RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística
Valeriano Domínguez Bécquer
Valeriano Domínguez Bastida, nació en Sevilla el 15 de diciembre de 1833.
Es más conocido por el segundo apellido de su padre, pintor costumbrista, que cambió sus apellidos Domínguez Insausti por Domínguez Bécquer.
El origen del apellido Bécquer se remonta a los primeros
años del siglo xvii, cuando
uno de los antepasados de la familia se asentó en Sevilla desde Flandes.
Con
sus siete hermanos se quedó huérfano a la edad de doce años y junto a su
hermano Gustavo Adolfo se crio con sus tíos maternos y fue guiado en el arte de
la pintura por su tío Joaquín Domínguez Bécquer, pintor de costumbre y profesor
de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, manteniéndose en su taller hasta el
año 1853. Vivió en el número 17 de la calle Mendoza de los Ríos (ver).
Después
de un matrimonio fallido, con Winnefred Cogan, hija de un marino irlandés, se
quedó a cargo de sus dos hijos y se instaló definitivamente en Madrid en 1862,
con su hermano Gustavo Adolfo que residía en la capital desde 1854.
En
1864 se traslada con su hermano y la esposa de este, Casta Esteban, al
monasterio de Veruela por la enfermedad de Gustavo Adolfo y allí pinta diversos
cuadros de escenas costumbristas aragonesas.
En
1865, durante el reinado de Isabel II, es pensionado por el Ministerio de
Fomento para viajar por España (recorrió las tierras de Soria, Aragón, Navarra
y el País Vasco) estudiando las costumbres y los trajes nacionales, y pintando
una serie de cuadros con temas costumbristas titulada “Cuadros de Costumbres de
las provincias españolas”: “Teniendo en cuenta la conveniencia de que en
el Museo Nacional haya una colección lo más completa posible de cuadros que
recuerden en lo futuro los actuales trajes característicos, usos y costumbres
de nuestras provincias, y en vista de las especiales circunstancias que
concurren en Don Valeriano Bécquer, la Reina (q.D.g.) se ha servido concederle
la pensión de diez mil reales anuales, a fin de que recogiendo en dichas
localidades los datos y estudios necesarios remita al referido Museo dos
cuadros cada año de las condiciones que se indican”.
Este cuadro nos muestra una "Escena ambientada en la romería de la ermita de la virgen de Sonsoles, en
el valle de Amblés. En el incendio declarado el 10 de marzo de 1872 en el
Ministerio de Fomento, sede del Museo Nacional de Pintura y escultura, el
cuadro sufrió daños y durante su restauración quedó suprimida la ermita ante la
que se desarrolla la escena".
En este cuadro "La escena se ambienta en el pueblo soriano de Villaciervos. Ante el
tapial de una casa de leñadores, que asoma a la derecha del lienzo, está
situada una carreta tirada por bueyes, cargada con vigas de madera. Dos parejas
de campesinos y otra de niños bailan delante del carruaje. Un lugareño toca el
tamboril sentado en el extremo izquierdo del cuadro, envuelto en la típica capa
blanca del pueblo. Una mujer y una niña sonríen al lado del tamboril. Otros
paisanos contemplan la escena".
Tras la Revolución de 1868, su pensión quedó suspendida y hasta el final de su vida se mantuvo mediante su colaboración periodística, como dibujante y escritor, en El Museo Universal, El Arte en España y La Ilustración Española y Americana y la Ilustración de Madrid.
Murió
en su domicilio de Madrid el 23 de septiembre de 1870, al parecer de una
afección de hígado, recibiendo sepultura en la madrileña Sacramental de San
Lorenzo. Dos meses después, falleció su hermano Gustavo Adolfo y los restos de
los dos hermanos fueron trasladados a Sevilla.
Su
obra más conocida es el retrato de su hermano Gustavo Adolfo Bécquer, obra que
sirvió de modelo para el busto del conjunto que homenajea al poeta en la
Glorieta de Bécquer del Parque de María Luisa de Sevilla.
Retrato de Gustavo Adolfo Bécquer. Domínguez Bécquer, Valeriano.
1862. Óleo sobre lienzo. 73 x 60 cm. Museo de Bellas Artes. Sevilla. Colección
Ybarra
Esta obra, realizada por Valeriano Domínguez Bécquer, concentra
características que la convierten en referente obligado de la pintura romántica
española. El sentimiento interior, propugnado por los artistas románticos, es
reflejado aquí de forma desafiante y cautivadora, ocultando cualquier indicio
de debilidad física provocada por la enfermedad que padecía el poeta. Gustavo
Adolfo Bécquer nos transmite con su mirada todo lo creativo de su agitada
sensibilidad.
Según Enrique Valdivieso “ha de considerarse como una de las capitales de la pintura romántica española y que pueda compararse con toda dignidad con los mejores retratos realizados en su época europea”