jueves, 18 de agosto de 2022

 ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA

El misterio de la calle Feria 79.

A la altura del Ómnium Sanctórum, se puede apreciar una casita adosada de color blanco con dos pisos, con el número 79, de estilo contemporáneo, y en cuya puerta de entrada, en su dintel, se aprecia un medio relieve que parece un jeroglífico. 

Es propiedad de un escultor que vuelve a Sevilla en la década de los 80 tras un largo periodo en el extranjero.

Son figuras exotéricas, alucinaciones. Es una especie de mezcla de pollo y hombre. El libro con una jeringa y una cara representan a la droga y el candil es la luz.

Pueden ser alucinaciones del propio autor por las drogas o quiso expresar el daño que produce las drogas, los monstruos alucinatorios que esta misma genera y la propia muerte que aguarda encarnando el resultado final de esta adicción. 


 AREA DE MACARENA-FERIA

Calle Feria

Estaba cerrada por la muralla de la ciudad hasta que en 1861 se abrió una puerta que permitió su comunicación con la Resolana y la Macarena.

Es una de las calles más largas del casco antiguo de la ciudad  y por ello, ha tenido una variada gama de topónimos, hasta su unificación hacia 1868, en relación con su intensa actividad comercial, que determinó que sus tramos tomaran el nombre del gremio de artesanos o de los mercaderes que la habitaban.

Según González de león (1839) era conocida en su tiempo como “Laneros”, porque estaba casi totalmente ocupada por fabricantes de paños de lana y jerga.

Probablemente hasta la confluencia con Conde de Torrejón, se conoce ya en los siglos XIV y XV como “Caño Quebrado”, que era el mismo de la plaza inmediata de Montesión, donde se instalaron los sayaleros o fabricantes de sayas.  El nombre se relaciona con la existencia de varios manantiales de agua.

Desde Conde de Torrejón al entronque de Doctor Letamendi y Cruz Verde recibió el nombre de “Carpinteros y Carpinteros de Prieto”, en los siglos XVI y XVII, por ubicarse allí los fabricantes de muebles, que desde 1609 tenían autorización para trabajar en medio de la calle.

El espacio formado por la confluencia de todas estas calles debió ser el que desde la segunda mitad del s. XIV hasta comienzos del XVI fue conocido como “Hurones y Pozo de los Hurones”, porque en aquella centuria se vendían estos animales.  

A mediados del s. XVII, a la zona de confluencia de la Calle Correduría con la Calle Cruz Verde y Calle Feria se le llamó Plaza de la Cruz de Caravaca, en honor a una cruz de hierro, que se levantaba en su centro, sobre una peana de fábrica y a la que daba culto una hermandad.

A partir de aquí y hasta la iglesia de Omnium Sanctorum recibía, desde mediados del s. XIV, el nombre de “Lencería” y luego “Lencería Vieja” (porque en ella se controlaba todo el lino que entraba en la ciudad para su venta), que en los inicios del XVII ya aparece sustituido por el de “Ancha de la Feria”, por celebrarse en ella, y en la plaza inmediata de Calderón de la Barca, un mercado semanal desde el s. XIII (El Jueves).

En 1845 desaparecen todos los topónimos antiguos de los diferentes tramos y en 1868 la calle adquiere los límites actuales. En 1910 hubo un acuerdo para cambiar el nombre de feria por el de Salmerón, en memoria del que fuera presidente de la I República, pero no se hizo efectivo

Por su subsuelo corrieron caños de desagüe hacia la Alameda y en 1601 se instaló una cloaca a lo largo de toda la primera mitad de la calle. Asimismo, recorrían su subsuelo caños de agua que abastecían algunas fuentes o pilares, como la existente en la esquina con Relator desde los siglos medievales.

En los siglos pasados existieron dos cruces en esta calle, la mencionada de Caravaca, que fue erguida por una hermandad consagrada a exaltar el culto de la Santa Cruz de Caravaca. Esta hermandad tenía su origen en el milagro ocurrido en la localidad murciana de dicho nombre el 3 de mayo de 1232, cuando un sacerdote, don Ginés Pérez, al celebrar la misa notó que faltaba la Cruz y esta apareció portada por dos ángeles. Pertenece al grupo de cruces que conmemoran la Invención, Exaltación y Triunfo de la Santa Cruz.

La Cruz se retiró en 1840 cuando el Ayuntamiento acordó eliminarla de la vía pública y actualmente se conserva en la Iglesia de Omnium Sanctorum, a los pies de la nave del Evangelio. Fechada en el siglo XVI es una cruz de hierro forjado, sostenida por dos ángeles tenantes.

Cruz de Caravaca

Detalle de los ángeles de la Cruz de Caravaca

La Cruz de Linos, situada en la calle de este nombre (desde la Iglesia de Omnium Sanctorum hasta la Calle Resolana), es una de hierro forjado y grandes proporciones. En el centro tiene el anagrama de María constelado por la corona de espinas, y los brazos de la cruz y el haz de rayos que emerge del centro está decorado con flores.  Estuvo instalada en 1649 sobre un cementerio improvisado, con ocasión de la peste, y se retiró de su emplazamiento original en 1841 y se colocó en la Iglesia de Omnium Sanctorum en 1854, donde permanece a los pies de la nave de la Epístola.

