miércoles, 9 de agosto de 2023

 ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA

Zapote y Hernando Colón

En 1871, Henry Harrisse, bibliófilo y americanista, visitó Sevilla para preparar su ensayo sobre Hernando Colón (ver) y en su visita a los restos de las casas y de la huerta le llamó poderosamente la atención la existencia de un solitario ZAPOTE, último vestigio vivo de lo que fue aquella propiedad, traído de América y plantado por Colón hacía más de tres siglos.

El francés escribió lo siguiente: " Solo queda de aquella huerta celebrada por tantos escritores del siglo XVI, hoy 24 de mayo de 1871, un árbol exótico, un zapote hermosísimo. Que, dentro de algunos meses, mañana quizá, caerá herido por el hacha destructora. Y la ciudad de Sevilla, indiferente al recuerdo de aquellos ciudadanos que más honra le dieron, verá desaparecer, sin lijar en ello su atención, ese postrer vestigio de una época en que las letras y las virtudes cívicas florecieron y fueron honradas en Andalucía, y verá caer sin sentimiento de pena aquel testigo de los generosas esfuerzos de un hombre. Pero Mexia debe ser alabado, y merece que los que en esta ciudad vivimos roguemos a Dios por su ánima, la cual según rué su vida tan virtuosamente gastada, en letras y en honestos ejercicios, y su tan cristiana y buena muerte, yo creo cierto que está en la gloria de Jesuchristo ".

Zapote (ver crédito)

En 1873, Joaquín Guichot contemplaba la posibilidad de "adquirir el Zapote de Colon, y algunos pies de terreno para rodearlo de una verja, y dotar a Sevilla de un monumento, si sencillo en apariencia, de inestimable valor".

La cercanía del IV Centenario del Descubrimiento de América, amplió las posibilidades para salvaguardar la vida del zapote: Joaquín Guichot lo incluyó en una publicación del ayuntamiento dedicada a la memoria de Colón. También, el concejal Imaz expuso una moción que, de resultar aprobada, habría zanjado definitivamente el asunto del centenario árbol.

Zapote (ver crédito)

Pero, lamentablemente aquellas propuestas no prosperaron a pesar de que se aprobó una especie de anteproyecto para la salvación del árbol.

La nueva heredera de los Pickman, hija de Enriqueta y llamada también con su mismo nombre, decidió urbanizar y edificar la manzana heredada, donde se incluía el zapote, pero su actividad se centró en las casas más pegadas a la calle Goles.

En 1896, los nuevos propietarios, Balbontín y Orta establecieron en la zona una fundición de hierro  que persistió hasta finales de los sesenta del siglo XX. Separaron la zona urbanizable que daba a Goles, de la zona donde estaba el árbol, creando una vía provisional más o menos paralela a Goles

En 1897, Balbontín y Orta realizan nuevas construcciones en la manzana y el único sector que permanecía libre era el occidental, donde se encontraba el árbol.

En 1903 Enrique Balbontin decidió ampliar con la creación de un taller de calderería y su propia vivienda. El taller entraba en conflicto abierto con la pervivencia del zapote. Según relata Alejandro Guichot: Cuando la autoridad municipal iba a impedir, por medio de su guardia, que fuese tocado el árbol, en una madrugada fue destruido por operarios de los dueños y arrasado el sitio que ocupaba.

En el monasterio de la Cartuja, existe igualmente un árbol, que llegó hace 500 años de mano de Hernando Colón, que donó algunas semillas de ombú a los frailes del monasterio de la Cartuja cuando su padre falleció. Lo hizo porque Cristóbal Colón había pasado temporadas de su vida en este apacible cenobio preparando sus viajes a América.

Su nombre es una voz guaraní que significa sombra o bulto oscuro. Por su tronco grueso y su gran porte (alcanza una altura de más de 10 m., con una amplia copa y grandes raíces visibles), contiene grandes cantidades de agua, lo que le permite sobrevivir en el entorno de escasas lluvias de la pampa seca.

La parte dramática es que el árbol estuvo a punto de morir hace casi 30 años cuando se sometió a una restauración mal planteada por encargo de la administración andaluza. 

El ombú tendría que ser vallado para que nadie entrara, como se hace en Inglaterra o en los parques públicos de Lisboa, y dejarle un perímetro de copa por fuera para que la gente lo admire sin tocarlo ni hacerse fotos subida al tronco. Un tacón femenino puede dañar el tronco porque es muy blando, no es madera leñosa.

Ombú en el Monasterio de la Cartuja

Detalle del Ombú

Detalle del tronco del Ombú

 ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Don Zulema y el Arrabal de los Humeros

La historia del Arrabal de los Humeros, comienza en el siglo XIII, con la donación del rey Alfonso X, como propiedad principal, al judío don Zulema, a Gonzalo Ruiz de Atienza y al caballero Alfonso García.

Don Zulema era un personaje de gran proyección social, para los suyos era Abulrabia Selomo ibn Sadoc de Toledo, poseedor de muchos títulos en hebreo. Incluso los musulmanes le daban tratamiento de Visir.

La dignidad con que lo distinguieron los árabes, nos habla de sus tres facetas públicas: Primero, la de mandadero del rey sabio, por su don de gentes y don de lenguas, atributos importantes en una España multiétnica y poliglota.

De otra parte, su faceta almojarife. El almojarife era la autoridad para recaudar contribuciones, prebenda que se obtenía en arriendo a precio alzado. Para acceder a ella era necesario contar con mano en la corte y caudales propios, también era necesario buen ojo para el cálculo y disciplina contable, pues la ganancia se producía al recaudar, durante el ejercicio, más de lo entregado a su comienzo, a las arcas del rey. En la practica el almojarife era un tesorero de la hacienda real.

Con el tiempo Don Zulema llegó a alcanzar el puesto más alto y más codiciado del escalafón: el de almojarife mayor.

Su tercera faceta publica fue la de defensor de su gente, siendo el líder de la aljama de Sevilla, fundó, reparó y mejoró sinagogas e instituciones de caridad.

Ya al final de su vida, en 1273, se le encomendó la administración de las rentas del infante Don Fernando de la Cerda, de lo que se deduce la alta estima en que lo tenía Alfonso X.

Tras la muerte de Don Zulema, la mayor parte de sus propiedades revirtieron a la corona, y el Rey las donó a la catedral de Sevilla, posiblemente porque al morir quedarían créditos a favor de la corona.

Sin embargo, en otros estudios se confirma que “En el año 1274 había muerto Don Zulema y heredaba su cuantiosa fortuna Don Zag de la Maleha, su hijo, nombrado por el rey almojarife mayor”.

En otra interpretación, Ballesteros pone en estrecha relación la presunta confiscación de los bienes de D. Zulema, con el ajusticiamiento de su hijo. Un suceso que tendría lugar seis años después y sería la primera señal de la represión antisemita que ensombreció los últimos años del reinado de Alfonso X.

Otra de las explicaciones, es que a Don Zulema le sorprendió la muerte en una de sus altas operaciones financieras, dejándolo en descubierto frente a la hacienda real. Don Zag, como heredero habría tenido que cubrir las pérdidas con una parte, sin duda importante, del patrimonio del finado.

Lo cierto es que Alfonso X, dispuso libremente, una vez muerto Don Zulema, de casi todas sus propiedades conocidas, donándolas a la catedral de Sevilla.