AREA ALAMEDA
Alameda de Hércules.
La historia de la alameda se remonta
al tiempo en el que un brazo del Guadalquivir
atravesaba de norte a sur el centro de la ciudad, comenzando su entrada por la zona de la
Alameda y terminando en la zona de la Catedral.
Primer asentamiento de la ciudad
Estamos hablando de cuando
se funda la "primera Sevilla", la ciudad fenicia llamada Spal o Ispal.
La zona de la Alameda se
encontraba aún muy lejos del núcleo habitado. El lugar formaba parte del cauce del río que cruzaba de norte a sur lo que actualmente es
el centro histórico de la ciudad.
Donde hoy están la Alfalfa y la Cuesta del Rosario, se encontraría el límite
norte de la ciudad original hasta inicios de nuestra era.
La Híspalis romana se
empieza a expandir hacia el norte, llegando hasta lo que hoy es la Encarnación
durante la época imperial, alcanzando el
entorno de la Alameda en los primeros siglos de dominio musulmán.
Por los hallazgos
encontrados sabemos que, en esos momentos, la ciudad llegó hasta lo que hoy
serían San Juan de la Palma y San Martín, donde se cree que pudiera haber una
primitiva puerta de la muralla (aunque no hay aún consenso en este tema).
No sería hasta época almohade cuando el lugar
que hoy ocupa La Alameda, quedaría incluido dentro del recinto amurallado que
estos levantaron para defender la ciudad. En esa época, siglos XII-XIII, el
cauce del río sería ya prácticamente el actual y en el espacio de La Alameda, quedaría como remanente una amplia laguna.
Esta extensa laguna era
conocida como "Laguna de Feria", por
su proximidad al barrio y calle de ese nombre, y en ella se fue desarrollando una
gran actividad comercial, ligada principalmente a la venta de productos
agrícolas, procedentes de las huertas situadas en el exterior de la ciudad, así
como a la del pescado procedente del río.
También será de gran
importancia la "Cañavería", actividad comercial vinculada a la
elaboración de cestos con los mimbres y aneas obtenidos de las plantas, que
espontáneamente crecían en las orillas, tanto del río como de la propia laguna.
Quizás sea este un lejano antecedente del tradicional mercado al aire libre, de
los jueves "de donde viene su nombre" y que se ha convertido en
seña de identidad de todo este espacio.
Sin embargo, la
concentración de aguas residuales, el propio estancamiento del agua de la
laguna y la concentración de toda clase de vertidos, la convirtieron en una
zona que favorecía la propagación de enfermedades, como Tifus, Peste, etc. que
ya en fechas tan lejanas como 1467, dieron lugar a una organizada protesta de
vecinos que clamaban por su saneamiento, a las que se sumaban voces autorizadas
como la del médico Luis Suárez, que en 1567 abogaba por una pronta y drástica
solución.
De hecho, en el año 1649,
cuando Sevilla estaba asolada por la fatídica epidemia de peste, se cuenta que
la Alameda estaba tan inundada, que los barcos podían navegar con ella, porque
la alameda seguía siendo una zona baja e inundable que se llenaba de agua
cuando el río se desbordaba.
Según una bonita leyenda
no documentada, la historia de la Alameda comenzó, en 584 al ser designado para
reinar el rey Leovigildo. Al año siguiente (585) su hijo Hermenegildo se convirtió al catolicismo (frente
al arrianismo de reyes anteriores) y se
autoproclamó rey en la ciudad, sublevándose contra su padre.
Para provocar la sequía a los habitantes de la ciudad, Leovigildo hizo cambiar
el curso del Guadalquivir, cortando el paso de agua al brazo menor del río, que
circulaba por la actual Alameda de Hércules, obstaculizando su paso. De esta forma quedaría una
laguna, de agua estancada junto a las primitivas murallas de origen romano.
Esta laguna, quedaría intramuros, al ampliarse la muralla en época almorávide (siglo
XI).
(Los dibujos de este conjunto proceden en gran medida de antiguos cuadernos,
que fueron en su momento desmembrados seguramente tras la muerte del artista y
en su testamentaria, con el objetivo de ser puestos a la venta. La mayor parte
de ellos tienen estampado el sello violeta de la testamentaria, práctica muy
frecuente en la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del siglo XX. Por
fortuna los dibujos fueron prontamente recuperados por el amigo de la familia,
bibliófilo y coleccionista Carlos García en un álbum en el que los reunió junto
a los que hoy están en la Fundación Cajasol. La mayor parte de ellos proceden
de cuadernos de dibujo de pequeño formato, elaborados con lápiz, pluma o
aguadas monocromas. Sus focos de interés fueron fundamentalmente paisajes
fluviales con sus barcas, arboledas y plantas, casas de campo y de labor con
sus norias, calles y casas de pequeñas poblaciones. Pero también hay estudios
de figuras que le servirán para sus composiciones pictóricas, junto a retratos
de personas cercanas. Además de estos dibujos de pequeño formato, hay otros
elaborados en hojas mayores, algunas veces en papel de color, en los que con
lápices grasos o carboncillo concibió paisajes muy pictóricos que adquieren
valor autónomo.)
