AREA DE SAN VICENTE-MIGUEL DEL CID-TEODOSIO
Calle San Vicente
Enlaza la calle Guadalquivir,
junto a la Puerta de San
Juan de Acre, con la plaza del Museo y, debido a su excepcional longitud, acometen
a ella un buen número de calles perpendiculares. Su trazado, sensiblemente
rectilíneo, es paralelo y próximo al rio siguiendo una dirección aproximada de
sur a norte.
En ella, confluyen, por la derecha, Cardenal
Cisneros, plaza de Doña Teresa Enríquez, plaza de san Antonio de Padua y Santa
Ana. Por la izquierda, Alfaqueque, plaza de Rull, Imaginero Castillo Lastrucci,
Curtidurías, Narciso Bonaplata y Guadalete. Esta cruzada por Baños, Pascual de
Gayangos y Juan Rabadán.
Entre los siglos XIV y XVIII recibió distintas
denominaciones, según sus diferentes tramos.
La parte inicial, entre
la plaza del Museo y las proximidades del convento de San Antonio, era conocida
como San Vicente y Ancha de San Vicente, por el templo parroquial del mismo
nombre, también (entre los siglos XVI
al XVIII) “Zapatería
Vieja”, por la abundancia de artesanos de este gremio, asentados en ella.
El tramo comprendido entre la plaza de San Antonio y
su final, se denominó Santiago de la Espada o Santiago de los Caballeros, por
el convento de este nombre desde el siglo XV. Este último trozo fue conocido también, según el
callejero de Moreno y Gálvez, como “Sucia”, no sé por qué.
A partir del siglo XVI el
tramo entre Curtiduría y Santa Ana adquirió el nombre de San Antonio, por el
referido convento.
Un trozo debió llamarse
en el XVI de Teba, por “ser su vecino el conde de este título”, hecho que no
parece cierto, pues este título tenía su casa en realidad en otra calle
próxima.
Santiago Montoto afirma
que san Vicente tuvo en algún momento el nombre de Correo Viejo, “por un
caballero del apellido Saavedra que fue Correo Mayor y que tuvo su casa en
ella”.
Según Álvarez Benavides,
en las proximidades de Santa Ana se llamó Ancha de la Real, por el convento de
Santa María la Real, fundado en el siglo XV.
A pesar de toda esta variedad toponimia, no siempre bien documentada, el nombre de San Vicente debió ser el dominante en el uso popular a lo largo de los siglos y de manera prácticamente ininterrumpida.
A finales del XVIII todos estos nombres se
habían fundido en el de Ancha de San Vicente (plano de Olavides 1771) para
designar a la totalidad de la calle, y en el plano de Sartorius (1848) se
designa simplemente como San Vicente, que ha permanecido inalterable hasta
nuestros días.
Su mayor transformación
ha tenido lugar en la zona del antiguo convento de Santiago de la Espada, que
en el plano de Olavides aparece como una plaza comunicada con la muralla y que
posteriormente (década de 1880) fue cerrada con edificios.
Su caserío es muy variado
y marca el perfil social y económico de los diferentes sectores de la calle a
lo largo del tiempo, aunque en la actualidad estas diferencias se han atenuado.
En el primer tramo, hasta
las inmediaciones de la plaza de San Antonio, abundan todavía las Casas-Palacios
construidas en el XIX por la aristocracia y burguesía locales, en algunos casos
sobre antiguos edificios de la época barroca y dieciochesca. Son casas
tradicionales con bellos patios, cancela y cierros a la calle. En un bando
municipal de 1756, está recogido las características de este primer tramo de la
calle, donde se dice gráficamente que “no ay pobres sino a muy raro”.
A partir de este punto las casas adquieren un carácter
más popular con viviendas unifamiliares convertidas hoy en bloques de tres
plantas, construidas en
los solares de las viejas casas unifamiliares, muchas de ellas abandonadas por
sus propietarios en las últimas décadas, cuando buena parte de la burguesía
sevillana las sustituyó por los pisos de los modernos barrios residenciales.
El tramo final hasta el siglo XIX, tenía un marcado
sello marginal, con corrales y casas de vecinos.
De este modo, los
contrastes en la calidad de la construcción han hecho de san Vicente un ejemplo
muy gráfico de la estratificación social sevillana, desde la opulencia
económica de los habitantes del primer tramo, en su mayoría aristócratas, comerciantes
adinerados o altos profesionales liberados (médicos, abogados..) hasta el tono
medio del tramo central y la pobreza manifiesta del final.
