RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística
Juan de Mesa.
Monumento a juan de Mesa obra de Sebastián Santos Calero en el
centro de la plaza de san Lorenzo, que representa a Juan de Mesa tallando la
imagen del Gran Poder en un basto de madera.
Juan de Mesa, Nació en Córdoba, del matrimonio
formado por Juan de Mesa y Catalina de Velasco, siendo bautizado en la
parroquia de San Pedro el 26 de junio de 1583.
En 1603, Pedro de Mesa, pintor, puso a su
nieto Juan de Mesa como aprendiz del escultor Francisco de Uceda. Pero las
fechas no coinciden, pues se indica que el aprendiz tenía 11 años, nacido por
tanto en 1592 y no en 1583.
En el año 1606 se traslada a Sevilla, porque era la gran metrópolis, la puerta de
las Indias, uno de los centros artísticos más activos de Europa que abastecía
no sólo a la clientela local y regional sino también a la de ultramar.
Ingresa en el taller del entonces ya afamado escultor Juan Martínez Montañés, el mejor escultor del momento, con el cual firma un contrato de aprendizaje de cuatro años. Tenía entonces 23 años, una edad asombrosamente
tardía para iniciar una formación profesional que solía comenzar en la
infancia.
Aunque no se ha conservado la carta de su
examen para acreditar su suficiencia en la escultura, se sabe que en 1615 disponía de taller propio en la colación de
San Martín y contrataba sus propias obras.
Se desconoce lo que hizo Juan de Mesa entre
1610 y 1615, ya que el contrato de aprendizaje con Martínez Montañés caducó en
1610.
Se piensa que durante estos años permaneció en
el taller de Montañés, como oficial, argumentándose incluso para ello razones
de tipo psicológico, como sería el carácter retraído del escultor y su
necesidad de protección y cariño.
En 1615 tenía Mesa 32 años, edad muy madura
para que un maestro del seiscientos decidiera emprender su vida independiente,
circunstancia por otra parte no sorprendente cuando el artista se encuentra
integrado en un amplio taller, pero llamativa en un hombre que, como indicara
Hernández Díaz, es capaz de acometer entre 1618 y 1627 la ejecución de once
crucificados, todos ellos piezas maestras.
En 1613, contrajo matrimonio con María de Flores y vivían en la collación de Omnium Santorum; ello presupone la posesión de cierta estabilidad económica, la cual pudo haberla conseguido trabajando como oficial, como hemos comentado, en el taller de Martínez Montañés.
Pero su hacienda debía de ser algo más saneada que la de un simple oficial ya que en 1616 se instaló en la calle Pasaderas de la Europa, cerca de la Alameda de Hércules, en la collación de san Martin, en una vivienda que arrendó al ensamblador Diego López Bueno, en la que vivió hasta su muerte.
Ello evidencia
que no era el hogar de un principiante, sino que sería un taller en toda regla
del que saldría toda su producción posterior.
En la metrópolis hispalense crea lo mejor de su valiosa producción artística, en una vida profesional intensa pero corta, ya que muere el 26 de noviembre de 1627, con cuarenta y cuatro años de edad, víctima de la tuberculosis.
Fue enterrado en la iglesia de San Martin de Sevilla, según se atestigua en una lápida conmemorativa existente en el exterior del muro lateral de la misma, que fue colocada a instancias de la ciudad y la Academia de Buenas Letras de Sevilla, en el año 1937.
El de Juan de Mesa es un caso ejemplar de fama silenciada y personalidad artística eclipsada por la de su maestro.
Durante más
de dos siglos y medio no hubo una sola mención a su nombre, siendo sus obras
sistemáticamente atribuidas a Juan Martínez Montañés.
En 1882, José Bermejo y Carballo le atribuyó
el Cristo de la Misericordia del convento de Santa Isabel y posteriormente el
Profesor Hernández Díaz aportó una documentación fundamentalmente procedente de varios
archivos, en especial del Protocolos Notariales sevillano, lo que permitió
definir su figura y comenzar a conformar su catálogo.
La excelencia artística de Mesa se cifró en su
faceta imaginera. Sus obras resultan revolucionarias por su fuerza expresiva,
superando el clasicismo de raigambre italiana de su maestro Montañés. Son la
máxima expresión del “pathos” en la escultura barroca sevillana. La tensión
emotiva y el aliento devocional se han mantenido a lo largo de los siglos, como
ejemplifica el Jesús del Gran Poder, reconocido popularmente como “el Señor de
Sevilla”.
El realismo de su
obra responde a un proceso en el que hizo estudios y observaciones de figuras
humanas reales vivas y muertas, por el análisis directo sobre cadáveres y
agonizantes, que le permitieron aprender a plasmar estas anatomías en sus obras
de forma realista, con una sensibilidad que le acerca a la imaginería
castellana, más dada al dramatismo, a tono con la nueva mentalidad de la
Cotrareforma.
Quizás su modelo imaginero fuera el San
Jerónimo de Torrigiano que se encontraba en el Monasterio de san Jerónimo de
Buenavista.
En los diversos crucificados salidos de sus manos, el
imaginero ha sabido reflejar distintos momentos de la Crucifixión, de ahí que
los represente, en unos casos, vivo, y en otros muerto, pero todos ellos
muestran el dominio que el maestro tiene de la anatomía humana; con frecuencia
van inscritos en un triángulo, prefiriendo el uso de los tres clavos, hecho que
imprime movimiento al cuerpo, en el que se acusan los músculos, tendones y
venas, según corresponde a la tensión que supone la sujeción a un madero.
