domingo, 4 de febrero de 2024

RUTAS POR SEVILLA: Ruta de la Tauromaquia

José Gómez Ortega "Joselito el Gallo".

Joselito fotografiado por Diego Calvache

José Gómez Ortega, conocido como Gallito III y más tarde como Joselito el Gallo, nació el 8 de mayo de 1895 en Gelves (Sevilla), en la Huerta de El Algarrobo, propiedad de la Casa de Alba, y fue bautizado como José Miguel Isidro del Sagrado Corazón de Jesús Gómez Ortega.

Azulejo que recuerda el lugar de nacimiento de Joselito en 1895


Era el menor de los seis hijos que tuvieron el torero D. Fernando Gómez García el “Gallo”, de la estirpe de los Gallos, con Dña. Gabriela Ortega Feria, igualmente perteneciente a una familia de toreros gitanos.

Los tres hijos varones del matrimonio fueron toreros, D. Rafael, que después sería el genial Rafael “el Gallo”, D. Fernando, que probó suerte como novillero pero que finalmente pasó a formar parte de la cuadrilla de su hermano José. Sus tres hijas también se relacionaron con el mundo del toro, ya que todas se casaron con toreros. Trinidad se casaría con Manuel Martín Vázquez. Dolores contraería matrimonio con Ignacio Sánchez Mejías.  Gabriela se casó con su primo, también torero, Enrique Ortega “el Cuco”.

Joselito “el Gallo”, inició su pasión por el mundo taurino desde niño, por la amistad de su padre con importantes ganaderos andaluces, lo que le permitió participar en numerosos tentaderos.

Se quedó huérfano de padre con apenas dos años, razón por la que la familia Gómez Ortega se mudó a Sevilla, a vivir en la calle Marqués de Paradas, número 7 (casa hoy desaparecida por reformas urbanas), y posteriormente a la calle Relator.

Inicia su etapa escolar en el Colegio de san Pedro, en la calle Feria, regentado por Don Pedro Herreros Carranza.

Durante este tiempo, es Rafael “El Gallo” el que se encarga de la economía familiar, sin grandes lujos, pero sin estrecheces, volviéndose a cambiar de casa a una situada en la Alameda de Hércules.

José frecuentó la finca “La Barqueta”, propiedad del doctor sevillano José Sánchez Mejías (padre del torero Ignacio Sánchez Mejías), donde practicó con ganado manso, y asistió con asiduidad a la Alameda de Hércules, punto de encuentro y “escuela taurina”, al aire libre, donde los alumnos practicaban las suertes taurinas. Fue considerado en su época un niño prodigio del toreo.

La primera vez que toreó una becerra fue a los ocho años en la finca de Valentín Collantes. A partir de ese momento fue asiduo en los tentaderos de Miura junto con su hermano Rafael, y con doce años estoqueó un eral.  

Debutó como profesional a los doce años, el 13 de junio de 1908, en Jerez de la Frontera, con la cuadrilla juvenil de niños sevillanos en la que también estaba José Gárate Hernández Limeño.

El 13 de junio de 1912, debutó como novillero en Madrid en la plaza de la carretera de Aragón, conocida como la plaza de la Fuente del Berro, anunciándose en la Cuadrilla de Jóvenes Sevillanos, como "Gallito Chico", nombre también usado por su hermano Rafael.

Tomó la alternativa con 17 años el 28 de septiembre de 1912 de manos de su hermano Rafael Gómez El Gallo, el Divino Calvo. El toro del doctorado se llamó Caballero y pertenecía al hierro de Moreno Santamaría.

Confirmó la alternativa en Madrid, ese mismo año, el 1 de octubre, también con su hermano Rafael y siendo el toro de nombre Ciervo, de la ganadería del Duque de Veragua.

Fue el primer diestro de la historia en superar la barrera de los cien festejos por temporada, logrados en las de los años 1915, 1916 y 1917, con 102, 105 y 103 festejos estoqueados respectivamente.

Haciendo el paseillo

Ya de matador de toros empezaron a surgir las competencias con Ricardo Torres Bombita, Machaquito, Vicente Pastor, su hermano Rafael, Rodolfo Gaona y, la más conocida, la surgida a partir del 21 de abril de 1914 con su paisano Juan Belmonte García, rivalidad que se trasladó a la afición.

