AREA REGINA-ENCARNACION-SANPEDRO
Iglesia de Santa Catalina
Está dedicada a Santa
Catalina de Alejandría, nacida hacia el año 290 en el seno de una familia noble
de Alejandría. El emperador Majencio o Maximiano, acudió a Alejandría para
presidir una fiesta pagana y ordenó que todos los súbditos hicieran sacrificio
a los dioses, pero Catalina en lugar de realizar un sacrificio, hizo la señal
de la Cruz. El emperador ordenó que fuera torturada en una rueda guarnecida con
afiladas cuchillas, pero estas se rompieron al contacto con el cuerpo de
Catalina y el emperador la mandó decapitar, pero de la herida no salió sangre
sino leche, y unos ángeles se llevaron su cuerpo al monte Sinaí.
En el siglo VI, el emperador
Justiniano fundó, en el monte Sinaí, un monasterio denominado “Monasterio de la
Transfiguración” que posteriormente fue dedicado a esta santa con el nombre de “Monasterio
de Santa Catalina”. Los monjes del monasterio encontraron sus restos sobre el
año 800, en una gruta de la montaña y a partir de entonces sus reliquias se
custodiaron en el monasterio, que se convirtió en un centro importante de
peregrinación. Sin embargo, el historiador Harold T. Davis, confirma que “la
investigación asidua no ha logrado identificar a Catalina con ningún personaje
histórico”, por lo que considera que Catalina fue una leyenda inspirada en la
historia de la filósofa pagana Hipatía.
Su culto se difundió por los
cruzados, en toda Europa, en el siglo XII, como reina virgen y mártir, incluida
en el grupo de los santos auxiliadores, invocada para evitar la muerte súbita.
Es la patrona de los filósofos, estudiantes, sombrereros, barberos y oficios
relacionados con las ruedas. Se la representa con la palma, la espada y la
rueda arpada en alusión al martirio, la corona por la realeza y el libro como
símbolo de sabiduría.
Santa Catalina. FranciscoPacheco. 1605. Óleo sobre tabla. 103,5x43,5 cm. Museo delPrado
Historia
La Iglesia de Santa
Catalina se sitúa entre la calle Almirante Apodaca, Alhóndiga, Santa Catalina y
Plaza Ponce de león y en 1912 fue declarada Monumento Nacional, siendo sede
canónica de las Hermandades de la Exaltación, de la Virgen del Carmen y del Rosario
y de santa Lucia.
Pero, hasta las primeras
décadas del siglo XX, la fachada sur (la de la torre) estuvo rellenada por
construcciones adosadas, se trataba de una serie de dependencias de la
parroquia y de varias viviendas, por lo que para llegar desde la plaza de La
Paja (actual Ponce de León) a san Pedro, había que pasar por la actual calle
Santa Catalina, y por el tramo estrecho de la calle Alhóndiga para desembocar
en el cruce con la plaza de la Alhóndiga (actual Almirante Apodaca). Los planes
de ensanche del siglo XX, con la apertura de la calle Almirante Apodaca y Juan
de Mesa, y el derribo de estas construcciones adosadas, permitió que la iglesia
pasara a tener una situación aislada e independiente.
Siempre ha sido
considerado como un templo Gótico-Mudéjar del siglo XIV, pero las nuevas
excavaciones arqueológicas demuestran que el actual templo no es el original de
este siglo XIV, sino una reconstrucción realizada tras la destrucción provocada
por el terremoto de 1356. En el edificio anterior, posiblemente mandado
construir por Fernando III al tomar la ciudad, la nave central era de un tamaño
semejante a las dos laterales y contaba con un mayor número de pilares. Solo se
conserva la estructura muraria a los pies de la iglesia, los muros de la
epístola y del Evangelio y la cabecera, así como un fragmento de un fresco en
el que se representa a san Pedro, fechado en el último tercio del siglo XIII,
lo que confirma la antigüedad del muro del evangelio.
Ha sido sometida a varias
renovaciones arquitectónicas y reformas al largo de los años. En el siglo XVI
se restaura la Capilla Funeraria, situada a la altura de la cabecera del
templo, que ya existía en 1573. En el siglo XVIII se reformó la capilla mayor,
la capilla del Rosario y se añadió la espectacular capilla Sacramental,
dirigida en su totalidad por el arquitecto Leonardo de Figueroa.
Sobrevivió a los planes
de la Revolución Gloriosa de 1868 (ver), que planteaba su derribo para crear una vía
amplia de acceso al centro, y que la cerró al culto convirtiéndola en “Club
Republicano” y posteriormente en almacén de madera. Se realizó una restauración
en 1881, abriéndose nuevamente al culto el 3 de octubre de 1869.
