Palacio
del Duque de Medina Sidonia
Tras
la conquista de Sevilla por Fernando III (1248), en el repartimiento de la
ciudad, los Duques de Medina Sidonia obtienen una amplia parcela, en el diedro
que forman los ejes que servirán para el trazado ortogonal del barrio de san
Vicente.
En
dicha parcela los Duques construyen su palacio con un gran zaguán “En el que
podían entrar los carruajes con sus caballos a galope”.
Se trataba de un
caserón de fisonomía mudéjar, como plaza fuerte defensiva en la lucha de sus
dueños con los Duques de Arcos, por el control de la ciudad.
El VII duque de Medina Sidonia
don Alonso Pérez
de Guzmán, en el siglo XVI, a
pesar de tener su residencia principal en Sanlúcar de Barrameda, sede de su
poderoso estado señorial, deciden tener, en este espacio, una morada importante en Sevilla, por la
necesidad de contar personalmente con una vivienda para sus estancias
temporales, para atender sus obligaciones de capitán General de la Costa de
Andalucía y del Mar Océano, y una vivienda permanente para los criados y agentes, y como signo material de su poderoso
estatus social. Por ello,
realiza su propio palacio renacentista del que actualmente no nos queda ningún resto.
Además, decide crear, frente a su casa, una amplia plaza que le permita
dar mayor visibilidad a su palacio, y para ello adquiere y derriba una serie de
casas anexas, constituyéndose un gran espacio que los Duques utilizan como
plaza privada y para picadero de caballos, por lo que aparece como plaza del
Duque.
Lindaba por la izquierda con la calle de las Armas, actual Alfonso
XII, y por la derecha con un espacio de juegos que se denominaba “Corredor de Pelota” que posteriormente se
convirtió en el desaparecido “Callejón de los Estudiantes”, así denominado
porque unía los colegios de san Hermenegildo y de los Ingleses.
Desde entonces se recoge como “la plaza mejor y más socorrida que la ciudad
tiene para todos sus menesteres y fiestas públicas, alardes y otras justas…” y “al
menos desde 1597 hay noticias de la celebración de fiestas de toros, por
supuesto, con el permiso del Duque, dado su reconocido carácter privado.
El inmueble estaba constituido por tres edificios, el palacio principal
en el centro, que ocupaba las dos terceras partes, la casa accesoria dispuesta
hacia la calle de las Armas y finalmente, en su parte trasera, las dependencias
del maestro cochero que abría al Callejón de los Estudiantes.
La fachada principal presentaba ventanales en alto sobre las
caballerizas semisubterráneas y balcones en el piso superior, un torreón en su equina derecha, mirando a la parroquia de San Miguel, con vanos sobre columnas
y barandales de hierro, y un gran mirador en la otra esquina.
La puerta principal se disponía casi al centro, más cercana a la casa accesoria,
flanqueada por dos grandes semicolumnas dóricas, que sostenían la cornisa sobre
la que asentaba el balcón principal.
A ambos lados se abrían otras dos puertas,
de menor entidad arquitectónica, para los carruajes.
La importancia del palacio da idea el comentario de González de León en 1839:
“que era tan grandiosa que baste a ponderarla las espresiones del rey don Felipe segundo,
el cual pasando por ella el día de su triunfal entrada
en la ciudad, le llamó tanto la atención que preguntó si
aquella era la casa del señor del lugar. Hoy es menos grande que en aquel tiempo por haberse arruinado mucha parte de su diestro
lado, y haberla enagenado por donaciones o ventas”, y cinco años más tarde “Esta casa palacio,
si no era la mayor por su estensión de todas las particulares de Sevilla, por lo
menos era la de mayor fachada”.
A partir del siglo XVIII el palacio entra en decadencia, convertido en
cuartel durante la dominación francesa, hasta que es vendido en el siglo XIX.
En 1868 el Marqués de
Palomares construye, en el área derecha, su propio palacio, aprovechando el patio
principal y el torreón original.
En 1916 Miguel
Sánchez-Dalp construye también su palacio, realizado por Simón Barries, en una
segunda zona del palacio renacentista que dejó sin ocupar Palomares.
La tercera zona fue
colegio entre los años 40 y 60 del siglo XX.
El Palacio de Palomares
se reconvierte en edificio de almacenaje de tejidos (Almacenes del Duque) hasta
que el conjunto es comprado por el
Corte-Inglés en 1968.
Por tanto, del Palacio de los Guzmanes no queda
absolutamente nada.