sábado, 5 de noviembre de 2022

 AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO

Convento san Antonio de Padua

A finales del siglo XVI, el ministro general franciscano Buenaventura Calatagirona quiso fundar un convento con hospital de la Orden de Hermanos Menores de la Regular Observancia, para darle servicio a los frailes de los conventos de San Francisco del Monte, San Francisco de los Ángeles y San Francisco de las Aguas Santas. 

Le fue ofrecido como sede el Convento de Regina Angelorum, entonces deshabitado, aunque prefirió instalarlo en 1595 extramuros de la ciudad, en una casa cerca del Hospital de San Lázaro. ​ 

La riada de 1596 dejó la casa en mal estado, por lo que buscaron una nueva sede.

El superior fray Diego de Boroa solicitó al cabildo municipal unos terrenos a las afueras de la puerta de la Macarena, entre el Hospital de las Cinco Llagas y unas huertas pertenecientes a la Parroquia de san Andrés

El Asistente y el marqués de la Algaba, junto con cinco regidores y tres jurados, visitaron la parcela para comprobar la conveniencia del lugar. 

Finalmente, este les fue cedido gratuitamente por el cabildo en 1597, lo que fue confirmado posteriormente por Cédula Real. 

Los frailes permanecieron solo cuatro años en este lugar. 

Con la autorización del cabildo, se instalaron en 1601 en unas casas compradas a Diego del Postigo, entre la calle Ancha de San Vicente y la muralla de la ciudad, cerca de la puerta de San Juan, en la collación de San Lorenzo. ​

La construcción del convento comenzó en 1627, siendo provincial de la orden fray Juan de la Palma. 

Participó en el diseño del convento el arquitecto Diego López Bueno, que debió seguir las indicaciones de Andrés de Oviedo. 

El concejo municipal donó dinero para su construcción. 

El convento quedó terminado a finales del siglo XVII.

En 1630 se instaló en el convento la Venerable Orden Tercera de San Francisco, de seglares. 

Las familias Burcarelli y la Tello de Guzmán colaboraron con esta orden. ​

En 1648 en el convento había 39 religiosos, aunque podía acoger hasta ochenta frailes.

En 1652 se iniciaron obras para aumentar las dependencias de la enfermería, señalada por los cronistas como una de las mejores de la orden, función que se añadió a las de noviciado y centro de estudios que ya tenía el edificio.

En 1809, durante La Guerra de la Independencia, por mando del gobernador militar de Sevilla, el convento fue usado como alojamiento del Tercer Batallón de las tropas españolas.

En 1810, durante la invasión francesa de Sevilla, el convento fue exclaustrado y usado como alojamiento por las tropas francesas. En esta etapa de ocupación de la ciudad debió ser destruido el retablo mayor.

Los frailes regresaron al convento en 1813, realizando labores de restauración. ​

En 1822, durante el Trienio Liberal, se destinó el edificio a sede del Gobierno en la ciudad y los frailes se trasladaron al Convento de san Pablo el Real. Regresaron al convento en 1823.

En 1835 el convento fue desamortizado. La iglesia permaneció abierta a cargo de un capellán. Posteriormente, el edificio del convento tuvo varios usos: cuartel, casa de vecinos y talleres mecánicos.

En 1840 fue adquirido por Narciso Bonaplata, que construyó sobre la antigua huerta y convirtió el inmueble en una fundición de hierro. De esta salieron algunas piezas del Puente de Triana. 

Durante algunos años del siglo XIX el convento fue ocupado por monjas salesianas, que lo convirtieron en un colegio de niñas, aunque fue abandonado posteriormente. 

El convento tuvo varios derribos para la creación de las calles del entorno (Narciso Bonaplata, Capitán Pérez de Sevilla y Cristo del Buen Fin) y para la creación de nuevas construcciones.

En 1935 los franciscanos volvieron a ocupar lo que quedaba del convento. Aunque se encontraba en mal estado, no se restauró.

En 1956 se llevó a cabo el derribo del mismo para construir otro nuevo, más pequeño. Se conservaron iglesia y la sacristía.

En este convento se encontraba el cuadro  "Imposición de la casulla a San Ildefonso", de Diego Velázquez (ver), de hacia 1622-1623. ​ Este cuadro es propiedad del Ayuntamiento de Sevilla y se encuentra en la Fundación Focus.

Imposición de la Casulla a san Ildefonso. Diego Velázquez. 1623. Óleo sobre lienzo. 162 x116 cm. Fundación Focus. Hospital de los Venerables Sacerdotes. Propiedad del Ayuntamiento de Sevilla     

Se ignora para quien pintó Velázquez esta obra, aunque, como hemos comentado, se sabe que se encontraba en el patinillo del compás del sevillano convento de San Antonio. De éste pasaría al Palacio Arzobispal durante el siglo XIX, donde ya debió llegar muy deteriorado. En él permaneció hasta que el arzobispo Bueno Monreal lo entregó al Museo de Bellas Artes de Sevilla, desde donde pasará por cesión del arzobispado al Ayuntamiento sevillano.