En 1574, se decida acometer su completo saneamiento a instancias de Don
Francisco de Zapata y Cisneros, Conde Barajas y asistente de Sevilla.
Las obras consistieron primero en su desecamiento rellenándola con
escombros y tierras, construyéndose dos largas zanjas de drenaje. Las zanjas
vertían a otra, a modo de colector, que finalmente conducía el agua al río, y
entre ambas zanjas se diseñaron tres calles de casi
500 metros de longitud.
En la calle central se instalaron tres fuentes
de mármol y jaspe cuya agua llegaba desde la Fuente
del Arzobispo, un manantial en Miraflores, a 3 km al norte de
Sevilla.
Se plantaron numerosos árboles, la mayoría álamos blancos, que favorecían
este proceso de desecamiento y que, además de darle nombre al nuevo espacio
urbano, contribuirían a crear un gran paseo, convirtiendo la antigua laguna en
el primer gran jardín público de la ciudad.
Investigaciones recientes atribuyen al propio Felipe II el deseo de crear
el paseo, una vez conocida la vieja laguna, tras su visita a la ciudad en 1570,
e incluso se encargó a algún arquitecto de la confianza del monarca "se ha
hablado del mismo Juan de Herrera o de Gaspar de la Vega" las trazas de
ese primitivo jardín desgraciadamente perdidas.
El nuevo paseo se convirtió pronto en lugar de encuentro y esparcimiento
para los sevillanos y dio lugar a un singular comercio en torno al agua que
suministraban las tres fuentes instaladas (hoy desaparecidas) y que procedían,
como hemos comentado, de la llamada del Arzobispo, que ofrecía mejor calidad
que la del resto de la ciudad.
Surge la figura del aguador, que llevaba el agua desde estas fuentes
públicas hasta las casas. El agua de la Alameda era especialmente apreciada por
su calidad y los aguadores solían llevar una ramita de álamo en los cantaros
que aseguraba su origen en esta plaza.
Diego Velázquez, nos dejó
retratado este oficio en una de sus inmortales pinturas, “El aguador de
Sevilla”, que representa las tres edades de la vida. El personaje de más edad
es el aguador que vierte agua desde su cántaro en la copa de cristal de un
joven, mientras que la edad mediana la representa en la imagen central dentro
de la oscuridad.
(Protagonistas del cuadro son un anciano aguador vestido con un capote pardo, bajo el que asoma una camisa blanca y limpia, y el muchacho que de él recibe una copa de cristal fino llena de agua. El muchacho, vestido de negro y con amplio cuello blanco, inclina la cabeza, en escorzo semejante al del joven recadero de La vieja friendo huevos, para recoger la copa con gesto grave, sin cruzarse las miradas. Entre ellos, casi confundido en las sombras del fondo de color tierra oscuro, otro hombre de mediana edad bebe en lo que parece una jarrilla de loza)
Pero, con los problemas
de escasa pendiente entre el manantial y la alameda, aumentaron los robos y el
vandalismo sobre la conducción y todos sus elementos, no solo en la propia Alameda,
sino que se repetían extramuros afectando a los Caños de Carmona.
Para ello, se nombró al “alguacil
de la Alameda” que era el encargado de velar por la conservación de sus
elementos vegetales, arquitectónicos e hidráulicos y trasladar las deficiencias
(través del maestro mayor de la ciudad) al diputado de la Alameda, cuyas
denuncias e informes se trasladaban al Cabildo.
Ortiz de Zúñiga (ver) indicaba que: “Tiene la ciudad un alguacil
particular que cuida del riego de la Alameda en verano, desde el día del Corpus
hasta Ntra. Sra. de septiembre y de tener en paz y sosiego a los aguadores de
que la mayor cantidad son franceses de los infinitos que tiene hoy Sevilla por
sus Indias, polilla de mucha parte de sus tesoros ( Ortiz de Zúñiga 1796 vol.
IV P.701 ).
En abril de 1574, en el extremo sur, se colocaron dos grandes columnas romanas, de 9 metros de altura, con grandiosos capiteles corintios, procedentes de un edificio situado en la calle Mármoles (del que aún existen otras tres columnas en la citada calle).