Entre 1923 y 1930 se
realizó una profunda restauración integral por el arquitecto regionalista Juan
Talavera y Heredia (autor del Puente de san Bernardo, del Edificio de
Telefónica de la plaza nueva y de la reorganización del barrio de santa Cruz).
Lo más conocido y arriesgado de esta intervención fue el traslado de la portada
gótica de la clausurada Iglesia de Santa Lucia (siglo XIV), para situarla a los
pies del templo, dejando a la original de Santa Catalina en el interior de un
pequeño nártex de acceso. Este hecho es
recordado en una placa situada junto a la portada. Esta intervención fue
fundamental para permitir que el templo siguiera en pie, pues creó una especie
de inmenso andamio que estabilizaba la fábrica original, y para no dejar a la
Iglesia en demasiada obscuridad abrió un gran vano central. También se
realizaron obra en los alrededores con la eliminación de las casas que estaban
asociadas a sus paredes, permitiendo dejar al templo al descubierto.
Afortunadamente no sufrió
daños durante la Guerra Civil de 1937, pero lentamente fue sufriendo un gran
deterioro y tras varias décadas cerrada se realizó su solemne apertura el 25 de
noviembre de 2018, siendo bendecida por el arzobispo Juan Jose Asenjo
Pelegrina, una vez concluida la restauración integral del edificio dirigida por
el arquitecto Francisco Jurado Jiménez
En las excavaciones realizadas, durante esta
última restauración, se ha descubierto la cimentación de un coro con un órgano,
que se ha documentado en torno al año 1700. Se supone que el peso de esta
construcción provocaría su hundimiento y se decidiría su eliminación en algún
momento de su historia, pues no hay constancia de su existencia en la
restauración realizada por Juan Talavera. De la misma época del coro sería un
presbiterio encontrado, anterior al actual, con una escalinata, decorada con
pinturas murales en sus laterales, que conduciría al espacio más sagrado del
templo.
Uno de los elementos más
espectaculares de Santa Catalina es su torre-campanario, considerado por muchos
historiadores como el alminar de la mezquita que se supone que estaba levantada
en este lugar. En los últimos estudios arqueológicos, se constata que la torre
siempre fue un campanario cristiano. Los escombros encontrados en su base
indican que fue un vertedero del siglo XIV y que por tanto la torre ya existía
en dicho siglo XIV.
Efectivamente, en un
nivel inferior ha aparecido una mezquita, pero de pequeñas dimensiones como
correspondería a un uso privado, sin necesidad de Alminar al no tener que
llamar a los fieles a la oración. Esta pequeña mezquita tuvo una planta
rectangular, con pilares en el centro, y el muro de la “Quibla” donde estaría
el “Mihrab”. Entendemos por “Quibla” el muro y por “Mihrab” al nicho
semicircular u hornacina de la pared que indica la “Alquibla”, es decir, la
dirección de la Kaaba en la Meca, hacia donde debe dirigirse la oración
musulmana.
Este pequeño oratorio,
tras la reconquista cristiana sería reconvertido en la primitiva iglesia, por
la necesidad de dotar de templos a los nuevos pobladores, pues efectivamente,
cuando Fernando III entró en la ciudad transformó las antiguas mezquitas en
templos católicos y dividió la ciudad en “Collaciones” o pequeños barrios
entorno a una parroquia, lo que le permitía realizar una organización
administrativa de la ciudad. El uso cristiano de este edificio lo demuestra la
presencia de un enterramiento, que no era posible en un oratorio musulmán, pero
era una costumbre que se extendió con el cristianismo.
Las exploraciones
arqueológicas han encontrado un edificio previo a la mezquita que se ha
identificado como un posible templo de época tardo antigua, de mediados del
siglo VI.
La calle Alhóndiga
formaba parte del “Cardo Maximo” de la Hispalis Imperial, y en Santa Catalina
debería ubicarse una posible puerta de acceso a la ciudad romana, pero no se ha
podido localizar, en las excavaciones, esa la muralla romana, y solo ha
aparecido una canalización de ladrillo fechable en el siglo I (d.C.)
Este templo, desde sus inicios bajo la advocación de Santa Catalina, aparece en los primeros repartimientos de la ciudad, siendo, por tanto, una de las primeras parroquias que fundara el entonces Arzobispo don Remondo de Losada tras la conquista de la ciudad de Sevilla.
