sábado, 15 de octubre de 2022

 ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA

Doña María de Padilla, el Rey Pedro I y el "Último fantasma de Sevilla"

María de Padilla nace en un lugar no determinado en 1334, en el seno de una familia noble castellana originaria de Padilla de Abajo de Burgos, hija de Juan García de Padilla y de María Gonzalez de Hinestrosa y hermana de Diego García de Padilla, Maestre de la Orden de Calatrava. 

Las crónicas de su época la describen como “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”.

María de Padilla

De un encuentro fortuito con el rey Pedro I, en el verano de 1352, surge una gran historia de amor, un texto de la época afirma que el monarca “enamoróse mucho della, é no pudo estar en sí hasta que la uvo é durmió con ella”, se convierten en amantes, y en 1532 el rey le concedió el señorío de Huelva.

En los Reales Alcázares de Sevilla se estableció la “Corte Chica” o residencia oficial de la amante oficial del rey, lo que vemos reflejado en la literatura y también en su propia arquitectura, dando nombre a unos afamados baños en el conjunto histórico. 

Estos baños están muy cerca de la Fuente de Mercurio, son una cripta abovedada con tres naves, una zona subterránea, que incluye un aljibe y que se encuentra debajo del Patio del Crucero. 

Se accede a través de una bóveda de cañón con los característicos azulejos que salen al Jardín de la Danza, por un patio marienista con una galería con arcos y decorados con grutescas en las columnas, en cuyo centro se encuentra la Fuente de Troya.

Baños Reales de María de Padilla en los Reales Alcázares

Según la leyenda, la noble castellana se paseaba desnuda por el palacio camino de su baño y otra leyenda refiere que el monarca pedía, a quienes atendía en audiencia, que bebieran de las aguas donde se bañaba María. 

María de Padilla, desnuda en el Alcázar de Sevilla, frente a Pedro I, Grabado de Paul Gervais  

A pesar de esta relación el rey se casó en dos ocasiones, por cuestiones de estado. 

Su primera esposa fue la infanta francesa Blanca de Borbón, a la que repudió a los tres días de la boda, al conocer que había tenido relaciones, durante el viaje, con su hermanastro Fadrique y que la dote pactada no pudo ser pagada.

El rey alejó a Blanca de Borbón y la instalo en Medina del campo junto a la madre del rey y siguió con sus relaciones conocidas con María de Padilla, lo que ocasionó la sublevación de miembros de la nobleza y de sus tres hermanastros.  

En un momento determinado las relaciones del rey con María de Padilla se deterioraron y el rey se casó con Juana de Castro.

María se dirigió al Papa, pidiendo licencia para fundar un monasterio de monjas clarisas, dando a entender al Papa que su propósito era hacer vida de penitencia en dicho monasterio que fue fundado en 1353 como Convento de santa Clara en Astudillo. Pero ello no impidió que el Pontífice dirigiera una carta en 1536 al Pedro I considerando a María Padilla como adultera y concubina.

En 1361 el rey se trasladó Medina Sidonia y mandó asesinar a Blanca para coronar reina a María, quien sin embargo falleció el mismo año de su residencia en Astudillo. 

Aunque el cronista Pedro Pérez de Ayala establecido que murió en Sevilla “de su dolencia” o sea de una enfermedad natural, posiblemente fue víctima de la peste en julio de 1361, a los 24 años de edad. 

María fue enterrada inicialmente en el Convento de las Clarisas de la localidad palentina de Astudillo, que ella había fundado.

Al año siguiente, en unas supuestas cortes celebradas en Sevilla, Pedro I intentó legalizar, a título póstumo, sus relaciones con María Padilla, declarando que se había casado en secreto con ella, antes de casarse con Blanca de Borbón y declaró como sus herederos a los hijos que había tenido con María Padilla.

