domingo, 26 de marzo de 2023

 ALGUNAS CURIOSIDADES DE SEVILLA

Esculturas mutiladas de la calle Morgado

En la calle Morgado, esquina con Amor de Dios, encontramos dos hornacinas con sendas esculturas mutiladas, a las que ya alude González de León.

Calle Morgado esquina Amor de Dios

La creencia popular las considera bocetos para la construcción de las figuras de Hércules y Julio César de la Alameda.  Pero, la realidad es que fueron encontradas en el muro de la fachada, cuando se realizaron obras de reconstrucción de la antigua casa en 1940.

El arquitecto, Antonio Delgado Roig, decidió integrarlas en el nuevo edificio y para protegerlas de vandalismos  las situó en alto y dentro de estas hornacinas desde donde se podían observar.  

Una de las hornacinas

Esculturas romanas mutiladas

RUTAS POR SEVILLA: Ruta de las Cruces

La cruz del jardín de la Iglesia  de San Sebastián

En el jardín delantero de la actual parroquia de san Sebastián, se alza una cruz latina plana pétrea, dispuesta sobre un basamento de ladrillo de planta poligonal, elevado sobre tres gradas y sobre varias molduras decrecientes de ladrillo visto y un pequeño pedestal con un azulejo. 

Cruz del Cementerio de san Sebastián 

Detalle del azulejo del pedestal

En uno de los lados se dispone una lápida de mármol, con el siguiente texto: R.I.(cruz)P.A. / DEMOLIDO EN 1858 EL ANTIGUO / CEMENTERIO DE S. SEBASTIAN / TRASLADARONSE AQUÍ LOS RESTOS / EXHUMADOS DE NUESTROS MAYORES / PARA RECUERDO DEL SUCESO / CUIDÓ EL EXMO AYUNTAMIENTO / DE LEVANTAR ESTE SANTO SIGNO.

Lapida de mármol

Para entender la situación de esta cruz hay que remontarse al siglo XVIII, cuando el cementerio de Sevilla se encontraba junto a la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, en pleno centro, lo cual provocaba numerosos problemas de carácter higiénico-sanitarios, por lo que se plantea la necesidad de situar el cementerio fuera de la ciudad.  

En 1728, uno de los hermanos y diputado de la Hermandad de San Sebastián, cuyos orígenes se sitúan en el siglo XV, Pedro Esteban y Morales, elevó un memorial al Asistente de la ciudad solicitando se adecentara el terreno donde estaban “enterrados tantos católicos, y que no se cavara en él, ni lo forzaran los cerdos”.

En 1786, el Cabildo hispalense propuso la elección de varios sitios para esos cementerios extramuros vinculados a edificios religiosos, como la ermita de San Sebastián, la huerta de Santa Teresa, la huerta y el convento de Capuchinos y la ermita de la Concepción. 

En 1787, Carlos III promulga su Real Cédula por la que ordena la edificación de cementerios extramuros. Pero, esta situación se retrasa en Sevilla, por la dificultad de que la gente abandonase una práctica cristiana anclada en fuertes convicciones, hasta la gran epidemia de fiebre amarilla de 1800, que al dejar casi 15.000 muertos en Sevilla, obligó a adoptar otras medidas.

Entre 1815 y 1819, la situación cambió a raíz de otra epidemia y varios personajes ilustres de la ciudad solicitaron permiso para, en caso de fallecer, poder ser enterrados en el atrio de la ermita de San Sebastián, hoy parroquia, en El Porvenir. Así, al principio, este cementerio tuvo un perfil privado impulsado por personas y familias acomodadas, como el marqués de las Amarillas, siguiendo el estilo de los cementerios de las hermandades sacramentales de Madrid.

En 1821, la Catedral solicitaría terreno junto a la ermita para establecer un panteón para sus miembros, Cementerio de Canónigos, y la hermandad le concedió el terreno adyacente por el costado derecho “para labrar en él el número competente de nichos, cerrado con una decente cerca”, y poder poner sus lápidas en la nave del Evangelio, en correspondencia con los nichos, para que “a la vista de los fieles merezcan sus oraciones”.

Esos precedentes hicieron que el Ayuntamiento, impulsado por el Asistente José Manuel de Arjona, aprobase en octubre de 1825 un proyecto para cementerio público en San Sebastián, con plano y presupuesto del maestro mayor Julián de la Vega a construir en la trasera de la ermita. De este modo, el camposanto de San Sebastián pasó de ser privado a público, y se puede considerar como el primer enterramiento extramuros.

El viajero inglés Richard Ford realiza dos dibujos en 1831, de 175 x 255 mm, que se conservan en la colección londinense Brinsley Ford. Uno de los dibujos es una visión general, con la inscripción al dorso “Outer and Unfinished Court of the Burging Ground, San Sebastián”, y muestra en primer término el gran patio que el ayuntamiento estaba formando, todavía con los muros laterales inconclusos, al fondo el triple ingreso, monumentalizado el central por un frontón triangular, y la disposición perimetral de nichos hasta 8 alturas.

Dibujo de Richard Ford del cementerio de San Sebastián. 

En el segundo, se representa una vista más cercana, con la inscripción trasera “The Burging Ground, Inner Court, Seville”, y se observa, tras ingresar por el portón central, el cementerio de la hermandad, en el atrio de la ermita, con igual superposición de huecos y acceso por la izquierda al patio colateral.

Aunque el cementerio todavía no estaba concluso en el verano de 1828, pronto quedó pequeño, pues en enero de 1830 el maestro mayor municipal Melchor Cano dibujará dos croquis para su ampliación, uno con su emplazamiento en relación a la ermita, huertas y hazas circundantes, y el segundo con las edificaciones, y se acometieron varias fases, entre ellas la apertura de zanjas para pobres

A partir de 1850 el deterioro es irremediable, según detallan fuentes del Ayuntamiento de Sevilla. El cementerio estaba saturado, pues tenía 2.000 sepulturas al año, y además, las inundaciones habían convertido el espacio en un lugar insalubre.

El cementerio se desmanteló entre 1857 y 1858, aunque se siguieron haciendo enterramientos en la zona de canónigos al menos diez años más. 

En 1856 se ordenó la exhumación de los restos, algunos amontonados en la ermita, tras la caída de los muros de nichos, y su traslado a una gran fosa común situada tras la iglesia, que se señaló con un crucero, aunque la orden de clausura se retrasó hasta el 28 de enero de 1858, mientras que el 1 de enero de 1853 se inauguró el actual Cementerio de san Fernando.

En 1863 un particular pidió al Cabildo que protegiese, con una valla, ese osario para evitar profanaciones, y el concejal Palomo respondió que para ello haría falta vallar hasta la venta de Eritaña, lo que demuestra que a mediados del siglo XIX había conciencia de que la zona era una necrópolis inmensa.

Como comentamos al comienzo de esta publicación, actualmente  se conserva el crucero, aunque trasladado al jardín delantero de la actual parroquia.