Como hemos comentado al comienzo es la sede canónica de la Hermandad de la Virgen del Rosario de Santa Catalina fundada en 1661.
En 1862, el Beato Marcelo Spinola (ver) fundó la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen, tras una epidemia de cólera y desde 2002 está fusionada con la hermandad de María Santísima del Rosario y Santo Domingo de Guzmán, fundada en el siglo XVII.
Es referencia en Sevilla para el culto de santa Lucía, cuya hermandad fue fundada en 1931 procedente de la desacralizada iglesia de su nombre.
Es sede canónica de la Hermandad de la Exaltación, y se da culto al Santísimo Cristo de la Exaltación y Nuestra Señora de las Lágrimas.
Es igualmente, la sede de la
Hermandad Sacramental Purísima Concepción Ánimas Benditas del Purgatorio, San
Sebastián, fundada a finales del siglo XVI, fusionada con la de nazarenos del
Cristo de la Exaltación, Nuestra Señora de las Lágrimas y Santa Catalina de
Alejandría, fundada por nobles en el siglo XVI.
Exterior
Desde el exterior puedes
ver claramente las diferencias entre los muros de color ocre y los de ladrillo
visto, que evidencian las distintas etapas constructivas.
A los pies de la nave
principal, se encuentra la portada gótica del siglo XIV, procedente de la
iglesia de santa Lucia. Esta iglesia, de Santa Lucía, fue clausurada como
templo religioso en 1868, pasó por diversos usos y actualmente acoge el “Centro
de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía”. Dentro de una operación
realizada por el arquitecto Juan Talavera, esta portada fue traslada a la
Iglesia de santa Catalina en 1930, siendo costeado, dicho traslado, por el
Vizconde de los Remedios, Rafael González Abreu.
Visión del exterior
desde la calle Almirante Apodaca
Esta portada principal,
está formada por un arco ojival con arquivoltas decoradas en el exterior con
dientes de sierra y punta de diamante, con baquetones que sujetan la línea de
imposta, que presenta imágenes faciales muy deterioradas, y sobre la que se
alza tejaroz. En los laterales, cuatro esculturas en piedra muy deterioradas,
bajo doseles góticos, y en el remate un bello Cristo en Majestad. Sobre ella se
encuentra una ventana circular.
Portada principal con
arco ojival
Arquivoltas decoradas en
el exterior con dientes de sierra y punta de diamante
Baquetones con línea de
imposta
Línea de imposta con
imágenes faciales
Detalle de imagen facial
de la imposta
Tejaroz
“Cristo en Majestad”
entre dos canes del Tejaroz
Ventana circular en el
vértice
Escultura superior
izquierda y derecha
Escultura inferior
izquierda y derecha
Esta portada da acceso a
un diminuto “compas” del siglo XX, con la imagen de san Antonio, y una placa de
la bendición de la Iglesia tras su restauración en 2018. En estos compas
destaca la bella puerta mudéjar original del templo, de ladrillo con vanos de
herradura polibulados, que hace suponer que la entrada al edificio se realizaba
a través de una zona ajardinada y una verja.
Imagen de san Antonio
Portada mudéjar original
En el lateral derecho de
la portada hay tres azulejos, en relación con el nombramiento de Monumento
Nacional, indicando el origen de la portada y la Virgen del Carmen.
En el lateral izquierdo,
se encuentra una hornacina con una Cruz, se trata de la “Cruz de Santa
Catalina”, de hierro forjado, sobre un pilón. Se ubicó originalmente en la
Plaza de Santa Catalina (hoy plaza de los Terceros) y no en la antigua plaza de
la Paja (hoy plaza de Ponce de León) como se creía por error de interpretación
de un grabado. Esta cruz es testigo de la existencia de un cementerio adosado a
la Iglesia. Sevilla, no contó con un gran cementerio fuera de la muralla hasta
el siglo XIX, por ello los ricos tenían tumbas en el interior de las iglesias,
pero los pobres reposaban en los cementerios parroquiales.
Cruz de Santa Catalina
A continuación, un
pequeño ábside curvo de ladrillo visto,” Redondillo”, decorado con pequeños
arcos polibulados, que parece ser resto de la primitiva iglesia gótico-mudéjar,
aunque su situación, junto a la puerta de acceso, sigue siendo difícil de
explicar. Desgraciadamente siempre hay alguna moto aparcada.