La sabiduría popular
resumió estas diferencias en una particular progresión toponímica que
reflejaría el discurrir de la calle: "San Vicente, Don Vicente, Vicente y
Vicentillo”, aunque como se ha subrayado antes, en la actualidad los perfiles
sociales de las diferentes zonas de la calle no aparezcan tan marcados, y actualmente,
podemos llamar San Vicente, con total propiedad, a toda la calle, pues las
diferencias de clase están superadas, y el caserío ha cambiado, al desaparecer
las casas y corrales convirtiéndose en bloques de pisos.
A lo largo del tiempo, la
calle se caracterizó también por la abundancia de artesanos, entre ellos los
del calzado, y por los usos industriales y fabriles en la segunda mitad del
XIX, en especial a partir de la plaza de san Antonio.
Había varios hornos de ladrillos y fábricas de jabón y almidón.
Junto al convento franciscano, y en
terreros que habían pertenecido al mismo, abrió su fundición de hierro el
industrial Narciso Bonaplata, uno de los impulsores de la Feria de abril. En
ella se fundió el herraje del puente de Triana y su demolición dio lugar al
desarrollo de varias calles nuevas (Narciso Bonaplata, Capitán Pérez de
Sevilla, cristo del Buen Fin .. ). También se ubicó en la calle la fundición de
Pérez Hermanos.
Como curiosidades, comentar que, a mediados del XIX se celebraba en San Vicente la llamada vela de san Antonio y san Lorenzo.
Hasta hace pocos años existió en la calle una sala de Cine, que en algún momento se habilitó también como teatro.
En algún tiempo, en una de sus casas vivió y organizó tertulias el Duque de Rivas.
En una casa
próxima al convento de Santa María la Real sitúa el novelista Manuel Halcón un
pintoresco episodio de duendes a cuenta del poeta Fernando Villalón (Recuerdos
de Fernando Villalón).
De sus abundantes
construcciones religiosas desapareció, en la esquina con la plaza del Museo, el
convento de la Asunción, pero permanecen aún, la parroquia de San Vicente, el
Convento de Santa María la Real, la iglesia del convento Franciscano de san
Antonio, y el antiguo convento de Santiago de la Espada, ocupado actualmente
por un colegio de la comunidad de monjas Mercedarias de la Asunción.
Como hemos comentado, a los dos lados se levantan edificaciones de
muy distinta consideración y tipología constructiva. Muchas de estas
construcciones conservan la tradición sevillana de los amplios huecos
verticales y las combinaciones de los clásicos colores de albero y almagra, y
algunas de ellas cuentan además con un notable interés arquitectónico.
Por ello, además de visitar
las iglesias y conventos, se puede contemplar las diversas casas sevillanas con
cancelas, patios y hermosas fachadas, ellas por sí solas merecen la visita a
esta calle.
Presenta GuardaEsquina con las calles García Ramos, Pascual de Gayangos y Cardenal Cisneros.
Casas de la Calle San Vicente
Buena parte de la acera
izquierda, en el arranque de la calle, está ocupado por el lateral del Palacio
de Casa Galindo. Cuyo interior lo describiremos con la calle Alfonso XII, pues
se corresponde, su portada principal, con el número 48.
Desde la
plaza del Museo y calle Alfonso XII y la esquina de san Vicente se puede
apreciar el Palacio de Casa Galindo
Se trata de un edificio neoclásico situado en plena calle Alfonso XII, frente a la plaza del Museo, construido en la primera mitad del siglo XIX (1842 es la fecha de su cancela, aunque podría ser anterior) por encargo de Vicente Torres Andueza, por lo que también es conocida como “Casa Andueza”.
De la ejecución se encargó el
maestro de obras Alonso Moreno, que diseñó una gran casa que sigue la tradición
arquitectónica sevillana, pero actualizándola a las corrientes artísticas y sociales
decimonónicas.
Toma el nombre de Palacio de Casa Galindo por el político liberal-conservador Andrés Lasso de la Vega y Quintanilla, conde de Casa Galindo, y Presidente de la Academia de Bellas Artes, que compró el edificio a sus primeros habitantes.
La tercera planta, con sus buhardillas, es un añadido
del arquitecto Rafael Manzano, encargado de adaptar el edificio a partir de
1978 a su nuevo uso como apartamentos.
Imagen del
Palacio de Casa Galindo, antes de añadirse la tercera planta.
En esta segunda imagen se puede apreciar el comienzo de la calle
San Vicente y la acera derecha ocupada por el convento de la Asunción, fundado
por bula de Pío V de 1568, siendo su promotora María Zapata de la Fuente, que ofreció su
propia casa para la comunidad religiosa.
Su fachada principal fue obra de Juan de Oviedo el mozo en 1615.
Entre los aspectos históricos más curiosos cabe reseñar el enterramiento
intramuros del Obispo Auxiliar Gaspar de Torres en 1583.
