jueves, 2 de mayo de 2024

 ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA

Virgen de la Hiniesta (Iglesia de san Julián).

Sobre el año 40, unos siete años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, salió de Roma el Apóstol Santiago, quien ya había recorrido Palestina, Tiro, Sidón, Grecia e Italia, predicando el Evangelio. Desde Roma se dirigió a la más importante y rica región de la Bética, e inició su evangelización en Sevilla. 

Bautizó a un grupo de fieles, fundó la Iglesia de Sevilla y eligió como obispo a un modesto y piadoso escultor, al que llamó Pío. 

Pio era de profesión escultor, y había nacido en Massia, un puertecillo de pescadores en la orilla del rio, entre los pueblos actuales de Puebla del Rio y Coria del Rio. Era buen artista y se dedicaba a realizar esculturas para el adorno de los edificios que se construían en Hispalis o Sevilla, y en su vecina Itálica.

Tras predicar por el resto de la Bética, el apóstol regresó a Sevilla, pidiendo a Pío que le acompañara a la provincia tarraconense. 

Marcharon ambos predicando por el camino y, llegados a orillas del Ebro, a la altura de Cesar Augusta (la actual Zaragoza), se sentaron y lloraron amargamente, porque no conseguían aumentar las conversiones.

Entonces se les apareció la Virgen María, que aún vivía, situada de pie sobre una columna (o pilar, de ahí el nombre de la advocación), para anunciarles que su misión tendría éxito.  

Santiago hizo regresar a Pío a Sevilla, con el encargo de que esculpiera una imagen de la Virgen sobre un pilar y la colocase en el lugar de reunión (secreto, pues el culto cristiano estaba prohibido) de los fieles de la ciudad, rindiéndole culto como patrona.

El obispo Pío, modeló la estatua de la Virgen María sobre el pilar y la colocó en la primera iglesia sevillana, al parecer situada a espaldas del circo romano.

En las excavaciones realizadas para la construcción de la Av. de la Cruz Roja, se descubrió que los cimientos del circo llegan desde el Hospital de la Cruz Roja hasta la calle Fray Isidoro de Sevilla, por lo que la primera iglesia cristiana podría estar en la calle Fray Isidoro de Sevilla, o en la plaza que hay delante del “Grupo Escolar Queipo de Llano”, vulgarmente llamado “El colegio de los moros”.

Pero, otras referencias hablan de que San Pío construiría la primera iglesia sevillana, con el título de Santa Jerusalén, en el solar que actualmente ocupa el convento de los capuchinos, a las afueras de la Puerta de Córdoba.

Convento de Capuchinos

San Pío puso en la iglesia una imagen de la Virgen, que sería la segunda en el mundo, tras la del Pilar de Zaragoza.

La Virgen sevillana se tituló de la Concepción, y no era otra que la que más tarde se llamaría de la Hiniesta.

Transcurridos más de 200 años, el cristianismo fue autorizado, y entonces se construyó la basílica, hoy Parroquia de San Vicente (ver), a la que fue trasladada la imagen de la Virgen del Pilar, patrona de Sevilla.

Allí permaneció durante el resto del dominio romano y durante la época de los visigodos, hasta que en el año 711 al producirse la invasión musulmana desaparece, ignorándose si dicha imagen fue destruida por los árabes, o si algún clérigo la sacó anticipadamente de Sevilla para ponerla a salvo, y se encuentra en algún lugar del Norte de España. 

Pasada la ocupación árabe y reconquistada Sevilla por el Rey San Fernando, se consagró como Catedral la mezquita mayor, o Aljama, en la cual, el Obispo Don Remondo entronizó una imagen de Nuestra Señora con el nombre de Santa María de la Sede, a la que hizo patrona de la sede episcopal.

Por otro lado, con motivo del saqueo de Sevilla por Gunderico (ver), que fue rey de los vándalos entre el 407 y el 428, la Virgen de la Concepción fue escondida para evitar su profanación en una casa en el interior de las murallas de la ciudad, situada en el solar donde después se alzaría la parroquia de San Julián.

Tras la invasión vándala, se construyó en el lugar de la casa un templo, que recuperó el título de Santa Jerusalén, dedicado a la Virgen de la Concepción, que lo presidió desde su altar mayor y allí permanecería hasta que la invasión musulmana en el año 711 obligó a ocultarla en los montes de Cataluña.

A finales del siglo XIV, el caballero mosén Per de Tous, estando de cacería por los montes de Cataluña encuentra, entre las retamas e hiniestas en las que se habían refugiado las perdices que perseguía, una imagen de la Virgen con el Niño en brazos con un letrero en latín que decía: “Sum Hispalis de sacello ad portam quae ducit ad Corduvam” (“Soy de Sevilla, de una capilla junto a la Puerta que conduce a Córdoba”).



