sábado, 30 de marzo de 2024

RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas 

San Ignacio de Loyola.

San Ignacio de Loyola (Copia). Casanova, Francisco. Hacia 1887. Óleo sobre lienzo. 37 x 28 cm. Museo del Prado. Deposito en otra Institución (CC BY 3.0)

Iñigo López Sánchez nació el 24 de octubre de 1491, aunque no se conserva su partida de nacimiento, en el castillo de Loyola en Azpeitia (Guipúzcoa), en el seno de una familia noble.  

Bautizado como Iñigo que se corresponde con el nombre de origen preromano, en latín, Enneco.

Como “Ignatius” en latín (“Ignacio” en castellano e “Iñaki” en vasco) aparece por primera vez en 1531 en la lista de alumnos del rector de la Universidad de Paris y posteriormente, en 1534, en el diploma de “maestro de artes liberales”.

Según un biógrafo del siglo XVI, Pedro de Ribadeneira, "tomó el nombre de Ignacio por ser más universal" o "más común a las otras naciones".

El solía firmar con la fórmula “De bondad pobre, Ynigo”, ya que la “y” y la “n” eran grafías corrientes en lugar de la “i” y la “ñ” hasta el siglo XVII.

Era hijo de Beltrán Yáñez de Oñaz, señor de Ofiaz y de Loyola y de Marina Sáenz de Licona y Balda, siendo el más joven de ocho hermanos y tres hermanas.

Su padre falleció el 23 de octubre de 1507 y su madre falleció antes de 1508 y su lactancia fue confiada a María Garín del caserío de Eguíbar.

En torno a 1507, Íñigo fue confiado a Juan Velázquez de Cuéllar, Contador Mayor de Hacienda de Castilla, y a su mujer, María de Velasco, hija de María de Guevara, pariente de la madre de Íñigo, residiendo en el palacio de Arévalo, donde recibió una educación caballeresca y cortesana, completada en lo literario con la lectura de los cancioneros y, más tarde, de los libros de caballerías, y la iniciación a la música, adquiriendo fama de “buen escribano”, así como buen “Page Real” del rey Fernando.

Su vida moral quedará condensada por Alfonso de Polanco, uno de los hombres de su máxima confianza y de indiscutida devoción al fundador: “No vivió nada conforme a la fe, ni se guardaba de pecados, antes especialmente travieso en juegos y cosas de mujeres, y en revueltas y cosas de armas”. Y el propio san Ignacio dijo que hasta los 26 años fue “dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas con un grande y vano deseo de ganar honra”.

En 1516, murió Fernando el Católico lo que trajo la ruina de su protector Juan Velázquez de Cuéllar, pues el joven rey Carlos decidió desde Flandes traspasar a la reina viuda, Germana de Foix (hasta entonces íntima amiga de María de Velasco), la tenencia de las villas que poseía su marido. Juan Velázquez, que arrastraba una deuda de 16 millones de maravedíes y que había perdido en la lucha a su primogénito Gutierre, fue en junio de 1517 a Madrid a ver al cardenal Cisneros, pero decepcionado murió en esta ciudad el 12 de agosto de ese año.

Iñigo se quedó sin protector y la viuda, María de Velasco, le proporcionó dos caballos y 500 escudos para ponerse al servicio del duque de Nájera, Antonio Manrique de Lara, virrey de Navarra, como gentilhombre.

Verdadera imagen de S. Ignacio, con armadura militar. Anónimo del siglo xvi, escuela francesa. (CC BY 3.0)

En 1512 las tropas castellanas habían conquistado el Reino de Navarra y en 1521 el rey Francisco I de Francia decidió apoyar a Enrique de Albret, en sus aspiraciones al trono de Navarra, contando con el apoyo de los navarros agromonteses, y puso cerco a Pamplona.

Iñigo al frente de un grupo de milicianos guipuzcoanos se encerró y defendió el castillo de Pamplona y en el combate fue alcanzado por una bala de culebrina o falconete, el lunes de Pentecostés 20 de mayo de 1521 (según el jesuita Niccoló Orlandini), que le rompió una pierna y le lastimó la otra.

Fue trasladado a la casa de Esteban de Zuasti, luego a la casa de Loyola del matrimonio de Martín García y Magdalena de Araoz y tuvo que ser sometido a diversas intervenciones muy dolorosas, por supuesto sin anestesia. 

