AREA DE MACARENA-SAN LUIS-SAN JULIAN
Iglesia de san Luis de los Franceses.
Vista aérea del Noviciado (BB CY 3.0)
Se
ubica en el popular barrio de Santa Marina, en el centro histórico, en el
número 37 de la calle San Luis, antes llamada calle Real porque era el eje
utilizado por los monarcas para hacer sus entradas triunfales en la ciudad,
desde la Puerta de la Macarena hasta los Reales Alcázares. Era, además, una de las
principales arterias de la ciudad antigua, el “Cardo Máximo” romano, que fue
perdiendo su importancia a partir de los ensanches del siglo XIX, en favor de la
calle Feria, paralela y de mayor longitud y anchura.
La Compañía de Jesús llega a Sevilla en 1554 y su
Noviciado se construye sobre un palacio mudéjar de don Fernando Afán Enríquez
de Ribera y Téllez-Girón, III duque de Alcalá de los Gazules.
Doña Luisa de Medina, una dama procedente de la élite
de la ciudad, nieta del administrador de la Casa de la Moneda y viuda don Juan
Fernández de Castro, de la familia de los Enríquez de Ribera, antes de pasar a
habitar su nueva residencia de la “Casa de Pilatos”, cedió
los terrenos para su construcción, con la condición de que ella fuera enterrada en la Capilla Mayor y
que la iglesia fuese dedicada a su santo patronímico (ver),
San Luis (Luis IX, rey de la Francia Medieval, primo hermano del
rey Fernando III de Castilla y León que reconquistó Sevilla).
Se puede especular que otro factor que pudo influir en la
dedicación a San Luis es que los jesuitas quisieron tener buena relación con la
monarquía española, y concretamente con la nueva dinastía francesa iniciada con
Felipe V de Borbón. El hecho es que la presencia en la iglesia de la corona,
atributo de los reyes, y la flor de lis (símbolo de los Borbones presente
también en el escudo de España) subraya la vinculación entre los monarcas y la
religión católica.
El arquitecto fue Leonardo de Figueroa (ver-leer mas) y su proyecto contó con
la supervisión de un escogido grupo de intelectuales jesuitas, para destacar su
alto contenido simbólico con la combinación de elementos del barroco europeo y de
las formas tradicionales locales.
Recientes investigaciones defienden la posible intervención en el
diseño del padre Gabriel de Aranda, al que un texto de la época denomina “Zorobabel”
(ver), legendario constructor
del templo de Jerusalén.
En otro texto se aplica este mismo denominativo al
rector del noviciado Jerónimo de Ariza, que dotó la decoración interior de gran
carga simbólica a través de un elaborado programa iconográfico.
Una vez realizadas las trazas, como era obligación en
todas las obras de la Compañía, los planos serían enviados a Roma para su
aprobación por parte del “consiliarius
aedificiorum” o asesor en temas arquitectónicos de la Compañía.
Pero en una obra de tal complejidad, con tanta riqueza
artística e iconográfica, fue precisa no solo la intervención del arquitecto, sino la labor conjunta de destacados artistas y tambien fue esencial el papel de los promotores y patrocinadores.
Los artistas más relevantes fueron, el mencionado
arquitecto Leonardo de Figueroa y,
en menor medida, el hijo de éste, Matías
José de Figueroa, los escultores Pedro Duque Cornejo (ver-leer mas) y Felipe Fernández del Castillo y los pintores Lucas Valdés (ver) y Domingo Martínez (ver).
En cuanto a los promotores, destacan miembros
relevantes de la Compañía como Francisco
Tamariz, Francisco Acebedo, Juan de Arana y Jerónimo de Ariza.
También fueron patrocinadores destacados los
principales arzobispos de la diócesis de Sevilla y del cabildo catedralicio, tales
como los arzobispos Manuel Arias y
Porres y Luis Salcedo
Azcona y el canónigo de la catedral Francisco Lelio Levanto.
Las
obras comenzaron en 1699 y tras la muerte del maestro, en 1730, fueron
concluidas en 1731 por Diego Antonio Díaz.
El
templo fue inaugurado por el arzobispo Luis de Salcedo y Azcona, el deán Gabriel de Torres de Navarra, marqués de Campo Verde,
y con la predicación del arcediano Luis Ignacio Chacón, marqués de la Peñuela, en los
años del “Lustro Real” (1729-1733), en que Felipe V e Isabel de Farnesio instalaron
su Corte en Sevilla.
La consagración tuvo lugar el 25 de enero de
1733, pero todavía faltaban detalles, pues la decoración pictórica de la exedra
de acceso no se culminó, tal y como informa una inscripción, hasta 1743.
