RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística. Poetas.
Miguel del Cid
Miguel Cid, fue un seglar sevillano, nacido a mediados del siglo XVI y fallecido en diciembre de 1615.
Da su nombre a la calle Miguel del Cid (ver).
De ascendencia
humilde, casado y con cinco hijos, era sayalero (ver) de profesión.
Vivió en la collación de San Juan de la Palma, en la calle Caño Quebrado, pero en sus últimos años, ya viudo, residió en la collación del Salvador.
Dos de sus hijas entraron de monjas en el convento de Santa María de Gracia.
Su hijo recopiló, 32 años después de su muerte, algunas
de sus rimas que fueron publicadas en 1657, en un cancionero titulado: “Justas sagradas del insigne y memorable
poeta Miguel Cid”, dedicadas a la Virgen Santísima, María Nuestra Señora, concebida sin mancha de
pecado original (Sevilla, 1647).
En este libro confiesa: “Mientras que mi padre
vivió, se ocupó en alabar a Dios, a su Madre y a los Santos... Aficionábansele
todos, religiosos y seglares, particularmente cuando compuso las coplas de “Todo el mundo en general en honra de
la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora”, tan celebradas en toda la
Cristiandad que muchas veces los devotos de este Misterio lo abrazaban y
aplaudían por las calles de Sevilla”.
En las primeras décadas del siglo XVII, Sevilla vivió un período de gran exaltación de la Inmaculada, que tuvo su
momento culminante con la llegada, el 9 de octubre de 1617, del “Breve” dado por el papa Paulo V que
prohibía las tesis sobre la concepción de la Virgen María (defendidas por los
dominicos) y se aceptaba finalmente la proclamación de su Inmaculada Concepción.
En Sevilla, este éxito alcanzado en Roma, fue
atribuido a las gestiones llevadas a cabo por el doctor Bernardo de Toro y el arcediano (ver), de la localidad de Carmona, Mateo Vázquez de Leca, que eran cabeza y miembro respectivamente de la Congregación de la Granada, un
grupo espiritual que se fundó hacia el año 1541 por el
cerrajero Gómez Camacho en Jerez y Lebrija en torno al Convento de la Inmaculada Concepción de esta última
localidad.
Al éxito de los dos citados hay que añadirle el de la propia ciudad de Sevilla, que se alzó conjuntamente para pedir la proclamación, y que se puede concretar en la coplilla que todo el mundo entonaba durante meses.
Una famosa copla compuesta por Miguel Cid, miembro también de la citada
Congregación, a la que Bernardo de Toro le puso música y Mateo Vázquez de Leca
pagó su impresión en una tirada de cuatro mil ejemplares:
Pero, sobre la autoría de estos versos, por parte del poeta, hay discrepancias ya que, como hemos comentado, fue su hijo quien publicó la obra dispersa de Miguel Cid y en ella incluyó estas coplas sin conocer exactamente su procedencia.
Para algunos autores y eruditos sevillanos estos versos son fruto de las “justas poéticas” (ver) que se desarrollaron en la ciudad de Sevilla a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, en el desaparecido convento de San Diego, por la cual se daban unos versos de inicio y el resto de los concursantes deberían de continuarlos.
Así, algunos se
lo atribuyen a Fernando de Contreras,
otros a Francisco de Santiago y
otros defiende la autoría del poeta sevillano Miguel Cid.
Miguel Cid murió el 11 de diciembre de 1615, le
amortajaron con el hábito de san Francisco y colocaron en sus manos las
célebres coplas. “Detrás del cuerpo le acompañaron dignidades, canónigos,
prebendados, beneficiados de las parroquias, religiosos de todas órdenes,
jueces, caballeros y todo el resto de este numerosísimo pueblo que supo su
muerte”.
Un cronista anónimo pone la pincelada mariana: “Vino el
entierro a la Santa Iglesia y la Santísima Virgen como tan agradecida quiso dar
muestras de su agradecimiento, y movió a todos los Maestros de las escuelas,
que enviasen a los niños de ellas, que a coros fuesen delante del entierro
cantando las coplas que él había compuesto”.
A Miguel Cid no solo se le ha dedicado una calle en Sevilla, su
figura está representada junto al teólogo jesuita Juan de Pineda, el insigne
pintor Bartolomé Esteban Murillo, y el escultor no menos insigne Juan Martínez
Montañés, en una de las cuatro esculturas que rodean al monumento de la Inmaculada Concepción, que se encuentra en la plaza del Triunfo, obra realizada por el
escultor Lorenzo Coullaut Valera e inaugurada el 8 de diciembre de 1918 .
Francisco Pacheco (ver) lo pintó al pie de una Inmaculada, con las
coplas en la mano. Este cuadro, fechado en 1620, está expuesto en la Sacristía
de los Cálices de la Catedral.
Cervantes lo elogió: “Este que sigue es un poeta
santo, / digo, famoso: Miguel Cid se llama / que al coro de las Musas pone
espanto”.