San Ignacio dijo que le trataron médicos y cirujanos, en plural, y se conoce el nombre de un cirujano, Martín de Iztiola, de Azpeitia. 

San Pedro se le aparece en una visión milagrosa para indicarle que no iba a morir. A partir de ese momento sus heridas empezaron a sanar progresivamente.

Aparición de san Pedro a san Ignacio. Valdés Leal, Juan. 1664. Óleo sobre lienzo. 215 x158 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. (VER)

Durante su larga convalecencia se dedicó a la lectura de Libros piadosos, lo que le llevaría a profundizar en la fe católica y a decidirse a consagrarse a la religión.

Su primera decisión, una vez sanado, fue peregrinar a Jerusalén, para ello, partió de la casa de Loyola a finales de febrero de 1522 acompañado de un hermano, el religioso, Pero López.

Se dirigió a pie al santuario de Aránzazu donde hizo votos de castidad y llegó a la abadía benedictina de Nuestra Señora de Montserrat, donde veló una noche entera ante la imagen de María con el Niño Jesús, y abandonó su hábito de caballero, que entregó a un pobre, y adoptó ropas de mendicante.

Aparición de la Virgen con el Niño a san Ignacio. Valdés Leal, Juan. 1660-1664. Óleo sobre lienzo.  Museo de Bellas Artes de Sevilla. No expuesto

En esta obra, Valdés Leal representa al santo ante la visión de Cristo Niño en el regazo de su madre. Parece recibir la bendición aprobatoria al devoto proyecto de fundación de la Compañía. Todavía porta la vestimenta y las armas de caballero como alusión a su anterior vida a la que renunció. 

Detalle de las armas de caballero

En la escena del fondo, en un espacio arquitectónico, se observa a san Ignacio despidiéndose de su hermano Martín, que intenta que desista de su decisión. 

De 1522 a 1523 vivió en Manresa, en el Hospital de Santa Lucía, en el convento de los dominicos, pero se retiraba a rezar a una cueva en la ladera de un monte junto al río Cardener donde tuvo importantes revelaciones Espirituales y donde redactó sus "Ejercicios espirituales", que corregiría y ampliaría durante sus estancias en Paris y Roma. ​

Interior de la cueva de Manresa donde Ignacio de Loyola se retiró para meditar, hoy en día reconvertida en un santuario.

En este periodo, el jesuita Daniello Bartoli, del siglo XVII, dijo que san Ignacio tuvo una visión que ha sido llamada el “Rapto de San Ignacio”.

El trance de san Ignacio de Loyola en el Hospital de Manresa. Valdés Leal. Juan.1600-1664. Óleo sobre lienzo. 215 x 124 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. (VER)

En febrero de 1523 se dirigió a Barcelona, donde una mujer llamada Isabel Ferrer, esposa de Francisco Roser o Rosell, se convirtió en su bienhechora durante sus estancias en Barcelona, París y Venecia

En marzo de este año de 1523 embarcó en Barcelona rumbo a Gaeta y llegó a Roma el 29 de marzo, Domingo de Ramos, y obtuvo el permiso para viajar a Tierra Santa el 31 de marzo. ​

En Venecia vivió como mendigo, durmiendo en los pórticos de la Plaza de San Marcos, hasta que un español rico lo alojó en su casa hasta el día en que embarcase.

Llegó al puerto de Famagusta, en la isla de Chipre, el 14 de agosto, a Jafa el 24 de agosto y a Jerusalén el 4 de septiembre de 1523.

Recorrió la Vía Dolorosa y estuvo en Betania, en el Monte de los Olivos, en el huerto de Getsemaní, en Belén, en el valle de Josafat, en Jericó y el rio Jordán. 

El 23 de septiembre se dirigió de nuevo a Ramla y llegó a la ciudad de Génova, donde tomó un barco de vuelta para Barcelona. ​

Los itinerarios de san Ignacio de Loyola en diferentes momentos

A su vuelta de Tierra Santa, comenzó sus estudios (con 33 años), para poder afrontar mejor su proyecto de apostolado, y se dedicó a la predicación, basada en el método de sus “Ejercicios Espirituales”, compartiendo su actividad con Calixto de Sa, Juan de Arteaga y Lope de Cáceres.