El arzobispo de Toledo, Gómez Manrique, declaró nulos los otros dos matrimonios, y las Cortes lo ratificaron declarándola reina, legitimando sus descendencias y declarando heredero a Alfonso, el hijo de ambos, al mismo tiempo que el cuerpo de María fue trasladado a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde posteriormente fue enterrado el propio Rey.

De los cuatro hijos de María, Alfonso fue designado heredero de la corona en lugar del infante Juan, hijo de Juana de Castro, pero murió antes de que se llevase a cabo su matrimonio con la hija de Pedro IV de Aragón.  Una de las hijas profesó en una orden religiosa y las dos se casaron con varones ingleses, Juan de Gante, Duque de Lancaster y Edmundo de Langley, Duque de York, hijos de Eduardo III de Inglaterra.

Todo esto motivó la Guerra Civil Castellana entre el rey y su hermano bastardo Enrique de Trastamara que se consideraba heredero al no tener hijo con Blanca de Borbón. En dicha Guerra Enrique dio muerte a al Rey y ocupó su trono.

Enrique de Trastámara contempla la cabeza de Pedro I ensartada en una pica

Cuenta la leyenda, que al conocer el Papa que el Rey Don Pedro I de Castilla había declarado en Cortes que estaba casado secretamente con Doña María y al comprobar que lo había hecho sin la autorización del necesario prelado de la diócesis, lanzo una excomunión contar el rey.

Pero el castigo solo podía tener efecto cuando fuera comunicado “personalmente al Rey”. 

Solo el arcipreste Marcos, figura eminente de la Catedral, se atrevió a realizar esta misión durante una expedición de caza del rey, pero este cuando escuchó sus primeras palabras puso en fuga al clérigo disparándole las flechas de caza. 

Durante su huida el clérigo le gritó: “Pues os leeré el decreto de su santidad, señor Rey excomulgado, y si no os lo leo en vida, vendré después de muerto a leéroslo”. 

Pero no pudo leerlo en vida, porque el rey murió en la Guerra contra su hermano Enrique de Trastamara y el Arcipreste murió sin cumplir, en vida, su promesa, por lo que es el “Ultimo fantasma de Sevilla”, que aparece todas las noches por las callejas de las juderías, desde el Patio de Banderas hasta el barrio de santa Cruz, como fantasma inmortal, vestido de clérigo y llevando en la  mano el documento Pontificio de Excomunión. 

 AREA DE MACARENA-SAN LUIS-SAN JULIAN

Calle San Luis

Esta calle era el “Cardo Máximo” (Eje Norte-Sur) de la ciudad romana y desde principios de s. XIV (1311) hasta 1540 es denominada calle Maestra (o Maestra de San Marcos) al constituir el eje principal de penetración desde el sector norte de las murallas a través de la puerta de la Macarena.

Más tarde se diferencian toponímicamente dos tramos:

Real de San Gil, desde la Macarena a la plaza del Pumarejo, que en 1845 pasó a denominarse Perafán de Rivera por la proximidad de la casa del adelantado de Andalucía.

Real de Santa Marina, era el segundo tramo, que en 1845 se cambió por el de San Luis, por la iglesia del noviciado de los jesuitas. 

Algunos tramos han recibido en otros tiempos nombre propio:

Niños de la Doctrina, desde finales del s. XVI a comienzos del XVII, era el tramo próximo a San Marcos, debido a esta Institución.  

Plaza de Santa Marina era el espacio frontero a la iglesia de Santa Marina
hasta 1845.

Plaza del Herrador, era el ensanche donde confluyen Arrayán y Ruiz de Gijón.

Cuatro Cantillos, a veces Cuatro Esquinas, entre los siglos XVII y XIX, era la confluencia de Relator y la plaza del Pumarejo, cuando aún no se había abierto esta plaza.

En 1868 San Luis se prolonga hasta la Macarena, a costa de Perafán de Rivera, coincidiendo de entonces sus límites con los que posee actualmente.  