Redondillo
Capitel de la columna
previa al “Redondillo”
En la pared de la plaza
de los Terceros, un retablo cerámico con la imagen de santa Lucía, firmado por
Antonio Kiernaman y patrocinado por la ONCE y un retablo barroco que enmarca el
azulejo vidriado del Cristo de la Exaltación, obra de Cordero Oliva. El retablo
de santa Lucia, representa a una mujer que con una mano sostiene una palma y
una espada y con la otra un plato sobre el que se ven unos ojos. La santa, a la
que en las persecuciones contra los primeros cristianos le arrancaron los ojos,
es la protectora de la vista, patrona de la ONCE, cuyo emblema se ve en el
lateral del retablo.
Pared de la Plaza de los
Terceros
Retablo cerámico de
santa Lucia
Detalle de Santa Lucia
Retablo del Cristo de
Expiración
Detalle de la parte
inferior del retablo
En la pared de la calle
santa Catalina, un azulejo que indica “Esquina de santa Catalina” y una de las
ventanas y la cúpula de la Capilla Sacramental.
En la plaza Ponce de León
un “guardaesquina” de mármol (esquina con santa Catalina) un azulejo de Nuestra
Señora de las Animas y una de las ventanas de la Capilla Sacramental.
Y, en el muro izquierdo, la “Capilla Sacramental”, obra de Leonardo de Figueroa, que en su fachada presenta las dos ventanas comentadas adornadas con símbolos eucarísticos y azulejos alusivos a los símbolos del Rosario, y su cúpula y linterna barroca, y cimborrio rematado con la imagen de la Fé, obra de Pablo Guidazo en 1730.
Cimborrio de la “Capilla
Sacramental” con la Imagen de “La Fe”
Imagen de “La Fe”
En el lado de la
epístola, una bella puerta mudéjar, a la que la reforma ha encalado
excesivamente, se trata de una portada con arco de herradura, apuntado por
alfiz.
Tras esta puerta lateral,
en el muro derecho, se adosa a la Iglesia la Capilla de la “Exaltación”
(confundida en ocasiones con un antigua Mihrab), de ladrillo con sencilla
cúpula neo mudéjar.
Puerta lateral
Capilla de la
“Expiración”
Torre
Uno de los elementos más
espectaculares de santa Catalina es su torre-campanario. Aunque determinados
historiadores lo han identificado con el antiguo alminar de la mezquita,
actualmente está totalmente confirmado que su construcción es de la época mudéjar.
Se ubica en el flaco sur
de la Iglesia, casi a la altura de la cabecera de la nave de la epístola.
Construida con sillares en la zona inferior y con ladrillos la superior, con
decoración de paños de “Sebka”. Es de planta cuadrangular y presenta dos cuerpos.
El inferior o caña, de
mayor tamaño, está decorado con “ajimeces” con arcos ciegos polilobulados y
“alfiz”. Bajo ellos, un gran panel con decoración de “ataurique”, y dentro de
él una ventana ciega de arco polilobulado en el lado de poniente y en el flanco
sur una pequeña “saetera” en el centro de un arco de herradura.
Vista General desde la calle Almirante Apodaca
Sillares de la parte inferior y “Saetera”
“Ajimeces”
Paños de “Sebka”
El superior se corona con
merlones escalonados que fueron rehechos en la restauración del siglo XIX. Bajo
él se aloja el cuerpo de campanas, abierto a cada uno de los cuatro lados por
un arco de herradura apuntado con su alfiz.
El interior, no lo he
visitado y se describe como “de machón central, utilizándose en la cubierta del
hueco bóvedas esquifadas rectangulares, ochavadas y de arista, formada por dos
cañones apuntados, elementos estos que evidencian una construcción del siglo
XIV. La caja de escaleras hasta una altura de tres metros es cilíndrica,
haciéndose después de sección cuadrada”.
Cuerpo superior con merlones escalonados y cuerpo de campanas
Campana
Vista General desde la Plaza Ponce de León
Cuerpo medio desde la Plaza Ponce de León
Nave
Como todas las iglesias fernandinas de Sevilla, el templo es de planta rectangular con tres naves, presbiterio y coro a los pies.
Las naves están separadas por arcos apuntados de ladrillo, sobre pilares rectangulares, siendo la nave central más alta y ancha que las laterales.
En los pilares cuelgan cuadros no identificados.
Sus cubiertas son de madera, la central con tirantes y techo artesonado en forma de armadura de par y nudillos, y en colgadizo las laterales, ambas de estilo mudéjar.
El presbiterio con una doble bóveda de crucería sobre el ábside semicircular, a dos niveles, con el que se remata la cabecera.