Cruz de Linos y detalle de su zona central

Una tercera cruz se situaba en la esquina con la antigua calle del Peso del Carbón (actual Peris Mencheta), se trata de la Cruz llamada "Cruz de los Carboneros" o "Cruz del Garfio”. Este nombre fue debido a que esta cruz poseía un garfio, en su base, en el que los carboneros colgaban una romana (instrumento de medición del peso originario del Imperio Romano) para pesar el carbón que se vendía en todas las carbonerías, dejando a cambio una pequeña cantidad para el culto a la Santa Cruz. Esta actividad tuvo lugar entre los siglos XVI y principios del XIX, época en que el carbón era la única fuente de energía para las cocinas, para calentar las frías, húmedas y sombrías casas de la Sevilla intramuros, con las “copas de Cisco” que se perfumaban con “aluzema” y para llenar los “Chinos” que a modo de bolsa de agua caliente metálica le quitaban la humedad a las sabanas en las frías noches de invierno. En 1816, esta cruz fue trasladad a su ubicación actual en el exterior de la Iglesia de Omnium Sanctotum, en la fachada principal de la calle Feria, empotrada en una poco profunda hornacina.

 

Fachada a la calle Feria de la Iglesia Omniun Sanctorum y Cruz de Los Carboneros o Cruz del Garfio

Tuvo varios retablos, actualmente desaparecidos, dos dedicados a la Concepción, uno de los cuales fue pintado al fresco, en el s. XVI, por Agustín del Castillo; otro de la Trinidad, la Virgen y San José, y el de Animas en la fachada de la parroquia.

Desde la Edad Media, una gran parte de la calle poseía soportales, donde se apostaban los mozos de cordel, a la espera de que fuesen requeridos sus servicios, sobre todo entre Caño Quebrado y Omnium Sanctorum, y algunos tramos se han mantenido hasta el XIX.

En la calle Linos existió en el s. XVI el Hospital de San Benito. Una ermita, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Soledad, que fue sede de una hermandad integrada por fabricantes de jabón, la cual estaba en ruina hasta 1800, trasladándose la hermandad a Omnium Sanctorum (Bermeja).

Entre los personajes relacionados con esta calle hay que citar a Miguel Cid, sayalero del Caño Quebrado, autor de las célebres coplas a la Inmaculada: “Todo el mundo el general / a voces, Reina escogida, / diga que sois concebida / sin pecado original”. Elogiado por Cervantes: “Este que sigue es un poeta santo, / digo, famoso: Miguel Cid se llama / que al coro de las Musas pone espanto”. Al torero Juan Belmonte, que nació en la antigua Ancha, en 1892, donde su familia tenía una quincalla. Antonio Milla, pintor y escultor. Y, Jesús de la Rosa Luque, nacido en 1948 y fundador del grupo de rok andaluz “Triana”, que dice en su tema de la calle Feria: "la vida de la calle Feria la llevo muy dentro desde que nací”.

Miguel Cid en el basamento de la estatua de la Inmaculada en la plaza del Triunfo (ver)

Busto de Juan Belmonte en la sala de Exposición de la Maestranza

Calle Feria 136

Jesús de la Rosa Luque. Calle Feria 147

Por lo que respecta a la arquitectura, la calle Feria es también de gran interés, con una importante representación de arquitectura regionalista, tanto de edificios catalogados, pero cuyo arquitecto se desconoce, como de un buen número de casas de pisos de Espiau y Muñoz.

Asimismo, hay representación de la arquitectura modernista, destacando obras de Aníbal González y de Antonio Gómez Millán, así como edificios racionalistas de los arquitectos Lupiañez Gely y Arévalo Martínez. 


Calle Feria, numero 37







Calle Feria, numero 43


Calle Feria, numero 66


Calle Feria, numero 79

A la altura del ómnium Sanctórum, se puede apreciar una casita adosada de color blanco con dos pisos, con el número 79, de estilo contemporáneo y en cuya puerta de entrada, en su dintel, se aprecia un medio relieve que parece un jeroglífico. Es propiedad de un escultor que vuelve a Sevilla en la década de los 80 tras un largo periodo en el extranjero.

Son figuras exotéricas, alucinaciones. Es una especie de mezcla de pollo y hombre. El libro con una jeringa y una cara representa a la droga y el candil es la luz

Pueden ser alucinaciones del propio autor por las drogas o quiso expresar el daño que produce las drogas, los monstruos alucinatorios que esta misma genera y la propia muerte que aguarda encarnando el resultado final de esta adicción. 



Calle Feria, numero 85
Edificio regionalista de principios del siglo XX, actualmente en fase de Rehabilitación.

Calle Feria, numero 100


Calle Feria, numero 105
Casa regionalista de principios del siglo XX.

Calle Feria, numero 113
Casa de pisos regionalista de mediados del siglo XX

Calle Feria, numero 117


Calle Feria, numero 121
Edificio regionalista de la primera mitad del siglo XX.


Calle Feria, numero 140


Calle Feria, numero 159
Edificio de Espiau de 1922.


Calle Feria, numero 160
Edificio de 1932 atribuido a Espiau, para Francisco Quejo.



Calle Feria, numero 164
De 1935 también de Espiau para Francisco Quejo.




Calle Feria esquina a Antonio Susillo


Calle Feria esquina a Correduria




Calle Feria esquina a Cruz Verde
Producción del regionalista Espiau y Muñoz para Mauro Labanda en 1921.