El caballero aragonés, siguiendo esta indicación, la trae a Sevilla, suponiéndose que había estado oculta desde la invasión árabe. En nuestra ciudad, el cabildo catedralicio quiso quedarse con la imagen, pero Per de Tous hizo prevalecer su voluntad de conducirla al lugar que indicaba la inscripción. Y dado que la iglesia más cercana a la Puerta de Córdoba era la Parroquia de San Julián, allí quedó depositada, dándosele el nombre de Nuestra Señora de la Hiniesta, porque hiniesta en aragonés es el nombre de la retama, y la imagen fue descubierta en un hoyo o cueva al pie de una retama.

La puerta de la nave del Evangelio, por la que entró la imagen en la iglesia, se tapió como señal del deseo divino de permanencia en el templo y en la ciudad.

Los antiguos cronistas y analistas sevillanos coinciden en señalar el año 1380 como el del inicio del culto de la Virgen de la Hiniesta en la parroquia de San Julián.

Desde el primer momento, la imagen queda vinculada a la familia Tous, luego entroncada con los Monsalve, que le construyeron una capilla en 1407, con derecho a enterramiento familiar. Otros miembros de la nobleza, como los Enríquez de Ribera, e incluso de la realeza, como el infante Fernando el de Antequera, futuro rey de Aragón, mostraron también su devoción a la Virgen con distintos actos piadosos y donaciones.

En torno a 1412, según el historiador Francisco Lorenzo de Vera y Rosales, se funda una hermandad de gloria para rendir culto a la Virgen de la Hiniesta, y en torno a 1480, un clérigo llamado Luis Alfonso deja en su testamento a la hermandad unas casas a espaldas de la parroquia de San Marcos, en la esquina de las actuales calles Vergara e Hiniesta, para crear un hospital.

En 1565, la nueva espiritualidad del catolicismo contrarreformista hace que la hermandad de gloria de la Hiniesta se transforme en cofradía de penitencia. 

Y en 1587, se verá obligada a abandonar su hospital y trasladarse a capilla propia construida en la parroquia de San Julián.

En el siglo XVII se reconoce a la Virgen de la Hiniesta como patrona y protectora de Sevilla. Por ello, en 1649, el Ayuntamiento instituye un voto perpetuo de acción de gracias por el fin de la epidemia de peste que asoló la ciudad.

En 1671, se construyó un retablo mayor en San Julián en el que quedó entronizada y desde entonces preside la iglesia.

En resumen, la patrona de la Ciudad es la Virgen del Pilar, puesta por el primer Obispo, San Pio. 

Compatronas con dicha Virgen, son las dos santas mártires sevillanas Justa y Rufina. 

Patrona de la sede episcopal es Nuestra Señora de las Sede, puesta en la Catedral por don Remondo en 1248. 

La Patrona de la Corporación Municipal es la Virgen de la Hiniesta, que se venera en la Parroquia de San Julián. 

Y finalmente la Patrona de la Archidiócesis Hispalense, es Nuestra Señora de los Reyes.

 RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires 

San Julián.

Cristo con san Julián y Basilisia, Celso y Marcionilla. Pompeo Battoni. 1736-38. Getty Museum. Los Ángeles (CC BY 3.0)

Celso y Marcionilla fueron unos de los primeros mártires cristianos. Marcionilla fue una matrona​ y Celso era su hijo pequeño. Junto con Anastasio, Antonio, Juliano y otros sufrieron el martirio en Antioquía durante la Persecución de Diocleciano. ​

Sobre los santos Julián y Basilisa, del siglo III, no hay datos históricos absolutamente fehacientes y frecuentemente se ha confundido este Julián con Julia de Cilicia, ya que en el Martirologio romano se hace referencia a ocho santos con este nombre que se celebran durante el mes de enero.

Fueron forzados a casarse a pesar de que habían hecho voto de castidad y preservaron su virginidad durante toda su vida.

Basilisa fundó un convento para mujeres, del cual fue superiora y Julián reunió un grupo de monjes y fundó un monasterio.

Además, convirtieron su hogar en un Hospital donde se llegó a atender a más de mil personas.

Consiguieron una oleada de conversiones por lo que fueron prendidos durante la persecución de Diocleciano.  A pesar de ser sometido a todo tipo de torturas conseguía convertir al cristianismo a los presos y carceleros, por lo que fue arrojado a los leones, pero estos se postraron a sus pies, por lo que finalmente fue decapitado, en Antioquía o, más probablemente en Antínoe (Egipto).

Martirio de san Julián. Antonio Zanchi. 1665 (CC BY 3.0)

Basilisa murió pacíficamente en su cenobio, pero iconográficamente se suele representar a los dos juntos, con un león postrado a sus pies, portando las azucenas de su castidad y la palma del martirio. 

Santos Julián y Basilisa. Grabado popular con los dos santos (CC BY 3.0)


Iglesia de san Julián

En la pared de la Epístola del Presbiterio una talla completa de San Julián, obra de José Pérez Conde (1996).

San Julián

Detalle de san Julián