RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes
Virgen de Guadalupe.
En la relación entre la Virgen de Guadalupe extremeña y mexicana existe
cierta polémica, pues el milagro mexicano surge una vez producido y
popularizado el milagro de la Virgen extremeña y estando los conquistadores
españoles colonizando el nuevo mundo.
Por ello, para algunos creyentes la Virgen de Guadalupe de México, se
apareció en Tepeyac autodenominándose Virgen de Guadalupe, pero otros plantean la
dificultad o imposibilidad de que la Virgen se presentara como tal a un
indígena que no entendía la lengua castellana, pues su lengua nativa era
el náhuatl.
Es posible que para los españoles fuera muy difícil pronunciar ese nombre y
la llamaran “Virgen de Guadalupe” al relacionarla con la Virgen de
Guadalupe extremeña, o que el obispo de México, Juan de Zumárraga, utilizara
este nombre para mediar con Hernán Cortés que era un fiel devoto de ella.
Virgen de Guadalupe de México
La leyenda de la Virgen de Guadalupe de México cuenta que,
tras la conquista de México, a manos de Hernán Cortés, entre los años
1519 y 1521 aparecieron las primeras familias indígenas cristianas en
los alrededores de la antigua Tenochtitlan.
Una de estos linajes cristianizados fue el de Juan
Diego, nacido en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente
a la etnia de los Chichimecas. Vivía con su mujer y su tío Juan Bernardino en
Tulpetac. El nombre nativo de Juan Diego era Cuauhtlatóhuac, "el que
habla como águila" y su oficio era la manufactura de petates que vendía en
Tlatelolco.
Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los
padres franciscanos, llegados a México en 1524, habría recibido el bautismo y
el nombre hispano de Juan Diego, y su esposa se llamó María Lucía y celebraron el
matrimonio cristiano. Su esposa falleció en 1529.
Cuenta la leyenda que, contando Juan Diego con 53
años, concretamente el sábado 9 de diciembre de 1531, diez
años después de la caída de México-Tenochtitlan en manos de los españoles, mientras
se dirigía a pie hacia el mercado de Tlatelolco, en un lugar
denominado Tepeyac (actual ciudad de México), la Virgen María se le mostró
en posición de oración y le dijo que le pidiese al obispo de la diócesis de la
Ciudad de México, Juan de Zumárraga, que le construyesen en aquel lugar un
templo, una “casita sagrada”, como demostración del amor y la compasión que
sentía por los hombres.
Pero
el Obispo no le creyó y en una segunda aparición, el domingo 10, Juan Diego le
narra a la Virgen lo acontecido, y le pide que envíe a alguien más importante
para que el Obispo le crea, pero la Virgen lo anima y le ordena que vaya de
nuevo al Obispo.
El
Obispo le solicita una prueba
objetiva de confirmación del prodigio,
“una señal para que le pueda creer”.
En
la tercera aparición, Juan Diego regresa al Cerro del Tepeyac, y la Virgen le
indica que vuelva al día siguiente para darle la señal que pide el Obispo.
El lunes 11, Juan Diego no se pudo presentar a la Virgen, pues
su tío Juan Bernardino enfermó de gravedad por la peste, y le pidió que al
día siguiente fuera a Tlaltelolco en busca de un confesor, pues estaba seguro
de que iba a morir.
La mañana del martes 12 de diciembre de 1531 Juan Diego se dirigió a Tlaltelolco para buscar a un sacerdote que le administrara los últimos sacramentos a su tío, pero por un camino poco habitual para evitar el encuentro con la Virgen.
Pero, se le volvió a aparecer (cuarta
aparición), le consoló y le prometió que su tío se recuperaría, pero que
tendría que subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para traerle unas
flores.
A pesar de la fría estación invernal y la aridez del
lugar, Juan Diego encontró en la cumbre unas “rosas de Castilla”, que las
colocó sobre su “Tilma” (especie de manta) para llevársela a la Virgen y esta le
mandó que las presentara al obispo. Una vez ante el obispo Juan Diego abrió su manta
y dejó caer las flores al suelo, mientras que en el tejido
apareció, inexplicablemente, impresa la imagen de la Virgen de Guadalupe.
La
Virgen de Guadalupe en la tilma de Juan Diego.
Mientras que Juan Diego regresaba a la ciudad de México, el
mismo doce de diciembre, para ver de nuevo al obispo, la Virgen de Guadalupe se
apareció (quinta aparición) a su tío Juan Bernardino, lo sanó y añadió que le que dijera al obispo que era su
voluntad que se le llamara “la Siempre Virgen Santa María de
Guadalupe”.
Convencidos
de la aparición Mariana, la Iglesia procedió a levantar un templo en su honor, en las faldas del Tepeyac, que es la actual Nacional e Insigne
Basílica de Guadalupe, en donde se encuentra permanentemente expuesta la Imagen
de la Santísima Virgen de Guadalupe. Según la tradición católica, esta imagen que se
expone sería la misma del año 1531, aunque no hay certeza científica de ello.