Situación actual de las columnas del extremo Sur
A su vez estas columnas habían sido reutilizadas en dicho edificio, por lo que se cree que pudieran provenir del "Traianeum de Itálica", templo romano del siglo II.
De su traslado se encargó el maestro fundidor Bartolomé Morel y sobre las mismas se colocaron dos esculturas, ambas datan de 1578 y que fueron realizadas por Diego de Pesquera: Hércules y Julio Cesar.
El primero tenido por legendario fundador de la ciudad y el otro por ser el que la cerró con murallas, considerándola ciudad merecedora de tal protección.
Las dos
esculturas se asientan sobre pedestales situados sobre los capiteles, lo que
confiere a las dos columnas carácter de monumentos de gran esbeltez. La de
Hércules bastó al pueblo y luego a los ediles rotuladores, para dar nombre
propio a la Alameda.
Además, dichas esculturas representaban a los dos monarcas de la
nueva casa reinante en España, pues las cabezas de ambas esculturas
eran la representación del emperador Carlos I de España y V de Alemania y de su hijo y
monarca reinante, Felipe II, y ambos cierran la composición
arquitectónica del monumento, lo que de manera invisible cierra el conjunto al
estilo de los arcos de triunfo romanos. Terminado así el primer monumento civil
de Sevilla, en el cual
se resalta la grandeza pasada de la ciudad y además se destaca igualmente a la
nueva monarquía, pues Carlos I había usado
en su escudo las dos columnas de Hércules que
actualmente se mantienen en el escudo de España.
Bajo los fustes romanos, los dos grandes pedestales contienen una inscripción en la parte frontal.
En la de Hércules, la inscripción está en castellano y en la de César en latín.
En la primera, da cuenta del reinado de Felipe II, del gobierno del Conde de Barajas, de las actuaciones llevadas a cabo, intervinientes en la obra y la fecha.
La segunda
se dedica al Conde de Barajas, exaltando su figura, alabando la reforma del
lugar, la traída de agua desde la Fuente del Arzobispo y agradeciendo las obras
realizadas bajo su mandado en la ciudad, con fecha de 1578, año en el que se dan
por concluidos los trabajos.
Inscripción en el fuste de Hércules
Inscripción en el fuste de Julio Cesar
Al
convertirse en alameda, el lugar fue configurándose como paseo, no solo para la
gente del barrio, sino para damas y caballeros de alto nivel, que, atraídos por
la novedad del paraje, lo convirtieron en jardín de moda, con asistencia de
carruajes y atuendos costosos y en lugar de citas que, por la relativa lejanía,
estaría lleno de oportunidades vivenciales. Que, aunque Sevilla tuvo más
conventos, parroquias, capillas, humilladeros, cofradías y festejos a lo divino
que ninguna otra ciudad de España, era, al mismo tiempo, capital de
truhanerías, donde según Santa Teresa el demonio se encontraba más a gusto.
Así, las fotografías, grabados y pinturas conservadas nos muestran
siempre un ambiente festivo donde se mezclaban todas las clases sociales de la
ciudad. Desde nobles a caballo o en coche a mendigos, niños, espadachines,
músicos o los aguadores, que como hemos comentado, iban a por agua a las
fuentes para venderlas en otros puntos de la ciudad.
Tarde de Carnaval en la Alameda, Ignacio Pinazo
(El Museo
Nacional de Cerámica conserva cuatro cuadros de formato apaisado, firmados por
Ignacio Pinazo Camarlench (1849-1916) y fechados en 1889, que proceden del
desaparecido café-restaurante “El león de Oro”, propiedad del señor Pampló. Dos
de ellos fueron comprados a los herederos por la Caja de Ahorros y donados por
esta entidad al Museo. Todos ellos están expuestos en la Sala Pinazo: Tarde de
Carnaval en la Alameda, Conversaciones en la serre, Joven
griega y Joven y Cupido.)
En
1764, se iniciaron nuevas obras promovidas por el Asistente Larumbe,
consistentes en la plantación de más de 1.600 álamos, aumento del número de
fuentes a seis y colocación en la zona norte de dos nuevas columnas, realizadas
por el escultor Cayetano Acosta, rematadas con dos leones portando
cada uno de ellos un escudo, el de España y el de Sevilla. La distancia entre ambos pares de columnas, 480 m; indica
que la Alameda es la plaza del centro histórico más grande de Sevilla.
Columnas del extremo norte
Detalle de las columnas del extremo norte
Todo esto contribuyó a la transformación del primitivo paseo manierista en otro de escenografía barroca.