En 1524, en Salamanca, las difusiones del método de estos ejercicios espirituales le hicieron sospechoso de heterodoxia (asimilado a los “alumbrados” o a los seguidores de Erasmo de Rotterdam), por lo que fue interrogado por la Inquisición, y aunque fue declarado inocente, se le prohibió la predicación y tuvo que interrumpir sus estudios.

En marzo de 1526, comenzó a estudiar Filosofía en Alcalá. En esta ciudad daba ejercicios espirituales y explicaba la doctrina cristiana y solía ir acompañada por Calixto de Sa, Juan de Arteaga y Lope de Cáceres (los tres compañeros de Barcelona), a los que se unieron un joven francés, Juan de Reinalde, un paje herido del virrey de Navarra, el estudiante Martín de Olabe y los sacerdotes Estella Diego de Eguía y Manuel Miona.

De nuevo fue investigado por la Inquisición y el vicario episcopal de Toledo Juan Rodríguez de Figueroa, le conminó a que dejaran de vestir todos con los mismos hábitos, dado que no eran religiosos, y que no hablasen de fe hasta que no hubieran estudiado cuatro años, por lo que san Ignacio y Arteaga tiñeron sus ropas de negro y los otros dos de leonado.

Decidió continuar sus estudios en la Sorbona de Paris, a donde llegó andando el 2 de febrero de 1528 y estudió Humanidades, Filosofía y un año y medio de Teología. Obtuvo el grado de bachiller en 1532 y la licenciatura en 1533, graduándose como maestro en Artes Liberales en 1535.

Consiguió reunir un grupo de seis compañeros (Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salmerón, Rodríguez y Bobadilla) a los que comunicó sus ideas y con los que sembró el germen de la Compañía de Jesús, haciendo juntos votos de pobreza, castidad perpetua y apostolado, en la Cueva de Montmartre, el 15 de agosto de 1534.

Ignacio de Loyola. Zurbarán, Francisco de. 1600.  Óleo sobre lienzo. 100,9 x 89,4 cm. Royal Collection. (CC BY 3.0)

El voto incluía la peregrinación a Jerusalén, pero, si en el plazo de un año no habían podido embarcar, irían a Roma y se pondrían a disposición del Sumo Pontífice, vicario de Cristo, para que este les enviase donde considerase conveniente

En los años siguientes se dedicaron al apostolado, la enseñanza y el cuidado de enfermos. Reunidos de nuevo en Venecia, recibieron el sacerdocio el día de san Juan de 1537, para ello, Vicente Nigusanti, obispo de Arbe, ordenó como religiosos a san Ignacio y a la mayoría de sus compañeros, que aún no eran sacerdotes. El 10 de junio recibieron las órdenes menores, el 15 de junio el subdiaconado y el 24 de junio el sacerdocio.

En octubre de 1537 se reunieron en el monasterio abandonado de Vicenza y volvieron a repartirse. Ignacio, Fabro y Lainez se dirigieron a Roma, Codure y Hoces a Padua, Jayo y Rodríguez a Ferrara, Javier y Bobadilla a Bolonia y Broët y Salmerón a Siena.

Así, con Pedro Fabro y Diego Laínez, Ignacio se dirigió a Roma, y a catorce kilómetros, en la aldea de la “Storta” entraron a orar en una capilla. Laínez dijo que Jesús se le había aparecido a san Ignacio con la cruz a cuestas junto a Dios Padre, que Dios Padre le había dicho a Jesús "Yo quiero que tomes a este como servidor tuyo" y que Jesús, posteriormente, le dijo a san Ignacio "Yo quiero que tú nos sirvas". De este hecho posiblemente surge la decisión de denominarse “Compañía de Jesús”, pues, ya no tenían quién les mandase y solo deseaban servir a Jesús.

Aparición de Cristo a san Ignacio camino de Roma. Juan de Valdés Leal. Hacia1662. Óleo sobre lienzo. Museo de Bellas Artes. Sevilla (VER)

En 1537, Llegados a Roma, se presentaron a Pablo III, y obtuvieron el permiso para ir a Jerusalén, pero ante la imposibilidad de marchar para hacer vida religiosa en Palestina, por la guerra contra los turcos, se pusieron a disposición del papa, en noviembre de 1538, quien les señaló como campo apostólico la ciudad de Roma.