Doble bóveda de crucería en el presbiterio
El retablo mayor es barroco, del siglo XVII (1624-1629), obra de Diego López Bueno, con policromía de los hermanos Melchor y Andrés Sarabias.
Fue reformado en la restauración que
realizó el arquitecto José Tirado, maestro mayor de obras de la Catedral, que
había comenzado como albañil en las obras del Hospital de los Venerables.
Está presidido por una
imagen de Santa Catalina del siglo XVIII, dentro de un camarín realizado en la
reforma de 1701, obra de Francisco Antonio Ruiz Gijón en 1710.
El retablo presenta
diferentes escenas pictóricas de la vida y martirio de santa Catalina de los
hermanos Sarabias (1624.1633).
Se completa la
iconografía del retablo con tallas de san Pedro y san Pablo en el primer cuerpo
y san Juan Evangelista y san Sebastián en el segundo, y en el ático una pintura
del Crucificado del siglo XVII.
Las yeserías del camarín
y las piezas incorporadas al retablo y los nervios de la bóveda del presbiterio
fueron doradas y estofados por José López Chico.
En el límite del
Presbiterio, una inmaculada del siglo XVII y otra imagen de san José con el
niño en brazos.
La inmaculada formaba parte del retablo mayor antes de la
reforma a que fue sometido éste en el primer cuarto del siglo pasado. Esta
imagen es una obra en madera policromada fechable en el siglo XVII, y está
atribuida a Alonso Cano o a su círculo, mientras que otros estudiosos la
señalan como obra del autor del retablo mayor, Diego López Bueno, de entre los
años 1625 y 1629. Ha sido sometida a varias restauraciones, como la efectuada
por el escultor Ricardo Comas que le retalló el brazo derecho, o la más
reciente con motivo de la reapertura del templo, por el equipo Sur
Restauración.
La imagen, de acusada verticalidad, presenta la cabeza
ligeramente inclinada hacia su derecha, con un gesto de humildad y sencillez
acorde al misterio representado. Presenta sus manos unidas en actitud de
oración, levemente dirigidas hacia la izquierda, contrarrestando la dirección
de la cabeza, consiguiendo así un efecto que le dota de un movimiento
contenido, reforzado por la pierna derecha adelantada y el pliegue del manto.
Destaca en esta imagen su esbeltez, que le confiere una
gran elegancia. La Virgen, que presenta larga cabellera, viste túnica blanca y
manto azul, ya que con estos colores se apareció a Santa Beatriz de Silva,
fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción, como especifica el pintor
Francisco Pacheco al dictar las directrices sobre cómo debe ser representado
este misterio mariano en su obra “Tratado de la Pintura”. Tanto la túnica como
el manto están adornados con flores y otros motivos vegetales, ricamente
estofados en oro, haciendo referencia a la mujer vestida de sol del capítulo 12
del Apocalipsis, ya que a partir de interpretaciones como la de San Bernardo de
Claraval, la mujer apocalíptica que presenta San Juan es identificada con la
Virgen María. A partir de este pasaje, muestra también la media luna bajo sus
pies, donde encontramos igualmente dos cabezas de ángeles, y un aro de doce
estrellas que rodean su cabeza. Completa su iconografía con una hermosa peana
de plata que es imagen de la fortaleza y de la firmeza de la fe de María,
haciendo alusión a la Torre de David de la letanía lauretana.
Nave del Evangelio
Desde la cabecera a los pies del templo, lo
primero que se contempla es la capilla Sacramental, tras pasar el presbiterio y
el pulpito de fragua.
Los pies de la nave del Evangelio
Capilla Sacramental
Fue costeada por la “Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas del Purgatorio” que solicitó al Ayuntamiento, en 1721, la cesión de un terreno adyacente a la cabecera del templo de santa Catalina, para erigir una Capilla del Sagrario, más amplia de la que poseía en ese momento y que actualmente acoge a Nuestra Señora del Rosario.
La capilla fue diseñada por
el arquitecto Leonardo de Figueroa, auxiliado por sus hijos Matías y Ambrosio,
en la fecha indicada de comienzos del siglo XVIII (1721) y su completa
elaboración se extendió a 1736. También participaron el albañil Juan Serrano y
los canteros Fernando Jordán y Miguel Quintana.
Fue restaurada entre los años 1995 y 1997, con
la colaboración de la Fundación Argentaria y la Consejería de Cultura de la
Junta de Andalucía, bajo la supervisión de Alfredo José Morales Martínez,
Catedrático de Historia del Arte, y los arquitectos Ramón Romero Dorda, Carmen
Ortiz González y Juan Aguilar Gutiérrez.
