viernes, 23 de junio de 2023

 AREA DE PLAZA DE LA GAVIDIA, CONCORDIA Y DUQUE

Baños de la Reina Mora.

Los Baños de la Reina Mora, situados en la calle Baños, son los baños más grandes conservados de Al Andalus. Corresponden a la época almohade, de finales del siglo XII, cuando la ciudad experimentaba una ampliación hacia el norte con la construcción de un nuevo cinturón de murallas que permitía el desarrollo urbanístico de estos terrenos.

Tras la reconquista de 1248, después de ocho siglos de dominación musulmana, la ciudad tenía hasta 18 baños árabes y según Ortiz de Zúñiga en los repartimientos de 1253 fueron otorgados a la reina Juana de Ponthieu, segunda esposa de Fernando III. Al pasar a su propiedad, empezaron a conocerse como “Baños de la Reina Juana” nombre que popularmente pasaría a “Baños Moros de la Reina” y finalmente “Baños de la Reina Mora”. 

Tras el fallecimiento del rey, doña Juana vuelve a Francia y deja a alguno de sus hijos la propiedad de los baños, ello puede justificar que también sean conocidos como “Baños de Don Fadrique”, y siguieron funcionando como tales hasta el siglo XVI.

A principios del siglo XIV pasaron, por privilegio real, al Cabildo Catedralicio hasta 1542 que fueron vendido a varios particulares, entre ellos, según José Gestoso, el duque de Medina Sidonia, cuyo escudo estuvo situado en el artesonado de la escalera. 

Según Ortiz de Zúñiga y Alonso Morgado, en 1551 sus propietarios eran el sacerdote don Pedro de Córdoba y el matrimonio formado por don Jerónimo de Montalván y doña Ana Enríquez, que cedieron la propiedad, según escritura pública de 3 de enero de 1551, para el “recogimiento de mujeres públicas arrepentidas”, conocido como Convento del Dulce Nombre de Jesús, regido por monjas agustinas. Al pasar a convento el edificio fue reformado y José Gestoso y Pérez hace una descripción del mismo y alude a los restos islámicos. 

Continuó como Convento hasta 1837 (desamortización de Mendizábal), en que se produce la exclaustración de las monjas que pasan al convento de san Leandro.

El edificio se usa entonces como casa de vecinos, pero en 1870, la capilla es adquirida, por subasta pública, por doña María del Amor Pérez de León para ser sede de la Cofradía del Amor. 

Previamente, ella había comprado, en subasta pública, la talla del Crucificado del Amor. Pero, la estrechez de la portada hacía imposible la salida de los pasos, lo cual obligó a la hermandad a procesionar desde la iglesia de San Gregorio.

En 1.905, la junta de la hermandad decidió realizar las obras necesarias para permitir la salida de la cofradía, pero se negaron los herederos de doña María del Amor, lo que obligó al traslado de la corporación a la iglesia de santa Catalina, donde habían adquirido una capilla propia.

Posteriormente, entre 1.917 y 1.936, se instalaron los Dominicos de San Jacinto, hasta recuperar su convento de la calle san Jacinto de Triana.

En 1938 toma posesión la Organización Nacional de Ciegos (ONCE), por mediación del capellán de la misma, don Antonio Mañes Jerez, que era el confesor de los herederos de doña María del Amor.  

Cuatro años después se asienta definitivamente, en la capilla del Dulce Nombre, la Hermandad de la Vera Cruz tal como la conocemos actualmente.  

Desde 1886, el edificio, salvo la primitiva capilla del Dulce Nombre, se transformó en Comandancia de Ingenieros hasta 1976 cuando se procedió al desalojo y derribo del cuartel. Fue refugio de marginados y casa de vecinos hasta que en los años 80 del siglo XX fue adquirido por una inmobiliaria para la construcción de viviendas,  y durante las excavaciones aparecen los primeros rastros de los Baños de la Reina Mora. 

En 1983 el edificio es declarado Monumento Nacional y en 1996 los Baños son declarados Bien de Interés Cultural.

Los descubrimientos arqueológicos permiten situar el edificio en el siglo XII. Por su extensión sería uno de los baños mayores de Al-Andalus y por supuesto el mayor de Isbilia. En la parte trasera del Retablo Mayor de la capilla se sitúa el arco de la puerta de acceso que daba a la calle Baños, lo que demuestra que antaño los Baños ocupaban toda la manzana y que tenían otra puerta que daba a la calle Jesús de la Vera Cruz. Existiría un palacio contemporáneo en el actual convento de Santa Clara y una mezquita en la actual parroquia de San Vicente.

Como hemos comentado, el edificio ha sufrido numerosas alteraciones a lo largo del tiempo, en especial cuando sirvió de convento, además de padecer abandono antes y durante las excavaciones en los años 80 y 90 que han permitido conocer mejor el antiguo diseño, así como recuperar elementos decorativos.

No hay que olvidar que los baños árabes no solo tenían una función social, como en tiempos de Roma, sino que tenían una intencionalidad religiosa.