En
1767, los jesuitas tuvieron que abandonar el edificio al ser expulsados de
España por Real Orden de Carlos III, y fue ocupado por los franciscanos del
convento de san Diego, situado en el actual Prado de san Sebastián, cuyo
cenobio había sufrido graves desperfectos en una de las grandes riadas del
Guadalquivir.
Precisamente, existe un plano general de 1784,
quizá realizado por el arquitecto de la Audiencia de Sevilla Lucas Cintora,
aunque no está firmado, en relación a cuando estaba ocupado por estos
franciscanos de San Diego.
Plano
del Noviciado en 1784 (CC BY 3.0)
Según este plano, la Iglesia pública ocupaba el
centro de una manzana cuadrangular que formaban el noviciado, a la derecha, y
las escuelas pías, a la izquierda.
Las dependencias se disponían siguiendo un eje
ortogonal en torno a cinco patios principales, como el Hospital de la Sangre o
el Colegio San Telmo, con la pervivencia del primitivo patio mudéjar de los
duques de Alcalá de los Gazules.
Durante
la invasión francesa el edificio fue ocupado y expoliado por las tropas del
General Soult.
Jean
de Diei Soult (CC BY 3.0)
Con
el regreso de Fernando VII, los jesuitas volvieron en 1817 pero abandonaron el
edificio definitivamente por la desamortización de Mendizábal de 1835.
Juan Álvarez
Mendizábal (CC BY 3.0)
Desde entonces el antiguo noviciado ha tenido diversos usos,
como seminario, fabrica y hospicio.
Durante la II República se convirtió en Centro administrativo, lo
que lo salvó de los incendios y saqueos que sufrieron los templos cercanos de
santa Marina, San Marcos, Ómnium Sanctorum y san Julián.
Posteriormente, la Diputación Provincial unió el edificio al
cercano Hospital de los Inocentes para convertirlo en Hospital Provincial,
hasta los años 60 del siglo XX en que fue abandonado llegando a una ruina
total.
Desde 1984 la Diputación Provincial de Sevilla ha ido realizando
reparaciones para conseguir la recuperación integral del edificio, y el 6 de
septiembre de 2016 se inauguraron tanto las obras de rehabilitación como la
nueva iluminación dando así de nuevo la posibilidad de ser visitada por el
público en general.
EXTERIOR
La iglesia se encuentra orientada según el recorrido
del sol o “analema” (ver), de tal
manera que el altar mayor hacia el oeste recibe abundante luz, sobre todo en
primavera. La puerta principal da hacia el este, donde nace el sol. El altar de
San Estanislao, al norte. El altar de san Francisco de Borja, al sur. Reciben
luz el día de la onomástica de cada santo.
La fachada del
templo se levanta sobre un pódium de cinco gradas y presenta dos cuerpos y
cinco calles, que se abren mediante arcos de medio punto y vanos rectangulares,
flanqueada por dos torres octogonales, decoradas con azulejos, donde podemos
ver a los Evangelistas.
Todo ello cerrado mediante una verja de
hierro.
La fachada, como hemos comentado, es de dos cuerpos y está profusamente
decorada como "fachada retablo", alternando la piedra y el ladrillo como
materiales de construcción.
El primer
cuerpo se organiza mediante cinco vanos separados por dobles
pilastras cajeadas con profusa decoración de aspecto plateresco a base de
hojarasca y capiteles jónicos.
Los tres centrales dan acceso a un pórtico y los dos
de las calles exteriores comunican con dependencias auxiliares.
El vano central, de medio punto, está flanqueado por
semicolumnas que siguen un prototipo de fuste terciado que aparece en el templo
de Jerusalén del “Extraordinario
libro di architettura" de Sebastiano Serlio (ver), siguiendo la
idea del “Templum Domini”,
con el tercio inferior entorchado, los dos tercios superiores decorados,
capiteles compuestos y friso curvo convexo cubierto de roleos.
En las enjutas (ver) se ubican dos tondos (ver) con los bustos de San Pedro y San Pablo.
En el centro una cabeza de ángel.
Sobre este vano central encontramos una flor de lis,
símbolo ancestral de la monarquía francesa y también de la española a partir de
1700, con el cambio de dinastía con los Borbones, rodeada de la corona de
espinas, la reliquia aportada por San Luis al patrimonio religioso francés y
europeo, blasón alusivo al santo patrón del templo. Pero esta flor también es
un atributo del Templo de Salomón, y unida a la corona, muestra estrechas
relaciones con la idea de sacrificio y de Eucaristía.
A ambos lados de este vano central se ubican
sendos vanos rectangulares.