Esta rivalidad entre Joselito y Belmonte duró desde 1914 hasta 1920, protagonizando lo que años después la crítica taurina, por iniciativa de Gregorio Corrochano, denominó “Edad de Oro del Toreo”, con gran atracción para el público al ser las máximas figuras del toreo de la época.

Esta competencia entre Gallito y Belmonte era en los ruedos, porque en la vida diaria se trataban amistosamente y se tenían mutua admiración. 

Se trataba de dos conceptos del toreo, una racional, la de Joselito, y la otra más apasionada, la de Belmonte. 

Si bien Gallito asombraba por su maestría, por su extensión o por su dominio en la lidia, el estilo de Belmonte fue todo lo contrario, inquietaba por lo inexplicable, lo imposible. 

Pero ambos conceptos no permanecieron aislados, sino que empezaron cediéndose y comprendiéndose para acabar por fundirse, sin perder ninguno de los dos su personalidad, sin parecerse. Por eso sus respectivos partidarios polemizaban en los tendidos.

Belmonte (a la derecha) posa junto a Joselito “El Gallo” en la plaza de Murcia en abril de 1920


La temporada 1919-1920 fue la única en la que el torero estuvo en América. El año que Belmonte se quedó en América, se vio solo, sin competencia, y fue su peor año, ya que su toreo no vibraba, pues le faltaba el aliciente de competir con Belmonte.

Cuando Joselito se convierte en la gran promesa de la tauromaquia y empieza a ganar dinero, compra para la familia una nueva casa-palacio en el número 73 de la Alameda de Hércules, que perteneció a “Cara Ancha”, pensando especialmente en su madre. 

Joselito en la puerta del domicilio familiar en la Alameda de Hércules. Foto Municipal de Sevilla. Fondo Serrano


Antonio Parra “Parrita” en su libro dedicado a Joselito menciona el oratorio privado del domicilio, en el que José se pasaba una enorme cantidad de horas y que destacaba por tener una talla a escala de la gran devoción de la familia, la Esperanza Macarena.

También adquirió una finca a las afueras de Sevilla en 1914, el Cortijo de Pino Montano, siendo menor de edad por lo que estuvo representado por su madre Gabriela Ortega.

En la actualidad, es considerado como el torero más completo y dominador de la historia del toreo ya que con él llegará la culminación de la tauromaquia dinámica del siglo XIX, que se basaba en el conocimiento de las reses, en la "lidia".

Dominador eficaz en el manejo del capote, con soltura en el toreo a la verónica, la larga cambiada (lance realizado de rodillas) o los recortes con el capote al brazo.

En la suerte de varas mostró certeza, evitando capotazos innecesarios, o actuaciones excesivas del picador.

En su labor como banderillero, colocaba pares al sesgo en terrenos comprometidos con toros aquerenciados en tablas, y para evitar el resabio del toro, banderilleaba por ambos lados; y tras el último par, evitaba los capotazos de sus subalternos.

En el manejo de muleta impuso su concepto de tauromaquia adaptándose a las diferentes condiciones del toro. Con preferencia del toreo al natural en redondo, solía emplear la ayuda del estoque para abrir la muleta. Joselito incorporó a su repertorio de muleta el trasteo por delante, útil en aquellos toros que se defendían y manseaban en el ruedo. 

Joselito dando un pase natural, de forma muy moderna, toreando ya en redondo

Con el estoque ejecutó la suerte suprema en muchos casos de forma intachable y eficiente con rapidez y seguridad, sobre todo en la forma de entrar a matar al volapié y recibiendo.

Era un torero de naturalidad y perfección, que reunió en su persona todas las cualidades de sus predecesores. Estas virtudes en los ruedos fueron captadas por aficionados y críticos, pese a que la carrera de Joselito no fue muy larga, ya que su maestría se vería truncada en la Plaza de Toros de Talavera de la Reina (Madrid), la tarde del 16 de mayo de 1920, donde un toro le arrebató la vida, convirtiendo a Joselito en el mito que es hoy.

