RUTAS POR SEVILLA: Ruta de las Cruces
La cruz del jardín de la Iglesia de San Sebastián
En el jardín delantero de la actual parroquia de san
Sebastián, se alza una cruz latina plana pétrea, dispuesta sobre un basamento
de ladrillo de planta poligonal, elevado sobre tres gradas y sobre varias
molduras decrecientes de ladrillo visto y un pequeño pedestal con un azulejo.
Cruz del Cementerio de san Sebastián
Detalle del azulejo del pedestal
En uno de los lados se dispone una lápida de mármol, con el
siguiente texto: R.I.(cruz)P.A. / DEMOLIDO EN 1858 EL ANTIGUO / CEMENTERIO DE
S. SEBASTIAN / TRASLADARONSE AQUÍ LOS RESTOS / EXHUMADOS DE NUESTROS MAYORES /
PARA RECUERDO DEL SUCESO / CUIDÓ EL EXMO AYUNTAMIENTO / DE LEVANTAR ESTE SANTO
SIGNO.
Lapida de mármol
Para entender la
situación de esta cruz hay que remontarse al siglo XVIII, cuando el cementerio de Sevilla se encontraba junto a la iglesia
parroquial de Santa María Magdalena, en pleno centro, lo cual provocaba
numerosos problemas de carácter higiénico-sanitarios, por lo que se plantea la necesidad de situar el
cementerio fuera de la ciudad.
En 1728, uno de los hermanos
y diputado de la Hermandad de San Sebastián, cuyos orígenes se sitúan en el
siglo XV, Pedro Esteban y Morales, elevó un memorial al Asistente de la ciudad
solicitando se adecentara el terreno donde estaban “enterrados tantos
católicos, y que no se cavara en él, ni lo forzaran los cerdos”.
En 1786, el Cabildo hispalense propuso la elección de varios sitios para
esos cementerios extramuros vinculados a edificios religiosos, como la ermita
de San Sebastián, la huerta de Santa Teresa, la huerta y el convento de
Capuchinos y la ermita de la Concepción.
En
1787, Carlos III promulga su Real Cédula por la que ordena la edificación de
cementerios extramuros. Pero, esta situación se retrasa en Sevilla, por la
dificultad de que la gente abandonase una práctica cristiana anclada en fuertes
convicciones, hasta la gran epidemia de
fiebre amarilla de 1800, que al dejar casi
15.000 muertos en Sevilla, obligó a adoptar otras medidas.
Entre 1815
y 1819, la situación cambió a raíz de otra epidemia y varios personajes
ilustres de la ciudad solicitaron permiso para, en caso de fallecer, poder
ser enterrados en el atrio de la ermita de San Sebastián, hoy
parroquia, en El Porvenir. Así, al principio, este cementerio tuvo un perfil privado impulsado
por personas y familias acomodadas, como el marqués de las Amarillas, siguiendo
el estilo de los cementerios de las hermandades sacramentales de Madrid.
En 1821, la Catedral
solicitaría terreno junto a la ermita para establecer un panteón para sus
miembros, Cementerio de Canónigos, y la hermandad le concedió el terreno adyacente
por el costado derecho “para labrar en él el número competente de nichos,
cerrado con una decente cerca”, y poder poner sus lápidas en la nave del
Evangelio, en correspondencia con los nichos, para que “a la vista de los fieles
merezcan sus oraciones”.
Esos precedentes hicieron que el
Ayuntamiento, impulsado por el Asistente José Manuel de Arjona, aprobase en
octubre de 1825 un proyecto para cementerio público en San Sebastián, con plano
y presupuesto del maestro mayor Julián de la Vega a construir en la trasera de
la ermita. De este modo, el camposanto de San
Sebastián pasó de ser privado a público, y se puede considerar como el
primer enterramiento extramuros.
El
viajero inglés Richard Ford realiza dos dibujos en 1831, de 175 x 255 mm, que
se conservan en la colección londinense Brinsley Ford. Uno de los dibujos es
una visión general, con la inscripción al dorso “Outer and Unfinished Court of
the Burging Ground, San Sebastián”, y muestra en primer término el gran patio
que el ayuntamiento estaba formando, todavía con los muros laterales
inconclusos, al fondo el triple ingreso, monumentalizado el central por un
frontón triangular, y la disposición perimetral de nichos hasta 8 alturas.
Dibujo
de Richard Ford del cementerio de San Sebastián.
En el
segundo, se representa una vista más cercana, con la inscripción trasera “The
Burging Ground, Inner Court, Seville”, y se observa, tras ingresar por el
portón central, el cementerio de la hermandad, en el atrio de la ermita, con
igual superposición de huecos y acceso por la izquierda al patio colateral.
Aunque el cementerio
todavía no estaba concluso en el verano de 1828, pronto quedó pequeño, pues en
enero de 1830 el maestro mayor municipal Melchor Cano dibujará dos croquis para
su ampliación, uno con su emplazamiento en relación a la ermita, huertas y
hazas circundantes, y el segundo con las edificaciones, y se acometieron varias fases, entre
ellas la apertura de zanjas para pobres
A partir de 1850 el deterioro es
irremediable, según detallan fuentes del Ayuntamiento de
Sevilla. El cementerio estaba saturado, pues tenía 2.000 sepulturas al año, y además, las inundaciones habían convertido el espacio en un lugar insalubre.
El cementerio se desmanteló entre 1857 y 1858,
aunque se siguieron haciendo enterramientos en la zona de canónigos al menos
diez años más.
En 1856 se ordenó la exhumación de los restos, algunos amontonados en la ermita, tras la caída de los muros de nichos, y su traslado a una gran fosa común situada tras la iglesia, que se señaló con un crucero, aunque la orden de
clausura se retrasó hasta el 28 de enero de 1858, mientras que el 1 de enero de
1853 se inauguró el actual Cementerio de san Fernando.
En 1863 un particular pidió al Cabildo
que protegiese, con una valla, ese osario para evitar profanaciones, y el concejal
Palomo respondió que para ello haría falta vallar hasta la venta de Eritaña, lo
que demuestra que a mediados del siglo XIX había conciencia de que la zona era
una necrópolis inmensa.
Como comentamos al comienzo de esta publicación, actualmente se conserva el crucero, aunque trasladado al jardín delantero
de la actual parroquia.