Sobre los vanos rectangulares se sitúan unos óculos
que algunos autores consideran tomados de la fachada de Sant'Agnese in Agone,
pero otros los ponen en relación también con Sebastiano Serlio, que los usa
habitualmente sobre los dinteles de los vanos laterales de sus conocidas
serlianas, sin nada que ver con Sant'Agnese, porque en ésta no se forma una
serliana, y en San Luis sí.
Sobre los óculos se ubican dos ángeles sujetando
un cesto de frutas.
El segundo cuerpo está separado del primero
por un entablamento y consta de cinco ventanas, la central está enmarcada
por columnas salomónicas, que se
interpretan como alusión a Jaquín y Boaz (ver), las columnas que enmarcaban el acceso
al templo de Salomón.
Todos los vanos son adintelados. Los de las calles laterales alternan frontones curvos y
triangulares quebrados.
El tímpano alojaba el escudo del templo, el emblema de
la Compañía, el anagrama de JHS (Jesús Salvador de los Hombres) rodeado de un
círculo de rayos, pero ha sido sustituido por el escudo real de Carlos III, sostenido por dos angelitos.
El anagrama JHS indica lo que vamos a encontrar en el
interior, un templo dedicado al culto eucarístico.
Sobre el escudo se sitúan las
estatuas de los tres arcángeles, a modo de acróteras (ver), San Rafael, San Miguel y san Gabriel, príncipes
del Empíreo (ver), el más alto de los cielos, que defienden y dan carta de
naturaleza celestial al templo, a la institución y a los novicios, a los que
protegen con su presencia desde el momento en el que cruzan su puerta.
Son atribuidos a Duque
Cornejo y a Juan de
Hinestrosa, discípulo de Lucas Valdés.
En cuanto a las torres, son idénticas en tamaño y forma. Están compuestas por dos cuerpos ochavados y chapiteles, con arcos de medio punto ciegos en cuatro lados, rematados con frontones triangulares. Ocupan los extremos de la fachada, centrando la gran cúpula del crucero.
La torre del lado
del Evangelio está dedicada a Jesús y la de la Epístola a María, con sus
correspondientes anagramas en los remates.
Los remates se atribuyen a Matías de Figueroa,
aunque se cree que los perfiles cóncavo y convexo y las tejas vidriadas en
blanco y azul ya estarían en el proyecto original de Leonardo de Figueroa en
sustitución de la forma bulbosa del chapitel del grabado de Pozzo.
En la torre del lado del Evangelio se mantienen las
hornacinas con esculturas, en las orientadas hacia la fachada, de San Mateo y
San Marcos.
La torre de la Epístola, dedicada a María, muestra
a San Lucas y San Juan en sus hornacinas.
Alejándonos, se impone la presencia de la gran cúpula,
que resulta casi invisible desde la acera de enfrente, encajonada en una
estrecha calle, pues, aunque los jesuitas proyectaron construir una plaza
delante, ésta nunca llegó a materializarse.
El exterior
de la cúpula presenta un tambor con tramos que intercalan
hornacinas y vanos rectangulares rematados por frontones curvos y triangulares
alternos.
La linterna se articula mediante columnas pareadas y torneadas con capiteles que tienen cabezas angélicas, una especie de orden
seráfico propio del Sancta
Sanctorum del templo de Salomón.
Está rematada por una gran cruz de forja rodeada de flores de lis, insistiendo de nuevo en la
dualidad del templo de Salomón y de San Luis.
Al atrio se accede por los tres vanos centrales.
En el centro se dispone la puerta de acceso a la iglesia que se apoya en un
arco de medio punto, enmarcado por alfiz, con las enjutas decoradas con motivos
vegetales y flores de lis. En la clave el escudo real y la flor de lis.
Esta puerta está flanqueado por sendas hornacinas
con las esculturas anónimas del siglo XVIII de los santos reyes sevillanos San
Fernando y San Hermenegildo.
El fundamento de todo el proyecto
constructivo y el contenido simbólico de la iglesia de San Luis se encuentra en
el Templo de Jerusalén como espacio sagrado primigenio, y en el hecho de estar
puesto bajo la advocación de San Luis, el rey que pretendió reconquistar
Jerusalén a través de una Cruzada.
El templo desarrolla un amplio programa
iconográfico de exaltación jesuita que cubre por completo los muros y la cúpula,
decorados por los pintores Lucas Valdés y Domingo Martínez, siendo las imágenes
y retablos obras del escultor Pedro Duque Cornejo.
Los retablos están llenos de espejos convexos venecianos,
fabricados de estaño y mercurio, que sirven para reflejar la luz y enviarla a
otros puntos, de forma que se multipliquen su efecto. Por otra parte, el espejo remite al lema "Speculum sine
macula" atribuido a la Virgen María.
