RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires
San Juan de Ávila
Nació el 6 de enero de 1.499 (o 1.500) en Almodóvar del Campo (Ciudad Real).
Sus padres, Alfonso de Ávila (de ascendencia israelita) y Catalina Jijón, poseían unas minas de plata en Sierra Morena, y por lo que en sus primeros años debió de disfrutar de una vida cómoda.
Probablemente en 1.513 comenzó a estudiar leyes en Salamanca, pero dejó estos estudios a los cuatro años, por su devoción religiosa.
Otros
seguidores consideran que dejó sus estudios porque se implantó el estatuto de
“limpieza de sangre”, como requisito necesario para estudiar en la Universidad,
pero en la Universidad de Salamanca se implantó este estatuto en 1.522, por
orden del Consejo de la Inquisición, cuatro años después de su abandono
universitario.
Abandonados sus estudios universitarios volvió a Almodóvar, a casa
de sus padres, donde vivió una vida de oración y penitencia, hasta 1.520.
Aconsejado por un religioso franciscano,
marchó a estudiar Artes y Teología a Alcalá de Henares en 1.520 y allí conoció
el erasmismo, las diversas escuelas teológicas y filosóficas y la preocupación
por el conocimiento de las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia.
Durante sus estudios en Alcalá, murieron sus padres, y al ordenarse sacerdote en 1.526, quiso venerar su memoria celebrando su Primera Misa en Almodóvar del Campo.
La ceremonia estuvo adornada por la presencia de doce pobres que comieron luego a su mesa.
Después vendió todos los
bienes que le habían dejado sus padres, los repartió entre los pobres, y se dedicó
enteramente a la evangelización, empezando por su mismo pueblo.
Cuadro con "Figura masculina sedente de medio cuerpo, ligeramente girada hacia la derecha sobre un fondo neutro. Tiene cabello y barba cortos y grises. Presenta su mano derecha abierta, apoyada sobre el pecho mientras que la izquierda, situada debajo, sujeta un bonete. Viste ropa negra bajo la cual asoma en el cuello y muñecas, una camisa blanca. El cuadro presenta una inscripción en la esquina superior derecha".
Un año después, se ofreció como misionero al nuevo obispo de Tlascala (Nueva España, actual Méjico), Fr. Julián Garcés, con el propósito de ser evangelizador del Nuevo Mundo, para ello, se trasladó a Sevilla, de donde saldría la expedición, y mientras tanto se entregó de lleno al ministerio, en compañía de su compañero de estudios en Alcalá, el venerable Fernando de Contreras.
Ambos vivían pobremente, entregados a una vida de oración y
sacrificio, asistencia a los pobres, y enseñanza del catecismo.
Fernando de Contreras, habló de su proyecto con el arzobispo de
Sevilla, Alonso Manrique, y este ordenó a Juan de Ávila que abandonara la idea de
América y que evangelizara en Andalucía, a ello se consagró plenamente y lo hizo
merecedor de ser llamado "Apóstol de Andalucía".
“El
cuadro representa al Maestro Ávila como predicador en el púlpito. Está vestido
con un roquete blanco de amplios vuelos barrocos; tiene el crucifijo en la mano
derecha, como expresión del tema fundamental de sus sermones, y la mano
izquierda colocada sobre el pecho en actitud oratoria. En el balaustre del
púlpito se lee: “VENER. MAG. JOANNES DE ÁVILA ANDALUCIE APOST. OBIIT MONTILIAE
DIE X MAII AN. MDLXIX”.
En 1.531, algunos clérigos lo denunciaron ante
la Inquisición sevillana, no quiso defenderse y fue respondiendo a todos los
cargos, con la mayor sinceridad, claridad y humildad, y no quiso tachar a los
cinco testigos acusadores, pero 55 clérigos declararon a su favor.
Estuvo encarcelado en el Castillo de San Jorge, en Triana
(Sevilla), y fue absuelto en 1.533. La sentencia de absolución consideró: “Haber
proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no
parecieron bien sonantes”, y le mandó, bajo excomunión, que las declare
convenientemente, en los mismos lugares donde las predicó.
Aprovechó ese tiempo de encarcelamiento, para redactar la primera versión del “Audi filia”, que a pesar de todas las vicisitudes por las que pasó, y tras retocarlo de nuevo en Montilla, queriéndolo confrontar con las enseñanzas de Trento, fue publicado después de su muerte.
El rey Felipe II pidió este libro no faltara nunca en El Escorial.
El Cardenal de Astorga, Arzobispo de Toledo, diría que, con él, “había convertido más almas que letras tiene”.
Prácticamente
es el primer libro en lengua vulgar que expone el camino de perfección para
todo fiel, aun el más humilde.
En 1.535 marchó a Córdoba, llamado por el
obispo Francisco Álvarez de Toledo, y desarrolló una gran labor creando centros
de estudios, como el Colegio de San Pelagio (en la actualidad el Seminario
Diocesano), el Colegio de la Asunción (donde no se podía dar título de maestro
sin haberse ejercitado antes en la predicación y el catecismo por los pueblos).
En los años sucesivos predicó en Córdoba, Baeza, Sevilla, Montilla, Zafra, Fregenal de la Sierra, Priego de Córdoba y no sólo evangelizó por toda la Andalucía actual, sino también por el sur de La Mancha y Extremadura, fundando numerosos seminarios y colegios y animando a la creación de la Compañía de Jesús.
Sin duda, la fundación más celebre fue la
Universidad de Baeza (Jaén).
Encaminó a muchos de sus discípulos hacia la Compañía, y hubo intentos de fusión, cesión de colegios, y estudio conjunto, pero Juan de Ávila no entró en la Compañía.
Éste era el gran deseo de san
Ignacio, hasta el punto de afirmar que “o nosotros nos unamos a él o él a
nosotros”.
Capilla
de San Juan de Ávila, Mezquita-Catedral de Córdoba
Enfermó en 1.554, pero aún siguió en activo quince años, hasta que empeoró visiblemente en 1.569 y murió el mismo año en Montilla, siendo enterrado en la Iglesia de la Encarnación de dicha localidad, que junto a la pequeña casa donde vivió sus últimos años, son centros de peregrinación de obispos, sacerdotes y fieles de toda España.
Tumba del Santo en la Basílica de la Encarnación de Montilla.
En 1.623, la Congregación de san Pedro Apóstol, de sacerdotes naturales de Madrid, inició la causa de beatificación que concluyo el 15 de abril de 1.894, por el papa León XIII.
El 2 de julio de 1.946, Pío XII lo declaró Patrono del clero secular español y Pablo VI lo canonizó en 1.970.
A petición de la Conferencia Episcopal, el papa
Benedicto XVI lo declaró como Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2.012.
Renunció a las prebendas y obispados (el de Segovia y Granada),
así como al capelo cardenalicio (ofrecido por Paulo III), como índice de
pobreza y humildad, no renunciando por desprecio, sino por imitar al Señor y
por sentirse indigno.
No me mueve,
mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves,
Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en
fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera;
No me tienes
que dar porque te quiera;
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
La doctrina de san Juan de Ávila sobre el sacerdocio quedó esquematizada en un Tratado, del que conocemos sólo una parte, pero que tiene una belleza y contenido extraordinarios, y que sirvió de pauta para sus pláticas y retiros a clérigos, y para que sus discípulos hicieran otro tanto, donde no podía llegar ya el Maestro.