Las casualidades quisieron que esta tragedia tuviera lugar, pues en un principio Joselito “el Gallo” no figuraba en el cartel original de la corrida. Joselito rompió el contrato que tenía para torear ese día en Madrid, lo que motivó que lo incluyeran en los festejos talaveranos en un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías.

El quinto toro, de nombre Bailaor, era un animal pequeño, cornicorto y burriciego (solo veía de lejos), perteneciente a la ganadería de la señora Viuda de Ortega. ​ Mató a todos los caballos que había para el tercio de varas, se refugió en las tablas, se arrancó inesperadamente, cogiendo al torero por el muslo derecho, y en el aire le dio una cornada en el bajo vientre, que le produjo la muerte, pese a los esfuerzos de los cinco médicos que le atendieron. 

Ignacio Sánchez Mejías ante el cadáver de Joselito (1920)


El cadáver de Joselito en la capilla ardiente improvisada en la enfermería de la Plaza de Toros de Talavera de la Reina (CCBY 3.0).

La noticia causó gran estupor, la ciudad declaró luto oficial y una multitud acompañó al torero desde la estación de Córdoba hasta la Catedral de Sevilla donde se celebraron las exequias. 

El cortejo fúnebre a su paso por la Alameda de Hércules.


En la Parroquia de San Gil, se levantó un gran monumento funerario, presidido por la Virgen de la Esperanza Macarena, ataviada por primera y única vez de riguroso luto.

Muñoz Seca le dedicó unas quintillas ese mismo año, que menciona Cossío en su obra, y que se convirtieron en un pasodoble.

Todos los 16 de mayo, en todas las plazas donde se celebre una corrida de toros se guarda un minuto de silencio, o las cuadrillas hacen el paseíllo desmonterados en recuerdo a la muerte de Joselito.

Fue enterrado en el Cementerio de san Fernando de Sevilla, donde tiene un mausoleo financiado por suscripción popular y realizado por el escultor valenciano Mariano Benlliure.





En primer plano, la Virgen de la Macarena






Obra realizada mármol de Carrara y en bronce en la Fundición Ferrero y Mir de Madrid.

Se representa el momento en el que el cadáver de Joselito es trasladado a hombros hasta el cementerio con los personajes colocados alrededor del féretro,

La dualidad en el material se debe a la intención de enfatizar la figura del torero que habría de destacar sobre el resto, reservando así el mármol solo para la representación de Joselito, con lo que se consigue dirigir al espectador hacia la figura del difunto.

El rostro de Joselito fue tomado quizá de una mascarilla funeraria, o de las representaciones gráficas que se tomaron en la capilla ardiente del torero. 

El finado aparece en el ataúd que se muestra abierto y cuyo cuerpo se cubre por una sábana. El féretro se cubre a su vez por el capote de paseo del diestro, apreciándose en él los detalles del bordado.

Benlliure incluye en el cortejo a todas las clases sociales del momento, como símbolo de que no existe división social ante la muerte. De esta forma representa a ganaderos, artistas, personajes relacionados con el mundo cultural, gitanos y anónimos. 

Igualmente, el escultor distingue las diferentes edades del hombre, mostrando la infancia, la juventud y la madurez.

Se han querido identificar con la gitana María, esposa del cantaor Curro “el de la Jeroma”, que es la mujer que preside el cortejo y que porta en sus manos una réplica en miniatura de la Virgen de la Esperanza Macarena ataviada de luto por la muerte del torero.

También se han querido ver retratados al ganadero D. Eduardo Miura, reconocible por sus grandes patillas, y tras él D. Ignacio Sánchez Mejías, que clama al cielo por la muerte de su cuñado. La representación de Miura es una licencia tomada por el escultor para representar a los ganaderos, ya que éste había fallecido años antes que Joselito.

Los personajes que portan y acompañan a Joselito están ataviados con trajes típicos de la época, mostrándose las mujeres con vestidos cargados de volante y encajes, que cubren sus hombros con mantones, que recogen su pelo en moños bajos con ondas marcadas, peinado típico del momento en Andalucía. Los hombres visten con ropa campera y con sombreros de ala ancha que portan en sus manos en señal de respeto. Solo el personaje que representa a Miura aparece revestido con zajones típicos por su profesión.



