AREA DE SAN LORENZO
Convento de santa Rosalía.
La existencia de este convento de santa Rosalía está estrechamente ligada al cardenal Jaime de Palafox y Cardona (ver).
Retrato del prelado Jaime de Palafox y Cardona. Obra anónima del siglo XVIII.
Catedral de Sevilla
Llegó a la península como arzobispo de
Sevilla, y aquí introdujo la devoción a la santa siciliana.
Para ello creó en 1.701 un convento del que se
encargarían seis monjas franciscanas
capuchinas provenientes de Zaragoza, entre las que se encontraba su
hermana, sor Josefa Manuela, que ejercería de abadesa, y su sobrina, sor Andrea
Serafina.
Esta congregación también tiene orígenes
italianos en las reformas y divisiones de los franciscanos de la primera orden
que se reflejarías, posteriormente, en la Orden
de las Clarisas.
Poco después del nacimiento de los capuchinos
(1525), surgió en Nápoles el primer monasterio de clarisas capuchinas. Su origen fue un hospital de incurables de
Nápoles, fundado por la noble viuda española María Lorenza Longo.
En 1533 pasó su dirección a San Cayetano de
Thienne, fundador de los teatinos,
que dio al grupo un marcado acento contemplativo y que obtuvo de la Santa Sede
la aprobación canónica con el nombre de Hermanas
Franciscanas de la Tercera Orden, mientras María Lorenza establecía una
clausura rigurosa.
En 1538, San Cayetano las confió al cuidado de
los capuchinos, siendo confirmadas el mismo año por Pablo III bajo la regla de
Santa Clara, por deseo de la fundadora. Su característica principal sería
"la estricta observancia de la regla de Santa Clara": máxima pobreza,
austeridad, estricta clausura, sencillez fraterna e intensa vida de oración.
Pero, como hemos comentado, la historia de la
fundación sevillana comenzó unida a la del siglo XVIII, bajo los auspicios del
cardenal Jaime Palafox.
Para la construcción del monasterio se
compraron varias casas en la calle del Naranjuelo, que pronto pasó a llamarse
calle de las Capuchinas (actual cardenal Spinola), que eran propiedad del
monasterio de la orden de san Jerónimo y que comprendía una ermita del siglo
XVI dedicada a San Blas.
La primera piedra de la iglesia actual, fue puesta, según nos cuenta Justino Matute,
en octubre de dicho año por don Agustín
Jaime de Palafox, Arcediano de Jerez y sobrino
del arzobispo y de la abadesa.
La construcción se inició en octubre de 1701,
por el arquitecto Diego Antonio Díaz (ver) y durante las obras, las monjas se
establecieron en una casa en Santa Marina.
El arzobispo falleció antes de su culminación,
pero las monjas siguieron la construcción ayudadas por las limosnas y donativos
de los fieles. La parte más importante de la aportación económica fue aportada
por el cardenal don Francisco de Solis Folch de Cardona.
En 1705 estaba terminada la clausura, algunos
dormitorios y un pequeño oratorio por lo que las monjas se instalaron pendiente
de su conclusión que se prolongó hasta 1724.
Hay noticias de nuevas edificaciones en 1715,
según los contratos estipulados con el albañil José García y el carpintero
Pedro Luque para realizar la casa del capellán.
El impulso definitivo llegaría entre 1722 y
1724, año de culminación, gracias al mecenazgo del nuevo arzobispo don Luis
Salcedo y Azcona, uno de los grandes mecenas del arte sevillano del siglo
XVIII.
El
arzobispo Luis de Salcedo y Azcona.
Las trazas del edificio fueron obra del
arquitecto diocesano de la época, Diego Antonio Díaz, que, curiosamente, vivía
frente a la puerta del torno del convento.
El 13 de agosto de 1761, tras la celebración
del dogma de la Inmaculada Concepción, unas velas prendieron y se declaró un
gran incendio que destruyó la iglesia en su totalidad y parte del claustro.
Las monjas, una vez rescatadas, fueron enviadas al cercano
monasterio de San Clemente, y los
enseres del convento, que la propia vecindad consiguió rescatar, fueron puestos en la plaza de San Lorenzo, protegidos
por la tropa. El Santísimo fue
rescatado y colocado en el Sagrario de la Parroquia de San Lorenzo.
Las monjas, debido
a diferencias con las
cistercienses de San Clemente, fueron trasladadas en coches de caballos a un palacio situado frente al Hospital de la Misericordia perteneciente a los
Duques de Alcalá de la Alameda,
acompañadas por el Provisor del Arzobispado, y algunas señoras
y caballeros de la nobleza
local.
El cardenal don Francisco de Solís Folch
acudió en ayuda de las capuchinas y, en poco más de un año, se reconstruyó el
edificio con gran suntuosidad bajo la dirección del arquitecto Antonio Matías
de Figueroa, miembro de la saga familiar más representativa de la arquitectura
sevillana del siglo XVIII, y del carpintero Alonso de la Vega, ambos llevaban a
cabo, por entonces, importantes obras en el colegio de la Purísima Concepción,
institución jesuita conocida como el colegio de Becas.
La profunda intervención fue recogida en un
testimonio de la época que indica cómo "se levantaron paredes, cerraron
arcos, formaron ángulos y construyeron primorosas celdas, mejorando lo poco que
había quedado, y en la iglesia se macizó lo que la fortaleza del fuego había
socavado, enriqueciéndola con cornisas, molduras y otras labores".
