asensio en 1886
en las páginas de su libro sobre Pacheco cuando recoge la narración de cómo en
1810 fue sustraído el cuadro del Juicio Final de dicho artista del convento sevillano
de Santa Isabel, en los siguientes términos: "Este magnífico cuadro fue
arrancado de su lugar, que era el altar de la iglesia del Convento de Santa
Isabel durante la permanencia del Mariscal Soult en Sevilla. Informes de un
testigo presencial permiten asegurar que el individuo encargado de recogerlo
entró en la iglesia llevando en la mano un tomo del Diccionario Histórico de
los más Ilustres Profesores de Bellas Artes de Ceá Bermudez y después de
examinar el cuadro y leyendo a la vez la descripción, subió al altar y cortó el
lienzo con una navajilla".
En su lugar se
encuentra la imagen del Crucificado de las Misericordias, talla de Juan de Mesa
realizada en 1622 para la iglesia de los mercedarios de la calle San José,
adquirida por el fray Domingo de los Santos. Es un cristo vivo, que sigue como modelo
del Crucificado de la Clemencia de Martínez Montañez situado en la Catedral,
con algunas notas más barrocas propias de Juan de Mesa. En el ático del
retablo, sustituyendo a una pintura de Dios Padre, se sitúa en la actualidad un
lienzo anónimo del siglo XVII que representa a San Hermenegildo.
Retablo e imagen del Cristo de la
Misericordia
Detalles del rostro del Cristo de la Misericordia
Detalle de los pies del Cristo de la Misericordia
San Hermenegildo en el ático
Al final del testero izquierdo se sitúa el retablo de San Juan Bautista, fechado en 1606.
En el centro, la figura del titular con el cordero y su cruz en forma de lábaro, talla que presidió originalmente el retablo mayor, en la actual hornacina de la Dolorosa, por la titulación primitiva del convento.
Es obra que debe estar en el círculo de Juan de Mesa, con características cercanas a otras interpretaciones realizadas por el maestro Martínez Montañés.
Una lápida situada en el banco del altar indica que fue sufragado por el capitán García de Heredia y su esposa, Doña Ana de Paredes.
Retablo e imagen de san Juan Bautista
Detalle de san Juan
Bautista y del
Ático del retablo
Lápida en el banco del altar
Pilas de agua bendita
Coro
A los pies de la iglesia, para el acceso al coro bajo, existen dos portadas en piedra trazadas por el arquitecto Alonso de Vandelvira.
Una de ellas muestra en su ático la iconografía de Cristo como el Buen Pastor portando sobre sus hombros a la oveja perdida.
Es una escena del mundo clásico trasladada a la iconografía
cristiana y muy acorde con las ovejas descarriadas de la casa de las
“Arrepentidas”.
Visión del Coro desde la
Iglesia
Portada de la derecha (Epístola) y detalle de su ático
Portada de la izquierda (Evangelio) y detalle de su ático
Inscripción en la
portada de la izquierda y de la derecha
A los lados de las portadas se presentan dos lienzos de azulejos de cuenca o arista.
Este tipo de azulejo se realiza con un molde que se aplica sobre la superficie cerámica cruda y blanda, previamente al proceso de decoración.
De este modo, el molde deja un relieve en el barro que permite aplicar los colores evitando que se mezclen los pigmentos.
Este procedimiento se utiliza desde el siglo XV y sustituyó en gran parte a la
técnica denominada “cuerda seca” que requería más tiempo para obtener la
decoración final de la pieza.
Lienzo de azulejos de
arista
El coro se
cubre con una bóveda de yeserías geométricas de comienzos del siglo XVII y sus
muros muestran restos de pinturas de la segunda mitad del siglo XVIII, pudiendo
distinguirse a Santa Ubaldesca y Santa Flora.
Bóveda
Visión del fondo del
coro con restos de pinturas en los muros
Detalle de la pintura
mural con santa Ubaldesca y santa Flora
Detalle de la zona superior de la pintura mural
Junto a la reja
se disponen las tumbas de los padres fundadores, la madre Dolores Márquez y el
padre García Tejero.
Tumba de los fundadores
Entre las
esculturas destacan una Inmaculada de candelero del siglo XVIII, un San Antonio
de Padua del siglo XVII, un notable Crucificado de finales del XVI, el busto de
un Ecce Homo con las trazas habituales de Antonio Castillo Lastrucci y una
Divina Pastora.
Inmaculada
San Antonio de Padua
Divina Pastora
Ecce Homo
Crucificado
Detalle del rostro del Crucificado
En las paredes
diversos cuadros sin filiación