El
23 de noviembre de 1248, tras dos años de asedio, el rey Fernando III entra en
Sevilla. En su ejército figura un nutrido grupo de caballeros que su primo, el
rey Luis de Francia, le había enviado para la Santa Misión de reconquistar las
tierras en poder del Islam.
Los
caballeros franceses, en su mayoría occitanos, traen consigo una imagen de la
virgen de gran veneración en su región.
Se
trata de una virgen negra conocida como Nuestra Señora de Rocamadour.
El
nombre le viene de la localidad gala de Rocamadour (Ròc Amador) donde el año
1162 unos monjes benedictinos encontraron en una cueva el cuerpo incorrupto de
San Amador, un ermitaño al que la leyenda popular asigna la personalidad de
Zaqueo, rico publicano de Jericó casado con La Verónica del Evangelio.
Pero,
según una tradición que, como otras muchas, puede ser leyenda piadosa o
historia verdadera, san Amador fue la persona que cuidó a la Virgen María en su
ancianidad y que, cuando ella murió, continuó cuidando ancianos enfermos en
Jerusalén.
Fernando
III concede a estos caballeros diversos privilegios y, entre ellos, la
construcción de un pequeño hospital y hospicio de ancianos, cuya capilla
dedicaron, con una bellísima pintura mural gótica de influencias bizantinas, a
Nuestra Señora de Rocamador.
La
devoción a la Virgen de Rocamador se extendió entre el pueblo sevillano,
compartida con la Virgen del Rosario cuya hermandad tenía la sede en San
Lorenzo.
Con
el descubrimiento de América la devoción se expande por los nuevos territorios
de forma que en muchos lugares de Colombia, México y Perú podemos encontrar
imágenes con esta advocación.
Otras fuentes nos dicen que esta devoción por Nuestra Señora
de Rocamador fue introducida por el rey Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando
III, que la nombra en varias Cantigas con esa advocación.
Iglesia de san Lorenzo (ver-leer mas)
Pues
bien, a los pies del templo junto al coro y órgano, la Capilla de
Nuestra Señora de Rocamador es del siglo XIV y hasta el siglo XIX
estuvo cerrada con rejas, siendo el mausoleo de la familia Bucarelli, que
residía en el cercano palacio que hoy pertenece a los condes de Santa Coloma,
en la calle Santa Clara.
La
pintura mural que representa a la Virgen, que es titular de la Hermandad
Sacramental fusionada con la de la Soledad, es de gran tamaño y estilo claramente
bizantino, está fechada a finales del siglo XIV o principios del XV,
equiparable en antigüedad a las catedralicias de la Antigua y de los Remedios,
y a la Virgen del Coral de san Ildefonso.
Destacable la imagen del Niño que en su mano izquierda lleva
un pequeño pajarito, probable alegoría
del alma humana que busca refugio al lado de Cristo.
El
retablo rococó que la rodea fue finalizado en el año 1751,
estructurándose en torno a dos estípites que hacen de marco.
Cuenta,
asimismo, con una profusa ornamentación de rocalla, además de un relieve de la
Anunciación en el ático.
Tanto
la bóveda de la capilla como un lateral de la misma presentan pinturas del
siglo XVIII, sobresaliendo el tema de La Presentación en el templo
del Niño Jesús.
En
sendas repisas figuraban pequeñas imágenes de san Joaquín y santa Ana, sustituidas ocasionalmente por floreros.
El
zócalo presenta azulejos de principios del siglo XVI del círculo de Hernando de
Valladares.
Vista del Retablo desde la nave central y desde la nave de la Epístola
Retablo e imagen de Nuestra Señora de Rocamador
Detalle de Nuestra Señora de Rocamador
Detalle del Niño
Detalle de la mano del Niño con el pajarito
Detalle de la Anunciación en el ático
Detalle de san Joaquín y santa Ana
Repisa con florero
Frontal del retablo
Presentación en el templo del niño Jesús
Coronación de la Virgen el el ático
Detalle del techo de la capilla
Detalle del zócalo de azulejos