Al menos desde 1467 hay noticias de la existencia de un caño, que recorría la calle y terminaba desaguando en la laguna (Alameda de Hércules). Desde mediados del XVII (1647) hay referencias a la existencia de un almacén de agua en la calle y en 1859 se instaló una fuente pública "con grifo" a la altura de Santa Marina.

Entre las funciones históricas de San Luis destaca la de tránsito, y en este sentido tenía una gran importancia, por ser el camino oficial de las comitivas regias que entraban a la ciudad por la Puerta de la Macarena y se dirigían a la Catedral y al Alcázar. Así, por esta ruta entraron Isabel I de Castilla (1477), Fernando el Católico (1508), El Emperador Carlos I y la infanta Isabel de Portugal en relación con sus desposorios en los Reales Alcázares, o la de Felipe IV (1624). En cambio, en 1570, el rey Felipe II llegó por el rio y entró en la ciudad por la Puerta de Goles, que desde ese momento pasó a llamarse “Puerta Real”.

Ha sido muy importante como vía de acceso de las mercancías y productos alimenticios que se dirigían a los mercados de la Feria y de la Alhóndiga.

Así mismo, tradicionalmente ha sido asiento de centros asistenciales, escolares y religiosos:

En la primera manzana, entre Vergara y Duque Cornejo, desde el siglo XV a finales del XVIII, el Ayuntamiento administró “la Casa de los Niños de la Doctrina”, para el cuidado de niños expósitos. En 1839, González de León refiere que el edificio estaba en ruina.

También del s. XV data la fundación del “Hospital de los Inocentes”, vulgarmente conocido como “Casa de los Locos”, para la asistencia y cuidado de pacientes psiquiátricos. Fue reedificado en 1676, ampliado en 1789 y hacia 1840 fue trasladado al de las Cinco Llagas en la Macarena y el edificio fue renovado y dedicado a hospicio. Fue inmortalizado por Goya en “Casa de Locos” y “Corral de locos”. 

Casa de Locos. Francisco de Goya. 1812-1819. Óleo sobre tabla. 46 x 73 cm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid

Corral de locos. De locos y otros inadaptados. Francisco de Goya. 1794. Óleo sobre ojalata. 46 x 73 cm. Meadows Museum. Dallas

En 1765, Juan de Robles, comerciante de paños, fundó una escuela de primeras letras denominada “Escuelas de San Luis”, que actualmente es el Colegio la Salle la Purísima.

Colegio “La Salle, La Purísima”

En 1609, los jesuitas fundaron el “Noviciado de San Luis” y más tarde la “Iglesia de san Luis”. Con la expulsión de los jesuitas, durante el reinado de Carlos III (1767), pasó a la comunidad de San Diego y durante la ocupación francesa se convirtió en un hospicio. Los jesuitas lo recuperaron en 1817 y de nuevo fue convertido en hospicio para hombres hacia 1840. Después de distintos usos y encontrarse abandonado, actualmente ha sido restaurado por la Junta de Andalucía.

Iglesia san Luis de los Franceses

En 1673 existía un colegio de sordomudos y ciegos, dependiente de la Diputación Provincial. En 1613 doña Inés de San Miguel fundó el Convento de Nuestra Señora del Carmen en los Cuatro Cantillos y allí permaneció hasta 1565. 

Asimismo, el grupo fundacional de las Hermanas de la Cruz se estableció oficialmente (hacia 1875) en una casa de San Luis. 

Grupo fundacional de las “Hermanas de la Cruz”, en la calle san Luis 11-13

En 1943 existían unas escuelas de primera enseñanza dependientes de los jesuitas, llamadas “Escuelas de la Gran Madre”.

En la época más moderna, en contraste con este porte aristocrático o regio de la antigüedad, ha sido la calle obrera por excelencia de la zona centro de Sevilla, foco de muchas revoluciones sociales de los siglos XIX y XX, en 1886 se fundó la “Tertulia Federal”, para recreo e instrucción de los republicanos sevillanos y en el en el número 28 nació  José Díaz Ramos que fue secretario del Partido Comunista.

