RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Poetas.
Fernando Villalón.
Nació, el 31 de mayo de 1881, en Sevilla en la calle de los
Alcázares, número 6, en casa de sus abuelos maternos, los marqueses de San Gil,
según costumbre de la aristocracia andaluza de la época. Esta casa fue vendida
a la Compañía de la Cruz de santa Ángela (ver) en 1887 y tras la muerte de esta
en 1932, la calle fue rotulada como Sor Ángela de la Cruz.
Su padre, Andrés
Villalón-Daoiz y Torres de Navarra, era conde de Miraflores de los Ángeles,
título en que sucedió Fernando como VII Conde, aunque éste nunca hizo gestiones
para darle validez.
Según su primonhermano, el periodista y político, Manuel Halcón fue
bautizado en la Iglesia de san Pedro, pero según el profesor de la
Universidad de Perpiñán Jacques Issorel fue bautizado en la iglesia de san
Juan de la Palma (ver).
Pero pasados los primeros meses de su nacimiento, la
familia se vuelve a Morón, y vivió con sus padres en un
palacete de la calle Ramón Auñón 7, de Morón de la Frontera (actual Casa de la
Cultura), que curiosamente estaba construida como en barranco, lo que
posibilitaba entrar con los caballos por la azotea, y en el cortijo de la Rana.
En octubre de 1890 Fernando entró como interno, como todos
los niños ricos de aquel contorno, en el colegio de
jesuitas de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María, donde fue
compañero y amigo de Juan Ramón Jiménez, así como de Pedro Muñoz Seca, Antonio
Porras y Dionisio Pérez.
En 1896 obtuvo el título de Bachiller
con sobresaliente y, ese mismo año, empezó la carrera de Derecho en la
Universidad de Sevilla. En 1901 abandonó la
carrera, faltándole solo tres asignaturas, y la recuperó y se licenció en 1926.
En 1917 conoció a Concepción Ramos Ruiz,
"Conchita", con quien vivió hasta su muerte.
En 1918 compró la casa de la calle San Bartolomé,
número 1, en el barrio de san Bartolomé de Sevilla.
Al abandonar
la carrera de derecho se dedicó a la gran pasión que siempre había sentido por
el campo, sus gentes y sus faenas y pasó a ser ganadero de reses bravas.
Pero, según
Jacques Issorel, fue a contracorriente de la evolución de la tauromaquia.
Pues se empeñó en criar toros salvajes, con los ojos verdes, el
toro-dios del relato platónico, como los que él había leído en la mitología a la que estaban
sujetas las tierras de la Baja Andalucía, cuando, a partir de 1913, se imponía el
toreo estético de Juan Belmonte, que exigía un toro menos agresivo, por lo que
muchas figuras del momento se negaban a enfrentarse a los toros de Villalón
debido a que eran demasiado peligrosos.
Por todos esos parajes fue comprando y malvendiendo ganado y
fincas hasta que se fue arruinando, teniendo que hipotecar su casa sevillana de
la calle San Bartolomé 1, vender parte de su ganadería, en 1925, al torero Juan
Belmonte y el resto de sus
reses, como carne de matadero, en 1926.
Sus deudas fueron pagadas por su
hermano Jerónimo y se vió forzado a trasladarse a Madrid, a finales del año
1929, en compañía de su esposa Concepción Ramos Ruiz.
Falleció
en Madrid el 8 de marzo de 1930 en una clínica de la calle Ríos Rosas 34, a
consecuencias de una operación de litiasis renal y fue enterrado en el
cementerio de la Almudena, sin
poder cumplir su único deseo, de que lo amortajaran: “Que me entierren con espuelas
/ y el barbuquejo en la barba / que siempre fue mal nacido / quien renegó de su
casta”.
Su esposa, Concepción Ramos Ruiz, murió en 1980 y las
pertenencias de Fernando Villalón pasaron a manos de su sobrino, Miguel
Oliveros Ramos.
Sus primeros poemas (“Semblanzas de matadores”) datan de
1918, pero no publicó hasta 1926
su poema “Mañana de San Juan” en la revista sevillana Mediodía y en 1927 su libro “Andalucía la Baja”, en el que ofrece una visión lírica, a veces
crítica, de su tierra, dividido en
siete secciones: Las Tres Marías
Atlánticas, Momentos
de la ciudad, Momentos del
campo, Fotografías en
verso, El alma de las
canciones, Romances de
tierra adentro y Rabel
de “las Tres Marías”.
En
1927, en colaboración con Adriano del Valle y Rogelio Buendía, fundó en Huelva
la revista “Papel de Aleluyas”,
que alcanzó los siete números y dejó de
publicarse en 1928.
En
noviembre de 1927 publicó en la revista Oromana su cuento “La palabra que se hizo carne”, en 1928 su
libro “La Toriada”, en 1929 “Romances del Ochocientos” dedicado a Juan Ramón
Jiménez, y en 1944 sus “Poesías Completas”. A su muerte dejó una serie de poemas
inéditos que fueron publicados en 1985.
Sus amigos Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Dámaso
Alonso, Jorge Guillen, José Bergamín, Juan Chabás, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre,
Luis Cernuda, Rafael Porlán, Rafael Laffón, Juan Sierra, Joaquín Romero Murube
y especialmente Rafael Alberti, admiraban su enorme vitalidad y generosidad, y
este último lo denominaba “Ese
caballero ardiente por las arboledas perdidas".
Medio siglo después de desaparecido, Camarón de la Isla recuperó las coplas Caracoles de Andaluces
la Baja (1927), Marineras
III y Garrochistas IV de Romances del 800 (1929) que se
emplearon en el álbum “La Leyenda del tiempo” (1979): “¡Islas del Guadalquivir! / ¡Donde se fueron
los moros / que no se quisieron ir!”...
Letras que harían escribir muchos años después a Antonio Burgos: “La Clase [sic] nunca
perdonó al conde de Miraflores de los Ángeles que ejerciera de Fernando
Villalón, que se mezclara con los poetas, la gente de mal vivir, los toreros, y
cantara a los contrabandistas, que glorificara la ley de la sierra sobre las
normas cerradas del llano, que hiciera héroes a los bandoleros, que anduviera
en la teosofía y en la magia, que se arruinara”.
“Remolino en el camino. / Siete bandoleros bajan / de los
alcores del Viso / con sus hembras a las ancas”... “Siete caballos caretos;
/ siete retacos de plata; / siete chupas de caireles, / siete mantas jerezanas.
/ Siete pensamientos puestos / en siete locuras blancas. / Tragabuches, Juan Repiso, / Satanás y
Mala-Facha, / José Cándido y el Cencerro / y el capitán Luis de Vargas, /
de aquellos más naturales / de la Vega de Granada. / Siete caballos caretos /
los Siete Niños llevaban...”.
“Mocitas las de la Alfalfa; / mocitos los pintureros; / negros pañuelos
de talle / y una cinta en el sombrero. / Dos viudas con claveles / negros, en el negro pelo”.
“Echa vino, montañés, / que lo paga Luis de Vargas, / el que a los pobres socorre / y a los ricos avasalla”.