La planta de la iglesia es centralizada, con una cruz griega (ver) inscrita en un
rectángulo, inspirada en la planta de Sant Agnese de Roma, aunque girándola
90º, con los brazos de la cruz dirigidos a los cuatro puntos cardinales,
terminados en muros curvados (exedras) (ver).
La cruz griega está presente en otros
noviciados jesuitas franceses e italianos, como el Colegio de Castelnovo de
Milán (segundo cuarto del siglo XVII) o la iglesia del Colegio Albanacense de
Toulouse, lo que hace pensar en un modelo creado para los noviciados.
Cúpula
En el crucero se dispone una potente
cúpula sobre tambor circular con linterna.
Esta gran cúpula, imagen de la Jerusalén
celestial, es la más grande de la ciudad, con trece metros y medio de diámetro,
sustentada aparentemente por ocho columnas salomónicas exentas monolíticas de
piedra caliza y ocho semicolumnas salomónicas, flanqueando las cuatro exedras
que forman los brazos de la cruz.
Las dieciséis columnas se levantan sobre
pedestales redondos y estriados verticalmente, los fustes tienen la parte
inferior recta y el resto con cuatro roscas salomónicas y están coronadas por
capiteles compuestos de orden corintio, en los que las volutas jónicas han sido
sustituidas por cornucopias unidas por guirnaldas de frutos.
Sobre ellas se ubica un entablamento con un friso
decorado con motivos vegetales y una cornisa muy saliente.
Pero estas columnas y
semicolumnas, no son elementos
sustentantes sino simbólicos y decorativos, pues la cúpula se
sostiene sobre cuatro grandes y macizos machones realizados en ladrillo, entre
los cuales, en el cuerpo bajo, se sitúan cuatro capillas y, sobre ellas, sendos
balcones cerrados con celosías de madera tallada y dorada.
Así, esta gran cúpula no apoya en los
tradicionales cuatro arcos con sus correspondientes pechinas, sino que se
levanta sobre un cilindro o tambor, perforado por los arcos de apertura a las
exedras que forman la cruz.
Esa misma solución fue la utilizada en las iglesias
del colegio jesuita de Málaga y de San Hermenegildo de Sevilla y en la Sala
Capitular de la catedral hispalense, obras de Leonardo de Figueroa.
El siguiente nivel de la cúpula del crucero consta de ocho ventanas, que proporcionan luz natural.
Entre las ventanas se intercalan ocho estatuas que representan a santos
fundadores históricos y legendarios de las más importantes órdenes religiosas,
como modelos de la fe católica a seguir por los novicios: San Agustín, fundador
de los Agustinos. Santo Domingo de Guzmán, fundador de los Dominicos. San
Benito, fundador de los Benedictinos. San Pedro Nolasco, fundador de los
Mercedarios. San Francisco de Asís, fundador de los Franciscanos. San Félix de
Valois, que ayudó a San Juan de la Mata a fundar los Trinitarios. San Francisco
de Paula, fundador de los Mínimos. El profeta Elías, precursor de la llegada
del Mesías y ejemplo para los Carmelitas.
En el nivel superior, sobre los
capiteles corintios de las columnas estriadas del nivel inferior, bordeando
la cornisa de la bóveda, se presentan
otras ocho imágenes realizadas por Domingo Martínez, sostenidas por ménsulas (ver) en
las que aparecen las virtudes cristianas que deben poseer los miembros de la
Orden, que aparecen ligadas con las bienaventuranzas
definidas por Cristo en el sermón de la montaña: mortificación, obediencia, pobreza, amor a
Dios, religión, amor al prójimo, castidad, oración y humildad.
Mortificación. Dichosos los que lloran. MORTIFICATIO - BEATI QUI LUGENT.
Obediencia. Dichosos los mansos. OBEDIENTIA - BEATI MITES.
Castidad. Dichosos los limpios de
corazón. CASTITAS - BEATI MUMDO
CORDE.
Oración. Dichosos los que tienen hambre y
sed de justicia. ORATIO - B.Q.
ESURIUNT ET SITIUNT IUSTITIAM.
Humildad. Dichosos los que sufren
persecución. HUMILITAS - BEATI
QUI PERSEC./ UTIONEM/ PATIUNT./ UR.
Ante el plemento de la cúpula sobre el altar mayor se ubica la talla de la RELIGIO, del latín religare, religar, unir o volver a unir.
Religión. Si alguno es niño que venga a mí. RELIGIO - SI QUIS EST PARVULUS VENIAT AD ME.
Esta figura, aparentemente femenina, sostiene una cruz con su mano izquierda, símbolo de Cristo y
de la muerte, reivindicando a Cristo como mártir, de ahí que con la mano
derecha sostenga una palma, en alusión a la resurrección.
Algunos autores interpretan la figura de la Religión
como una representación del propio rey Salomón, pues su célebre sabiduría
también es una característica de la Religión Católica.
