ALGUNAS LEYENDAS DE SEVILLA
El hallazgo del cuerpo incorrupto de san Isidoro
El rey Almotamid, “Abbad ibn Muhámmad al-Mu‘tádid”, cuando ocupó el
trono de la taifa de Sevilla a la muerte de su padre, estableció un tratado con
Fernando I, rey de Castilla y León, a través de un pacto de amistad.
En esta situación de buena relación, el rey Fernando comunicó a Almotamid su deseo de recuperar las reliquias de las santas Justa y Rufina (ver), que habían sido martirizadas en Sevilla en el siglo III, y que suponía sepultadas en algún antiguo templo visigodo.
Como el rey sevillano desconocía el
emplazamiento de tales restos, contestó a Fernando que enviara personas que
fueran capaces de encontrarlos, que él les facilitaría la labor con todos los
medios a su alcance.
Fernando
I, según una miniatura medieval de la catedral de León
De esta manera, llegó a Sevilla una comitiva formada por algunos nobles y encabezada por el obispo de León, de nombre Alvito, que se tenía tanto por sabio como por santo.
El rey Almotamid cumplió su palabra y alojó a los
invitados en el Palacio de la Barqueta (hoy Monasterio de San Clemente)(ver).
El cuerpo de Santa Justa no se encontró, pero el obispo Alvito se resistía a volver a León sin cumplir su misión.
Estando varios días en oración, vio en sueños a un hombre vestido con una túnica blanca y tocado con mitra de obispo que afirmó ser San Isidoro, (obispo de Sevilla durante treinta y ocho años, considerado el mayor erudito de su época), y le expresó su deseo de que trasladasen su cuerpo a la ciudad leonesa, dándole señales sobre el lugar en que se encontraba.
Pero, también le dijo que no podría concluir su misión, ya que fallecería
en el plazo de tres días.
El obispo Alvito comunicó a sus acompañantes esta visión y efectivamente encontraron el sepulcro de San Isidoro, en la localidad de Santiponce, en el lugar exacto donde le indicó la aparición. Bajo una losa, estaba el féretro con el cuerpo incorrupto de San Isidoro.
Posteriormente, sobre ese mismo lugar se levantaría en su honor el Monasterio de San Isidoro del Campo.
Se cuenta que el rey
Almotamid quedó muy afectado con estos hechos, despidiendo los restos de ambos
santos hombres con todos los honores, cuando salieron por la puerta de la
Macarena en dirección a León.
Ambos cuerpos fueron llevados a León, el de San Alvito fue depositado en el templo de Santa María de Regla, sede antiquísima de él y de sus predecesores.
En el
manuscrito antiguo de la vida de San Isidoro, que se conserva en la santa
iglesia de Toledo, se dice que a esta iglesia fue llevado el cuerpo de San
Alvito en un caballo de carga sin guiarlo nadie, y que esto lo dispuso Santo
Domingo, el abad del monasterio de Silos, que se hallaba entonces en León.
San Isidoro fue enterrado en el panteón de los Reyes de León,
situado a los pies de la Basílica de San Isidoro de León, lugar en el que
durante la Edad Media recibieron sepultura la mayoría de los reyes y reinas del reino
de León.