José Díaz Ramos

También ha sido cuna o habitación de personajes ilustres, como doña María de Padilla. En el s. XVII residió en El Hospital de los Inocentes el loco Amaro, famoso por sus sermones callejeros.  Vivió el pintor Andrés Melchor de Sarabia, el escultor Bernardo Ruiz de Gijón, el músico y compositor Fernando Palatín, como recuerda en este caso una lápida colocada en la fachada de la casa núm. 107, el cantaor flamenco Manuel Vallejo.

(Fernando Palatín) Calle san Luis número 107

(Manuel Vallejo) Calle san Luis número 28

Sobre una fachada adjunta a de la Iglesia de San Gil (entre la iglesia y el 125 de la calle), existe un retablo cerámico dedicado a Nuestra Señora del Carmen, colocado por la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen con sede en la parroquia.

El retablo fue pintado por Facundo Peláez Jaén y elaborado en la fábrica de Cerámicas Santa Ana de Triana en 1973. Responde a una tipología de azulejo que mantiene la devoción Carmelita que se concretó en una Hermandad con sede en la Parroquia. La devoción consistía principalmente en portar un escapulario, así como rezar siete veces el Padrenuestro con el Ave María y el Gloria Patri.  

Se trata de la imagen de la Virgen sedente coronada como reina de los ángeles, portando el escapulario que según la tradición entregó a San Simón Stock. El Niño con sus tres potencias lleva también el escapulario.


 
Retablo de Muestra Señora del Carmen

SAN LUIS 101

SAN LUIS 104
SAN LUIS 9
SAN LUIS 129

HISTORIA Y LEYENDA DE DOÑA MARIA DE PADILLA

María de Padilla nace en un lugar no determinado en 1334, en el seno de una familia noble castellana originaria de Padilla de Abajo de Burgos, hija de Juan García de Padilla y de María Gonzalez de Hinestrosa y hermana de Diego García de Padilla, Maestre de la Orden de Calatrava. Las crónicas de su época la describen como “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”.

María de Padilla

De un encuentro fortuito con el rey Pedro I, en el verano de 1352, surge una gran historia de amor, un texto de la época afirma que el monarca “enamoróse mucho della, é no pudo estar en sí hasta que la uvo é durmió con ella”, se convierten en amantes, y en 1532 el rey le concedió el señorío de Huelva.

En los Reales Alcázares de Sevilla se estableció la “Corte Chica” o residencia oficial de la amante oficial del rey, lo que vemos reflejado en la literatura y también en su propia arquitectura, dando nombre a unos afamados baños en el conjunto histórico. Estos baños están muy cerca de la Fuente de Mercurio, son una cripta abovedada con tres naves, una zona subterránea, que incluye un aljibe y que se encuentra debajo del Patio del Crucero. Se accede a través de una bóveda de cañón con los característicos azulejos que salen al Jardín de la Danza, por un patio marienista con una galería con arcos y decorados con grutescas en las columnas, en cuyo centro se encuentra la Fuente de Troya.

Baños Reales de María de Padilla en los Reales Alcázares

Según la leyenda, la noble castellana se paseaba desnuda por el palacio camino de su baño y otra leyenda refiere que el monarca pedía, a quienes atendía en audiencia, que bebieran de las aguas donde se bañaba María. 

María de Padilla, desnuda en el Alcázar de Sevilla, frente a Pedro I, Grabado de Paul Gervais  

A pesar de esta relación el rey se casó en dos ocasiones, por cuestiones de estado. Su primera esposa fue la infanta francesa Blanca de Borbón, a la que repudió a los tres días de la boda, al conocer que había tenido relaciones, durante el viaje, con su hermanastro Fadrique y que la dote pactada no pudo ser pagada.