Como hemos comentado, en el exterior su
principal elemento es la cúpula rematada por la escultura de la Fe, ejecutada
por Miguel Quintana en 1724. Destacan, también, los adornos en barro cocido con
aplicaciones cerámicas policromadas que recubren jambas, pilastras y
ventanales, modelos por Juan Moreno y Juan Isidoro Ramos (Padre del imaginero
Cristóbal Ramos)
Es de planta rectangular y se sitúa en la
cabecera de la nave del Evangelio. Se comunica con la nave y con el presbiterio
a través de sendas rejas de José González y Francisco Jiménez de 1746.
En el interior es un absoluto barroco por su “horror vacui” pues no queda ningún rincón sin decoración, con pinturas y yeserías de José García (1730).
La cúpula presenta una linterna octogonal.
Los paramentos, bóvedas e intradós de la linterna se adornan con yeserías que se alternan con aplicaciones en madera dorada, realizadas por Pablo Guisado en 1730.
De 1733 son los cuadros ovalados con figuras de ángeles que se alojan en la bóveda del presbiterio, obras de Pedro Duque Cornejo.
Se completa la capilla con elementos que
incluye un programa pictórico iniciado por Pedro Tortolero y continuado por
Vicente Alanís, cuando el primero murió en 1766 a consecuencia de un accidente
sufrido mientras se hallaba dirigiendo el adorno del recinto de la Capilla del
Sagrario, con diversas pinturas murales y en la bóveda del presbiterio.
En la cabecera, un retablo de Felipe Fernández del Castillo y Benito Hita del castillo de 1753. Está presidido por una talla de la Inmaculada, con ángeles atlantes, ménsulas, rocallas, volutas y todo tipo de elementos ornamentales.
En el primer cuerpo las imágenes del dominico Santo Tomas de Aquino y de san Juan Nepomuceno.
En el ático una talla de San Sebastián flanqueada por las hermanas Santa Justa y Rufina.
Se completa con
unos ángeles que abren un gran cortinaje.
A los pies de la capilla dos lienzos
enmarcados en molduras rococó, iniciados por Pedro Tortolero y continuados por
Vicente Alanís. A la derecha “Moisés haciendo brotar el agua de la roca del
Horeb” y a la izquierda “La caída del maná”.
Bajos estos lienzos, se completa la decoración
de la Capilla con vitrinas que contienen figuras de barro cocido que
representan a Jesús con los discípulos de Emaús, la Cena Pascual, la Comida en
casa de Simón y la Última Cena (al estar dentro de una vitrina presenta
reflejos al realizar la fotografía).
En el lado izquierdo, un retablo de Felipe
Fernández del Castillo (1756) con una tabla del “Cristo del Perdón” de Pedro
Campaña (1546), que muestra, sobre un fondo oscuro, a Cristo atado a la columna,
después de la flagelación, con una donante y santa Mónica a su izquierda y san
Pedro arrepentido a su izquierda.
El retablo se completa con las imágenes de san
Isidoro y san Leandro y las “Ánimas benditas del Purgatorio”.
Finalmente, a los pies de la capilla y encima
de la reja que da acceso a la nave del evangelio, “La Apoteosis de la
Inmaculada” de Pedro Tortolero en 1768.
Reja a la nave del Evangelio, desde el interior de la capilla
Retablo de la Virgen de la Salette
A continuación de la capilla sacramental,
cuelga un cuadro de Jesús Nazareno del que no tengo información.
Le sigue el Retablo de la “Virgen de la
Salette” de autor desconocido del siglo XVIII. Esta devoción fue introducida en
Sevilla, en el siglo XIX, tras la aparición de la Virgen, un 19 de septiembre
de 1846, a los niños pastores Máximo Giraut
y Melania Calvat en la montaña de la Salette (Grenoble, Francia) comunicándole un largo
mensaje para el pueblo.
Retablo de la Virgen de la Salette
Presenta un atrio con una gran Cruz de madera
y un fragmento de un fresco en el que se representa a san Pedro, fechado en el
último tercio del siglo XIII, lo que confirma la antigüedad del muro del
evangelio.
Capilla de la Virgen del Rosario
Tras un cuadro del Bautismo de Cristo de
Francisco García de la Vega de 1689, se localiza la capilla que se ocupó por la
Hermandad de Nuestra Señora del Rosario en 1741, cuando se separó de la
Hermandad Sacramental. Antes de la construcción de la actual Capilla
Sacramental, en la primera mitad del siglo XVIII, fue la Capilla del Sagrario y
sobre ella existía una sala Capitular a la que se accedía por una escalerilla,
que fue eliminada en la reforma de principio del siglo XX.
