RUTA DE LOS CAMPANARIOS Y VELETAS
La veleta de la Casa-Palacio de los Marqueses de Medina.
Portada a la calle Santa Ana 26-28
AREA DE SANTA CLARA-JESÚS DEL GRAN PODER
Casa-Palacio de los Marqueses de Medina.
Situado en la calle santa Ana 28-26, es también
conocida como Palacio del Infantado, aunque nunca perteneció a esta
familia.
Fue mandado construir por el tercer marqués de
Medina como casas principales a partir de 1779.
En 1852 fue destinado a cuartel de la guardia
municipal y serenos, y posteriormente acondicionado para corral de vecinos, y
actualmente como casa de viviendas.
Previamente, en lugar de esta casa existía un callejón, que unía Santa Ana con la calle Hombre de Piedra, y desde ahí se prolongaba hasta el callejón de las Becas y la calle Lumbreras, siendo todo este largo trayecto llamado Calle del Arquillo de los Roela, pues la calle entera pertenecía a la familia, teniendo a un lado su casa palacio, y a la otra acera las caballerizas, vivienda de sus criados, y un jardín con su huerta.
De ella destaca especialmente su bella portada principal, realizada con gran porte, y que se ubica en uno de sus extremos, estando organizada en tres niveles o alturas.
En su cuerpo inferior aparece el hueco de entrada a la casa, de arco muy rebajado, enmarcado entre columnas pareadas.
El hueco de la planta alta es también de tipo rebajado y muy moldurado, y se presenta flanqueado entre columnas de orden jónico.
Y finalmente, y como elemento de coronación, la portada muestra en su parte superior el escudo de familia de los Medina, que aparece enmarcado entre pilastras y cobijado bajo una cornisa sobre la que apoya un frontón recto.
El resto de la fachada, de dos plantas de altura, aparece estructurado mediante pilastras cajeadas de orden gigante, entre las que se enmarcan los grandes huecos que se abren al exterior.
Portada
Escudo de familia de los Medina
Patio secundario
AREA DE SANTA CLARA-JESÚS DEL GRAN PODER
Plaza Vendedores de Prensa.
La calle
Lumbreras en su final, a nivel de Torneo, se abre en la plaza de los
“Vendedores de Prensa”.
En ella, hay una pequeña estatua que pasa desapercibida por el ingente
tráfico que siempre acumula la calle Torneo.
Esta estatua está dedicada al "vendedor de prensa", aunque es
difícil imaginar a un vendedor de prensa semidesnudo, sentado y con los
periódicos en las rodillas.
La obra fue realizada en 1989 por el artista Luís Mapelli y financiado por
la Fundación Requena, una fundación que nació para ayudar a los vendedores de
prensa y a las familias de éstos cuando lo necesitasen.
Como dice la placa que hay en la base de la estatua, el autor quiso mostrar
alegóricamente al "mensajero divino" en representación de todos los
vendedores de prensa escrita.
Estatua de Vendedores de Prensa
Placa de la base de la estatua
ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA
Sir James Douglas y la batalla de Teba.
La actual calle Pizarro (ver), en 1869 se denominó Salado, por la victoria castellana, en la batalla de este nombre (ver), sobre los benimerines en 1340 que dio a Castilla el control del Estrecho.
En 1330 Castilla se impondría a Granada en la batalla de Teba, en la que se enfrentaron un ejército cristiano comandado por el rey castellano Alfonso XI y otro musulmán enviado por el emir nazarí Muhamed IV de Granada y comandado por el general benimeri (ver) Ozmin.
La principal consecuencia de la batalla fue la toma
del estratégico castillo de Estrella por las tropas cristianas.
El castillo de Estrella se construyó en el
siglo XIII por los almohades. Posteriormente fue el gran emblema cristiano de
la comarca de Guadalteba. Actualmente se conserva intacta su torre residencial
de cuatro plantas donde se encuentra el Centro de Interpretación “Una Cruzada
en el Guadalteba” que incluye la participación de Sir James Douglas. (ver)
La leyenda cuenta que el escocés Sir James Douglas se dirigía a Jerusalén llevando el corazón embalsamado del rey Roberto I de Escocia que había ordenado enterrar su corazón en Jerusalén.
En su camino se encontró con la batalla de Teba y el monarca castellano le ofreció al guerrero escocés combatir contra los sarracenos, considerándolo una “Cruzada”.
Pero Douglas murió en la batalla y previamente, cuando se vio rodeado por sus enemigos arrojó el corazón de su rey con la siguiente sentencia “Ahora muéstranos el camino, ya que venciste, y yo te seguiré o moriré”.
El rey Mohammed V envió a Escocia tanto el corazón como
el cuerpo del soldado muerto y ambos descansan en la abadía de Melrose, ciudad
escocesa hermanada con Teba desde 1889.
ALGUNOS HECHOS HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA
Batalla del Salado.
La actual calle Pizarro (ver), en 1869 se denominó Salado,
por la victoria castellana sobre los benimerines
en 1340 que dio a Castilla
el control del Estrecho.
Tras la
victoria en las Navas de Tolosa en 1212 los almohades perdieron el control
sobre el sur de la península ibérica y tan solo el reino de Granada se mantuvo
como independiente, comprendiendo las actuales provincias de Granada, Almería y
Málaga más el istmo y el peñón de Gibraltar.
