viernes, 18 de agosto de 2023

 ALGUNOS HECHOS HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Batalla del Salado.

La actual calle Pizarro (ver), en 1869 se denominó Salado, por la victoria castellana sobre los benimerines en 1340 que dio a Castilla el control del Estrecho.

Tras la victoria en las Navas de Tolosa en 1212 los almohades perdieron el control sobre el sur de la península ibérica y tan solo el reino de Granada se mantuvo como independiente, comprendiendo las actuales provincias de Granada, Almería y Málaga más el istmo y el peñón de Gibraltar. 



En 1269, la debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente, originaria del sur de Marruecos, los Banu Marin (“benimerines” para los castellanos) que fijaron su capital en Fez, y dominaron la mayor parte del Magreb, llegando hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez.

Alcanzaron la península y dirigieron su atención hacia Granada y a instancias del rey Yussuf I de Granada, firmaron una alianza formal con los nazaríes para declarar la “Guerra Santa” a los cristianos, realizado varias incursiones en el campo de Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho y en 1329 tomaron Algeciras.

Yusuft  I

En 1330 Castilla se impondría a Granada en la batalla de Teba, en la que se enfrentaron un ejército cristiano comandado por el rey castellano Alfonso XI y otro musulmán enviado por el emir nazarí Muhamed IV de Granada y comandado por el general benimeri (ver) Ozmin.

La batalla de Teba (ver)

La principal consecuencia de la batalla fue la toma del estratégico castillo de Estrella por las tropas cristianas. 

El castillo de Estrella se construyó en el siglo XIII por los almohades. Posteriormente fue el gran emblema cristiano de la comarca de Guadalteba. Actualmente se conserva intacta su torre residencial de cuatro plantas donde se encuentra el Centro de Interpretación “Una Cruzada en el Guadalteba” que incluye la participación de Sir James Douglas. (ver)

La leyenda cuenta que el escocés Sir James Doulas se dirigía a Jerusalén llevando el corazón embalsamado del rey Roberto I de Escocia que había ordenado enterrar su corazón en Jerusalén. En su camino se encontró con la batalla de Teba y el monarca castellano le ofreció al guerrero escocés combatir contra los sarracenos, considerándolo una “Cruzada”. Pero Douglas murió en la batalla y previamente, cuando se vio rodeado por sus enemigos arrojó el corazón de su rey con la siguiente sentencia “Ahora muéstranos el camino, ya que venciste, y yo te seguiré o moriré”. El rey Mohammed V envió a Escocia tanto el corazón como el cuerpo del soldado muerto y ambos descansan en la abadía de Melrose, ciudad escocesa hermanada con Teba desde 1889.

Sir James Douglas en la batalla de Teba

Se firmó la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias (tributo) al rey castellano por parte del emir granadino.

A pesar de ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada por los cristianos en 1309), y la reconquistaron en 1333. 

A Guzmán el Bueno se le había encomendado la defensa de Tarifa, reconquistada por las tropas castellanas en 1292 y atacada por los benimerines. Al apoderarse los sitiadores de un hijo de Guzmán, este no dudó en sacrificar su vida antes de entregar la plaza.

La escena se desarrolla en las almenas del castillo de Tarifa. Alonso Pérez de Gúzman, con el uniforme militar de la época, se dispone a lanzar su cuchillo para el sacrificio de su hijo. Junto a él, su esposa María Coronel, arrodillada, intenta detenerle sujetándole el brazo. Tres soldados contemplan el acontecimiento. Al fondo y a la izquierda, se aprecia un grupo de soldados musulmanes y la playa de Tarifa.

La flota castellana del Estrecho, apoyo naval de la Corona de Aragón, capitaneada por el almirante Alonso Jofre Tenorio, sufrió una importante derrota. El almirante fue hecho prisionero y decapitado y el estrecho quedaba en manos musulmanas.

Almirante Alonso Jofre Tenorio. Dibujo procedente de “El Almirantazgo de Castilla hasta las capitulaciones de Santa Fe”. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de la Universidad de Sevilla

En septiembre de 1340 el rey Alfonso XI, para evitar que los musulmanes conquistaran la plaza de Tarifa, comunicó a los “principales” del reino la necesidad de combatir a los musulmanes en una gran batalla campal y pidió ayuda al rey portugués Alfonso IV.

Ambos reinos habían superado los problemas causados por la relación del monarca castellano con Leonor de Guzmán, que había apartado a su esposa María de Portugal, hija del monarca luso, con la que tuvo a su heredero Pedro I el Cruel.   

Alfonso XI y sus nobles. Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla.

Alfonso IV de Portugal. Miniatura de la 16 centuria

Los ejércitos de ambos reyes se encontraron en Sevilla, para dirigirse a Tarifa, y en consejo de guerra se decidió que Alfonso XI de Castilla luchara contra el rey benimerín Abu Al-Hassan Alí y Alfonso IV de Portugal contra el de Granada, Yusuf I.

Así, la batalla del Salado, o de Tarifa, se libró el lunes el lunes 30 de octubre de 1340, entre un ejército formado por castellanos y portugueses y una alianza entre benimerines y nazaríes.

El río Salado era una línea que dividía dos creencias y dos maneras de entender la vida, dos mundos antagónicos separados por un rio de poco caudal. Se trataba de una “Guerra Santa” con bula otorgada por el Papa Benedicto XII elevando la batalla a la categoría de “Cruzada contra el islam”, de esta manera el contendiente cristiano tendría derecho a beneficios espirituales y, sobretodo, económicos, mucho más importantes, al poder embolsarse una parte de los impuestos.

Batalla del Salado. Lienzo anónimo


El 1 de noviembre, los ejércitos vencedores abandonaron el campo de batalla, en dirección a Sevilla, con un gran botín. El rey de Portugal solo eligió como recuerdo una cimitarra enjoyada y, entre los presos, a un sobrino del rey Abul-Hassan.

La victoria cristiana fue inapelable y supuso una dura derrota para Abu-l Hassan (sultán del reino nazarí de Granada), quien, desde ese momento, tuvo que reconducir su política expansiva únicamente al norte de África, y con ello, se puso fin a la “Guerra del Estrecho” y a la posibilidad de que algún poder norteafricano pudriera asentarse en la península ibérica. El reino Nazarí quedó definitivamente aislado y a merced de los castellanos, con la obligación de comenzar una política amistosa y pagar tributos a Castilla.  

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