lunes, 11 de marzo de 2024

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística  

Fernando Villalón.


Nació, el 31 de mayo de 1881, en Sevilla en la calle de los Alcázares, número 6, en casa de sus abuelos maternos, los marqueses de San Gil, según costumbre de la aristocracia andaluza de la época. Esta casa fue vendida a la Compañía de la Cruz de santa Ángela (ver) en 1887 y tras la muerte de esta en 1932, la calle fue rotulada como Sor Ángela de la Cruz.

Placa de mármol en la antigua calle Alcázares 6

Su padre, Andrés Villalón-Daoiz y Torres de Navarra, era conde de Miraflores de los Ángeles, título en que sucedió Fernando como VII Conde, aunque éste nunca hizo gestiones para darle validez.

Según su primonhermano, el periodista y político, Manuel Halcón   fue bautizado en la Iglesia de san Pedro, pero según el profesor de la Universidad de Perpiñán Jacques Issorel fue bautizado en la iglesia de san Juan de la Palma (ver). ​

Pero pasados los primeros meses de su nacimiento, la familia se vuelve a Morón, y vivió con sus padres en un palacete de la calle Ramón Auñón 7, de Morón de la Frontera (actual Casa de la Cultura), que curiosamente estaba construida como en barranco, lo que posibilitaba entrar con los caballos por la azotea, y en el cortijo de la Rana.

En octubre de 1890 Fernando entró como interno, como todos los niños ricos de aquel contorno, en el colegio de jesuitas de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María, donde fue compañero y amigo de Juan Ramón Jiménez, así como de Pedro Muñoz Seca, Antonio Porras y Dionisio Pérez.

En 1896 obtuvo el título de Bachiller con sobresaliente y, ese mismo año, empezó la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla. En 1901 abandonó la carrera, faltándole solo tres asignaturas, y la recuperó y se licenció en 1926.

En 1917 conoció a Concepción Ramos Ruiz, "Conchita", con quien vivió hasta su muerte.

En 1918 compró la casa de la calle San Bartolomé, número 1, en el barrio de san Bartolomé de Sevilla.

Al abandonar la carrera de derecho se dedicó a la gran pasión que siempre había sentido por el campo, sus gentes y sus faenas y pasó a ser ganadero de reses bravas. 

Pero, según Jacques Issorel, fue a contracorriente de la evolución de la tauromaquia.

Pues se empeñó en criar toros salvajes, con los ojos verdes, el toro-dios del relato platónico, como los que él había leído en la mitología a la que estaban sujetas las tierras de la Baja Andalucía, cuando, a partir de 1913, se imponía el toreo estético de Juan Belmonte, que exigía un toro menos agresivo, por lo que muchas figuras del momento se negaban a enfrentarse a los toros de Villalón debido a que eran demasiado peligrosos.

Por todos esos parajes fue comprando y malvendiendo ganado y fincas hasta que se fue arruinando, teniendo que hipotecar su casa sevillana de la calle San Bartolomé 1, vender parte de su ganadería, en 1925, al torero Juan Belmonte y el resto de sus reses, como carne de matadero, en 1926.

Sus deudas fueron pagadas por su hermano Jerónimo y se vió forzado a trasladarse a Madrid, a finales del año 1929, en compañía de su esposa Concepción Ramos Ruiz.

Falleció en Madrid el 8 de marzo de 1930 en una clínica de la calle Ríos Rosas 34, a consecuencias de una operación de litiasis renal y fue enterrado en el cementerio de la Almudena, sin poder cumplir su único deseo, de que lo amortajaran: “Que me entierren con espuelas / y el barbuquejo en la barba / que siempre fue mal nacido / quien renegó de su casta”.

Su esposa, Concepción Ramos Ruiz, murió en 1980 y las pertenencias de Fernando Villalón pasaron a manos de su sobrino, Miguel Oliveros Ramos.

Sus primeros poemas (“Semblanzas de matadores”) datan de 1918, pero no publicó hasta 1926 su poema “Mañana de San Juan” en la revista sevillana Mediodía y en 1927 su libro “Andalucía la Baja”, en el que ofrece una visión lírica, a veces crítica, de su tierra, dividido en siete secciones: Las Tres Marías AtlánticasMomentos de la ciudadMomentos del campoFotografías en versoEl alma de las cancionesRomances de tierra adentro y Rabel de “las Tres Marías”.

En 1927, en colaboración con Adriano del Valle y Rogelio Buendía, fundó en Huelva la revista “Papel de Aleluyas”, que alcanzó los siete números  y dejó de publicarse en 1928.

En noviembre de 1927 publicó en la revista Oromana su cuento “La palabra que se hizo carne”, en 1928 su libro “La Toriada”, en 1929 “Romances del Ochocientos” dedicado a Juan Ramón Jiménez, y en 1944 sus “Poesías Completas”. A su muerte dejó una serie de poemas inéditos que fueron publicados en 1985.

Sus amigos Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Jorge Guillen, José Bergamín, Juan Chabás, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Porlán, Rafael Laffón, Juan Sierra, Joaquín Romero Murube y especialmente Rafael Alberti, admiraban su enorme vitalidad y generosidad, y este último lo denominaba “Ese caballero ardiente por las arboledas perdidas". 

Medio siglo después de desaparecido, Camarón de la Isla recuperó las coplas Caracoles de Andaluces la Baja (1927), Marineras III y Garrochistas IV de Romances del 800 (1929) que se emplearon en el álbum “La Leyenda del tiempo” (1979): “¡Islas del Guadalquivir! / ¡Donde se fueron los moros / que no se quisieron ir!”...

Letras que harían escribir muchos años después a Antonio Burgos: “La Clase [sic] nunca perdonó al conde de Miraflores de los Ángeles que ejerciera de Fernando Villalón, que se mezclara con los poetas, la gente de mal vivir, los toreros, y cantara a los contrabandistas, que glorificara la ley de la sierra sobre las normas cerradas del llano, que hiciera héroes a los bandoleros, que anduviera en la teosofía y en la magia, que se arruinara”.

Remolino en el camino. / Siete bandoleros bajan / de los alcores del Viso / con sus hembras a las ancas”... “Siete caballos caretos; / siete retacos de plata; / siete chupas de caireles, / siete mantas jerezanas. / Siete pensamientos puestos / en siete locuras blancas. / Tragabuches, Juan Repiso, / Satanás y Mala-Facha, / José Cándido y el Cencerro / y el capitán Luis de Vargas, / de aquellos más naturales / de la Vega de Granada. / Siete caballos caretos / los Siete Niños llevaban...”.

“Mocitas las de la Alfalfa; / mocitos los pintureros; / negros pañuelos de talle / y una cinta en el sombrero. / Dos viudas con claveles / negros, en el negro pelo”.

Echa vino, montañés, / que lo paga Luis de Vargas, / el que a los pobres socorre / y a los ricos avasalla”.