Está presidida por un retablo barroco del
siglo XVII, reformado en el XVIII, presidido por la imagen titular de la Virgen
del Rosario, con el niño Jesús en su brazo derecho, cuando lo habitual es en el
izquierdo. La leyenda comenta que, llevándolo con el brazo derecho, se cambió
milagrosamente para avisar del derrumbamiento que se produjo del techo de la
iglesia. También se dice que el cambio de posición se realizó para convencer a
un cura incrédulo. La imagen de la Virgen fue en principio de talla completa y
fue transformada posteriormente en imagen de vestir. El Niño posee un pequeño
silloncito de caoba en el que coloca durante el día del besamanos. En los
laterales de la capilla las imágenes de “san Félix Cantalicio” y “San Benito”.
En los laterales de la capilla, las imágenes
de santo Domingo de Guzmán (anónimo del siglo XVIII) patrón de científicos y
astrónomos y san Francisco de Paula (anónimo del siglo XVII) patrón de
navegantes y pescadores. En las paredes dos cuadros y las imágenes de santo
Domingo de Guzmán y san Francisco de Paula.
Santo Domingo de Guzmán
San Cayetano
Retablo barroco, tipo vitrina, que aloja al
grupo de san Cayetano (patrón del pan y del trabajo) y la aparición milagrosa
de la Virgen que le entrega el Niño Jesús. En el ático una imagen de santa
Bárbara.
Es obra de Cristóbal Ramos, hacia 1774, y fue
motivo de gran devoción como símbolo de la Divina Providencia.
Le sigue un cuadro de San Cristóbal, sobre una
pila de agua bendita, de los que no tengo información.
Muro de la Epístola
Desde los pies a la
cabecera del templo, a la derecha de la puerta un lienzo de “Un Crucificado” no
identificado y la pila de “Agua Bendita”.
La cabecera de la nave de la Epístola
Cuadro de un “Crucificado”. Pila de Agua Bendita
Retablo de
Santa Lucía
Situada a los pies de la
nave, es un retablo del siglo XVII, presidido por una imagen de Francisco Ruiz
de Gijón del siglo XVIII, procedente del convento de las Mínimas de la calle
Sierpes, cerrado por la Junta Revolucionaria de 1868, y que sustituyó a la
original procedente de santa Lucía.
Tiene su propia
hermandad, que estuvo radicada anteriormente en san Julián, y celebra procesión
el día de su festividad.
Se completa el retablo
con pinturas del XVII dedicadas a la Virgen, su muerte y la Coronación. En el
ático vemos El Calvario.
Junto al retablo se
sitúan numerosos exvotos, especialmente ojos de latón que hacen alusión a
sanaciones milagrosas.
A la izquierda un lienzo
sin referencias.
Lienzo situado a la izquierda del retablo, antes de la puerta lateral
Se construyó hacia 1400,
adosada a la torre, siguiendo el modelo de las “qubbas” musulmanas, de la
arquitectura nazarí, es un espacio cuadrado, de posición predominante,
independiente del resto de la iglesia, cubierto con una bóveda esquifada de
paños sobre trompas de estilo mudéjar, decorado con lacerias. En 1702, al ser
cedida a la Hermandad de la Exaltación se adornó con un zócalo de azulejos
fechados a mediados del siglo XVIII, de motivos de puntas de diamante.
La capilla es la sede
histórica de la Hermandad de la Exaltación, popularmente conocida como “Los
Caballos”, en alusión a su paso de misterio. Está presidida por un sencillo
retablo con los titulares de la Hermandad, “el Crucificado, Cristo de la
Exaltación”, obra atribuida a Pedro Roldan de 1867, flanqueado en los laterales
por la “Virgen de las Lágrimas”, anónimo del siglo XVIII y “San Juan
Evangelista”. Se completa el retablo con los “Ángeles Pasionistas” obra de
Luisa “La Roldana”. En el muro derecho de la capilla, un lienzo de una Inmaculada.
Capilla de
Santa Ana y la Virgen Niña
Es un retablo de la
segunda mitad del siglo XVII, aproximadamente de 1650, cercano al estilo de
Barahona, con un grupo de Santa Ana y la Virgen Niña, anónimo, de comienzos del
siglo XVIII, con la santa de pie y con la Virgen en brazos, imagen poco
habitual.
