Aprendió con su propio padre y con los maestros de capilla de la
catedral hispalense Vicente Ripollès y Eduardo Torres, y estudió composición
nada menos que con Joaquín Turina, perfeccionando posteriormente sus
conocimientos en Nueva York.
Sus indiscutibles cualidades propiciaron que tan solo con 18 años
dirigiese a las orquestas del Teatro Principal de Cádiz y del Teatro Mayor de
Buenos Aires.
Su periplo por América fue el germen inspirador de su "Rapsodia
Americana" que fue premiada en la Exposición iberoamericana de Sevilla de 1929.
Otras de sus obras míticas, que trascienden la música cofrade son la suite
"Andalucía", la sinfonía "El Perchel" y la Rapsodia "Segovia".
No conviene olvidar la aportación
esencial que realizó a la copla, otorgándole la estructura que hoy en día posee
este singular estilo de interpretación genuinamente español.
Su producción supera las
4000 obras compuestas, lo que permite inferir la dimensión de Manuel Font de Anta
como uno de los grandes compositores españoles de la primera mitad del siglo
XX.
Un intelectual que como tantos otros fue asesinado en 1936,
coincidiendo con el comienzo de la Guerra Civil, en la ciudad de Madrid donde
residía.
Asesinado por brigadistas republicanos, que materializaron su odio
segando la vida de este artista irrepetible, autor del verdadero Himno de la
Semana Santa.
El 20 de noviembre es el
día en que murió el compositor sevillano Manuel Font de Anta, autor de cuatro
de las joyas más importantes que jamás se han compuesto para la Semana Santa, “Camino
del Calvario” obra de 1905; “La Caridad” compuesta en 1915; “Soleá dame la mano”,
concebida en 1924 y, por supuesto, la mítica “Amarguras”.
Un conocido divulgador sevillano explica que el mismo día que fue
fusilado el compositor Manuel Font de Anta, una bala acabó con la vida del
líder anarquista Buenaventura Durruti y en el entierro del revolucionario sonó
la marcha “Amarguras” compuesta por Font de Anta.
Llama poderosamente la atención que se omita que brigadistas
republicanos fusilaron a Manuel Font de Anta, y que en cambio se enfatice
convenientemente que Buenaventura Durruti era un líder anarquista.
Como se omite el hecho de que mientras el genial compositor
sevillano fue asesinado por sus ideas políticas, no precisamente de izquierdas,
el líder anarquista murió por una bala perdida.
Hay quien incluso afirma que el disparo salió de su propia arma
mientras que otras versiones apuntan a que murió en un enfrentamiento con un “compañero
de armas” en la calle Tetuán de Madrid. El carácter poco heroico del hecho
luctuoso motivó que sus correligionarios de la CNT trasladarán el deceso a un
presunto frente y acusaran a una supuesta “bala fascista” como la causante de
la muerte.
Y es que en un momento en el que la memoria
histórica está siendo abanderada de manera vehemente por determinados sectores
políticos, conviene ser extremadamente pulcro y cuidadoso a la hora de recordar
esta terrible parte de nuestra historia, que tuvo lugar hace más de 80 años,
aunque algunos se empeñen en hacer ver que ocurrió antes de ayer, porque si la
memoria histórica debe ocupar un lugar de privilegio en los asuntos cotidianos
de la sociedad que nos ha tocado vivir, no está de más aplicar la necesaria
ecuanimidad que tantas veces se olvida o ignora en este asunto y no obviar
detalles relevantes que sitúen en su justa medida los acontecimientos.
El 20 de noviembre, unos brigadistas
republicanos asesinaron al genio Manuel Font de Anta por sus convicciones, sus
ideas y sus creencias, esta es la verdad. Tengámoslo siempre presente, porque
solamente conociendo nuestra historia seremos capaces de evitar que vuelva a
repetirse.