La belleza y perfección del desnudo apenas queda
velada por el paño de pureza, sujeto por una soga y formado por telas de
abundantes pliegues recogidos en moñas laterales. La corona de espinas es
gruesa, con inmensas púas que perforan orejas y frente, cuya huella se hace
visible incluso en aquellas imágenes que no la llevan.
Por eso Heliodoro Sancho Corbacho llamó a Mesa
“el imaginero del dolor” y Hernández Díaz aludió al Cristo del Amor como
“verdadero Laoconte cristiano”.
El trabajo de Juan
de Mesa parece dedicado casi en exclusividad a las imágenes que procesionan en
Semana Santa , pero sin embargo cuenta con numerosas imágenes de vírgenes
gloriosas y multitud de santos de grandísima calidad repartidos por toda la
Andalucía occidental, muchos de ellos recientemente identificados y la lista de
su obra no para de crecer.
Del año 1617, es la
imagen de san Blas, situada en el muro derecho de la iglesia del convento de
Santa Inés, de la calle María Coronel. No existe contrato, pero se considera
como obra del maestro, por el tratamiento del rostro, el arrogante porte y la
magnífica indumentaria pontifical propia de su estilo imaginero.
Un año después, el 11 de enero de 1618, se comprometía con los religiosos de San Juan de Dios a ejecutar una imagen de San Carlos Borromeo, en madera de cedro, de dos varas de alta, insignias cardenalicias y crucifijo en la mano izquierda. Tenía que realizarla en un plazo de cuatro meses y cobraría por ella 600 reales. Hernández Díaz la ha identificado con el San Carlos Borromeo que se venera en la iglesia del Hospital de Nuestra Señora de la Paz, en Sevilla.
El Cristo del Amor (ver), el primero de un
total de diez crucificados que llegó a realizar. Fue iniciado en mayo de 1618 y
terminado en junio de 1620. Es una imagen de 1,81 m de alto realizada para la Hermandad del
mismo nombre que radica en la Iglesia del Salvador de Sevilla. Se
contrató haciendo constar en escritura notarial que la haría "Por mi
persona sin que en ella pueda entrar oficial alguno…".
Del año 1618 es el retablo del altar
mayor del Hospital de san Bernardo, denominado popularmente De los Viejos, hoy desaparecido.
De 1619 es la
imagen del Cristo del Buen Ladrón de
la Cofradía de la Conversión del Buen Ladrón (ver), más conocida como Monserrat, de
la capilla Homónima, también de Sevilla, obra de cierto barroquismo con el que
comienza sus creaciones de carácter realista. Con 1,92 m de altura, en
este Cristo se aparta de la obra de su maestro Martínez
Montañés, aumentando aquí el claroscuro y acentuando una mayor fuerza pasional.
En 1619, contrató junto
con Luis de Figueroa la realización del relieve de la Asunción de la parroquia
de la Magdalena de Sevilla; obra de calidad muy desigual, circunstancia que ha
llevado al profesor Gómez Piñol a cuestionarse la intervención del maestro,
pensando que pudo haber suministrado el modelo e incluso retocado la pieza para
darle su apariencia final sin que la ejecución sea realmente suya.
De 1620 es el Cristo de la Buena Muerte (ver), creado para una Hermandad de Sacerdotes ubicada en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en la Iglesia de la Anunciación y que actualmente es titular de la Hermandad de los Estudiantes, que radica en la capilla de la Universidad de Sevilla, sita en la calle San Fernando.
En ese mismo año,
1620, Mesa realiza una de sus obras más conocidas, el Jesús del Gran Poder (ver) o también
llamado El Señor de Sevilla,
una imagen de Jesús con la cruz a cuestas, para la sevillana Hermandad del Gran
Poder, hoy convertido en símbolo de la ciudad.
En 1623 realiza
el Cristo de la Misericordia (ver) para
el convento de Santa Isabel en Sevilla y también, por encargo del canónigo
Diego de Fontiveros, otro crucificado también conocido como Cristo de la Misericordia, destinado
a la Colegiata de Osuna.
De 1623, es la escultura
de san Juan, perteneciente al Monasterio de la Cartuja, y situado en la sala
Zurbarán del Museo de Bellas Artes.
En la Iglesia de San Gregorio, calle Alfonso
XII, se encuentra el Cristo Yacente
de la Hermandad del Santo Entierro.
Y ya del año
mismo de su muerte, 1627, es el grupo que realizó para la iglesia de san
Agustín de Córdoba, conocido como Virgen de las Angustias.
Este último conjunto se alza como una de sus obras maestras dado el estudio
anatómico del Cristo yacente de forma delicada y, aun así, doliente a pesar de
ya estar muerto. Con su muerte se dejó inconclusa esta obra, pues faltaban las
manos de la dolorosa, que serían terminadas por uno de sus discípulos.
La imagen de la Virgen, al igual que la
del Hijo, ha sido tallada por completo, pero el somero trazo de los amplios
pliegues del ropaje, así como la breve talla del torso y los brazos articulados
por goznes, prueban su carácter de imagen de vestir. Las dos imágenes estaban
prácticamente terminadas cuando falleció Juan de Mesa en 1627, y sólo le
faltaban tres días de trabajo.
En la sala expositiva de la catedral a la entrada de la visita cultural, el antecabildo podemos ver la Cabeza de San Juan Bautista.
En el barrio de Santa Cruz, en la parroquia del
mismo nombre, en el muro lateral de la nave, tenemos la imagen de San Eloy atribuida al autor,
patrón de los plateros.