El convento reconstruido fue bendecido el día 4 de junio de 1763, con unas solemnes fiestas que duraron tres días. "Una obra patrocinada por un príncipe de la iglesia debe estar a su altura". Cuentan que en estos términos se manifestó el cardenal Solís al ser preguntado sobre la suntuosidad interior del convento de capuchinas del barrio de San Lorenzo.
El cardenal tuerto (tras un lance caballeresco anterior a su vida religiosa que motivó su representación de perfil en los retratos oficiales), famoso a partes iguales por sus donativos y por su nivel de vida (llegó a tener 75 criados), daba así por terminada la reforma del edificio en septiembre de 1762.
El 21 de marzo de 1775 se produce el fallecimiento del Cardenal
Solís en Roma. Su cadáver fue
embalsamado y enterrado en La Basílica de los Santos Apóstoles, mientras que su corazón fue extraído y llevado al
convento de Santa Rosalía de Sevilla, donde todavía hoy se venera.
El solar del convento es un espacio prácticamente cuadrado de
6.223 m2, teniendo 3.413
m2 por planta
construida. Está delimitado por la
calle Cantabria, calle Francisco de Paula, plaza de la Gavidia, calle Padre
Tarín.
La fachada principal es la situada hacia el oeste que da a la calle
Cardenal Spínola, y la secundaria es hacia el
norte a la calle Cantabria, aunque tiene una pequeña salida en el lado
este hacia la calle San Francisco
de Paula, quedando el resto de los lados cubiertos
por otras edificaciones.
Visión de la pared del convento a la calle Cardenal
Spinola, desde la esquina con la calle Cantabria
El convento, a diferencia de otros cenobios sevillanos,
corresponde a un proyecto unitario
en su traza, siendo un ejemplo fundamental de la concepción arquitectónica y estructural de
este tipo de edificios durante el siglo
XVIII, pudiéndolo dividir en tres partes: la iglesia, con portada hacia la calle Cardenal Spínola, situada en la
zona sur del edificio, los huertos que recorren
todo el frente este del edificio y gran parte del norte, y el edificio conventual.
La entrada a la clausura se realiza
por una puerta lateral situada en la zona izquierda de la iglesia, en la misma
calle Cardenal Spínola.
En la fachada podemos
observar un azulejo de santa Rosalía y sobre el dintel de la puerta un mármol
que indica el incendio y reconstrucción del cenobio.
EL DIA 13 DE AG DE 1761 SEQVE
MO ESTE COMVENTO DE RELIGI
CAPVCH
Y FVE REHEDIFIDO Y ACABADO EN
EL DIA 13 DE SEP DE 1762 A EXPEN
DEL EMI S CARDEN DE SOLIS
ARZOBISPO DE ESTA CIVDAD
Su salida posterior está casi oculta, pues está situado en la calle San Francisco de Paula, afluente de Jesús del Gran Poder.
En su interior, no presenta compas sino un pasillo
que hace un codo de ángulo recto y presenta una vitrina con la imagen de santa
Rosalía y el torno.
De gran devoción es la
imagen de la Virgen del Tránsito,
colocada en una hornacina lateral de la estancia.
Es una representación de
la iconografía bizantina de la Virgen dormida que espera el tránsito hacia el
cielo, iconografía cuya tradición se mantiene también en el Hospital del Pozo
Santo.
Es talla anónima del
siglo XVIII y se expone, solamente el día 15 de agosto, festividad de la
Asunción, en un besamanos de gran concurrencia, tras la finalización de la
procesión de la Virgen de los Reyes.
Se presenta en un
insólito marco con cama estilo rocalla, encargada directamente por el cardenal
Solís al escultor Cayetano D'Acosta, bajo un artístico dosel dieciochesco y
entre numerosas flores y candelabros.
También en agosto se
celebra la novena a Santa Clara, días en los que se entroniza una imagen de la
santa fundadora de las clarisas en el altar mayor de la iglesia.
En septiembre, el día 4,
se celebra la festividad de Santa Rosalía, la advocación de origen siciliano
titular del templo.
En los últimos años es
especialmente solemne la instalación en Navidad de un Belén conformado con
figuras de la clausura adaptados al misterio del Nacimiento, siendo de gran
riqueza las telas y ornamentos con los que se muestran. Además, la colaboración
con la asociación de donantes de órganos, permite la instalación de otro belén
ambientado en escenarios sevillanos, que se suele situar en la sacristía
lateral de la iglesia.
Junto a las labores
tradicionales de zurcidos y arreglos de ropa, las monjas capuchinas ofrecen en
la actualidad la posibilidad de alojamiento en unas estancias habilitadas como
hospedería, función que permite compatibilizar la vida claustral con las
necesidades económicas de la comunidad.
Esta Casa de Oración ofrece a quienes se acerquen, la posibilidad de experimentar unos días de
silencio y recogimiento. Es una estupenda posibilidad para disfrutar de la
estancia en un lugar distinto, íntimo y acogedor, imbuido del sabor monacal
propio del lugar donde se encuentra. En la casa de Oración se respira el
encanto de la sencillez franciscana y el primor propio de las cosas hechas con
el corazón. Es muy idóneo para la celebración de uno o varios días de
convivencia o retiro ofreciendo la posibilidad de comidas para grupos.
La Casa de Oración se encuentra en una zona independizada de la clausura, concretamente en el antiguo noviciado. Un edificio de principios del siglo XVIII que consta de un patio claustral en torno al cual se distribuyen las habitaciones. Entre las zonas comunes, cuenta con un salón (antiguo Locutorio) que está a disposición de todos los visitantes equipado con televisión.