Retablo de Santa Ana con la imagen de Santa Ana y la Virgen Niña
Retablo de la
Virgen del Carmen
Situada en la cabecera de
la nave de la epístola, precedida por un cuadro de “Ecce Homo” y seguida por la
“Pila Bautismal”, tiene un retablo del siglo XVIII con una talla de la “Virgen
del Carmen”, imagen de candelero de José Gutiérrez Cano (1867), acompañada del
Niño Jesús y san Judas Tadeo. Una placa nos indica: “Altar privilegiado de
ánimas en perpetuidad según breve dado en Roma en 18 de abril de 1894 por S.S.
el Papa León XIII”
Es la patrona de la
feligresía de la parroquia y es la única imagen de gloria que posesiona bajo palio.
Su hermandad esta fusionada a la Virgen del Rosario.
Retablo de la Virgen del Carmen
Imagen de la Virgen del Carmen
Imagen de san Judas Tadeo
Imagen de Niño Jesús
Retablo de la
Asunción y Coronación de la Virgen
En el muro derecho del
presbiterio se abre la capilla Funeraria de la Asunción o de los “Carranza”,
cerrada con una reja del siglo XVI y con acceso solo desde el presbiterio, por
lo que es muy difícil hacer las fotos.
Presenta un retablo del
siglo XVII con pinturas de la misma época presidida por la Asunción de la
Virgen, de Diego López Bueno, flanqueada por San Pio V, San Gregorio, Santa
Catalina y santa María Magdalena.
Pie de la nave
Al fondo de la nave,
sobre la puerta principal, se encuentran cuadros de los Ángeles y el coro y a
los lados los altares-peanas del Niño Jesús y san Juanito, en el suelo zonas
cubiertas acristaladas que permiten ver la Cripta descubierta en la última
exploración arqueológica.
Vía Crucis
Este hermoso Vía Crucis fue encargado por
Aurelio Martin Bogarin, cura de santa catalina y san Román, y fueron
restauradas por Agustín Martin y Antonio Gamero para la reapertura del templo.
Está constituido por cartelas de pequeño
tamaño situadas en la intersección de los brazos de las catorce cruces. Estas
cruces son de ébano y realizadas por el carpintero Ignacio Salas. Cada una
fueron pintada por diferentes autores del siglo XX, miembros de la academia de
Bellas Artes de santa Isabel de Hungría y del Ateneo. Se trata de pinturas
abocetadas de gran belleza.
La primera estación (Jesús condenado a muerte) puede ser obra de Guillermo Gómez Gil, aunque su firma no ha podido ser identificada. Muestra, al fondo, la silueta de Jerusalén, en el centro la imagen de Jesús y Pilatos a la derecha lavándose las manos.
La segunda estación (Jesús con la Cruz a cuesta) es obra de Joaquín
González Sáenz y muestra a Jesús arrodillado y con los brazos elevados para
abrazar la cruz.
La tercera estación (Jesús cae por primera vez) es de Gustavo Gallardo y presenta un gran dramatismo, con la cruz ocupando toda la escena.
La cuarta estación (Jesús encuentra a su madre) es obra de Federico
Godoy de 1931.
La quinta estación (Simón Cirineo ayuda a Jesús a cargar la cruz) pertenece a Félix Lacárcel Aparici y muestra a Jesús con una túnica blanca en el centro de la composición.
La
sexta estación (La Verónica enjuga
el rostro de Cristo) es de Santiago Martínez y fechada en 1932.
La séptima (Jesús cae por segunda vez) podría deberse a Gustavo Bacarisas, aunque no aparece firmada, y en su composición destaca la importancia del paisaje.
La octava
(El llanto de las mujeres de Jerusalén) de 1932 es de Jose Rico Cejudo y
destaca por su contraluz.
La novena (La tercera caída) es de Rafael González Sáenz y muestra a Jesús postrado en el suelo bajo la cruz.
La décima (Jesús
es despojado de sus vestiduras) fue pintada por Manuel González Santos.
La undécima (Jesús es clavado en la cruz) es atribuida a Miguel A. del Pino y las figuras aparecen muy abocetadas.
La duodécima
(Jesús muere en la cruz) está firmada por Gonzalo Bilbao.
La penúltima
estación (Jesús es descendido de la cruz) es obra de Alfonso Grosso y
presenta una compleja composición en un pequeño espacio. La
ultima (Jesús es colocado en el sepulcro) es de Lola Martin y llama la
atención que un personaje mira al espectador, haciéndole partícipe de la
escena.