domingo, 25 de febrero de 2024

 RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes

Virgen de Guadalupe.

En la relación entre la Virgen de Guadalupe extremeña y mexicana existe cierta polémica, pues el milagro mexicano surge una vez producido y popularizado el milagro de la Virgen extremeña y estando los conquistadores españoles colonizando el nuevo mundo.

Por ello, para algunos creyentes la Virgen de Guadalupe de México, se apareció en Tepeyac autodenominándose Virgen de Guadalupe, pero otros plantean la dificultad o imposibilidad de que la Virgen se presentara como tal a un indígena que no entendía la lengua castellana, pues su lengua nativa era el náhuatl.

Es posible que para los españoles fuera muy difícil pronunciar ese nombre y la llamaran “Virgen de Guadalupe” al relacionarla con la Virgen de Guadalupe extremeña, o que el obispo de México, Juan de Zumárraga, utilizara este nombre para mediar con Hernán Cortés que era un fiel devoto de ella.

Virgen de Guadalupe de México

La leyenda de la Virgen de Guadalupe de México cuenta que, tras la conquista de México, a manos de Hernán Cortés, entre los años 1519 y 1521 aparecieron las primeras familias indígenas cristianas en los alrededores de la antigua Tenochtitlan. 

Una de estos linajes cristianizados fue el de Juan Diego, nacido en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los Chichimecas. Vivía con su mujer y su tío Juan Bernardino en Tulpetac. El nombre nativo de Juan Diego era Cuauhtlatóhuac, "el que habla como águila" y su oficio era la manufactura de petates que vendía en Tlatelolco.

Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos, llegados a México en 1524, habría recibido el bautismo y el nombre hispano de Juan Diego, y su esposa se llamó María Lucía y celebraron el matrimonio cristiano. Su esposa falleció en 1529.

Cuenta la leyenda que, contando Juan Diego con 53 años, concretamente el sábado 9 de diciembre de 1531, diez años después de la caída de México-Tenochtitlan en manos de los españoles, mientras se dirigía a pie hacia el mercado de Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac (actual ciudad de México), la Virgen María se le mostró en posición de oración y le dijo que le pidiese al obispo de la diócesis de la Ciudad de México, Juan de Zumárraga, que le construyesen en aquel lugar un templo, una “casita sagrada”, como demostración del amor y la compasión que sentía por los hombres.

Pero el Obispo no le creyó y en una segunda aparición, el domingo 10, Juan Diego le narra a la Virgen lo acontecido, y le pide que envíe a alguien más importante para que el Obispo le crea, pero la Virgen lo anima y le ordena que vaya de nuevo al Obispo.

El Obispo le solicita una prueba objetiva de confirmación del prodigio, “una señal para que le pueda creer”.

En la tercera aparición, Juan Diego regresa al Cerro del Tepeyac, y la Virgen le indica que vuelva al día siguiente para darle la señal que pide el Obispo.

El lunes 11, Juan Diego no se pudo presentar a la Virgen, pues su tío Juan Bernardino enfermó de gravedad por la peste, y le pidió que al día siguiente fuera a Tlaltelolco en busca de un confesor, pues estaba seguro de que iba a morir.

La mañana del martes 12 de diciembre de 1531 Juan Diego se dirigió a Tlaltelolco para buscar a un sacerdote que le administrara los últimos sacramentos a su tío, pero por un camino poco habitual para evitar el encuentro con la Virgen.  

Pero, se le volvió a aparecer (cuarta aparición), le consoló y le prometió que su tío se recuperaría, pero que tendría que subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para traerle unas flores.

Representación moderna de San Juan Diego, indígena nahua quien viste calzón y camisa con tilmahtli a la manera de los nobles mexicas.

A pesar de la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró en la cumbre unas “rosas de Castilla”, que las colocó sobre su “Tilma” (especie de manta) para llevársela a la Virgen y esta le mandó que las presentara al obispo. Una vez ante el obispo Juan Diego abrió su manta y dejó caer las flores al suelo, mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente, impresa la imagen de la Virgen de Guadalupe.

La Virgen de Guadalupe en la tilma de Juan Diego.

Mientras que Juan Diego regresaba a la ciudad de México, el mismo doce de diciembre, para ver de nuevo al obispo, la Virgen de Guadalupe se apareció (quinta aparición) a su tío Juan Bernardino, lo sanó y añadió que le que dijera al obispo que era su voluntad que se le llamara “la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe”.

Traslado de la imagen y dedicación del santuario de Guadalupe, Ciudad de México. Manuel de Arellano, 1709

Convencidos de la aparición Mariana, la Iglesia procedió a levantar un templo en su honor, en las faldas del Tepeyac, que es la actual Nacional e Insigne Basílica de Guadalupe, en donde se encuentra permanentemente expuesta la Imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe. Según la tradición católica, esta imagen que se expone sería la misma del año 1531, aunque no hay certeza científica de ello.

