sábado, 10 de diciembre de 2022

 ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA

Caballero Veinticuatro

Después de la conquista de Sevilla por el rey Fernando III, no estaba asegurada la gobernabilidad, por lo que Alfonso X “El sabio” dispuso que las veinticuatro “Collaciones” en que estaba dividida la ciudad, eligiera entre sus ciudadanos a dos jurados cada una.

El rey Sancho IV en 1286 aprobó la propuesta del Consejo Sevillano de que doce nobles y doce ciudadanos del pueblo fueran integrados en el gobierno de la ciudad.

De ahí viene su nombre y aunque en la realidad no eran veinticuatro, sino el doble, la elección, como se ha comentado, se producía entre dos estamentos muy concretos de cada una de las veinticuatro collaciones, pues se nombraba un representante entre las clases altas y otro entre la burguesía o los gremios y en donde se integraban también algunas clases menos protegidas, como judíos neoconversos. 

Su designación real convertía el cargo en vitalicio, con lo que se creó una nueva oligarquía. Su labor era fundamentalmente la fiscalización de las actuaciones del concejo y la defensa de los ciudadanos y sus intereses.

Pero la ciudad estaba en manos de un noble que ejercía su autoridad sin acatar la autoridad real. Era el poderoso duque de Medina Sidonia, Don enrique de Guzmán, que rivalizaba con el otro noble poderoso, Don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz.

En el Imperio reinado por Felipe II se realizaba continuados abusos de poder. Quienes tenían potestad para gobernar no ejecutaban la justicia, sino solían atender a criterios arbitrarios que repercutían en su propio beneficio. Por Sevilla pasaba toda la riqueza que provenía de América, desarrollando un papel primordial en el poder imperial, por ello los desmanes administrativos eran mayores. Las quejas al Rey eran habituales y como anécdota en este sentido, en el muro de la Puerta Osario, un rótulo anónimo rezaba así, en la edad media: “Esta es la ciudad del desorden y del mal gobierno".

En la Corte, se intentó recopilar todas las leyes, ordenanzas y disposiciones, que se habían llevado a cabo desde la Reconquista. Una vez recogidas, fueron publicadas por el Cabildo en 1527, creándose una especie de jurisprudencia que normalizara los acuerdos legales a adoptar. 

Entre otros muchos aspectos se recogían rigurosamente las funciones de los distintos cargos que integraban la institución municipal.

El Asistente, era nombrado por el propio Rey, y lo representaba en toda la impartición de la justicia y administración de la Ciudad. Para este cargo no se podía ser vecino de Sevilla, para evitar posibles conflictos de intereses, y llegó a acumular una tremenda influencia y poder. De mayor a menor rango se distinguían:

El Alguacil Mayor, también era elegido por el Rey y tampoco podía ser de Sevilla. Tenía la facultad de nombrar a veinte súbitos, los llamados “alguaciles a caballo” que llevaban a la práctica los acuerdos tomado por El Cabildo. Custodiaban las llaves y del pendón de la ciudad.

Los cuatro Alcaldes Mayores, posteriormente fueron ocho, desempeñaban funciones judiciales y administrativas. También eran dispuestos por mandato real y tenían que ser letrados, también se complementaban con alcaldes ordinarios versados en pleitos civiles.

Los regidores, tomaron el nombre de "caballeros veinticuatro" (eran como los concejales actuales del Ayuntamiento), por ser el número de personas que ostentaban este cargo. 

Su campo de actuación era muy amplio, podían implicarse en los impuestos, o aspectos más concretos de la vida sevillana como el funcionamiento de la prisión, del mercado…Como obligaciones figuraba el obligado acto de presencia en las reuniones del Cabildo, y la constancia de haber sido hidalgos. 

Las crecientes necesidades económicas de la Corona, provocaron que durante el siglo XVII estos cargos se pudieran comprar, como si de simples licencias se trataran, y por 8.500 ducados se podía optar a los beneficios, prestigio e influencia que implicaban. 

