RUTAS POR SEVILLA: Doctores de la Iglesia Latina
San Jerónimo.
En 1295 fue reconocido por Bonifacio VIII como Doctor de la Iglesia, y acabó
siendo considerado uno de los cuatro Padres representativos de la Iglesia
Latina, junto a San Gregorio Magno, San Ambrosio de Milán y San Agustín de Hipona, lo que les hace ser representados
juntos en muchos retablos, en las pechinas de las cúpulas, etc.
Nació en Estridón, cerca de Aquilea, en Venecia en 347 y vivió
unos ochenta años pues murió en Belén el
año 420. Fue bautizado a los diecinueve años de edad,
en el 366.
Entre los años 375 y 378 se retiró en el desierto de Calcis,
en Siria, para llevar una existencia de anacoreta. Fue allí donde escribió la
Vida de San Pablo ermitaño, dada su gran capacidad literaria y lingüística pues
dominaba el griego y el hebreo.
De vuelta en Roma en 382, después de residir en
Antioquía, asistió al Concilio
de Roma, se convirtió en el colaborador del papa Dámaso quien le
nombró secretario encargado de las relaciones entre las
Iglesias de Oriente y Occidente y le encargó la revisión latina de la
Biblia según el original hebreo y la versión griega de los Setenta. Se llamó
“Vulgata” y se convirtió en el texto oficial de la Iglesia
Latina.
Después de la muerte del papa en el 384, regresó a
Palestina para vivir una vida retirada de penitencia, en
imitación de Cristo,
estableciéndose en una cueva en Belén,
donde vivió sus últimos 35 años dedicado al estudio de las Sagradas Escrituras y de
apología contra las herejías, que lo erigen en un auténtico asceta, humanista
cristiano y patrono de los traductores y terminó la traducción de la llamada
Vulgata.
Fundó, cuatro monasterios, uno masculino y tres
femeninos, más una casa para los peregrinos, espejo en el que habrían de
mirarse los fundadores de la orden
jerónima.
En la Leyenda Dorada los temas más populares son la “Flagelación
de San Jerónimo por los ángeles”, sus “Tentaciones en el desierto” y sobre todo
la “Fábula del león domesticado”:
Durante un acceso de fiebre, soñó que era conducido
ante el tribunal de Cristo que le preguntó si era cristiano o ciceroniano y lo
condenó a ser azotado por los ángeles.
Durante su retiro en el desierto, su piel se volvió
negra como la de un africano. A pesar de sus ayunos y mortificaciones, estaba
obsesionado por sueños lascivos de danzas de muchachas desnudas. Para hacer
penitencia se mortificaba el pecho día y noche.
En cierta ocasión que estaba explicando la Biblia a
los monjes de su convento, vio llegar hacia él un león que cojeaba. Le extrajo
una espina de la pata herida y lo mantuvo a su servicio encargándole que
cuidara a su asno mientras éste pacía. Un grupo de caravaneros, aprovechándose
de su sueño robaron el asno. Algún tiempo después el león encontró la caravana
de mercaderes que volvía por el mismo camino con el asno robado, que usaban,
según la costumbre, para guiar a los camellos cargados de mercancías. Con sus
rugidos, el león puso a los ladrones en fuga y devolvió triunfalmente el asno
al monasterio.
Por ello, puede representarse con una calavera por
su ascetismo. Con libro de las Escrituras,
por su trabajo de traducción, por lo que incluso se le representa con anteojos
a veces. Con una piedra con la que, penitente, se golpea el pecho en el
desierto. Con un agradecido y dócil león a sus pies, al que le había quitado
una espina de la zarpa.
IGLESIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
San Jerónimo abandonando a su familia. Juan de Espinal.
Hacia 1770. Óleo sobre lienzo. 179,50 X 316 cm. Museo de Bellas Artes de
Sevilla. Sala XI. Procedente del monasterio de Buenavista.
El eje central de la composición es San Jerónimo en escorzo, junto a quien aparece su
madre y la figura de una joven, ambas vestidas a la usanza del siglo XVIII, con
la niña que llora desconsolada en el extremo izquierdo del lienzo. Tras ella
asciende una escalera con balaustrada, en cuyo remate el pintor ha elaborado una
gran rocalla escultórica.
San Jerónimo penitente. Pedro de
Campaña. Hacia 1540. Óleo sobre tabla. 119 x 93 cm. Museo de Bellas Artes de
Sevilla. Sala II.
San Jerónimo penitente en el estudio. Sebastián de Llanos
Valdés. Hacia 1665. Óleo sobre lienzo. 107 X 81 cm. Museo de Bellas Artes de
Sevilla. Sala VI.
Sobre un fondo de paisaje, el santo aparece de medio
cuerpo con el torso desnudo y el capelo cardenalicio sobre las ramas del fondo,
apenas perceptible en la esquina superior izquierda. Una serie de atributos lo
identifican como doctor de la Iglesia ya que fue el traductor de la Biblia a
varios idiomas y exégeta. Los libros, las gafas, el tintero y la pluma nos
revelan su actividad intelectual. El crucifijo y su rostro, nos indican la
devoción de la oración y el arrepentimiento del santo.
Se presenta la figura de San Jerónimo arrodillado, en actitud de recogimiento, con las manos juntas mientras contempla el crucifijo que yace sobre un roquedo, en la soledad de su retiro. A su alrededor se despliega una amplia variedad de objetos que hacen alusión a diferentes facetas de su vida. Los libros, papeles y recados de escribir remiten a su gran actividad intelectual; la calavera a sus penitencias y el sombrero encarnado a su dignidad cardenalicia.
NATIONAL GALLERY DE LONDRES
La tabla muestra al santo como un penitente en el desierto, con el cuerpo
semidesnudo y la ropa desordenada, mirando al cielo al que levanta el brazo
derecho, portando una piedra en la mano, con la que se supone que se ha
golpeado el pecho pues de él brotan gotas de sangre.
En el suelo, el sombrero rojo de
su condición cardenalicia y libros de su actividad intelectual, como traductor
de la Vulgata, traducción latina de la Biblia.
Detrás hay un árbol con un búho que simboliza el mal, los pecados de la humanidad y al fondo, en el lado izquierdo de la tabla pinta un puente con un fiel león, del que se ganó su lealtad al quitarle una espina de la pata, según la leyenda “Aurea”.