La frase de los Proverbios 9.4 que rodea a la Religión
alude a la necesidad perpetua de acercarse a Dios con la inocencia de un niño
para alcanzar la verdadera sabiduría planteada como un plan de vida o ideario
para todos los novicios. SI QUIS EST PARVULUS VENIAT AD ME (“El que es como un
niño que venga a mí”).
Finalmente, en cada uno de los gajos fingidos de la
cúpula se representan los siete utensilios litúrgicos del viejo templo de
Salomón: el Arca de la Alianza, justo detrás de la Religión, el Candelabro de
los Siete Brazos, el Altar de los Holocaustos, la Mesa de los Panes y
Preposición, el Mar de Bronce, el Altar de los Perfumes y los Aguamaniles.
Se remata el conjunto con una linterna cuya luz simboliza la Divinidad.
Esta linterna presenta también una cuidada decoración que la convierte en imagen tridimensional del Sancta Sanctorum.
En ella aparecen ocho cabezas de querubines en relieve
pintados de amarillo, el color del oro, y una especie de florón de yesería
central como imagen simbólica de la palmera.
Entrada. Exedra de Acceso
En la zona hastial del templo, sobre la puerta de
entrada, se abre una tribuna con ocho arcos de medio punto apoyados en
columnas, y un conjunto de balcones cerrados con celosías, que
soportan la cúpula semiesférica, con pinturas murales de Domingo
Martínez.
Sobre el vano rectangular de acceso se ubicaba un
escudo de la Compañía, después reconvertido en real, sobre el que aparece una
leyenda que alude a la Parábola del Buen Pastor, cuando Cristo dice: “Yo soy la
puerta el que por mí entrare se salvará. Juan 10.9”. EGO SUM OSTIUM ("Yo
soy la puerta").
El escudo está flanqueado por dos ángeles
adolescentes.
El del lado de la Epístola porta una inscripción
interpretada en relación con la Compañía como vía de acceso y alusión a la
propia puerta del templo: HAEC PORTA DOMINI. JUSTI INTRABUNT IN EAM. Ps. 117. ("Esta
es la puerta del Señor / entran por ella los justos").
La inscripción del ángel del lado del Evangelio es el
lema del templo y completa el significado de la otra. SI QUIS EST PARVULUS
VENIAT AD ME. PORTA DOMIN Prov. 9.4. ("El que es como un niño que venga a mí").
En el tímpano se nos muestra a San Ignacio sobre la
casa de la Sabiduría indicándonos el camino a través de la meditación y del
sacrificio sobre la pasión de Cristo.
San Ignacio está flanqueado por dos ángeles que portan otra filacteria con la inscripción: ESTOTE SAPIENTES. Prov. 8.33. ("Sed sabios").
A su izquierda se ubican otros dos ángeles con la
inscripción: DOMUS SAPIENTIAE SAPIDAE SCIANTIAE. ("Casa de la Sabiduría
sazonada por la Ciencia").
Por encima, a la derecha, está la alegoría de la
Sabiduría Divina con el cetro de la providencia y el cuerno de la abundancia.
A la izquierda aparecen otros ángeles que portan un
Crucificado, una de las devociones más difundidas por las misiones jesuíticas,
y un rosario.
En el centro un arco de triunfo como casa de la
sabiduría que aloja a unos ángeles sobre el fondo de un árbol sosteniendo el
libro de los “Ejercicios Espirituales” y con las siguientes inscripciones: HABENS
FRUCTVS DUOCEDIM. Apoc. 22.2. FOLIA EIVS AD SANITATEM GENTIVM. ("Un árbol
de vida que daba doce frutos / y sus hojas eran saludables para las
naciones"). GUSTATE ET VIDETE. Ps. 34.9. ("Gustad y ved"). LIBER
EXIRCITIORUM SPIRITUAL. / LIUM / .S.IGNAT. / II / .D.LOYOLA. "Libro de los
ejercicios espirituales. San Ignacio de Loyola").
En una tarja central a los pies del arco también se
puede leer: LIGNUM VITAE IN MEDIO PARADISI ECCLESIAE. Gén. 2.9. ("En medio
del paraíso, el árbol de la vida para la iglesia").
A la izquierda del arco aparece San Carlos Borromeo
vestido de cardenal y con la siguiente inscripción: MEDITAOR IN OMNIBUS
OPERIBVS TUIS. Psalm. 76.13. ("Meditaré en todas tus obras").
A la derecha se sitúa San Francisco de Sales con
sobrepelliz y la mitra en el suelo, y con la inscripción IN ADINVENTIONIBUS
TUIS EXERCEBOR. Ps. 76.13. ("Y reflexionaré sobre tus hazañas").