Caballero Veinticuatro


Los jurados, eran elegidos por cada collación. Sus competencias se asemejaban a las de los veinticuatro, aunque estos cargos finalmente eran ocupados por la nobleza. De entre ellos se designaban al Alcaide los Reales Alcázares y al Alcalde de la Hermandad, organización que consistía en una especie de policía rural.

También encontrábamos dos Mayordomos, funcionarios puramente administrativos, seis fieles ejecutores, encargados del cumplimiento de los acuerdos y, se complementaban finalmente con un gran número de funcionarios de bajo rango, que en la práctica eran los que más trabajaban.

A pesar de esta colección de cargos, la justicia en Sevilla continuó siendo arbitraria en muchas ocasiones.

Toda esta jerarquía de cargos en la vida sevillana del siglo de oro, resulta interesante en tanto y cuando muchos personajes importantes de la ciudad, ilustres sevillanos, desempeñaron estos puestos. Don Miguel de Mañara, Don Pedro Pumarejo, Nicolás Monardes (famoso médico del siglo XVII), Luis de Carranza… son ejemplos de ello.

Aquí se reunían los caballeros veinticuatro y demás cargos consistoriales. 

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Mudéjar 

Batalla del Salado

Tras la victoria en las Navas de Tolosa en 1212 los almohades perdieron el control sobre el sur de la península ibérica y tan solo el reino de Granada se mantuvo como independiente, comprendiendo las actuales provincias de Granada, Almería y Málaga más el istmo y el peñón de Gibraltar.

En 1269, la debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente, originaria del sur de Marruecos, los Banu Marin (“benimerines” para los castellanos) que fijaron su capital en Fez, y dominaron la mayor parte del Magreb, llegando hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez.

Alcanzaron la península y dirigieron su atención hacia Granada y a instancias del rey Yussuf I de Granada, firmaron una alianza formal con los nazaríes para declarar la “Guerra Santa” a los cristianos, realizado varias incursiones en el campo de Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho y en 1329 tomaron Algeciras.

Yusuft  I

En 1330 Castilla se impondría a Granada en la batalla de Teba, y se firmó la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias (tributo) al rey castellano por parte del emir granadino.

A pesar de ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada por los cristianos en 1309), y la reconquistaron en 1333. La flota castellana del Estrecho, apoyo naval de la Corona de Aragón, capitaneada por el almirante Alonso Jofre Tenorio, sufrió una importante derrota. El almirante fue hecho prisionero y decapitado y el estrecho quedaba en manos musulmanas.

Almirante AlonsoJofre Tenorio. Dibujo procedente de “El Almirantazgo de Castilla hasta lascapitulaciones de Santa Fe”. Escuela de Estudios HispaniAmericanos de laUniversidad de Sevilla

En septiembre de 1340 el rey Alfonso XI, para evitar que los musulmanes conquistaran la plaza de Tarifa, comunicó a los “principales” del reino la necesidad de combatir a los musulmanes en una gran batalla campal y pidió ayuda al rey portugués Alfonso IV. Ambos reinos habían superado los problemas causados por la relación del monarca castellano con Leonor de Guzmán, que había apartado a su esposa María de Portugal, hija del monarca luso, con la que tuvo a su heredero Pedro I el Cruel.  

Alfonso XI y sus nobles. Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla.

 

AlfonsoIV de Portugal. Miniatura de la 16 centuria

Los ejércitos de ambos reyes se encontraron en Sevilla, para dirigirse a Tarifa, y en consejo de guerra se decidió que Alfonso XI de Castilla luchara contra el rey benimerín Abu Al-Hassan Alí y Alfonso IV de Portugal contra el de Granada, Yusuf I.

Así, la batalla del Salado, o de Tarifa, se libró el lunes el lunes 30 de octubre de 1340, entre un ejército formado por castellanos y portugueses y una alianza entre benimerines y nazaríes. 

Batalla del Salado. Lienzo anónimo

El río Salado era una línea que dividía dos creencias y dos maneras de entender la vida, dos mundos antagónicos separados por un rio de poco caudal. Se trataba de una “Guerra Santa” con bula otorgada por el Papa Benedicto XII elevando la batalla a la categoría de “Cruzada contra el islam”, de esta manera el contendiente cristiano tendría derecho a beneficios espirituales y, sobretodo, económicos, mucho más importantes, al poder embolsarse una parte de los impuestos.

El 1 de noviembre, los ejércitos vencedores abandonaron el campo de batalla, en dirección a Sevilla, con un gran botín. El rey de Portugal solo eligió como recuerdo una cimitarra enjoyada y, entre los presos, a un sobrino del rey Abul-Hassan.

La victoria cristiana fue inapelable y supuso una dura derrota para Abu-l Hassan, quien, desde ese momento, tuvo que reconducir su política expansiva únicamente al norte de África, y con ello, se puso fin a la “Guerra del Estrecho” y a la posibilidad de que algún poder norteafricano pudriera asentarse en la península ibérica. El reino Nazarí quedó definitivamente aislado y a merced de los castellanos, con la obligación de comenzar una política amistosa y pagar tributos a Castilla.  

 AREA DE SANTA CLARA-JESÚS DEL GRAN PODER 

Calle Pérez Garayo

Desde Pizarro a Torneo como barreduela.

Se formó con la construcción de una manzana de casas en la plaza de Santiago de la Espada, a finales del s. XIX en la Puerta de San Juan.  

Se rotuló en 1900, poco después de su formación, con este nombre, en memoria de Marra Ana Pérez de Garayo, que dejó a su fallecimiento (1763) bienes para dotar una escuela de niños en los barrios de San Vicente y San Lorenzo.

Existe una diferencia de nivel entre el interior y exterior de la muralla que  está salvado por una escalera de mampostería.

 ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA

Francisco Pizarro

Se le dedica la calle Pizarro (ver) en la collación de san Lorenzo, en san Juan de Acre

Francisco Pizarro nació en Trujillo, y sin conocerse la fecha con seguridad, por divergencia entre los historiadores, se ha establecido la posibilidad de que fuera entre 1476 y 1478, hijo bastardo del capitán Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar, llamado “el largo o el romano”, con Francisca González Mateo.

Retrato de Francisco Pizarro. Amable-Paul Coutan. 1835. Palacio de Versalles

Desde Sevilla, a la edad de veinte años se alistó en los tercios españoles que, a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, luchaban en las campañas de Nápoles contra los franceses.

El Gran Capitán. Grabado de Bartolomé Vázquez por dibujo de José Jimeno. Retratos de españoles ilustres. 1971

Tras esta experiencia militar, en 1502 embarcó a bordo de la flota del gobernador Nicolás de Ovando, rumbo a La Española.


Retrato del virrey Nicolás de Ovando

Los españoles trataban, en eta época, de asentarse en el territorio luchando contra los indígenas. “Los indios eran exóticos. Andaban desnudos, dormían en casuchas de madera y dormían en hamacas. Eran lampiños, de menor estatura que los españoles, pero bien proporcionados (…) En cuanto a las mujeres, iban descubiertas de medio cuerpo hacia arriba (…) Las vírgenes dejaban ver su cuerpo enteramente desnudo, determina el escritor y graduado en Derecho Roberto Barletta Villarán en su libro “Breve historia de Francisco Pizarro”.

Tras su llegada participó como soldado en varias expediciones sabiendo de antemano que, debido a que era un hijo bastardo y carecía de cultura, le sería muy difícil ascender.

En 1509 acompañó a Alonso de Ojeda que tenía la intención de tomar el golfo de Urabá (ubicado cerca de Panamá). La expedición se complicó cuando los nativos locales, asediaron el emplazamiento español, el fuerte de San Sebastián, en el poblado de san Sebastián de Urabá en Nueva Andalucía, donde posteriormente se levantaría la ciudad de Cartagena de Indias. Como resultado de este asedio, Ojeda fue herido en una pierna y tuvo que ser evacuado en un buque.

Alonso de Ojeda

En su ausencia, Alonso de Ojeda dejó al mando a Pizarro, de 32 años de edad, ascendiéndolo a capitán y nombrándolo jefe de la expedición, debido a que era uno de sus mejores soldados y que parecía inmune a las plagas que asolaban a su hueste.

Ojeda ordenó a Pizarro resistir en el fuerte durante 50 días, con los soldados de los que disponía, pero que, si pasado ese período no recibía refuerzos, debía huir junto con sus hombres en dos bergantines que dejaba a su disposición. El español defendió el lugar durante ese tiempo, pero cuando pasaron los 50 días, sin ayuda, los soldados destruyeron el fortín y se amontonaron en los dos bergantines.

Posteriormente, se unió a Vasco Núñez de Balboa en la exploración del istmo de Panamá, aventura que coronó el descubrimiento del océano Pacífico en 1513, llamado entonces Mar del Sur. 

Vasco Núñez de balboa. Anónimo. Siglo XIX. Óleo sobre tela. 94,5 x 73,3 cm.  Museo Naval de Madrid.

En 1519, a las órdenes de Pedro Arias Dávila, se unió a las fuerzas que fundaron la actual ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse.

Por orden de Pedro Arias de Ávila, alias Pedrarias, gobernador de Castilla de Oro, arrestó y decapitó a su antiguo capitán, Vasco Núñez de Balboa, en uno de los hechos más atroces de la odisea transatlántica y un acto absolutamente infame. 

En 1522, a la edad de 32 años, decidió asociarse con Diego de Almagro y Hernando de Luque para formar la Compañía del Levante, cuyo propósito era explorar los dominios del sur, en beneficio propio, y conquistar “Birú” o “El Birú” (el Imperio inca del Perú), del que tenían vagas noticias, repartiéndose las responsabilidades de la expedición. 

Pizarro la capitanearía, Almagro se encargaría de la intendencia y Luque estaría al cargo de las finanzas y de la provisión de ayuda. 

Realizaron dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-1528), pero las dos se saldaron con sendos fracasos. 

Retrato de Diego de Almagro. Domingo Mesa. 1873. Óleo sobre tela. 127 x 96 cm. Museo Histórico Nacional

Hernando de Luque


El Juramento. Hernando de Luque junto a Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Grabado de la edición española de William H. Prescott. 1851

En la segunda expedición, muchos decidieron que ya habían pasado suficientes calamidades como para seguir adelante, y cuando llegaron a una isla segura, la isla de Gallo, plantearon volver a territorio español. 

Según las crónicas de la época, solo trece hombres tomaron la decisión de seguir, mientras Almagro iba a Panamá en busca de refuerzos.

Los trece de la isla del Gallo. Juan Lepiani. 1902. Óleo sobre tela. 251 x 379,5 cm. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Lima

Según Francisco de Xerez, escribano oficial de la expedición, pudieron ser 16, pues había un mulato y posiblemente un par de esclavos africanos, pero es posible que en la ecuación de las crónicas, no se incluyeran los no castellanos, salvo casos muy especiales como el de Antón de Pigaffeta, Hernando de Magallanes o los pilotos cántabros y vascos.

Los “Trece de la Fama” permanecerían otros cinco meses hasta la llegada de los refuerzos enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz, y tras explorar una extensa área del oeste de América del Sur, lograron hacerse con todo tipo de riquezas entregadas por algunos caudillos locales y volvieron a Panamá como héroes.  

En 1529 Pizarro viajó a España y con la “Capitulación de Toledo” de 1529, firmada por Isabel de Portugal con la autoridad del rey Carlos I, se le concedieron los derechos de dominio sobre la zona de Perú, llamado en adelante Nueva Castilla, y fue nombrado gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras. En adición, el documento otorgó títulos de hidalgos a los 13 de la Fama por lo mucho que habían servido en dicho viaje.

De acuerdo con lo estipulado en las capitulaciones, Pizarro, Almagro y Luque organizaron la tercera expedición, que partió en 1531. 

Tras un año de espera en Coaque, la fuerza expedicionaria recibió a los hombres de Sebastián de Belalcázar y poco después, ya en Puná, se añadió al grupo Hernando de Soto. 

En 1532 Pizarro zarpó desde la ciudad de Panamá desembarcando cerca de Tumbes, en lo que ahora es la frontera norte del Perú; entonces formaba parte del Imperio Inca llamado Tahuantinsuyo, que se extendía desde Colombia hasta Chile.  

Pintura que recrea la entrada de los españoles en la ciudad inca de Atahualpa

Los incas tenían una leyenda sobre que un día el dios Viracocha regresaría desde la tierra del sol poniente, una deidad que según ellos vestía de oro y plata, con barba blanca y ojos verdes, y que se había ido a través del océano Pacífico para volver en tiempos de gran necesidad.

Los nativos norteños vieron la llegada de los españoles que tenían características semejantes a las de Viracocha, narradas en su leyenda. 

Los indios tayanes le comunicaron a Atahualpa que los españoles eran dioses, dada su piel blanca, sus barbas, sus brillantes armaduras y que habían venido en grandes naves desde el océano Pacífico.

Los españoles, planearon invadir a la civilización inca aprovechando que esta se encontraba sumida en una guerra civil que enfrentaba a dos de sus líderes (Atahualpa y Huáscar) por el poder.

El 16 de noviembre de 1532 el conquistador español se entrevistó en la ciudad de Cajamarca con Atahualpa y, tras exhortarle sin éxito a que abrazase el cristianismo y se sometiera a la autoridad de Carlos V, lo capturó en un sangriento ataque por sorpresa.

Retrato de Atahualpa. Anónimo. Siglo XIX. Museo de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Lima

Pizarro capturando a Atahualpa. John Everett Millais.1845. Óleo sobre tela

Para conseguir su liberación, Atahualpa propuso a Pizarro llenar la habitación donde se encontraba preso, el conocido como Cuarto del Rescate, con oro y plata y los súbditos trajeron oro en llamas durante tres meses hacia Cajamarca de todas las partes del reino para salvar su vida. Atahualpa ofreció a Pizarro a su hermana favorita en matrimonio, Quisque Sisa (Inés Huaylas Yupanqui), hija del emperador inca Huayna Cápac.

Captura de Atahualpa en Cajamarca. Juan Lepiani. 1920-27


Francisco Pizarro, a pesar de haber recibido el rescate más alto de la historia, lo mandó ajusticiar la noche del 26 de julio de 1533 por los delitos de sublevación, poligamia, adoración de falsos ídolos y por haber ordenado ejecutar a sus hermanos Huáscar y Atoc.  Atahualpa antes de su muerte recibió el bautismo con el nombre de Francisco. 

Ejecución de Atahualpa, según grabado del siglo xix.

A continuación, se alió con la nobleza inca, lo cual le permitió completar sin apenas resistencia la conquista de Perú, empezando por Cuzco, la capital del Imperio y nombrar emperador a Marco Capac II, hermano de Huáscar, tras jurar fidelidad al rey de España.

El 18 de enero de 1533 fundó en la costa la Ciudad de los Reyes (pronto conocida como Lima) y Trujillo, con lo que se inició la colonización efectiva de los territorios conquistados.

Mientras tanto, su hermano Hernando, que había partido a España para entregar el “Quinto del Rey” a la corona, regresó portando el título de marqués para su hermano Francisco, y el de adelantado para Almagro, al cual se le habían concedido 200 leguas al sur del territorio atribuido a Pizarro.

Poco después, Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión de Cuzco, y acabaron por enfrentarse abiertamente en la batalla de las Salinas, en abril de 1538.

Derrotado y prisionero, Almagro fue procesado, condenado a muerte y ejecutado por Hernando de Pizarro. 

Carlos I sustituyó a Pizarro por Cristóbal Vaca de Castro, con las intenciones reales, de que el nuevo gobernador de Perú mediara en las luchas entre el conquistador y Almagro el Mozo, hijo de su antiguo socio. 

Sin embargo, el propósito pacificador del rey no llegó a cumplirse, y el 26 de junio de 1541 Pizarro murió asesinado en su palacio de Lima, ciudad que él mismo había fundado a orillas del río Rímac seis años antes, a manos de los almagristas.

Casa de Pizarro en Trujillo

La familia Pizarro erigió en la esquina sureste de la Plaza Mayor de Trujillo y al costado del Ayuntamiento, un palacio de estilo plateresco del siglo xvi, mandado construir por su hija Francisca Pizarro Yupanqui, conocido como palacio de la Conquista. 

Se trata de un palacio estructurado en cuatro plantas con el escudo de armas de la familia Pizarro en el balcón de la esquina. 

En uno de sus lados está Francisco Pizarro y en el otro, su esposa, la princesa inca Inés Huaylas, su hija Francisca Pizarro Yupanqui y su esposo Hernando Pizarro. 

Coronan este edificio doce elegantes esculturas que representan alegorías de los vicios y virtudes. 

Son notables sus chimeneas, ventanas y artísticas rejas de forja.


El escultor estadounidense Charles Cary Rumsey (1879-1922) realizó una estatua ecuestre del conquistador de la que existen tres copias ubicadas en las ciudades de Trujillo (España), Lima (Perú) y Búfalo (Estados Unidos).


Estatua ecuestre en Trujillo

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística  

Manuel Guzmán Bejarano

Nació el día 2 de agosto de 1921 en la plaza de la sagrada Familia de Triana. 

Se inició en el oficio con su padre, Lorenzo Guzmán, marmolista de profesión. 

Entró como aprendiz en el taller de Castillo Lastrucci, donde conoció a Luis Jiménez Espinosa con quien montó un primer taller, del que luego se independizó para fundar el suyo propio, en la calle Pizarro 9

Este taller se amplió con un anexo en la calle Guadalquivir 19 donde realizaba las labores de montaje, dorado y charolado.

Calle Pizarro, número 9

Completó su formación en la Escuela de Artes Aplicadas y entre sus discípulos aprenderían el oficio en su taller su propio hijo Manuel y Manuel Martin Nieto, así como el prioste Francisco de los Santos Infantes.

Manuel Guzmán Bejarano

Por su obra le llegó a ser considerado uno de los grandes artistas de la talla de la madera del siglo XX e incluso de los comienzos del XXI, pues su última obra fue el paso de misterio de la Hermandad de san Gonzalo, pieza extraordinaria con su particular modo de tallar la madera, porque estuvo activo hasta su muerte que aconteció el 31 de diciembre de 2002.

Soledad de San Buenaventura. 1957 y Hermandad de los Javieres. 1957

Esperanza de Triana. 1970 y Hermandad de la Cena. 1974

Los Servitas. 1979 y La Sed. 1990

Hermandad del Cachorro. 1997 y San Gonzalo. 2000

 

Capilla de la Hermandad del Museo


  Retablo cerámico, en la fachada principal de la Capilla del Museo, con el Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de las Aguas pintado por Antonio Morilla Galea, con diseño del marco Manuel Guzmán Bejarano y una corona que remata todo el conjunto de Pablo Aguilucho.  

 AREA DE SANTA CLARA-JESÚS DEL GRAN PODER 

Calle Pizarro

Dedicada a Francisco Pizarro (ver), se dirige de Mendigorría a la confluencia de Guadalquivir y san Vicente. Confluye por la derecha Pérez Garayo.

Desde el s. XIII formó parte del barrio de San Juan de Acre y como todo e l conjunto, en 1845 fue rotulada Compás de San Juan de Acre.

En 1869 se denomina Salado, por la victoria castellana sobre los benimerines en 1340 que dio a Castilla el control del Estrecho.

A año siguiente se cambió por Clavijo, legendaria batalla en que la tradición fija la intervención del apóstol Santiago.

Por la proximidad al antiguo convento de Santiago de la Espada tendría este nombre temporalmente.

En 1891 se rotula como Pizarro, nombre que hasta entonces había llevado la actual Clavijo, en recuerdo del conquistador de Perú (14 78-1541); en 1935 se le antepuso el nombre de Francisco, y en 1936 se denominó Galicia, recobrando su actual nombre poco después.

La actual conformación de la calle es el resultado de la incorporación de la plaza y cierre de una calle, después de 1837 en que fue transformado todo el conjunto.

Constituyó la salida natural al rio a través de la Puerta de San Juan. En esta y otras calles colindantes se concentró hasta el s. XVII la elaboración de la seda.

En la casa número 9 tuvo su taller Manuel Guzmán Bejarano (ver)