Todavía en 1976 estaba ocupado por un almacén de maderas,
existiendo fotografías realizadas sobre 1960 en las que se observan los restos
del altar junto a elementos de la carpintería.
Actualmente hay una casa de pisos y las monjas mercedarias están en el convento de Santiago de la Espada.
San Vicente 6
Fachada
principal
En esta casa se dio cobijo a Nuestra Señora de la Esperanza de la Trinidad en 1936 como consta en un azulejo ubicado en el Hall de entrada.
El
patio sevillano es siempre un espacio abierto en una casa desde el que se
aporta luz, sol, calor en invierno y frescor en verano. al resto de estancias
de la vivienda.
Además, suelen estar adornados con flores, plantas, fuentes en muchos casos,
figuras escultóricas (de más o menos valor artístico) medallones y frescos,
elementos que no se permitían durante la ocupación islámica.
Generalmente son
zonas de tránsito y de bullicio. Al anochecer, la luz se vuelve tenue, el
silencio se apodera del patio y solo los fantasmas recorren los pasillos y
arcadas.
San Vicente 11
Como se comentaba
anteriormente, en el primer tramo de la calle, hay gran mayoría de altos
profesionales liberales (médicos, abogados..), y este es el caso de esta vivienda perteneciente a una
saga de grandes médicos, empezando por Juan de la Vega como Profesor Asociado
Universitario y Exjefe de Medicina Interna del Hospital Universitario “Virgen
Macarena” y continuado por sus hijos.
Fachada principal con típicos cierros a
la calle
Extraordinaria
belleza del Hall de entrada
Vista
general del patio
Imagen del Niño Jesús
Bailaora
Bargueños
Arcón
Jarrón
Patio secundario
San
Vicente 26
Presenta portada con molduras quebradas.
Como se comentaba anteriormente, en el primer tramo de la calle, hay gran mayoría de altos profesionales liberales (médicos, abogados..), y este es el caso de esta casa que se relaciona igualmente con una saga de grandes médicos, empezando por Felipe Martínez Pérez, médico, doctor, catedrático y académico, nacido en Morón de la Frontera en 1920 y fallecido en Sevilla en el 2008 a los 88 años de edad.
Fue pionero en la introducción del diagnóstico por imagen como fundador de Cerco, y del PET en Andalucía con Cadpet y el ciclotrón productor de isótopos.
Fue
creador del que sería el primer Servicio de Digestivo de Sevilla, bajo cuya
dirección se formaron destacados especialistas, entre ellos su hijo y nietos.
Don Felipe Martínez Pérez
Don Felipe
Martínez Alcalá e Hijos
Los edificios guardan historias que retratan a quienes los habitaron y el número 37 de la calle San Vicente esconde relatos de nobles enriquecidos con el negocio de las Indias, de arquitectos audaces y de modernas conjuras políticas.
La casa que "se hizo y
fabricó para su manejo" José de Carvajal y Lancáster, ministro del
Consejo de Estado de Su Majestad Fernando VI y presidente del
Consejo de las Indias, según reza una lápida situada en el patio y fechada en
el año 1753.
A mediados del siglo XX, la adquiere el arquitecto
sevillano José Galnares Sagastizábal, autor, entre otros edificios, de la sede del Banco de Bilbao en
la Plaza Nueva o de algunos de los primeros edificios de la avenida de la
República Argentina.
Galnares, convertido ya en ese momento en uno de los arquitectos
más pujantes de una ciudad en plena reconstrucción, se encuentra con una casa
luminosa, con un "gran patio, zaguán amplio con entrada de coches, magnífica y bien
trazada escalera, empaque externo y buenas proporciones".
Todos esos elementos valiosos fueron respetados por Galnares, pero con la idea de convertirla en un hogar cómodo, y con bastante seguridad.
Fue la primera piscina construida en Sevilla en una azotea, así como con una "centralilla
automática" con capacidad para 22 teléfonos.
Escudos con letanías lauretanas (escalera, árbol, sol)
En esta casa se situó el taller del escultor Antonio Castillo Lastrucci.
Se sitúa en la misma esquina con la Calle Pascual de Gayangos.
La fachada es muy
simple con una balconada en el centro sobre la puerta principal y dos pequeños
balcones a ambos lados. Estos últimos prescinden de la reja de hierro y
apuestan por pilares pétreos en forma de columnas. Tienen forma circular.
El conjunto arquitectónico está completado con unos relieves. Los
del balcón central confunden elementos humanos con elementos mitológicos
(dragones, grandes serpientes, águilas, leones...). Los de los balcones
laterales son un poco más dulces a la vista, con querubines alrededor de una
cabeza humana.