A los lados de la puerta hay dos murales diseñados por
el padre Jerónimo de Ariza, impulsor, autor del programa iconográfico, mecenas
directo y conseguidor económico de nobles y miembros de la nobleza sevillana,
cabildo catedralicio y limosnas de los parroquianos.
En el lado del Evangelio se
representa la aprobación de la Compañía mediante la bula “Pastoralis Oficci” de Paulo III
en 1548, con el Libro de los Ejercicios junto a varios trofeos militares en
alusión al carácter militar y triunfante de la orden. QUIA
PLACIUM OCULIS MEIS. Juds. 14.3. ("Porque ha gustado a mis ojos"). HOC
MUNIOR ET PROTEGOR. ("lo defiendo y lo protejo"). VERUM NON
POTVERVNT, INFERRE MALVM MIHI. Psalm. 48. ("pero no podrán hacerme
mal").
En el lado de la Epístola se representa a “Las tres Gracias”, vestidas, portando
cuernos de la abundancia e identificadas con sus nombres: AGLAYA (Alegría),
THALÍA (Obediencia y Comedia) y EUFROSINE (Deleite), que en un contexto
cristiano se interpretan, según Séneca, como triple imagen de la liberalidad:
dar, aceptar y devolver beneficios o dones. Están ante un pedestal sobre el que
se ubica el libro de los Ejercicios Espirituales y señalan un cofre lleno de
riquezas.
La iglesia presenta siete retablos, el Retablo Mayor
del Presbiterio, cuatro retablos situados en la base de los machones que
sostienen la cúpula, y dos en los brazos laterales de la cruz, en el lado del
Evangelio y de la Epístola.
Sobre los retablos se disponen dos series de cuatro
tribunas con celosías de madera dorada, decorada con angelitos, pinturas y
adornos vegetales.
Los altares, menos el Altar Mayor, disponen de rejas
con un diseño florido y de apertura plegada, que permite que se recojan en los
laterales, dejado abierto los altares.
Las dos capillas situadas en los brazos laterales de
la cruz griega (san Estanislao de Kotska y san Francisco de Borja), están
cubiertas mediante cuarto de cúpula esférica, tienen muros curvados entre la
columna salomónica exterior y el retablo y balcones con celosías en la parte
superior. El intradós del arco está decorado con pinturas de Domingo Martínez.
Los cuatro retablos situados en la base de los
machones se deben totalmente a Pedro Duque Cornejo. Tienen una hornacina
principal, flanqueada por estípites, otra hornacina más pequeña en el ático, y
pequeñas vitrinas con reliquias de santos. En todo el retablo hay relieves de
roleos, motivos vegetales, espejos y demás adornos.
Vamos a describirlos siguiendo el orden contrario a
las agujas del reloj:
San Francisco de Regis
San Estanislao de Kostka
San Francisco Javier
Presbiterio-Altar Mayor
San Ignacio de Loyola
San Francisco de Borja
San Luis Gonzaga
Retablo de San Francisco de Regis
San Francisco de Regis (ver) se representa con un crucifijo y a su
alrededor diferentes cuadros con episodios de su vida.
En el ático de este retablo vemos la Dolorosa, obra de Pedro de
Mena, junto con pinturas sobre su vida.
El retablo de San Estanislao de Kostka (ver) ocupa el brazo lateral de la
cruz griega del lado de la Epístola y es gemelo del dedicado a san Francisco de
Borja.
El Santo juvenil jesuita se representa portando el
Niño Jesús en sus brazos, para recordar, como hemos comentado, la aparición
milagrosa de la Virgen que salvó a San Estanislao de una grave enfermedad,
entregándole su hijo durante unos instantes, tras lo cual le manifestó su deseo
de que entrase en la Compañía de Jesús.
Además de la talla principal, en el retablo se representan
numerosas escenas de la biografía del Santo, entre ellas la aparición de la
Virgen cuando le pide que ingrese en la Compañía, la aparición de
la Trinidad a Estanislao cuando este era solo un niño, su estancia en
la cama cuando se encontraba enfermo y se le aparece el Niño Jesús y el
episodio en que recibe la comunión de santa Bárbara.
A los
pies del retablo se encuentra la reliquia de la calavera de San Faustino,
además de otras reliquias, como en
el resto de los retablos.
En las paredes laterales encontramos tribunas y
cuadros.
El
retablo de San francisco Javier (ver) aloja una talla de Juan de Hinestrosa,
que presenta al santo navarro recuperando el crucifijo, durante el episodio
comentado de “El milagro del cangrejo”.
A los pies del retablo se encuentra mas detalles de la vida del santo y reliquias,
como en el resto de los retablos.
A ambos lados del arco se ubican sendos ángeles lampadarios en actitud de volar y de dar luz anunciando el culto a la eucaristía.