En 1269, la
debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra
tribu bereber emergente, originaria del sur de Marruecos, los
Banu Marin (“benimerines” para los castellanos) que fijaron su capital en Fez, y dominaron la
mayor parte del Magreb, llegando hasta la actual frontera entre Argelia y
Túnez.
Alcanzaron la
península y dirigieron su atención hacia Granada y a instancias del
rey Yussuf I de Granada, firmaron una alianza formal con los
nazaríes para declarar la “Guerra Santa” a los cristianos,
realizado varias incursiones en el campo de Gibraltar, con el fin de
asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho y en 1329
tomaron Algeciras.
En 1330 Castilla se impondría a Granada en la batalla de Teba, en la que se enfrentaron un ejército cristiano comandado por el rey castellano Alfonso XI y otro musulmán enviado por el emir nazarí Muhamed IV de Granada y comandado por el general benimeri (ver) Ozmin.
La principal consecuencia de la batalla fue la toma del estratégico castillo de Estrella por las tropas cristianas.
El castillo de Estrella se construyó en el
siglo XIII por los almohades. Posteriormente fue el gran emblema cristiano de
la comarca de Guadalteba. Actualmente se conserva intacta su torre residencial
de cuatro plantas donde se encuentra el Centro de Interpretación “Una Cruzada
en el Guadalteba” que incluye la participación de Sir James Douglas. (ver)
La leyenda
cuenta que el escocés Sir James Doulas se dirigía a Jerusalén llevando el
corazón embalsamado del rey Roberto I de Escocia que había ordenado enterrar su
corazón en Jerusalén. En su camino se encontró con la batalla de Teba y el
monarca castellano le ofreció al guerrero escocés combatir contra los
sarracenos, considerándolo una “Cruzada”. Pero Douglas murió en la batalla y
previamente, cuando se vio rodeado por sus enemigos arrojó el corazón de su rey
con la siguiente sentencia “Ahora muéstranos el camino, ya que venciste, y yo
te seguiré o moriré”. El rey Mohammed V envió a Escocia tanto el corazón como
el cuerpo del soldado muerto y ambos descansan en la abadía de Melrose, ciudad
escocesa hermanada con Teba desde 1889.
Sir James Douglas en la
batalla de Teba
Se firmó la Paz
de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a
una tregua de cuatro años y a la entrega de parias (tributo) al rey
castellano por parte del emir granadino.
A pesar de
ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada
por los cristianos en 1309), y la reconquistaron en 1333.
A Guzmán el Bueno se le había encomendado la defensa
de Tarifa, reconquistada por las tropas castellanas en 1292 y atacada por los benimerines.
Al apoderarse los sitiadores de un hijo de Guzmán, este no dudó en sacrificar
su vida antes de entregar la plaza.
La flota
castellana del Estrecho, apoyo naval de la Corona de Aragón, capitaneada
por el almirante Alonso Jofre Tenorio, sufrió una importante derrota. El almirante fue hecho prisionero y decapitado y el estrecho quedaba en manos musulmanas.
En septiembre de 1340 el rey Alfonso XI, para evitar que
los musulmanes conquistaran la plaza de Tarifa, comunicó a los “principales”
del reino la necesidad de combatir a los musulmanes en una gran batalla campal
y pidió ayuda al rey portugués Alfonso IV.
Ambos reinos habían superado los problemas causados por
la relación del monarca castellano con Leonor de Guzmán, que había
apartado a su esposa María de Portugal, hija del monarca luso, con la que tuvo
a su heredero Pedro I el Cruel.
Alfonso XI y sus nobles. Libro de la Coronación de los Reyes de
Castilla.
Alfonso IV de Portugal. Miniatura de la 16 centuria
Los ejércitos de ambos reyes se
encontraron en Sevilla, para dirigirse a Tarifa, y en consejo de guerra se
decidió que Alfonso XI de Castilla luchara contra el rey benimerín Abu
Al-Hassan Alí y Alfonso IV de Portugal contra el de Granada, Yusuf I.
Así, la batalla
del Salado, o de Tarifa, se libró el lunes el lunes 30 de octubre de 1340,
entre un ejército formado por
castellanos y portugueses y una alianza entre benimerines y nazaríes.
El río Salado
era una línea que dividía dos creencias y dos maneras de entender la vida, dos
mundos antagónicos separados por un rio de poco caudal. Se trataba de una
“Guerra Santa” con bula otorgada por el Papa Benedicto XII elevando la batalla
a la categoría de “Cruzada contra el islam”, de esta manera el contendiente
cristiano tendría derecho a beneficios espirituales y, sobretodo, económicos,
mucho más importantes, al poder embolsarse una parte de los impuestos.
Batalla del Salado. Lienzo anónimo
El 1 de noviembre,
los ejércitos vencedores abandonaron el campo de batalla, en dirección a
Sevilla, con un gran botín. El rey de Portugal solo eligió como recuerdo
una cimitarra enjoyada y, entre los presos, a un sobrino del rey
Abul-Hassan.
La victoria cristiana fue inapelable y supuso una dura derrota para Abu-l Hassan (sultán del reino nazarí de Granada), quien, desde ese momento, tuvo que reconducir su política expansiva únicamente al norte de África, y con ello, se puso fin a la “Guerra del Estrecho” y a la posibilidad de que algún poder norteafricano pudriera asentarse en la península ibérica. El reino Nazarí quedó definitivamente aislado y a merced de los castellanos, con la obligación de comenzar una política amistosa y pagar tributos a Castilla.