miércoles, 6 de septiembre de 2023

ALGUNOS HECHOS HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

La Batalla de Simancas.

La calle las Cortes (ver), que se dirige desde Gran Poder a las plazas de la Gavidia y Concordia, en 1868 pasó a denominarse Simancas, por la batalla entre las tropas de Abderramán III y los ejércitos cristianos en 939.

Efectivamente, el 1 de agosto de 939, tuvo lugar la “Batalla de Simancas” entre las tropas de una coalición cristiana comandada por el rey Ramiro II de León y los musulmanes del califa de Córdoba Abderramán III. 

La batalla se inició en las proximidades de la ciudad de Simancas, en la actual provincia de Valladolid, y acabó en un paraje desconocido denominado Alhándega.  

A diferencia de otros episodios, como Covadonga o Clavijo que pueden tener un componente de leyenda, este enfrentamiento entre cristianos y musulmanes está perfectamente documentado como hecho histórico.

Ilustraciones pertenecientes al libro: Las glorias nacionales : grande historia universal de todos los reinos, provincias, islas y colonias de la Monarquía Española, desde los tiempos primitivos hasta el año de 1852. - Madrid [etc.] (Barcelona : Imprenta de Luis Tasso) Librería de la Publicidad [etc.], 1852-1854.

En el año 929, Abu ul-Mutárrif Abdettahmán ibn Muhámmad ibn Abd Allah ibn Muhámmad ibn Abderrahmán, conocido por los cristianos como Abderramán III, desafiando al califato de Damasco se proclamó Califa de Córdoba.

Mapa de los distintos reinos en la península ibérica sobre el año 1000 d. C.

Abderramán III

En el año 939, el gobernador de Zaragoza Muhámed ibn Háshim (conocido como Abu Yahya o Abohaia) fue acusado de traidor por el califa Abderramán III, al hacerlo responsable del desastre de Osma ocurrido 3 años antes.

El rey Ramiro II actuó en apoyo de Abohaia y este se declaró súbdito del rey de León y puso todos sus dominios bajo su soberanía.

Ramiro II de León por José María Rodríguez de Losada. Siglo xix.

Como consecuencia el califa cordobés proclamó la “Yihad” o “Guerra Santa”, pero no una simple “Aceifa” (ver), sino que fue denominada “gazat al-kudra” o “Campaña del Supremo Poder o de la Omnipotencia”, con el objetivo de conquistar la ciudad de Zamora, centro del reino cristiano de León.

Al ser la “Yihad” un precepto sagrado en el mundo islámico, consiguió conformar una tropa de más de 100.000 hombres, procedentes de todas las provincias del califato, Zaragoza (el gobernador Abohaia tuvo que cambiar de bando), Mérida, el Algarve y bereberes del norte de África e incluso un gran número de fuerzas eslavas (ver).  

Por su parte el rey leones Ramiro II consiguió reunir, junto a sus propias tropas, las de los condes castellanos Fernán González y Ansur Fernández y  las tropas del reino de Pamplona de García Sánchez I.

Para detener al ejercito sarraceno (ver), Ramiro II eligió la ciudad de Simancas porque se encontraba situada en la calzada que unía las poblaciones de Cesar Augusta (Zaragoza) y Emérita Augusta (Mérida), por lo que era una vía de comunicación importante que permitía vigilar los ataques procedentes del Sur musulmán. Pero, además, al estar situada a unos 90 Km al este de Zamora tenía la ventaja de la existencia del rio Pisuerga y unas colinas antes de llegar a la ciudad.

La batalla comenzó el 1 de agosto y terminó el 6 con la victoria de los cristianos pues el califa optó por una retirada al no poder tomar la fortaleza de Simancas, siendo apresado el gobernador tuyibi (ver) de Zaragoza, que como hemos comentado terminó combatiendo en las filas cordobesas.

La batalla de Simancas. Foto: Ayuntamiento de Simancas.

Varias situaciones se produjeron durante este episodio bélico que pudieron condicionar su resultado.

En primer lugar, el día 19 de julio de 939 a las 06.42 se produjo un eclipse parcial del Sol, llegando la Luna a ocultar el 90-95 % del Sol. La oscuridad consiguiente provocó gran terror entre las tropas de ambos bandos, pues al ser un fenómeno desconocido lo consideraron como una señal de mal augurio.

En segundo lugar, las crónicas cristianas se hacen eco de la leyenda que cuenta que se apareció Santiago por parte de los leoneses y san Millán en apoyo de los castellanos. 

San Millán fue hecho patrono de castellanos y navarros con el compromiso de pagar como tributos los llamados “Votos de San Millán” y Ramiro II de León a Santiago los “Votos Legendarios”.

Tras la unificación de Castilla y León, se impuso el patronazgo de Santiago, pero los castellanos siguieron considerando a san Millán como su patrono, y en 1373, en tiempos de Enrique II de Castilla, la Universidad de Ciudad y Tierra de Ávila se negó a pagar el tributo a Santiago. En el siglo XVII San Millán   fue considerado copatrón de España junto a Santiago hasta la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. 

San Millán

En tercer lugar, durante la batalla no hubo buena coordinación entre los generales musulmanes, porque no aceptaron que el mando supremo lo asumiera el eslavo Nayda ben Husayn, mientras que los cristianos lucharon de forma más acoplada. 

Ramiro II, según una miniatura del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela.

La retirada de los musulmanes, con Abderramán a la cabeza, condicionó su persecución por el rey leones hasta los barrancos de Alhándega, donde el 21 de agosto de 939 los sarracenos sufrieron una gran emboscada, en la que el califa pudo huir por la ayuda de su guardia personal, pero perdiendo su espléndido Corán y su cota de malla de oro. 

El Corán sería devuelto por Ramiro en 941, en el marco de las negociaciones para la paz con Córdoba, junto a prisioneros de guerra como Aboyahia o el pariente del califa Muhammad ben Hásim, previo pago del correspondiente rescate.

En la actualidad, no se conoce con exactitud la ubicación del barranco de Alhándega. Se sugiere Caracena, por ser una zona próxima a Atienza, coincidir con una ruta de retorno del ejercito sarraceno a Córdoba y además porque se denominaba Al-Handega, en esta época. 

La victoria en la batalla de Simancas supone un hito importante en el inicio de la Reconquista y permitió a Ramiro II la repoblación de Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Sepúlveda, Ledesma y Vitigudino, así como de Peñafiel y Cuellar a cargo del conde castellano Asur Fernández, al que distinguió como Conde de Monzón, consolidando la frontera hasta el rio Tormes.

Abderraman III tras el regreso a Córdoba ordeno ejecutar a numerosos oficiales de su ejército por su incompetencia, nunca más volvió a encabezar una expedición militar   y se dedicó a embellecer su ciudad con esplendidos edificios.