AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO
Capilla del Dulce Nombre. Hermandad de la Vera Cruz
La Capilla del Dulce Nombre de Jesús es un templo católico del siglo XVI.
Ocupa el solar sobre el que se
asentaban los baños árabes de la Reina Mora (ver), los mayores de Al-Andalus, que en
el repartimiento de Fernando III correspondieron a la segunda esposa del
monarca, al igual que el resto de los baños árabes de la ciudad.
En 1.551 se
reconvirtió en convento de las Agustinas, que fueron exclaustradas en 1.837, debiendo trasladarse al convento
de San Leandro. Anteriormente, en 1.810, habían sufrido el expolio e
incendio del convento a manos de la tropa napoleónica. Su estancia durante casi
300 años ha dejado la iconografía de esta orden en la decoración de la de la
iglesia.
Una
vez desalojado como convento, el edificio fue arrendado a vecinos,
quedando la iglesia abierta al culto, hasta que fue suprimida por la Junta
Revolucionaria en 1.868, y vendida a doña María del Amor Pérez de León, para
establecer en dicho templo a la Cofradía del Amor.
Previamente, ella
había comprado, en subasta pública, la talla del Crucificado del Amor. Pero, la
estrechez de la portada hacía imposible la salida de los pasos, lo cual obligó
a la hermandad a procesionar desde la iglesia de San Gregorio.
En 1.905, la junta de
la hermandad decidió realizar las obras necesarias para permitir la salida de
la cofradía, pero se negaron los herederos de doña María del Amor, lo que
obligó al traslado de la corporación a la iglesia de santa Catalina, donde
habían adquirido una capilla propia.
Posteriormente, entre
1.917 y 1.936, se instalaron los Dominicos de San Jacinto, hasta recuperar
su convento de la calle san Jacinto de Triana.
A partir de ese momento se estableció un cuartel de la Comandancia del Cuerpo de Ingenieros, que permaneció hasta 1.980.
Los restos del convento fueron derruidos ya en el siglo XX, conservándose únicamente un patio que se sigue denominando Baños de la Reina Mora (ver).
La hermandad de la
Vera-Cruz, es heredera directa de una antigua corporación de la Vera-Cruz que
surgió en el siglo XV y llegó a extinguirse en el siglo XX.
Los cofrades, que impulsaron su posterior reorganización, adaptaron el estilo de humildad y austeridad que le son propias a una hermandad nacida desde la Orden de San Francisco.
Fundada en el año 1.448 en el Convento Casa Grande de San Francisco de Sevilla, tuvo tanta importancia entre las entidades penitenciales de su tiempo que perteneció a ella la Nobleza de la ciudad, llegando a desfilar en su cortejo los Caballeros Veinticuatros (ver).
No está claro porqué llegó a
desaparecer, aunque puede suponerse que, sufrió los efectos de las convulsiones sociales y políticas del siglo XIX.
En la postguerra, en 1940, un grupo de cofrades, para fundar una nueva corporación penitencial, pensaron en los titulares de la antigua Hermandad de la Vera-Cruz, ubicada en la Iglesia de san Alberto.
Varios autores identifican la imagen que hoy se encuentra en el Altar Mayor de esta iglesia, como la antigua titular de aquella Hermandad, aun cuando la comunidad de padres Filipenses asegura que aquella imagen fue destruida en un incendio en su propio altar.
Cedida por parte del Arzobispado la imagen del Cristo Crucificado, y una vez aprobadas sus primeras Reglas en el año 1.942, la Hermandad se establece en la iglesia del Dulce Nombre, perteneciente al antiguo convento de Madres Agustinas.
Aunque se establece la
prohibición de mantener el mismo título de la primitiva Hermandad, los cofrades
imponen el espíritu de aquella anterior corporación, recuperando los cultos que se celebraban en siglos pasados y el
Archivo Histórico, de gran riqueza documental, así como las advocaciones
titulares, aunque en 1.945 se cambia el título de la imagen de la Virgen,
originariamente denominada de los Dolores,
por el de Nuestra Señora de las
Tristezas.