Por ello, el 15 de abril de 1539, decidieron que además de los votos habituales de otras órdenes de pobreza, castidad y obediencia, añadirían otro de obediencia al Papa, que les obligase a ir a cualquier lugar del mundo al que este les enviase.

En los años siguientes siguieron dedicandose al apostolado, la enseñanza, el cuidado de enfermos y la definición de una nueva orden religiosa, la Compañía de Jesús, cuyos estatutos aprobó el papa en 1540.

La Compañía reproducía la estructura militar en la que Ignacio había sido educado, pero al servicio de la propagación de la fe católica, amenazada en Europa por las predicaciones de Lutero, que había puesto en marcha la Reforma Protestante. El lema de los jesuitas "Ad maiorem Dei gloriam," literalmente “A la mayor gloria de Dios,” expresa el objetivo de su acción y su apostolado, junto a su anagrama representativo de Jesús.

San Ignacio contemplando el monograma de la Compañía de Jesús, Valdés Leal, Juan. 1676. Óleo sobre lienzo. 207 x 145 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. No Expuesto

San Ignacio y San Francisco de Borja contemplando el monograma de la compañía de Jesús y una alegoría de la Eucaristía. Valdés Leal, Juan. 1676.  Óleo sobre lienzo.  218 160 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. No expuesto

El Papa aprobó los estatutos el 27 de septiembre de 1540, limitando a sesenta el número de profesos, limitación que fu suspendida en 1544, y San Ignacio de Loyola, después de rechazar dos veces el voto unánime de sus compañeros, aceptó convertirse en Director General.

La actividad de Ignacio en los quince años de generalato se repartió entre el apostolado directo en Roma y su función de Gobernante, consiguiendo entre otras, la promoción de una asociación para acoger a los catecúmenos provenientes del judaísmo, la Casa de santa Marta para las pecadoras arrepentidas, el colegio Romano dedicado a los estudios sacerdotales, el colegio Germánico, que alojaba a los estudiantes centroeuropeos.

Finalmente, la aprobación de la Compañía se realizó mediante la bula “Pastoralis Oficci” de Paulo III en 1548 y con la bula “Licet debitum” del 18 de octubre de 1549 el papa le concedió a la Compañía de Jesús una gran cantidad de privilegios.

San Ignacio recibiendo del Papa Paulo III la bula de fundación. Valdés Leal, Juan. 1660-1664. Óleo sobre lienzo. 210 x 160 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla.

La expansión de la Compañía por Europa y América, fue muy rápida, con la creación de colegios y casas  y una fuerte presencia en la educación de la juventud y en el debate intelectual, en el apostolado y en la actividad misionera (destacando la labor en Asia de san Francisco Javier (ver).

Murió el 31 de julio de 1556 por una afección biliar y su cuerpo fue inicialmente sepultado en la iglesia de Santa María della Strada, y después fue trasladado a la iglesia del Gesú, sede de la Compañía.

Al morir, la Compañía contaba con 1.036 jesuitas, unos sacerdotes y otros hermanos, repartidos por todo el   mundo, distribuidos en 11 provincias, y con 92 casas de las que 33 correspondía a obras educativas.

Fue beatificado el 27 de julio de 1609 y fue canonizado como santo por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, con san Francisco Javier y Santa Teresa de Ávila (ver)

San Ignacio de Loyola. Rubens, Pedro Pablo. 1620-1622. Museo Norton Simon. Pasadena

El Retablo de San Ignacio de Loyola en la “Iglesia de San Luis de los Franceses” es un retablo vitrina que nos muestra a san Ignacio arrodillado en el episodio de la cueva de Manresa, donde escribió sus Ejercicios Espirituales. En el remate se muestra el cáliz con las siglas IHS, adoptadas por San Ignacio como emblema del Instituto. En los laterales hay escenas de su vida.

Portada de la iglesia de los Luises con San Ignacio de Loyola

San Ignacio de Loyola en el Altar Mayor de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús

San Ignacio de Loyola en el retablo de la Virgen Gran Madre de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús

San Ignacio de Loyola. Anónimo. Finales del siglo XVII. Óleo sobre lienzo. 107 79 cm. Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla

San Ignacio de Loyola. Taller de Murillo. 1681. Óleo sobre lienzo. 126 x105 cm. Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla