viernes, 3 de febrero de 2023

 ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA

Hombre de Piedra

En la plaza del Salvador, en la esquina a calle Villegas, se encuentra, adosada al muro de la iglesia colegial, una cruz de gran tamaño, la Cruz de las Culebras.

Cruz de las Culebras

Debajo de dicha cruz, existe una lápida, escrita en caracteres y ortografía antiguos, que dice:

EL REY DON JUAN. Ley 11

El rey i toda persona que

topare el Santísimo Sacramento

se apee, aunque sea en el lodo

so pena de 600 maravedises

de aquel tiempo, según la loable

costumbre desta ciudad

 o que pierda la cabalgadura

y si fuese moro de catorce años arriba

que hinque las rodillas

o que pierda todo lo que llevare vestido …

Lápida debajo de la Cruz de los Polaineros

Con esta lapida, se puede apreciar la obligación que había en Sevilla, de ponerse de rodilla en el suelo al paso del Santísimo Sacramento, aunque hubiere lodo.

Esta piadosa costumbre se aplicaba al rey y a los más altos Caballeros, so pena de perder el caballo o pagar 60 maravedises de multa, y el que no tuviera caballo ni bienes, perder la ropa que llevase puesta.

En la calle Hombre de Piedra, que va desde la calle Santa Clara a la de Jesús del Gran Poder, en la fachada del número 10, se halla empotrada una estatua de piedra, en una hornacina a nivel de la cera.

Hombre de Piedra

La calle se llamó desde el siglo XIII al VX calle del Buen Rostro y su leyenda se remonta a una noche del siglo XV.

En la mencionada calle del Buen Rostro, había una taberna en la que bebía Mateo Rubio con sus amigos. Cuando salieron a la calle vieron aproximarse una comitiva con el Santísimo Sacramento, ante la cual, como hemos comentado, era obligatorio arrodillarse, por orden del Rey Don Juan II.

Los compadres de la taberna, aunque eran gentes poco religiosas, interrumpieron sus conversaciones y se arrodillaron al paso del Sacramento, pero Mateo Rubio, para demostrar su temple y valor, dijo: “Ea, atajo de gallinas, que os arrodilláis como mujeres. Ahora veréis a un hombre tener ….. Y no me arrodillare, sino que me quedare de pie para siempre”.

Y en efecto permaneció allí para siempre, pues un trueno estalló sobre la calle, y sobre Mateo Rubio cayó un rayo que lo convirtió en piedra, hundiéndose hasta la rodilla en el suelo. Desde entonces, la calle Buen Rostro pasó a denominarse Hombre de Piedra.

Actualmente, la verdadera interpretación es que se trata de una estatua romana perteneciente a unas termas, que los árabes mantuvieron, señalando unos baños públicos llamados “de la Estatua “y que han resistido hasta nuestros días las múltiples reformas sufridas durante casi dos mil años.

 AREA DE SANTA CLARA-JESÚS DEL GRAN PODER 

Calle Hombre de Piedra

Se dirige desde la confluencia de las calles Jesus del Gran Poder y Arias Montano a las de Santa Clara y Dalia. Confluyen por la izquierda Medina y Roelas.

En la acera derecha, esquina a Jesús del Gran Poder, existió desde el s. XVII el Colegio de las Becas. A esta calle daban las fachadas laterales de los conventos de Santa Clara y Santa Ana.

Desde el s. XVIII es conocida con su nombre actual por una estatua de mármol empotrada a ras del suelo en la fachada de la casa número 10.

Hombre de Piedra en la fachada de la casa número 10

Este torso romano ha dado lugar a una leyenda recogida por González de León, según la cual un hombre fue convertido en estatua de piedra por blasfemo. Es posible que con anterioridad al s. XVIII toda la calle o parte de ella fuera conocida por Buen Rostro.

Es mencionada por Cela en su “Primer Viaje Andaluz”, por Romero Murube en “Los cielos que perdimos” y por Pérez Lugin, que en Currito de la Cruz sitúa en ella el corral de vecinos la "Casa de vecinos de San Antonio Bendito". 

Casas de la Calle Hombre de Piedra

Número 9


Número 12





 AREA DE SANTA CLARA-JESÚS DEL GRAN PODER 

Calle Roelas

Se dirige desde la calle Medina a Hombre de Piedra.

Al menos desde el s. XVI, unas callejuelas situadas a la espalda del convento de Santa Ana, con entrada y salida a Hombre de Piedra, eran conocidas como Virgenes, por el gran lienzo flamenco existente en la iglesia, en el que, según González de León, se representaba el sacrificio de las once mil vírgenes.

En 1868 fue rotulada como Roelas en relación con el linaje nobiliario sevillano que vivió en sus cercanías.

En 1957 se le antepuso el nombre de Juan por el pintor Juan de Roelas (1560-1625), pero posteriormente se retiró.

Es una calle corta y en ángulo recto, delimitada en gran parte por la tapia trasera del convento carmelita, pudiendo verse el ábside de la iglesia conventual. Probablemente incorporó una calleja sin salida, que estaba allí situada a mediados del s. XVIII.

Chaves Nogales evoca la niñez del torero Juan Belmonte, que vivió en esta calle y recuerda que hubo una cruz grande, pintada de almagra, sobre la tapia del convento en el lugar donde apareció ahorcado un hombre. Tras el suceso, dice, “fue aquél un lugar sagrado y temible para la chiquilleria".

La familia de los Roelas era de gran rango dentro de la vida sevillana (ver). Los roelas tenían su casa en la calle Santa Ana donde actualmente está la Casa-Palacio de los Marqueses de Medina, conocida como Palacio del Infantado, donde había, en aquel entonces, en lugar de la casa un callejón, que unía Santa Ana con la calle Hombre de Piedra, y desde ahí se prolongaba hasta el callejón de las Becas y la calle Lumbreras, siendo todo este largo trayecto llamado Calle del Arquillo de los Roela, pues la calle entera pertenecía a esta familia, teniendo a un lado su casa palacio, y a la otra acera las caballerizas, vivienda de sus criados, y un jardín con su huerta.

Calle Roelas. Al fondo a la derecha el ábside de la Iglesia del Convento de las Mercedarias