Finalmente realizan su primera
estación de penitencia en esta nueva etapa en el año 1.944, sólo con el paso del
Cristo, al que se le uniría el paso de palio en 1.947, en un estilo austero que
trataba de rememorar el de los siglos XVI y XVII.
Sus Reglas se modifican en los
años 1.958 y 1.976, fue la primera corporación que celebró la Santa Misa antes
de iniciar su salida procesional, así como la primera en promover la
confraternidad con otras corporaciones homónimas de la provincia de Sevilla y la
primera que permitió procesionar a mujeres nazarenas, en 1.987.
Exterior de la capilla
Una cancela de entrada da acceso a un patio, a modo de atrio, en el que se encuentra la puerta de la capilla.
Portalón
de entrada a la capilla
Sobre el portalón una sencilla espadaña de una sola campana (ver).
Espadaña con una sola campana
En el muro izquierdo se muestran los retablos cerámicos de los titulares de la Hermandad, María Santísima de las Tristezas y el Cristo de la Vera-Cruz, ambos de José Contreras Carrasco, Cerámica Montalván, 2.007.
Atrio de la Capilla con los retablos cerámicos de los titulares de la Hermandad
Interior de la Capilla
El templo se distribuye en tres pequeñas naves, separadas por arcos de medio punto sobre columnas de mármol.
La nave central, de mayor altura y profusa decoración, está cubierta por una bóveda de cañón.
Las naves laterales son más bajas y tienen el techo raso, alojan sobre ellas tribunas desde donde asoman balcones o tribunas con celosías, recordando su carácter conventual, pues desde ellas se asomaban las monjas.
El intradós de cada arco está decorado por pinturas murales en perfecto estado, en relación con las letanías lauretanas (ver).
Visión
general desde el Altar Mayor
Bóveda
de la nave central
Balcones
o tribunas con celosías
Decoración
entre los arcos de separación de las naves
La fuente y la puerta
La palmera y la rosa
La estrella y el sol
El árbol y el cedro
Nave de la Epístola (Derecha)
Altar
del niño Jesús
Azulejo conmemorativo de la Cofradía del Cristo del Amor y Pila de agua bendita
Retablo de San Francisco de Asís. Del siglo XVIII y estilo neoclásico presidido por una talla moderna del santo, a tamaño natural, con la reliquia a sus pies.
La imagen es del escultor Alberto Pérez Rojas de 2015.
Retablo de San Francisco de Asís con su reliquia
Imagen de San Francisco de Asís
A ambos lados, pinturas de
San Sebastián (izquierda)
y San Roque (derecha).
Seguidamente un
óleo sobre lienzo de San Pedro de José Marcelo Contreras Muñoz de 1865, y otro
de San Cayetano, anónimo sevillano del siglo XVIII, procedente del convento de
Nuestra Señora de Gracia de religiosos Trinitarias Descalzos.
San Pedro y San Catetano
Altar Mayor
Típicamente barroco, fechado a finales del siglo XVII y realizado por Manuel Roldán.
Se compone de
mesa, banco, un solo cuerpo de tres calles separadas por columnas salomónicas y
ático.
En el camarín central se presenta el Santísimo Cristo de la Vera-Cruz (ver), titular de la hermandad, un crucificado sevillano, anónimo de la primera mitad del siglo XVI.
Es la imagen más antigua
que procesiona en la ciudad, a falta de datación, junto con el Santísimo Cristo
de Burgos, residente en San Pedro.
Es una escultura de
madera policromada de tamaño algo inferior al natural (el cuerpo alcanza los
135 cm. de altura) fijada al madero con tres
clavos. Corresponde formalmente a los inicios de la estética
renacentista, con claros rasgos del último gótico.
Se ha atribuido a
artistas como Roque Balduque, un
escultor de origen flamenco asentado en Sevilla, o Antón Vázquez, muy activo en la localidad gaditana de Arcos de la
Frontera, sin que exista ninguna confirmación documental al respecto.