El Islam exige que los fieles sigan una rutina muy estricta para la purificación del cuerpo antes de entrar en las mezquitas, por ello estos edificios se solían situar cerca de los templos.

En los “Hamman”, los musulmanes seguían un ritual pasando por diferentes estancias, igual que las termas romanas, desde una zona de acceso con vestuarios y letrinas, sala de agua fría, sala de agua templada y de agua caliente, con conductos subterráneos que caldeaban las salas y fuentes de agua para asearse.

Y efectivamente los Baños sevillanos conservan la primitiva zona de acceso, una estancia rectangular paralela a la calle, para vestirse y usar las letrinas y una estancia dividida en tres espacios separados por columnas y arquerías al estilo de algunas estancias del Real Alcázar, con un espacio central más amplio y dos laterales. 

Tras la conversión del edificio en el Convento, los antiguos vestuarios se convirtieron en capilla, tapándose la bóveda de paños de sebka con yeserías barrocas de exaltación de la Eucaristía. Igualmente, se derribó la bóveda original para dejar el espacio a cielo abierto consiguiendo un claustro de mayores dimensiones, contiguo a la que sería la iglesia del cenobio, la actual capilla de la Hermandad de Vera Cruz

Actualmente, tras la restauración, la entrada principal se sitúa en la calle Baños, una escalera de una docena de peldaños permite el acceso al edificio. 

Entrada por la calle Baños

Se alcanza la primera sala, cubierta con bóveda de cañón y oberturas estrelladas en el techo (“madawi”), que podría ser la zona de vestuarios.

Primera sala con aberturas estrelladas en el techo

El vestíbulo se habría situado debajo de la iglesia, donde Morgado sitúa un mosaico; unas obras de restauración permitieron descubrir también unas pinturas que se han asociado a los baños en el ábside. 

Restos de los baños en la capilla

A continuación, se sitúa la sala Principal, que ocupaba el lugar central del complejo, en torno al cual se disponían las diferentes estancias.

Es de forma rectangular, con cuatro arcos en los lados norte y sur y tres en los restantes.

El elemento decorativo más evidente son las columnas del patio, de fuste liso realizado en mármol blanco que apoyan capiteles de mocárabe. Las bases de la mayoría de las columnas están fragmentadas, ya que el patio sufrió alteraciones durante el proceso de transformación a claustro del convento. Los fustes de las columnas eran de acarreo, ya que tanto los materiales como las formas varían. Estas columnas y capiteles del patio datan del primer tercio del siglo XIII.

Las columnas sustentan arcos de medio punto de ladrillo. Las arquerías originales, que habrían sido túmidas, fueron reemplazadas por las actuales, que tienen también una línea de imposta más alta.

El propio patio habría servido de sala templada (“watani”), asemejándose entonces al baño de la Judería de Baza, donde dicha sala ocupaba también el centro.

El patio estuvo en su día rematado por una gran bóveda esquifada de cuatro paños.

Sala Principal

Sala Principal

Sala Principal

Detalle de un capitel

El agua procedería de un pozo de embocadura rectangular y un aljibe con varios depósitos, de cubierta abovedada en forma de “U”, comunicados entre sí.

Próxima al aljibe y a espaldas del “al-bayt” se encontrarían las calderas, de las cuales no han quedado vestigios.

En el extremo norte del patio se conserva una pequeña galería con varias hornacinas donde se situaban fuentes. 

Pequeña galería

El agua para la purificación corría por una serie de cañerías instaladas en las paredes laterales.

Cañería en la pared

Detalle de la cañería de la pared

Al norte se sitúan varias salas que habrían estado dedicadas al proceso del baño.

Al fondo hay otra sala, flanqueada por una sala cuadrada más pequeña a cada lado. Se asume que se trataba de la sala fría (“barid”).

Tanto la sala caliente como la pequeña sala, a la izquierda de la fría, cuentan con aberturas en los techos.

Los lucernarios servían, además de para dar luz natural al espacio, para regular la temperatura ya que se podían abrir o cerrar en función de las necesidades térmicas.

Lucernarios

La decoración en los muros habría constado de pinturas y yeserías. En algunas bóvedas han aparecido “paños de sebka” bajo el enlucido, con un diseño muy similar a los presentes en la Giralda y en el Real Alcázar, lo que permite pensar que el edificio es contemporáneo a ellos.

El material más utilizado es el tapial, con uso de ladrillos, cal y pinturas. Las pinturas están muy deterioradas de la época en que estuvo el edificio abandonado y se realizaba fogatas en su interior. 

Tapial y ladrillo

Bóveda con ladrillos y "paños de sebka"

Detalle de los "paños de sebka" y de apertura de la bóveda

También se aprecian frisos de yesería cristianos de exaltación de la Eucaristía, que pueden ser restos del antiguo convento. 

Bóveda con ladrillos y "paños de sebka" y en la parte inferior friso de yesería

Detalle del friso de yesería con exaltación de la Eucaristía

Detalle del friso de yesería con exaltación de la Eucaristía

Otro detalle de yesería cristiana