En 1950 se llevó a cabo la remodelación de la plaza, creando el denominado Atrio de las Américas, con una explanada que conecta los diferentes edificios religiosos. Otros elementos de la plaza son la estatua a Juan Pablo II que visitó varias veces el lugar, y el Carrillón.

Vista de la basílica de la Virgen de Guadalupe

Finalmente, Juan Diego dejó a los suyos y, con el permiso del obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la “Señora del Cielo” y murió en 1548, con fama de santidad.

Estas apariciones están narradas en el “Nican mopohua”, escrito con sonido “náhuatl” pero con caracteres latinos, y contenido en el libro “Huei tlamhuiçoltica” publicado en el año 1649 por el bachiller criollo Luis Lasso de la Vega, capellán del santuario de Guadalupe, que lo atribuye a Antonio Valeriano de Azcapotzalco, indígena noble, pariente de Moctezuma Xocoyotzin, y uno de los alumnos nahuas de fray Bernardino de Sahagún  en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, que habría oído la historia directamente de Juan Diego.

Una copia parcial muy antigua del manuscrito “Nican Mopohua”, que se cree podría datar del año 1556, se localiza desde 1880 en la Biblioteca Pública de Nueva York.   

Virgen de Guadalupe de España

La leyenda de la Virgen de Guadalupe se remonta hasta el siglo I del cristianismo, según la cual la imagen fue realizada por san Lucas Evangelista en un taller de escultura de Palestina. 

Tras la muerte de San Lucas, la imagen habría sido enterrada junto a él, para luego ser exhumada en el siglo IV y ser llevada junto al cuerpo como reliquias a Constantinopla.

En el año 582 la imagen fue llevada a Roma y durante una terrible peste el papa San Gregorio Magno mandó hacer letanías y procesionar la imagen que había colocado en su oratorio. Justo después apareció un ángel, limpiando la sangre de una espada, sobre el conocido actualmente como Castillo de Sant'Angelo, con lo que la pestilencia cesó en la ciudad y San Gregorio se convirtió en un fiel devoto de la imagen.

Posteriormente, San Gregorio envió a San Leandro, arzobispo de Sevilla, varias reliquias en agradecimiento por destruir la herejía de Los Arrianos. Entre esas reliquias se encontraba la imagen de la Virgen de Guadalupe.

En el viaje desde Roma hasta Sevilla se desató una tempestad, y uno de los clérigos sacó la imagen de la Virgen a cubierta y le suplicó que cesase la tempestad y en efecto la tormenta amainó automáticamente.

San Leandro trasladó la imagen a sus aposentos y posteriormente fue entronizada en la principal iglesia de Sevilla y venerada con gran fervor por todo el pueblo.

El año 711, la invasión árabe obligó al clero católico sevillanos a huir de la ciudad hacia el norte peninsular con las reliquias que pudieron transportar. Durante el camino, en tierras extremeñas, los sacerdotes decidieron esconder la Virgen y otras reliquias en una zona montañosa cercana a un río conocido como Guadalupe, lugar donde permanecieron por quinientos años.

La leyenda cuenta que en pleno siglo XIV y casi finalizada la reconquista cristiana, cuando reinaba en Castilla Alfonso XI, un humilde pastor conocido como Gil Cordero, habitante de la ciudad de Cáceres, había perdido una vaca, así que fue al bosque a buscarla y descubrió su cadáver junto a la ribera del río Guadalupe. Decidió aprovechar su piel y al sacar la navaja para despellejarla, el animal volvió a la vida y simultáneamente apareció la figura de una mujer envuelta en luz que se identificó como la Virgen:

No temas. Yo soy la Madre de Dios, Salvador del li­naje humano. Toma tu vaca y llévala al hato con las otras y vete luego para tu tierra. Dirás a los clérigos lo que has visto. Di­les también de mi parte que te envío yo allá. Que ven­gan a este lugar donde ahora estás. Que caven donde es­taba la vaca muerta, debajo de estas piedras: hallarán una imagen mía. Cuando la sacaren, diles que no la mu­den ni lleven de este lugar donde ahora está, mas que hagan una casilla en que la pongan. Tiempo vendrá que en este lugar se haga una iglesia y casa muy notable y pueblo asaz grande”.

Gil Cordero marchó a Cáceres y dio cuenta de lo sucedido tanto a las autoridades civiles como religiosas, pero nadie le creyó.

Al llegar a su casa se encontró con que su hijo había fallecido y encomendándose a Nuestra Señora le suplicó:

“Señora, Tú sabes la embajada que de tu parte trai­go y creo muy cierto ser esto por Ti ordenado, que yo ha­llase este mi hijo muerto, porque Tú mostrándote mara­villosa en me lo resucitar, sea más ligeramente creído de aquéllos a que soy aquí por Tu mandado venir. Pues que así es, Señora, suplícote que lo quieras resucitar y de aquí te lo ofrezco por Tu perpetuo servidor y de lo llevar a aquel lugar santo, donde Tú tuviste por bien de me aparecer”.