El rey alejó a Blanca de Borbón y la instalo en Medina del campo junto a la madre del rey y siguió con sus relavo iones conocidas con María de Padilla, lo que ocasionó la sublevación de miembros de la nobleza y de sus tres hermanastros.  

En un momento determinado las relaciones del rey con María de Padilla se deterioraron y el rey se casó con Juana de Castro.

María se dirigió al Papa, pidiendo licencia para fundar un monasterio de monjas clarisas, dando a entender al Papa que su propósito era hacer vida de penitencia en dicho monasterio que fue fundado en 1353 como Convento de santa Clara en Astudillo. Pero ello no impidió que el Pontífice dirigiera una carta en 1536 al Pedro I considerando a María Padilla como adultera y concubina.

En 1361 el rey se trasladó Medina Sidonia y mandó asesinar a Blanca para coronar reina a María, quien sin embargo falleció el mismo año de su residencia en Astudillo. Aunque el cronista Pedro Pérez de Ayala establecido que murió en Sevilla “de su dolencia” o sea de una enfermedad natural, posiblemente fue víctima de la peste en julio de 1361, a los 24 años de edad. María fue enterrada inicialmente en el Convento de las Clarisas de la localidad palentina de Astudillo, que ella había fundado.

Al año siguiente, en unas supuestas cortes celebradas en Sevilla, Pedro I intentó legalizar, a título póstumo, sus relaciones con María Padilla, declarando que se había casado en secreto con ella, antes de casarse con Blanca de Borbón y declaró como sus herederos a los hijos que había tenido con María Padilla.

El arzobispo de Toledo, Gómez Manrique, declaró nulos los otros dos matrimonios, y las Cortes lo ratificaron declarándola reina, legitimando sus descendencias y declarando heredero a Alfonso, el hijo de ambos, al mismo tiempo que el cuerpo de María fue trasladado a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde posteriormente fue enterrado el propio Rey.

De los cuatro hijos de María, Alfonso fue designado heredero de la corona en lugar del infante Juan, hijo de Juana de Castro, pero murió antes de que se llevase a cabo su matrimonio con la hija de Pedro IV de Aragón.  Una de las hijas profesó en una orden religiosa y las dos se casaron con varones ingleses, Juan de Gante, Duque de Lancaster y Edmundo de Langley, Duque de York, hijos de Eduardo III de Inglaterra.

Todo esto motivó la Guerra Civil Castellana entre el rey y su hermano bastardo Enrique de Trasmatara que se consideraba heredero al no tener hijo con Blanca de Borbón. En dicha Guerra Enrique dio muerte a al Rey y ocupó su trono.

Enrique de Trastámara contempla la cabeza de Pedro I ensartada en una pica

Cuenta la leyenda, que al conocer el Papa que el Rey Don Pedro I de Castilla había declarado en Cortes que estaba casado secretamente con Doña María y al comprobar que lo había hecho sin la autorización del necesario prelado de la diócesis, lanzo una excomunión contar el rey. Pero el castigo solo podía tener efecto cuando fuera comunicado “personalmente al Rey”. Solo el arcipreste Marcos, figura eminente de la Catedral, se atrevió a realizar esta misión durante una expedición de caza del rey, pero este cuando escuchó sus primeras palabras puso en fuga al clérigo disparándole las flechas de caza. Durante su huida el clérigo le gritó: “Pues os leeré el decreto de su santidad, señor Rey excomulgado, y si no os lo leo en vida, vendré después de muerto a leéroslo”. Pero no pudo leerlo en vida, porque el rey murió en la Guerra contra su hermano Enrique de Trasmatara y el Arcipreste murió sin cumplir, en vida, su promesa, por lo que es el “Ultimo fantasma de Sevilla”, que aparece todas las noches por las callejas de las juderías, desde el Patio de Banderas hasta el barrio de santa Cruz, como fantasma inmortal, vestido de clérigo y llevando en la  mano el documento Pontificio de Excomunión.