Actualmente la hermandad de la Macarena le dedica una estatua en la plaza Esperanza Macarena, delante de la Basílica.








La escultura, sufragada por la Hermandad de la Macarena, es de Manuel Martin Nieto, en bronce de 1,75 m. y se levanta sobre un pedestal de granito y mármol verde. En la peana, lleva el logo de su centenario, algunas ramitas de Romero, flor taurina por excelencia, y el azahar, la flor de Sevilla.

Aparece el Maestro liado en su capote de paseo y con la montera en su mano derecha, su expresión es de serenidad.

Lleva la inscripción: “A José Gómez Ortega, “Joselito el Gallo·, hermano macareno ejemplar, rey de los toreros y héroe del pueblo, comprometido con los más desfavorecidos, generoso benefactor de esta Hermandad y del barrio de la Macarena, y ferviente devoto de la Santísima Virgen de la Esperanza. La Hermandad de la Macarena en reconocimiento y gratitud perpetuos”.

 AREA DE MACARENA-FERIA

Plaza Esperanza Macarena.

Plaza Esperanza Macarena

El 25 de febrero de 2019, se incluye en el nomenclátor un nuevo espacio, el espacio peatonal que hay justo frente a la basílica de la Macarena, entre la calle San Luis y el Arco de la Macarena, calle Resolana, y la unión de Bécquer y Muros, que pasará a llamarse oficialmente Plaza de la Esperanza Macarena y se incluirá en el tramo que abarcan los números 1, 3 y 5 de la calle Bécquer para evitar cualquier tipo de confusión.


La plaza incluye la basílica de la Macarena (ver), una estatua de Joselito el Gallo (ver) y un busto de Juan Manuel Rodríguez Ojeda (ver).

Casa Hermandad de la Macarena

Azulejo de Nuestra Señora de Esperanza Macarena

Joselito El Gallo

Juan Manuel Rodríguez Ojeda

 AREA DE MACARENA-FERIA

Muro.

Calle Muro
De Escoberos a Resolana está cruzada por Bécquer.


 ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Fray Luis Sotelo. 


Nació en Sevilla 6 de septiembre de 1574 de una familia noble pues su Hermano Don Diego Cabrera, fue Caballero Veinticuatro.

Estudió en la Universidad de Salamanca   antes de entrar al convento franciscano frecoleto del “Calvario de los Hermanos Menores”.

En 1600 se trasladó a Dilao (Filipinas), que contaba con una importante comunidad católica, y se mantuvo allí hasta que las fuerzas españolas la destruyeron en 1608.

En 1608 Paulo V autorizó a las órdenes religiosas menores (dominicos y franciscanos) a catequizar Japón, que hasta entonces era actividad exclusiva de la Compañía de Jesús, por lo que Sotelo se trasladó a este país, donde realizó una gran labor evangelizadora.

En 1613 vino a Sevilla acompañando al embajador japonés Hasekura Tsunenaga, del rey de Boxú, Date Masamura, cuya carta de presentación, en japonés, se conserva en el Archivo Municipal.

Los miembros de la llamada “Embajada Keicho” se alojaron en Coria del Río (Sevilla) y parte de esta expedición se quedó a vivir definitivamente en este pueblo, tras el fracaso de la misión nipona para establecer lazos comerciales con España, con lo cual estos inmigrantes tomaron nombres castellanos con el apellido Japón. De esta expedición se deriva el apellido Japón tan frecuente en Coria del Río.

Sus componentes fueron bautizados en Madrid antes de trasladarse a Roma, donde tuvieron una audiencia con Paulo V.

Embajada de Hasekura al Papa en Roma   (1617), uno de cuyos miembros era Luis Sotelo. Retrato del siglo xvii


Luis Sotelo hablando con Hasekura Tsunenaga y otros miembros de la embajada en Roma. Sala Regia. Palacio del Quirinal. Roma  


En 1618 acompaño a la delegación en su retorno a Filipinas donde permaneció temporalmente por temor a sufrir la represión que estaban padeciendo los cristianos en Japón.

En 1620, el “Consejo Católico de las Indias” lo envió de vuelta a Nueva España con la misión de continuar con sus actividades misioneras.