Así, la Alameda durante el siglo XVIII se convertirá en un gran espacio de desahogo, en el que se podrán "jugar cañas", "correr toros", y celebrar Justas y Torneos, siendo plaza y jardín de fama en la Europa de la época.
En ella se comenzaron a celebrar las fiestas locales de la velada de San Juan y San Pedro, en sustitución de las fiestas locales del Corpus Chtisti. Estas nuevas fiestas de finales del mes de junio pudieron ser el precedente de las después famosas fiestas locales de la feria de Abril.
El juego de cañas era muy
popular en España. Era de origen árabe y consistía en una simulación de un
combate en que nobles a caballo se lanzaban cañas o dardos y otros paraban con
los escudos
En 1876, otra reforma definió el perímetro que hoy tiene, regularizando todos sus frentes mediante la construcción de una serie de manzanas, lo que llevó consigo una reducción de sus dimensiones, y los pedestales de las columnas se protegieron del público con verjas.
En
1885 se colocó junto a las columnas de los leones una fuente de mármol,
conocida popularmente como "la
Pila del Pato", que se encontraba previamente en la Plaza de san Francisco,
detrás del Ayuntamiento y después fue trasladada a otro lugar y actualmente
está en la plaza de San Leandro.
Pila
del pato en la plaza San Francisco
“Pila del Pato” en su actual ubicación en plaza San Leandro
El jardín
de la Alameda fue tomado como modelo por otras ciudades, como la
Alameda de San Pablo de Écija, la Alameda de los Descalzos de Lima y la Alameda
Central de Ciudad de México. Pues, la Alameda de Hércules se
considera el jardín
público con más antigüedad de España y Europa.
La llegada a Sevilla de los Duques de
Montpensier dirigió los estratos más elevados de la vida social a nuevos
espacios “de Salón "al sur de la ciudad.
Durante el siglo XIX, se diseñó, junto al río y a los pies de la Torre del Oro, un nuevo paseo, que pronto se conocerá como "Alameda Nueva", y que desplazará a la” Alameda vieja" de su condición de lugar de encuentro preferido por las clases acomodadas, y surgirá a su alrededor una población más modesta y humilde. Quioscos y entretenimiento popular, locales y tabernas, comida, bebidas y juergas de noche, cante flamenco, después la prostitución, la informalidad y la delincuencia se erigieron en estigmas definitivos del espacio.
Llegaron a
haber hasta ocho quioscos, de estilo afrancesado, que en 1910-1911 el alcalde de Sevilla impulsaría con la intención de dar un mayor auge a la Alameda, al dedicarse a la venta de bebidas y no sólo
de agua, pero que desaparecerían tras la Guerra Civil; marcando el período entre 1939 y 1954 el de la mayor decadencia de este paseo.
Pero esta zona antiguamente pantanosa mejoro su
apariencia y funcionalidad, pero se seguía inundando, a menudo, ya que el rio
estaba muy cercano, como lo demuestra los azulejos existentes en la calle Santa
Ana, justo en su terminación en la alameda.
Azulejos indicadores de los niveles de agua en arriadas
La
calle Santa Ana hacia la alameda. Foto colección Manuel de Arco
Por ello, todos los cambios y
actuaciones en el cauce del Guadalquivir a partir del siglo XVIII estuvieron
encaminados a prevenir las inundaciones (arriadas como se conoce en Sevilla)
derivadas de las crecidas.
Riada
en la Alameda de Hércules. 1936
Alameda
de Hércules. Riada de 1947
Aspecto de la Alameda de Hércules el día 31-01-1947
La Alameda en la inundación de abril de 1981. Fotografía de Emilio Beauchy
En el siglo XIX cuando la ciudad empezó a derribar sus murallas, el Targarete tuvo que ser soterrado para facilitar la expansión de la población.
Medidas aún más agresivas se tomaron durante el siglo XX, momento en el que se crearon canales artificiales, las llamadas cortas, ya iniciadas en siglos anteriores.
Su objetivo era acortar el recorrido del río aumentando su profundidad y el caudal, permitiendo así una mayor velocidad de navegación.
Cronológicamente se realizaron estas cortas: la corta Merlina (1795), situada frente a Coria del Río; la corta Fernandina o de Borrego (1816); la corta de Los Jerónimos (1888); la corta de Tablada (1926); la Corta de la Punta del Verde (1971).
Con
motivo de la Exposición Universal de 1992 y del Plan Urbanístico impulsado por
el andalucista Alejandro Rojas-Marcos en la zona norte del casco viejo, de la
vieja Alameda degradada de los ochenta, la del mercadillo de los domingos, la
droga y la prostitución, casi en cada calle, que había convertido el barrio en el gran burdel de la ciudad con unos cuarenta prostíbulos, se iba dando paso a un territorio
moderno y con una estampa más presentable y abierto al uso y disfrute de la
gente.