Tras esta suplica, el joven se levantó, y narró que una mujer le había ayudado a levantarse, y entonces el vaquero les dijo a los presentes:

“Señores, amigos, sabed que para dar fe al mensaje que yo os traigo, bien era menester que Nuestra Señora tuviese por bien de obrar esta tan gran maravilla, ya que por nuestros pecados muchas veces dudamos en aque­llas cosas que no vemos corporalmente”.

Ante estos hechos, sacerdotes y vecinos de Cáceres le acompañaron al lugar donde se le apareció Nuestra Señora. Cavaron donde Gil Cordero se encontró el animal muerto, y encontraron un pequeño sepulcro de mármol con una figura de la Virgen, otras reliquias y unos documentos que referían la historia de la imagen desde su creación por San Lucas hasta su entierro por los clérigos sevillanos. 

Nuestra Señora de santa María de Guadalupe

En este lugar se levantó una humilde choza de piedra y se creó una especie de altar para la imagen de la Virgen, quedando Gil Cordero y su familia como guardadores de la ermita.

Posteriormente, la historia fue conocida por el rey Alfonso XI que se encomendó a la Virgen en la batalla del Salado de 1340 (ver), ​ resultando victorioso, por lo que decidió reformar la iglesia, añadirle edificios adyacentes y hacer un albergue para los peregrinos.

Monasterio de Guadalupe (Extremadura, España).

A partir de ese momento se fue formando alrededor del santuario un pueblo que fue reconocida por el mismo Alfonso XI como lugar de realengo.

Entre 1341 y 1389 el monasterio era regido por un priorato de clérigos que no pertenecían a ninguna orden (clérigos seculares). Entre 1389 y 1441 este priorato fue de monjes jerónimos que permanecieron en el monasterio hasta la desamortización de 1835. Posteriormente, todo el santuario pasó a ser una parroquia secular del archidiócesis de Toledo.   En 1908 el monasterio pasó a ser regentado por los franciscanos, transformándose en una parroquia regular.

Isabel la católica visitó por primera vez el monasterio en 1464, diez años antes de ser coronada reina de Castilla en 1474 y tras la Reconquista de Granada, en enero de 1492, el monasterio fue el lugar de encuentro entre Cristóbal Colon y los Reyes Católicos. Luego del encuentro, la reina decretó la entrega de las carabelas a Colón para su expedición a las indias y la popularidad de Nuestra Señora de Guadalupe creció gracias a la especial veneración de Cristóbal Colón, que llevaba consigo siempre una réplica en sus viajes al nuevo continente.

En 1879 se le dió al santuario la calificación estatal de Monumento Histórico-Artístico.

El 12 de octubre de 1928 la Virgen de Guadalupe fue coronada canónicamente como "Reina de la Hispanidad" (Reina de las Españas), por el Cardenal Primado de España, Pedro Segura, legado especial de S.S. Pio XI, en presencia del rey Alfonso XIII. ​

Nave central y altar mayor de la Basílica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe.

En 1929 se aplicó la calificación Monumento Histórico-Artístico a todo el conjunto, incluyendo el Real Monasterio.

En 1955 el papa Pio XII le otorgó a este templo la categoría de Basílica.

En 1993 la UNESCO declaró al monasterio y la basílica Patrimonio de la Humanidad

En enero de 2005, bajo el pontificado de Juan Pablo II se expidió el Decreto de Concesión, desde la Penitenciaria Apostólica, por la que se otorga al Santuario y Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe la celebración de un Año Jubilar.

Iglesia de san Juan de la Palma (ver)

En el lateral izquierdo (pared del Evangelio) del presbiterio se abre la Sacristía, de la que destaca la pintura de la “Virgen de Guadalupe”. Anónimo del primer tercio del siglo XVIII, siguiendo el modelo original mexicano.


Basílica de la Macarena (ver).

En el muro de la Epístola, a los pies del templo destaca en primer lugar la Capilla de la Hispanidad.

El altar está presidido por un lienzo de la Virgen de Guadalupe, patrona de México, obra del pintor Josep Mota en 1703, en un marco de plata realizado por el orfebre mexicano Manuel Peregrina, y donada a la Hermandad por el sacerdote Feliciano Cortés, gran abad de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de Méjico. 

Capilla de la Hispanidad
Virgen de Guadalupe

Sobre la pintura se sitúa una gran corona de plata dorada procedente del taller de Fernando Marmolejo (ver), réplica de la que tiene la Virgen en su basílica de Tepeyac.

Corona

Iglesia de san Luis de los Franceses (ver).

Retablo de san Estanislao de Kostka