En 1950
se llevó a cabo la remodelación de la plaza, creando el denominado Atrio
de las Américas, con una explanada que conecta los diferentes edificios
religiosos. Otros elementos de la plaza son la estatua a Juan Pablo II que
visitó varias veces el lugar, y el Carrillón.
Vista de la basílica de la Virgen de Guadalupe
Finalmente, Juan Diego dejó a los suyos y, con el
permiso del obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la “Señora
del Cielo” y murió en 1548, con fama de santidad.
Estas apariciones están narradas en el “Nican
mopohua”, escrito con sonido “náhuatl” pero con caracteres latinos, y contenido
en el libro “Huei tlamhuiçoltica” publicado en el año 1649 por el bachiller
criollo Luis Lasso de la Vega, capellán del santuario de Guadalupe, que lo
atribuye a Antonio Valeriano de Azcapotzalco, indígena noble, pariente
de Moctezuma Xocoyotzin, y uno de los alumnos nahuas de fray Bernardino de
Sahagún en el Colegio de la Santa Cruz
de Tlatelolco, que habría oído la historia directamente de Juan Diego.
Una copia parcial muy antigua del manuscrito “Nican
Mopohua”, que se cree podría datar del año 1556, se localiza desde 1880 en la
Biblioteca Pública de Nueva York.
Virgen de Guadalupe de España
La leyenda de la Virgen de Guadalupe se remonta hasta el siglo I del cristianismo, según la cual la imagen fue realizada por san Lucas Evangelista en un taller de escultura de Palestina.
Tras la muerte de San Lucas, la imagen habría sido enterrada junto a él, para luego ser exhumada en el siglo IV y ser llevada junto al cuerpo como reliquias a Constantinopla.
En el año 582 la
imagen fue llevada a Roma y durante una terrible peste el papa San
Gregorio Magno mandó hacer letanías y procesionar la imagen que había colocado
en su oratorio. Justo después apareció un ángel, limpiando la sangre de una
espada, sobre el conocido actualmente como Castillo de Sant'Angelo, con lo que
la pestilencia cesó en la ciudad y San Gregorio se convirtió en un fiel devoto
de la imagen.
Posteriormente, San Gregorio envió a San Leandro, arzobispo
de Sevilla, varias reliquias en agradecimiento por destruir la herejía de Los
Arrianos. Entre esas reliquias se encontraba la imagen de la Virgen de Guadalupe.
En el viaje desde Roma hasta Sevilla se desató una tempestad,
y uno de los clérigos sacó la imagen de la Virgen a cubierta y le suplicó que
cesase la tempestad y en efecto la tormenta amainó automáticamente.
San Leandro trasladó la imagen a sus aposentos y posteriormente
fue entronizada en la principal iglesia de Sevilla y venerada con
gran fervor por todo el pueblo.
El año 711, la invasión árabe obligó al clero católico sevillanos a huir de la ciudad hacia el norte peninsular con las
reliquias que pudieron transportar. Durante el camino, en tierras extremeñas,
los sacerdotes decidieron esconder la Virgen y otras reliquias en una zona
montañosa cercana a un río conocido como Guadalupe, lugar donde
permanecieron por quinientos años.
La leyenda cuenta que en
pleno siglo XIV y casi finalizada la reconquista cristiana, cuando reinaba en
Castilla Alfonso XI, un humilde pastor conocido como
Gil Cordero, habitante de la ciudad de Cáceres, había perdido una vaca, así que
fue al bosque a buscarla y descubrió su
cadáver junto a la ribera del río Guadalupe. Decidió aprovechar su piel y al
sacar la navaja para despellejarla, el animal volvió a la vida y simultáneamente
apareció la figura de una mujer envuelta en luz que se identificó como la
Virgen:
“No temas. Yo
soy la Madre de Dios, Salvador del linaje humano. Toma tu vaca y
llévala al hato con las otras y vete luego para tu tierra. Dirás a los clérigos
lo que has visto. Diles también de mi parte que te envío yo allá. Que vengan
a este lugar donde ahora estás. Que caven donde estaba la vaca muerta, debajo
de estas piedras: hallarán una imagen mía. Cuando la sacaren, diles que no la
muden ni lleven de este lugar donde ahora está, mas que hagan una casilla en
que la pongan. Tiempo vendrá que en este lugar se haga una iglesia
y casa muy notable y pueblo asaz grande”.
Gil Cordero marchó a Cáceres y dio cuenta de lo
sucedido tanto a las autoridades civiles como religiosas, pero nadie le creyó.
Al llegar a su casa se encontró con que su hijo había
fallecido y encomendándose a Nuestra Señora le suplicó:
“Señora, Tú sabes la
embajada que de tu parte traigo y creo muy cierto ser esto por Ti ordenado,
que yo hallase este mi hijo muerto, porque Tú mostrándote maravillosa en me
lo resucitar, sea más ligeramente creído de aquéllos a que soy aquí por Tu
mandado venir. Pues que así es, Señora, suplícote que lo quieras resucitar y de
aquí te lo ofrezco por Tu perpetuo servidor y de lo llevar a aquel lugar santo,
donde Tú tuviste por bien de me aparecer”.
