ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA
Alfaqueque.
Da nombre a una calle del barrio de san Vicente (ver)
La palabra alfaqueque procede
del árabe hispánico alfakkák, la cual a su vez procede del árabe clásico
fakkāk.
Esta palabra significa “redentor de cautivos”
y designaba, en la edad media, al encargado del rescate de los cristianos en la
zona fronteriza de los reinos de Granada y Castilla, por tanto, esta calle está dedicada a la memoria
de todos los que se dedicaron a redimir cautivos.
El intercambio de
prisioneros o la liberación de estos mediante rescate ha sido una constante a
lo largo de la historia y el alfaqueque
era la persona que se ocupaba de negociar la liberación de los cautivos
cristianos, también existía su homólogo musulmán que hacía lo propio con los
cautivos moros en territorio cristiano.
Hay que tener en cuenta, que La Extrema Durii,
frontera entre Castilla y el Al-Ándalus, era un extenso territorio poco
definido. La inexistencia de un trazo claro de separación entre un
lado y otro de la frontera, ofrecía una tierra de nadie propicia para
cabalgadas y "razzias",
para obtener un botín.
Una razia o razzia (del francés razzia
"incursión"’, y este del árabe argelino ġaziya
(غزية), "algara") es un
término usado para referirse a un ataque sorpresa contra un
asentamiento enemigo. Aunque principalmente buscaba la obtención de botín,
históricamente los objetivos de una razia han sido diversos, como la captura de esclavos, la limpieza étnica o religiosa,
la expansión del territorio y la intimidación del enemigo.
Estas razzias, eran bastante habitual en las
largas temporadas de paz, cuando la ausencia de guerra obligaba a mantener
ociosos a bandas de guerreros, que ganaban su sustento durante las campañas
bélicas. Para ellos, un botín significaba obtener ganado, alimentos y cautivos.
Cautivos que luego se podían vender como esclavos, u obtener un buen rescate. Como
consecuencia se originó uno de los negocios más lucrativos de la frontera: La
Alfaquequería.
Ya en el siglo XIII, en el
conjunto de normas de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, se recoge la
definición de cautivos y las razones para su redención: “son aquellos que caen
prisioneros de hombres de otra creencia, sus amos los pueden matar, torturar o
esclavizar, siendo una de las peores situaciones que se puede encontrar una
persona, y por tanto tienen el derecho a ser liberados incluso pagando un
rescate”.
También contempla el contenido y desarrollo del oficio de alfaqueque, “son los encargados de liberar a los cristianos esclavos en un país musulmán y de mediar entre las familias y los poseedores del cautivo, para ultimar la cuantía del rescate. Han de ser hombres de honor, desinteresados, conocedores de la lengua árabe, y poseer bienes propios para garantizar los rescates”.
Regulariza el oficio de alfaqueque y además
fija por escrito sus cualidades: “deben tener en sí seis cosas: la primera, que sean verdaderos de
donde llevan el nombre; la segunda, sin codicia; la tercera, que sean sabedores
tanto del lenguaje de aquella tierra a la que van, como del de la suya; la
cuarta, que no sean malqueridos; la quinta, que sean esforzados; la sexta que
tengan algo suyo. Y sobre todas estas cosas conviene que sean capaces de
conservar el secreto, pues si tales no fuesen, no podrían guardar su verdad”.
Además de lo expuesto anteriormente, debía ser miembro de un
linaje "bien afamado". El proceso de elección tenía que ser ratificado por “doce hombres
buenos que tome el rey, o el que estuviere en su lugar, o los principales de
aquel concejo donde moraren aquellos que hubieren a ser alfaqueques, y estos
han de ser sabedores del hecho de los otros, porque puedan jurar sobre los
santos Evangelios en mano del rey o del que fuere puesto en su lugar” (Sánchez-Díaz-Trujillo,
2006). Y a su vez, la persona escogida para el puesto debía jurar lealtad a que
“desempeñará su cometido sin causar perjuicio al cautivo que debe liberar y que ni por
amor ni malquerencia que hubiesen a alguno no dejasen de hacer esto, ni por don
que les diesen ni les prometiesen dar”.
Por todo esto, eran
personajes muy importantes, que gozaban de una especial inmunidad personal,
viajaban por los caminos reales exhibiendo para su identificación su bandera o
el pendón real.
A la hora de cifrar sus honorarios, los
estudios no son homogéneos, varían entre el 10 y el 12% en metálico del valor
del rescate (López de Coca, 2013), pero si la liberación se realizaba mediante
el intercambio de prisioneros, el pago del mediador era de 100 maravedíes
(Serrano, 2016).
Lo que sí parece claro es que el precio de un
cautivo dependía del sexo. El rescate de una mujer era más caro que el de un
hombre, porque los hombres eran fundamentales, como fuerza de trabajo, en la
economía medieval, mientras que las mujeres tenían mayor valor económico en los
mercados esclavistas, principalmente del norte de África y eran requeridas para
formar parte de los harenes de la nobleza musulmana (Cabrera, 1996).
A mediados del siglo XIV la
Corona de Castilla, por Decreto de Enrique II, creó la figura del Alfaqueque
Mayor, cargo que recaería en miembros de la nobleza. En Sevilla fue desempeñado
por el linaje de la familia Saavedra, condes de Castellar, que entroncaron, a partir del siglo XVII, con
otras casas nobiliarias peninsulares, primero con los duques de Santisteban del
Puerto y, definitivamente en 1818, con los duques de Medinaceli.
A partir de la conquista del reino de Granada en el siglo XVI, los Saavedra compartirán su labor de redención de cautivos con las órdenes religiosas de los trinitarios y de los mercedarios, hasta la disolución de la Alfaquequería por Felipe III en 1620, quedando su labor en manos solamente de las órdenes religiosas.