AREA DE MACARENA-SAN LUIS-SAN JULIAN
Calle Vergara
Desde San Luis y Plaza de san Marcos a Hiniesta y plaza de santa Isabel
Hasta 1868 formó parte de la plaza de san
Marcos y se denominó con el nombre de Alvarado, pero al año siguiente se le dio
el nombre actual, en conmemoración del convenio firmado en 1839 en esta ciudad
entre los generales Espartero y Maroto, y que puso fin a la primera guerra
carlista, con el “Abrazo de Vergara”.
A principios del siglo pasado (1910) tenía una
fuente pública.
Es una calle corta y amplia, el flanco de los
pares se abre en chaflán hasta la confluencia con Hiniesta y dado que en ella
está la fachada norte de la Iglesia de san Marcos, posiblemente en sus orígenes
pudo ser el cementerio parroquial.
El abrazo
de Vergara
El carlismo aparece con las pretensiones de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, a sucederle en el trono al no engendrar un hijo varón.
Carlos
María Isidro de Borbón, proclamado por sus seguidores como Carlos V
Después de tres matrimonios sin descendencia, Fernando VII logró que su cuarta esposa María Cristina quedara embarazada a principios de 1830. Ante la posibilidad de que fuera mujer, debido a que estaba en vigor la Ley Sálica de 1713 (Felipe V), decidió promulgar la Pragmática Sanción que anulaba está ley y permitía a las mujeres reinar siempre y cuando no hubiera hijos varones.
Con la derogación de la Ley Sálica y tras el
nacimiento de su Isabel, futura Isabel II, al hermano del rey se le frustraba
su acceso al trono.
En septiembre de 1832 ocurrieron los “Sucesos de la Granja”, donde el rey, que se encontraba muy enfermo, fue “obligado” a firmar un decreto que anulaba la Pragmática Sanción y por tanto los derechos de su hija a reinar. Pero a finales de año, y casi milagrosamente, el rey se recuperó y anuló el decreto.
Fernando VII falleció el 29 de septiembre de
1833 y a los pocos días los carlistas ya habían comenzado a organizarse.
Talavera, aunque brevemente, fue el primer lugar donde se sublevó el carlismo
al grito de “Viva el Rey Carlos”.
Durante la minoría de edad de
Isabel, se dieron dos periodos de regencias. En primer lugar, desde 1833 su
madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y posteriormente desde 1840 el
general liberal Bardomero Espartero hasta 1843, año en que la reina fue
declarada mayor de edad.
Al frente de los carlistas se situó
Tomás de Zumalacárregi (1788-1835) y la expansión de los carlistas por el norte
fue importante pero no lograron ninguna de sus grandes capitales, San
Sebastián, Bilbao o Pamplona permanecieron en el bando isabelino y durante el
asedio a la capital vizcaína falleció el propio Zumalacárregui.
Tomás
de Zumalacárregui, el más famoso líder carlista
El general en jefe del Gobierno liberal era el
general Baldomero Espartero, que se puso al frente de los isabelinos en tanto
que el general que comandaba las fuerzas carlistas en el País Vasco y Navarra
era el general Rafael Maroto.
Después de siete años de una sangrienta guerra civil, el
ejército carlista partidario del pretendiente al trono Don Carlos de Borbón se
encontraba en una situación muy difícil. Los carlistas permanecían encerrados
en las zonas montañosas del País Vasco, de Navarra y de Cataluña y el
maestrazgo de Castellón y Teruel; pasaban hambre, no recibían sus pagas y
carecían de los medios materiales imprescindibles para seguir combatiendo.
En esta situación se llega al Convenio de Vergara, que fue un tratado
que daba fin a la primera guerra carlista de 1833 a 1839. Se firmó en Oñate (Guipúzcoa) el 31 de agosto
de 1839, entre el general isabelino Espartero y trece representantes del
general carlista Maroto. El convenio quedó
confirmado con el abrazo que se dieron Espartero y Maroto, este mismo día, ante
las tropas de ambos ejércitos reunidas en las campas de Vergara, razón de su
nombre popular.
El "Abrazo de Vergara" según litografía de época
Sus preparativos fueron lentos y laboriosos, interviniendo como mediador el
comodoro inglés Lord Hay, jefe de la escuadra de observación británica con base
en Bilbao, asesorado por su ayudante y secretario Joaquín María de Satrústegui,
que permitieron la permanencia de los Fueros, en cuanto fueran conciliables con
las instituciones y leyes de la nación.