ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS EN LAS CALLES DE SEVILLA
Manuel José Quintana
Manuel José Quintana nació el 11 de abril de 1772 en una familia distinguida recibiendo una cuidadosa educación en una escuela de la corte, donde aprendió las primeras letras.
En Córdoba estudió latín y, en el seminario conciliar de Salamanca, se formó en filosofía y retórica.
Asimismo, se graduó en derecho canónico y civil
en la conocida universidad de esta última ciudad, y se casó con María Antonia Florencia.
En 1800 fue nombrado fiscal de la Junta de Comercio y Moneda.
En marzo de 1806, al estallido de la
guerra de la Independencia, fue nombrado censor de teatros de la corte, pero
con la llegada de los franceses, en diciembre de 1808, Quintana abandonó la
ciudad madrileña.
Se traslada a Sevilla, donde el 11 de enero de 1809 fue nombrado oficial mayor de la Secretaria General y, en 1810, secretario de la Interpretación de Lenguas durante el Primer Consejo de Regencia y luego de la Cámara y Real Estampilla desde el 9 de abril hasta el 14 de julio de 1811.
Asimismo, formó parte de la
Junta Central y figuró en las Cortes de Cádiz.
Con la vuelta de
Fernando VII, Quintana sufrió grandes represalias, siendo encerrado en la
ciudadela de Pamplona, durante seis años.
En 1820, con el
movimiento constitucional de Riego, le fueron devueltos sus honores y cargos
(Dirección General de Estudios, Junta Suprema de Censura, Junta Protectora de
la Libertad de Imprenta, etc.). Asimismo, entre 1820 y 1823 fue secretario de
Interpretación de Lenguas.
En 1823, con el
regreso del absolutismo, sufrió un destierro de cinco años, en Cabeza del Buey
(Badajoz).
Nuevamente en la
capital, recuperó sus cargos y honores en 1833 y, con el Estatuto y
la muerte de Fernando VII, se ocupó de la dirección de Estudios, es decir, fue
el encargado de la Instrucción Pública.
Entre otros puestos de relevancia, destaca el haber sido prócer del reino (1834), ministro del Consejo Real (1835) e instructor de Isabel II y de la infanta María Luisa (entre 1840 y 1843).
Asimismo, fue senador vitalicio y presidente, en 1850, de la comisión encargada de corregir los escritos extranjeros sobre la guerra de la Independencia.
Finalmente, en las Cortes de 1855 fue coronado poeta por la
reina Isabel II, hecho inédito en nuestra historia literaria.
La obra de Quintana,
copiosa y de diversos alcances, llenó la primera mitad del siglo xix. Pero
fue, además, un excelente prosista. Aparte de sus escritos con motivos
concretos, como la Vida de Cervantes, para una edición del Quijote,
o Historia
literaria de Meléndez Valdés, destacan de su prosa las Vidas de
españoles célebres en 3 volúmenes (1807, 1830, 1832). En el
campo escénico destacó con Reglas del drama (1791), El duque de
Viseo (1801) y El Pelayo (1819), entre otras.