La actual gran reforma concluyó entre 2007 y 2008, cuando el gobierno local de coalición formado por el PSOE de Alfredo Sánchez Monteseirín y la Izquierda Unida de Antonio Rodrigo Torrijos remató una reurbanización que generó bastante polémica por sus demoras, por su coste, por los cambios introducidos en la idea inicial y, muy especialmente, porque no conllevó la construcción de un aparcamiento subterráneo en el nuevo bulevar, una necesidad más que evidente.
Pero con todos sus errores de
planteamiento o desarrollo, lo que resulta innegable es que la obra cambió
bastante la fisonomía de este espacio y muy profundamente el tipo de
vecindario, que ha ido cambiando a un público de mucho mayor poder adquisitivo
o, sencillamente, a los turistas.
Con albero simulado en granito y no su clásica polvareda, quizás con menos sabor y autenticidad, pero con una innegable atracción, la Alameda de Hércules es hoy el espacio más de moda de Sevilla capital y su Casco Histórico.
La vanguardia artística y cultural se concentra cada vez más en el entorno de este tradicional bulevar, pero también los bares y restaurantes de última generación, los espacios gastronómicos más singulares y, por extensión y hasta contagio, todo el espacio urbano que lleva a San Luis y también a la calle Feria, Regina y la Encarnación con las Setas. Es ya, de hecho, el «soho» sevillano.
El panorama
de este lugar emblemático ha variado notablemente en un tiempo verdaderamente
corto, después de una profunda reforma urbanística pero también social.
Hasta el 2007, donde se llevó a cabo la última reforma, donde se
encuentra tal y como la conocemos hasta nuestros días, la Alameda de Hércules
estaba pavimentada con albero y en su parte central veíamos una losa de
hormigón fruto del abandono del primer proyecto del metropolitano de Sevilla.
En una vista aérea se aprecia una de las fuentes
que forman hoy la Alameda, en ella aparecen dos fechas, 1574, cuando se llevó a
cabo la primera reurbanización de la zona y la de 2007, fecha prevista la
inauguración de la reurbanización diseñada por el arquitecto Elías Torres, curiosamente se inauguró un año después.
El retrato en bronce de Pastora Pavón, "Niña de los Peines" (ver) es obra del escultor Antonio Illanes Rodríguez. Es una figura de medio cuerpo, envuelta en un mantón en actitud de
iniciar un cante. Es un retrato de características académicas, ya que se trata
de un retrato idealizado de la homenajeada. Se alza sobre pedestal de mármol.
La segunda es una escultura realizada en bronce por Sebastián Santos Calero, que representa a Manolo Caracol (ver) sentado, en clara actitud de
iniciar un cante. En el plano frontal del monumento, el escultor traza el
relieve de una guitarra entre las piernas del cantaor. El monumento se alza
sobre un pedestal cuya forma reproduce la base de la escultura.
El tercer homenajeado es Manuel Jiménez Chicuelo (ver) justo en el
momento de ejecutar una "chicuelina", obra realizada en bronce por
Alberto Germán Franco. Se alza sobre un pedestal cilíndrico de piedra, donde se
inserta un relieve en bronce con escenas y paisajes alusivos a la biografía del
homenajeado: el puente de Triana, la Plaza de la Maestranza o la propia Alameda
de Hércules.
Sin
olvidar que aquí nació Arturo Pavón (ver), de la noble casa flamenca de Pavón, emparentado
políticamente con Manolo Caracol.
Lateral de la Alameda de Hércules
Placa conmemorativa
Y que tuvo su escuela de baile Adelita Domingo (ver).
Alameda de Hércules numero 92
Placa conmemorativa
Y su
taller el escultor Antonio Susillo (ver), actualmente
convertido en hotel "Patio de la Alameda".
En Alameda de Hércules. Actual Hotel Patio de la Alameda
De las edificaciones cabe destacar la casa nº 22 esquina a calle Santa
Ana, del S. XVIII, hoy restaurada y convertida en hotel.
También merece mención la casa nº 93 esquina a la calle Barco. Entre las pilastras vemos la fecha de su construcción (1698). Es una casa de dos plantas y ático con arcos de medio punto, restaurada como viviendas multifamiliares.
Y por supuesto, los edificios emblemáticos son la "Casa de las Sirenas"(ver) y la Capilla de la Santa Cruz del Rodeo y Nuestra Señora del Carmen (ver).