En 1622, se infiltró en Japón a bordo de un barco chino, pero las autoridades le descubrieron y le encarcelaron durante dos años de cárcel y posteriormente lo asesinaron, el 15 de noviembre de 1624 a la edad de 50 años, quemándole vivo en compañía de otros dos franciscanos, un dominico y un jesuita.

El Papa Pio XI lo beatificó en el año 1867.

 AREA DE MACARENA-FERIA

Fray Luis Sotelo.

Calle Fray Luis Sotelo

Calle Fray Lui Sotelo

De Escoberos a Resolana, cruzada por Bécquer

Calle formada sobre terrenos cedidos por el comerciante Luis Piazza después del derribo de la muralla en la Resolana en el año 1880.  

En principio se denominó calle Fray Luís Sotelo (ver), en el año 1931 se llamó calle Jaime Vera, médico y destacada figura socialista, y en el año 1936 se volvió a llamar de nuevo Fray Luís Sotelo y continúa así en la actualidad.

De la edificación destaca el que hace esquina con Escoberos.

Esquina con Escoberos


 AREA DE MACARENA-FERIA

Plaza de san Gil.



Entre san Luis y Contreras, Sagunto y Escoberos

Desde que existen noticias, se conoce con el nombre actual, ya que en su centro se levanta la parroquia de este santo (ver)

Inicialmente la iglesia se levantaba aislada en medio de la plaza, hasta que, en la década de 1940, al construirse la basílica de la Macarena, ésta ocupó la parte de la plaza que daba al norte, por lo que actualmente la plaza tiene forma de una calle curva, uno de cuyos laterales es la citada parroquia.

Una zona de la misma seria el cementerio, al que se alude en el padrón de 1533, en el que estaba una cruz de hierro sobre pedestal de ladrillo, hasta la segunda mitad del siglo XIX, que se relaciona con el supuesto enterramiento vivo de un clérigo de dicha parroquia, por orden de Pedro I, al negarse a enterrar de caridad a un pobre (ver).

También, existió un hospital con la misma advocación en el siglo XVI.

 ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA

Misa de Ánimas.


Calle Torres

Un caballero llamado Juan de Torres, de la ilustre familia de este apellido (que tuvo palacio en la calle, que por este motivo se llama calle Torres) (ver), tras haber llevado una vida de disipación y pecado, quiso enmendarse, y entró de lego en el convento Casa Grande de San Francisco, de la plaza Nueva, que fue derribado en el siglo XIX y del que queda la capilla de san Onofre. 

Capilla san Onofre

Una medianoche de 2 de noviembre del año 1600, conmemoración de los Fieles Difuntos, el lego Juan de Torres estaba dedicado a la oración en la capilla de san Onofre cuando vio que un fraile, de su misma orden, salía de la sacristía revestido para decir misa, pero sin hacerlo se volvía a la sacristía, salía de ella, cruzaba la iglesia y desaparecía.   

El lego quedó sorprendido de tan extraño comportamiento, y sobre todo cuando se repitió durante tres noches seguidas, por lo que se lo comunicó al prior del convento.

El prior le aconsejó que si volvía a ocurrir se ofreciera a ayudarle a decir la misa, cosa que hizo en la siguiente ocasión.

Cuando el lego le dijo ¿Quiere su paternidad que le ayude en la misa?, el fraile no contestó, pero inició la Eucaristía y en vez de decir “leatificat juventutem mea” lo sustituyó por “leatificat mortem mea”, al llegar al “Confiteor Deo” añadió “Dios irae dies illa”.

Al terminar la misa cubrió el cáliz, lo puso en la mesita de la sacristía, se despojó de sus ornamentos y se dirigió al lego:” Gracias, hermano, por el gran favor que habéis hecho a mi alma. Yo soy un fraile de este mismo convento, que por negligencia dejó de oficiar una misa de difuntos que me habían encargado, y habiéndome muerto sin cumplir aquella obligación, Dios me había condenado a permanecer en el purgatorio hasta que satisficiera mi deuda. Pero nadie hasta ahora me ha querido ayudar a decir la misa, aunque he estado viniendo a intentar decirla, durante todos los días de noviembre, cada año, por espacio de más de un siglo”.

Y tras estas palabras el fraile desapareció para siempre.