En cualquier caso, podría
fecharse en el periodo comprendido entre los años 1520 y 1540, siendo la cruz
de época muy posterior.
Se trata de
la imagen de un crucificado muerto, como revelan la posición de la cabeza,
inclinada por completo sobre el hombro derecho, la relajación muscular y la
flexión de las rodillas.
El autor
remarcó el tono dramático de la escultura, mostrando detalles como la herida
sangrante del costado, los ojos entornados, la posición de las manos o la forma
en la que se talla la cabeza, de una hermosa belleza muy próxima al patetismo,
con la boca entreabierta que mostrando la dentadura y el comienzo de la lengua.
Otros
regueros de sangre son apreciables en el cuello y en la parte superior del
tórax, como resultado de la presencia de una corona de espinas labrada en el
propio soporte de la imagen. Todos estos recursos son bien propios de la
escultura del último gótico, pese a la fecha de realización de la obra.
Por el
contrario, la composición del sudario o paño de pureza corresponde a la imaginería
renacentista. Esta pieza cubre la zona central de la escultura y se anuda sobre
su cadera izquierda. Es evidente el naturalismo de los pliegues. En una
restauración efectuada a finales de los años 70 del siglo XIX fue hallada en el
sudario una banda de policromía, que viene a semejar la existencia de un bordado sobre la propia pieza, elaborado a
base de franjas verticales.
En
definitiva, se trata de una obra con un cruce de influencias entre dos
tradiciones artísticas bien diferenciadas. Las procedentes de los siglos
finales de la Edad Media, con esa tendencia al patetismo y a la dramatización
de la imagen y las que atiende a una representación más naturalista en las
obras, con influencias que, en último extremo, están llegando desde Italia.
Escoltan al
crucificado dos ángeles portando faroles (ceriferios), tallados por Emilio Pizarro y
modificados por Castillo Lastrucci.
Ángeles
con faroles
Detalle de los ángeles
A sus
pies, en un manifestador, la reliquia del Lignum Crucis, en relicario de
plata de la orfebrería Villareal de 1967.
Lignum Crucis
Todavía en el primer
cuerpo, vemos en la calle del Evangelio (la izquierda, mirando de frente), una
talla de bulto redondo de San Agustín y, a la derecha, otra de Santa Mónica. Sobre ellos tenemos dos relieves: San José (izquierda) y
un Sanjuanito (derecha).
San
Agustín
Santa
Mónica
San José y San Juanito
En el
cuerpo superior una imagen de San José
con el Niño en la calle central. La imagen de san José es de autor anónimo, en terracota y telas encoladas. La imagen del Niño es de Antonio J, Bernabé de 2015. Lo acompañan imágenes de los
agustinos Santa Clara de Montefalco y de San Nicolás de Tolentino y dos
medallones con figuras de santos pintadas.
Cuerpo superior
San José con el Niño
Santa
Clara de Montefalco
San
Nicolás de Tolentino
Medallones laterales
Presbiterio
San Agustín, arrodillado delante de la Trinidad. La aparición de la Virgen y el Niño a San Agustín. La Circuncisión del Niño en el Templo y la Anunciación. Junto a ellas Santa Isabel de Hungría y Santa Isabel de Portugal.
San Agustín,
arrodillado delante de la Trinidad
La
aparición de la Virgen y el Niño a San Agustín
La Anunciación
En la
bóveda San Francisco de Borja y San Buenaventura y en el centro los atributos
de San Agustín en las manos de dos ángeles.
Bóveda
del Presbiterio
Atributos
de San Agustín
San Francisco
de Borja y
Ángel lamparario
Nave del Evangelio (Izquierda)
La cabecera
de la nave a la derecha del altar muestra cuadros de Santiago el Mayor, de José Contreras Muñoz, en 1.865 y el arcángel San Miguel, anónimo del siglo XVIII.
Santiago el Mayor y
Retablo de María Santísima de las Tristezas. El retablo de
estilo neoclásico, del último tercio del siglo XVIII acoge a la imagen titular
de la hermandad, María Santísima de las Tristezas, talla de candelero, al estar
destinada exclusivamente para ser vestida y tener únicamente talladas la cabeza
y las manos.
