ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA
María de Padilla nace en un lugar no determinado en 1334, en el seno de una familia noble castellana, originaria de Padilla de Abajo de Burgos, hija de Juan García de Padilla y de María González de Hinestrosa, y hermana de Diego García de Padilla, Maestre de la Orden de Calatrava.
Las crónicas de su época
la describen como “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”.
De un encuentro fortuito con el rey Pedro I, en el verano de 1352, surge una gran historia de amor, un texto de la época afirma que el monarca “enamoróse mucho della, é no pudo estar en sí hasta que la uvo é durmió con ella”, se convierten en amantes, y en 1532 el rey le concedió el señorío de Huelva.
En los Reales Alcázares de Sevilla se estableció la “Corte Chica”, o residencia oficial de la amante oficial del rey, lo que vemos reflejado en la literatura y también en su propia arquitectura, dando nombre a unos afamados baños en el conjunto histórico.
Estos baños están muy cerca de la Fuente de Mercurio, son una cripta abovedada con tres naves, una zona subterránea, que incluye un aljibe y que se encuentra debajo del Patio del Crucero.
Se accede a través de una bóveda de cañón con los característicos azulejos, que salen al Jardín de la Danza, por un patio marienista con una galería con arcos, y decorados con grutescas en las columnas, en cuyo centro se encuentra la Fuente de Troya.
Baños Reales de María de Padilla en los Reales Alcázares
Según la leyenda, la noble castellana se paseaba desnuda por el palacio camino de su baño y otra leyenda refiere que el monarca pedía, a quienes atendía en audiencia, que bebieran de las aguas donde se bañaba María.
María de Padilla, desnuda en el Alcázar de Sevilla, frente a Pedro I, Grabado de Paul Gervais
A pesar de esta relación el rey se casó en dos ocasiones, por cuestiones de estado.
Su primera esposa fue la infanta francesa Blanca de Borbón, a la que repudió a los tres días de la boda, al conocer que había tenido relaciones, durante el viaje, con su hermanastro Fadrique, y que la dote pactada no pudo ser pagada.
El rey alejó a Blanca de Borbón y la instaló en Medina del Campo, junto a la madre del rey, y siguió con sus relaciones conocidas con María de Padilla, lo que ocasionó la sublevación de miembros de la nobleza y de sus tres hermanastros.
En un momento determinado las relaciones del rey con María de Padilla se deterioraron y el rey se casó con Juana de Castro.
María se dirigió al Papa, pidiendo licencia para fundar un monasterio de monjas clarisas, dando a entender al Papa que su propósito era hacer vida de penitencia en dicho monasterio, que había sido fundado en 1353 como Convento de Santa Clara en Astudillo.
Pero ello no impidió que, en 1356, el Pontífice dirigiera una carta a Pedro I considerando a María Padilla como adultera y concubina.
En 1361 el rey se trasladó Medina Sidonia y mandó asesinar a Blanca para coronar reina a María, quien sin embargo falleció el mismo año en su residencia de Astudillo.
Aunque el cronista Pedro Pérez de Ayala había establecido que murió en Sevilla “de su dolencia” o sea de una enfermedad natural, posiblemente fue víctima de la peste en julio de 1361, a los 24 años de edad.
María fue enterrada inicialmente en el Convento de las Clarisas de la localidad palentina de Astudillo.
Al año siguiente, en unas supuestas cortes celebradas en Sevilla, Pedro I intentó legalizar, a título póstumo, sus relaciones con María Padilla, declarando que se había casado en secreto con ella, antes de casarse con Blanca de Borbón, y declaró como sus herederos a los hijos que había tenido con María Padilla.
El arzobispo de Toledo, Gómez Manrique, declaró nulos los otros dos matrimonios, y las Cortes lo ratificaron declarándola Reina, legitimando sus descendencias y declarando heredero a Alfonso, el hijo de ambos, al mismo tiempo que el cuerpo de María fue trasladado a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde posteriormente fue enterrado el propio Rey.
Así, de los cuatro hijos de María, Alfonso fue designado heredero de la corona en lugar del infante Juan, hijo de Juana de Castro, pero murió antes de que se llevase a cabo su matrimonio con la hija de Pedro IV de Aragón. Una de las hijas profesó en una orden religiosa y las otras dos se casaron con varones ingleses, Juan de Gante, Duque de Lancaster y Edmundo de Langley, Duque de York, hijos de Eduardo III de Inglaterra.
Todo esto motivó la Guerra Civil Castellana entre el rey y su hermano bastardo Enrique de Trastamara, que se consideraba heredero al no tener hijo con Blanca de Borbón. En dicha Guerra Enrique dio muerte al Rey y ocupó su trono.
Enrique de Trastámara contempla la cabeza de Pedro I ensartada en una pica
Cuenta la leyenda, que al conocer el Papa que el Rey Don Pedro I de Castilla había declarado en Cortes que estaba casado secretamente con Doña María, y al comprobar que lo había hecho sin la autorización del necesario prelado de la diócesis, lanzo una excomunión contra el rey.
Pero el castigo solo podía tener efecto cuando fuera comunicado “personalmente al Rey”.
Solo el arcipreste Marcos, figura eminente de la Catedral, se atrevió a realizar esta misión durante una expedición de caza del rey, pero este cuando escuchó sus primeras palabras puso en fuga al clérigo disparándole las flechas de caza.
Durante su huida el clérigo le gritó: “Pues os leeré el decreto de su Santidad, señor Rey excomulgado, y si no os lo leo en vida, vendré después de muerto a leéroslo”.
Pero no pudo leerlo en vida, porque el rey murió en la Guerra contra su hermano Enrique de Trastamara y el Arcipreste murió sin cumplir, en vida, su promesa, por lo que es el “Ultimo fantasma de Sevilla”, que aparece todas las noches por las callejas de las juderías, desde el Patio de Banderas hasta el barrio de Santa Cruz, como fantasma inmortal, vestido de clérigo y llevando en la mano el documento Pontificio de Excomunión.