Cuentan con peanas de cabezas de querubines y aunque
estilísticamente éstas se asemejan al estilo de Duque Cornejo, hay muchas dudas en cuanto a su autoría.
El Retablo Mayor está
profusamente decorado y es un espectáculo de formas, espejos, luces y colores.
En el ático se manifiesta un gran dosel, rematado por la corona real,
sobre un ovalo con el retrato de san Ignacio.
Ático con gran dosel, corona real y ovalo con el retrato de san Ignacio.
Debajo un retrato de Luis IX de la escuela de Zurbarán, escoltado por las
representaciones de medio cuerpo de san Fernando y san Hermenegildo.
Bajo él, una Inmaculada de Duque Cornejo y un cuadro de la Virgen
de Belén con el Niño, de estilo manierista y autor
anónimo, que debió de realizarse a finales del siglo XVI.
En la zona inferior, un sagrario sobre el que se sitúa un pequeño relieve
con la escena de la muerte de san Francisco Javier.
Relieve de la muerte de san Francisco Javier
El resto de pinturas no obedece a un programa en concreto, sino que reúne
pinturas procedentes del legado de Francisco de Lelio Levanto, arcediano de
Niebla, coleccionista de obras de los siglos XVII y XVIII y mecenas de la
Orden.
En el lado izquierdo las cabezas degolladas de san Juan Bautista y san
Pablo, santos jesuitas como san Francisco de Borja y san Francisco Javier,
acompañados de san Félix de Cantalicio con san Pascual Baylon y san Francisco
de Asís con san Antonio de Padua (no puedo identificar exactamente esta información y hemos pareado las imágenes del flanco izquierdo).
En el centro
san Pio V, santa María Magdalena, una representación de Cristo Sacerdotal y una
Virgen con el Niño.
En el lado derecho, un Ecce Homo formado pareja con una Dolorosa, la Sagrada Familia y la Virgen con Santa Isabel, la Virgen Desairada, otra Virgen con el Niño, dos nuevos jesuitas, san Francisco de Regis y san Luis Gonzaga, terminando con san Felipe Neri y un santo jerónimo desconocido (no puedo identificar exactamente esta información y hemos pareado las imágenes del flanco derecho).
Terminamos con algunos detalles más de la decoración del retablo.
El Retablo de San Ignacio de Loyola (ver) es un retablo vitrina que nos muestra a san Ignacio arrodillado en el episodio de la cueva de Manresa, donde escribió sus Ejercicios Espirituales.
En el remate se muestra el cáliz con las siglas IHS, adoptadas por San Ignacio como emblema del Instituto.
En los
laterales hay escenas de su vida.
Detalle del ático de la tribuna superior
A los pies del retablo se
encuentra más detalles de la vida del santo y reliquias, como en el resto
de los retablos.
En el brazo de la cruz griega del lado del
Evangelio, apreciamos el retablo de San Francisco de Borja (ver), gemelo al de
san Estanislao de Kostka situado enfrente en el lado de a Epístola e igualmente
realizado por Pedro Duque Cornejo.
En la parte superior del retablo se muestra
el escudo de armas del arzobispo Luis de Salcedo Azcona gran mecenas dela
iglesia de san Luis.
Detalle del escudo de
armas del arzobispo Luis de Salcedo Azcona
El Santo se presenta con el pie derecho sobre el orbe terráqueo y portando un cráneo con corona en la mano izquierda, para simbolizar el horror sufrido al descubrir el cuerpo putrefacto de la emperatriz Isabel de Portugal, cuando fue comisionado para trasladar su cuerpo desde Toledo hasta el mausoleo de los Reyes Católicos en Granada.
Alrededor del santo se aprecian diferentes
escenas de su vida.
Pueden leerse los emblemas “Roseos lvx efvgat
alma colores” (una luz fecunda disipe los colores rojizos) simbolizado por un
paisaje con disco solar y “Vitae melioros origo” (origen de una vida mejor)
simbolizado por el ave fénix surgiendo de sus cenizas.
A los pies del
retablo se encuentra reliquias, como en el resto de los retablos.
Detalle de reliquias
En las paredes
laterales encontramos tribunas y cuadros.
El retablo dedicado a san Luis Gonzaga (ver) expone la imagen principal
realizada poco después de su canonización y es considerada de gran valor porque
aparenta que la escultura presenta un suave movimiento, como si se meciera por
el viento.
En la parte superior del retablo se sitúa el busto de Ecce-Homo,
obra de Pedro de Mena.
Alrededor del santo, como en los demás retablos, se aprecian
diferentes escenas de su vida.