María Santísima de las Tristezas
En el año
1942 al reorganizarse la corporación en la Iglesia de San Alberto, y en
ausencia de la primitiva Virgen, se encargó realizar una Virgen Dolorosa a D.
Antonio Illanes Rodríguez, que tomó como modelo a su esposa Doña Isabel Salcedo
y fue nombrado Hermano de Honor.
No se
conoce el paradero de la antigua Imagen, por lo que se discuten diversas
teorías.
Unos creen
que es la que actualmente se encuentra en el Altar Mayor de la Iglesia de San
Alberto, que es una dolorosa, del círculo de Pedro Roldán, arrodillada, con las
manos entrelazadas y que recibe la advocación de Dolores.
Otros
piensan que la antigua Virgen era una talla del escultor Amaro Vázquez,
destruida en un incendio. Esta sugerencia se relaciona porque aparece su nombre
en el Archivo de la Hermandad, siendo, además, hermano de la Vera Cruz de
Sevilla.
Por último,
se señala también la posibilidad de que la antigua Virgen fuese realizada José
Montes de Oca, y trasladada por varios lugares hasta pasar, actualmente, a la
propiedad del escultor sevillano D. José Hernández León.
La
cabeza de la Virgen presenta un rostro que refleja claramente el dolor en plena
madurez, muy alejado de otras dolorosas aniñadas. Presenta detalles curiosos
como el tener talladas las orejas y parte del cabello. Las manos denotan una
expresión de súplica.
La
corona y el puñal fueron realizados en plata de Emilio Méndez.
Es vestida
de reina, tocada con corona imperial, para la salida procesional y el triduo de
diciembre, de hebrea en cuaresma y de negro en noviembre, mes de los difuntos.
Son sus camareras las que se ocupan del cuidado de todas sus ropas y de
vestirla interiormente, labor eminentemente femenina. En cambio, la saya, el
manto, el tocado interior, y toca exterior es normal que lo hagan manos
masculinas.
Junto
a este altar, un dosel alberga la Cruz de Guía de la corporación que porta el Lignum Crucis, en un relicario de plata, y la leyenda de “Toma tu cruz y
sígueme”.
Realizada en 1993 en sustitución de una similar anterior, esta situada en una hornacina levantada en 2005 con elementos procedentes del retablo mayor.
Retablo
de Santa Lucía (ver). Retablo
neoclásico con imagen de Juan Bautista Vázquez el Viejo, de estilo
renacentista, realizado en el siglo XVI. Muestra una figura vestida al estilo
bizantino, con ropajes estofados en oro que representa a Santa Lucía, figura
reconvertida de un San Juan Evangelista.
En el ático un relieve que representa a Dios Padre
Santa
Lucía es patrona de la ONCE, que en una calle cercana a esta iglesia inauguró
su primera delegación en Sevilla.
Este
"cambio de sexo" de una imagen ha sido poco habitual en la
imaginería, pero no extremadamente raro. La imagen original es del sigo XVI,
atribuida con bastante fundamento a Juan Bautista Vázquez, el Viejo. En
los años treinta del siglo pasado, la ONCE se estableció en la capilla, pero,
al no tener imagen de su Patrona reutilizaron al Evangelista por tener rasgos
masculinos poco marcados.
Al fondo de la nave, en el ático, una pintura que representa El descubrimiento de la Santa Cruz por Santa Elena, madre del emperador Constantino, a la que se considera descubridora del Santo Madero. Es un óleo sobre lienzo de Luis Rizo Haro de 1988, que ocupo el ático del retablo mayor durante el periodo 1988-2015.
A
los pies del templo se conserva la celosía de madera del coro alto, de la época del convento hoy
desaparecido, y en el coro bajo se abre la sacristía, añadida al edificio en
los años ochenta.
Sobre el Coro alto, un óleo sobre lienzo, con marco barroco, de la Inmaculada Concepción del siglo XVIII. Es el único cuadro que se conserva de la época del convento.