Tras esta suplica, el joven se levantó, y narró
que una mujer le había ayudado a levantarse, y entonces el vaquero les dijo a los
presentes:
“Señores, amigos, sabed que
para dar fe al mensaje que yo os traigo, bien era menester que Nuestra Señora
tuviese por bien de obrar esta tan gran maravilla, ya que por nuestros pecados
muchas veces dudamos en aquellas cosas que no vemos corporalmente”.
Ante estos hechos, sacerdotes y vecinos de Cáceres le
acompañaron al lugar donde se le apareció Nuestra Señora. Cavaron donde Gil
Cordero se encontró el animal muerto, y encontraron un pequeño sepulcro de
mármol con una figura de la Virgen, otras reliquias y unos documentos que referían
la historia de la imagen desde su creación por San Lucas hasta su entierro por los
clérigos sevillanos.
Nuestra
Señora de santa María de Guadalupe
En este lugar se levantó una humilde choza de piedra y
se creó una especie de altar para la imagen de la Virgen, quedando Gil Cordero
y su familia como guardadores de la ermita.
Posteriormente, la historia fue conocida por el rey
Alfonso XI que se encomendó a
la Virgen en la batalla del Salado de 1340 (ver), resultando victorioso, por
lo que decidió reformar la iglesia, añadirle edificios adyacentes y hacer un
albergue para los peregrinos.
Monasterio de Guadalupe
(Extremadura, España).
A partir de ese momento se fue formando alrededor del
santuario un pueblo que fue reconocida por el mismo Alfonso XI como lugar de
realengo.
Entre 1341 y 1389 el
monasterio era regido por un priorato de clérigos que no
pertenecían a ninguna orden (clérigos seculares). Entre 1389 y 1441 este
priorato fue de monjes jerónimos que permanecieron en el monasterio hasta la
desamortización de 1835. Posteriormente, todo el santuario pasó a ser una
parroquia secular del archidiócesis de Toledo. En 1908 el monasterio
pasó a ser regentado por los franciscanos, transformándose en una parroquia
regular.
Isabel la católica visitó por primera vez el
monasterio en 1464, diez años antes de ser coronada reina de Castilla en 1474 y
tras la Reconquista de Granada, en enero de 1492, el monasterio fue el lugar de
encuentro entre Cristóbal Colon y los Reyes Católicos. Luego
del encuentro, la reina decretó la entrega de las carabelas a Colón para su
expedición a las indias y la popularidad de Nuestra Señora de Guadalupe creció
gracias a la especial veneración de Cristóbal Colón, que llevaba consigo
siempre una réplica en sus viajes al nuevo continente.
En 1879 se le dió al santuario la calificación estatal
de Monumento Histórico-Artístico.
El 12 de octubre de 1928 la Virgen de Guadalupe fue
coronada canónicamente como "Reina de la Hispanidad" (Reina de
las Españas), por el Cardenal Primado de España, Pedro Segura, legado especial
de S.S. Pio XI, en presencia del rey Alfonso XIII.
Nave central y altar mayor de la Basílica del Real Monasterio de
Santa María de Guadalupe.
En 1929 se aplicó la calificación Monumento
Histórico-Artístico a todo el conjunto, incluyendo el Real Monasterio.
En 1955 el papa Pio XII le otorgó a este templo
la categoría de Basílica.
En 1993 la UNESCO declaró al
monasterio y la basílica Patrimonio de la Humanidad
En enero de 2005, bajo el pontificado de Juan Pablo II
se expidió el Decreto de
Concesión, desde la Penitenciaria Apostólica, por la que se otorga al
Santuario y Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe la celebración de un Año
Jubilar.
Iglesia de san Juan de la Palma (ver).
En el lateral izquierdo (pared del Evangelio) del presbiterio se abre la
Sacristía, de la que destaca la pintura de la “Virgen de Guadalupe”. Anónimo del
primer tercio del siglo XVIII, siguiendo el modelo original mexicano.
Basílica de la Macarena (ver).
En el muro de la Epístola, a los pies del templo
destaca en primer lugar la Capilla de la Hispanidad.
El altar está presidido por un lienzo de la Virgen de
Guadalupe, patrona de México, obra del pintor Josep Mota en 1703, en un marco de plata realizado por el orfebre
mexicano Manuel Peregrina, y donada a la Hermandad por el sacerdote Feliciano
Cortés, gran abad de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de Méjico.
Sobre la pintura se sitúa una gran corona de plata
dorada procedente del taller de Fernando Marmolejo (ver), réplica de la que tiene la Virgen en su
basílica de Tepeyac.
Sobre la cancela de la capilla de Santa Marta, se dispone un cuadro de la
Virgen de Guadalupe.
En la fachada
exterior que da a la plaza de Zurbarán.
Retablo cerámico de la Virgen de Guadalupe
En la nave de la epístola el retablo de la Virgen
de Guadalupe, patrona de la ciudad jienense de
Úbeda. Lo preside una imagen de pequeño tamaño copia de la original. Existe una Hermandad de la Virgen de Guadalupe (hermana de la
hermandad matriz) que fue creada por ubetenses que vivían en nuestra ciudad y
que fijó su sede en este templo de la Misericordia.
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