Se encuentra en el antiguo noviciado, separada
de la iglesia principal y se finalizó en 1712, antes que dicha iglesia
principal. Se debe a la remodelación que
realizó Leonardo de Figueroa en la primera capilla, que ocupaba el salón
principal del palacio de los Enríquez.
Estaba dedicada a la Virgen María y destinada
al culto privado de los novicios que se sentaban a ambos lados en una sillería
(actualmente perdida tras la restauración de Fernando Mendoza Castell), para
rezar las letanías, de tal manera que los de un lado actuaban como reflejo y
complemento de los del opuesto.
A cada lado de la puerta de entrada existe una
hornacina con un santo de la Compañía.
Es
un espacio de una única nave con una bóveda de cañón sobre arcos fajones,
completamente decorada con yeserías y pinturas al temple.
Las pinturas de la bóveda son de Domingo
Martínez, con la representación central del escudo de la orden y en los laterales las diferentes letanías de la virgen (ver).
El
presbiterio está cubierto por una cúpula elíptica, sobre pechinas, decorada por
el fresco de la “Exaltación o Apoteosis de la Virgen”, obra de Lucas Valdés,
rodeada de los Apóstoles, a sus pies en la parte inferior, y un grupo de
ángeles y querubines en la parte superior.
Detalle de la pechinas
Detalle de la pechinas
A
cada lado del Presbiterio un ángel lamparario.
Las
paredes laterales del Presbiterio presentan dos ventanales con amplia
decoración en su entorno.
Es espectacular el retablo realizado por Duque Cornejo que presenta una rica ornamentación que incluye numerosas
pinturas, cornucopias de madera tallada y medallones de yeso policromado.
Está inspirado en la figura 71 del primer libro de
Andrea Pozzo, hermano jesuita y pintor barroco, y también se puede
apreciar la influencia de Jerónimo de Balbás.
El diseño responde a una exaltación de la Eucaristía, con
objetos relacionados como racimos de uva, espigas de cereales u hojas de cardo.
En el centro se encuentra una pequeña imagen de la Virgen María, que fue
regalada por san Francisco de Borja, bajo un dosel sostenido por dos ángeles y
rematado por la corona real.
A ambos lados las tallas de Estanislao de Kostka representada con el Niño
Jesús en sus brazos y Luis Gonzaga.
Más arriba dos medallones con dos altorrelieves que muestran escenas de la
predicación de San Francisco Javier y san Francisco de Borja.
En el ático del retablo, sobre la Virgen, se representa la
escena en la que se recibe a Estanislao de Koska en el noviciado de Roma.
En las paredes de la capilla se encuentran marcos, medallones y
cornucopias de madera tallada y dorada con relicarios, junto a
cuadros de la vida de la Virgen y de los Apóstoles.
Las pinturas del nivel inferior representan a
los 12 apóstoles, más Pablo y Bernabé y a los evangelistas Lucas y
Marcos. Son copias del apostolado de Van Dyck realizadas por Domingo
Martínez.
En la pared de la Epístola: san Pablo, san Pedro, san Matías,
Santiago, san Juan, Santo Tomas, Santiago el Menor, San Felipe, san Bartolomé
En la pared del Evangelio: san Marcos, San
Lucas, san Bernabé, san Andrés, san Judas Tadeo, san Simón, san Mateo.
Algunas reliquias
Algunos pequeños cuadros encima de los de la Virgen.
Detrás del retablo de la Capilla Domestica se encuentra la
sacristía a la que se accede por las puertas laterales.
Al frente se sitúan unas cajoneras con pequeñas pinturas,
litografías y huesos de santos enmarcados. Entre ellas una mesa y el escudo de la
Compañía.
Detalles dela cajonera izquierda
En el muro que linda con la capilla se dispone un retablo con puertas que
presentan vidrios que hacen reflejos y que permiten ver la parte posterior del
retablo de la Capilla Domestica.
En la pared derecha un aguamanil de mármoles rojos y negros.
La sacristía está cubierta por una bóveda esquifada, decorada por Domingo
Martínez y que representa el anagrama de Cristo rodeado por los cuatro
evangelistas.
Está situada bajo la nave principal, ocupando todo su trazado, por lo que adopta la morfología de cruz griega.
Incluye cuatro pilares, reforzados por ladrillos, cuya continuación son los
machones que en el piso superior soportan la cúpula.
Su intención es crear un compartimento estanco que separa el pavimento de
la Iglesia de la capa freática del solar.
Durante los trabajos de restauración se han rescatado
los restos óseos de numerosos cadáveres, la mayoría mujeres, posiblemente monjas,
también de niños y varones, lo que
demuestra la función de este espacio como lugar de enterramiento para los
miembros de la comunidad jesuita. Estos restos fueron trasladados a otros
lugares para recibir cristiana sepultura.