La obra es sin lugar a dudas una de las primeras en las que el autor refleja la influencia de sus viajes a la capital, pues las referencias claras al Greco y a las de su discípulo Luis Tristán son evidentes. Por ello el cuadro se data normalmente en 1623, fecha intermedia entre el Velázquez del primer periodo sevillano y el pintor plenamente cortesano.

La composición es estructuralmente triangular remarcada por la caída de la casulla sobre los hombros del santo. En los ángeles y en la Virgen se ha querido ver la representación de personajes de la familia de Velázquez que ya se conocen fueron usados como modelos en otras composiciones. 

ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA

El abrazo de Vergara

La calle Vergara (ver) tiene su denominación por el hecho del "Abrazo de Vergara", pero realmente no sé que relación puede tener Sevilla con este hecho histórico.

El hecho aparece por las pretensiones de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, de sucederle en el trono, al no engendrar un hijo varón. 

Carlos María Isidro de Borbón, proclamado por sus seguidores como Carlos V

Después de tres matrimonios sin descendencia, Fernando VII logró que su cuarta esposa, María Cristina, quedara embarazada a principios de 1830. 

Ante la posibilidad de que fuera mujer, debido a que estaba en vigor la Ley Sálica de 1713 (Felipe V), decidió promulgar la Pragmática Sanción que anulaba está ley y permitía a las mujeres reinar, siempre y cuando no hubiera hijos varones.

Con la derogación de la Ley Sálica y tras el nacimiento de su Isabel, futura Isabel II, al hermano del rey se le frustraba su acceso al trono.

En septiembre de 1832 ocurrieron los “Sucesos de la Granja”, donde el rey, que se encontraba muy enfermo, fue “obligado” a firmar un decreto que anulaba la Pragmática Sanción y por tanto los derechos de su hija a reinar. Pero a finales de año, y casi milagrosamente, el rey se recuperó y anuló el decreto.

Fernando VII falleció el 29 de septiembre de 1833 y a los pocos días los carlistas ya habían comenzado a organizarse. 

Talavera, aunque brevemente, fue el primer lugar donde se sublevó el carlismo al grito de “Viva el Rey Carlos”.

Durante la minoría de edad de Isabel, se dieron dos periodos de regencias. En primer lugar, desde 1833 su madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y posteriormente desde 1840 el general liberal Baldomero Espartero hasta 1843, año en que la reina fue declarada mayor de edad.

Al frente de los carlistas se situó Tomás de Zumalacárregi (1788-1835), y la expansión de los carlistas por el norte fue importante pero no lograron ninguna de sus grandes capitales, pues San Sebastián, Bilbao y Pamplona permanecieron en el bando isabelino, y durante el asedio a la capital vizcaína falleció el propio Zumalacárregui.

El general en jefe del Gobierno liberal era el general Baldomero Espartero, que se puso al frente de los isabelinos, en tanto que el general que comandaba las fuerzas carlistas, en el País Vasco y Navarra, era el general Rafael Maroto.

Después de siete años de una sangrienta guerra civil, el ejército carlista, partidario del pretendiente al trono Don Carlos de Borbón, se encontraba en una situación muy difícil. 

Los carlistas permanecían encerrados en las zonas montañosas del País Vasco, de Navarra y de Cataluña y el maestrazgo de Castellón y Teruel; pasaban hambre, no recibían sus pagas y carecían de los medios materiales imprescindibles para seguir combatiendo.

En esta situación se llega al Convenio de Vergara, que fue un tratado que daba fin a la primera guerra carlista de 1833 a 1839.  

Se firmó en Oñate (Guipúzcoa) el 31 de agosto de 1839, ​ entre el general isabelino Espartero y trece representantes del general carlista Maroto.

El convenio quedó confirmado con el abrazo que se dieron Espartero y Maroto, este mismo día, ante las tropas de ambos ejércitos reunidas en las campas de Vergara, razón de su nombre popular.

Abrazo de Vergara

Sus preparativos fueron lentos y laboriosos, interviniendo como mediador el comodoro inglés Lord Hay, jefe de la escuadra de observación británica, con base en Bilbao, asesorado por su ayudante y secretario Joaquín María de Satrústegui, que permitieron la permanencia de los Fueros, en cuanto fueran conciliables con las instituciones y leyes de la nación.


 AREA DE MACARENA-SAN LUIS-SAN JULIAN

Calle santa Marina

Desde san Luis a Padre Majón.

Calle Santa Marina

Recibe esta denominación al menos desde el S. XVI por la iglesia de igual advocación, a la que bordea en dos laterales, por lo que también se llama Tras de Santa Marina.

En 1845 quedó anexionada a San Luis para volver a recuperar su denominación tradicional en 1868.

Tiene forma de ángulo recto, con una corta barreduela en la misma intersección. El primer tramo, tres escalones salvan el desnivel de la calle. Al mismo tiempo tiene gran desnivel con la calle Padre Majón salvado por una escalinata.

Hasta mediados del siglo XIX (Plano de Sartorius) servía de entrada para una huerta existente en ella.