martes, 16 de mayo de 2023

 AREA DE SAN LORENZO

Iglesia de santa Rosalía.

La iglesia es barroca y en su exterior, tras pasar la reja,  se pueden admirar los azulejos del Cristo del Gran Poder, en relación con su estancia en 2008 y la puerta lateral de entrada al salón del convento.





De la iglesia original tan solo se conserva la portada de Diego Antonio Díaz (ver) (inicios ss. XVIII). Está elaborada con ladrillo enfoscado y pintado, constando de dos cuerpos. 

En el primero se sitúan dos pares de pilastras dóricas cajeadas, que flanquean el vano adintelado encuadrado por un arco de medio punto, en cuyo tímpano aparece la figura de la santa titular en el interior de una hornacina.




El segundo cuerpo se apoya sobre una cornisa, soportada por canecillos cuadrados, mostrando una moldura en arco de medio punto mixtilíneo con pilastra central. 


Corona este espacio un crucifijo tallado en piedra, escoltado por dos pináculos, todos ellos pintados en el mismo color de la fachada.


El interior está muy ricamente decorado, característico del barroco de la segunda mitad del siglo XVIII, con gran suntuosidad y profusión de elementos decorativos, que contrasta con la austeridad de las monjas.

La iglesia es de cruz latina, con cabecera plana, de una sola nave de cuatro tramos separados por contrafuertes, siendo el crucero con anchos brazos poco perceptible.

Tanto la nave como los brazos del crucero muestran bóvedas de cañón con lunetos, reforzada con arcos fajones que se apoyan sobre pilastras cajeadas de orden toscano adosadas a los muros.

El crucero, en cambio, luce bóveda vaída o de pañuelo, con una linterna central ciega, sin pinturas ni ningún tipo de adorno.


Visión general del interior de la iglesia desde la puerta de entrada


Visión general del interior de la iglesia desde el Altar Mayor


Bóveda vaída en el crucero, con linterna central y lunetos laterales


Los retablos y esculturas originales de esta iglesia fueron realizados por Pedro Duque Cornejo, y se perdieron, prácticamente en su totalidad, en el incendio de 1.761, que también acabó con el órgano tallado por Luis de Vilches.

La mayoría de los que se muestran actualmente son de Cayetano de Acosta, realizados entre 1.761 y 1.763, paralelamente a la reconstrucción del templo. 

Son once en total, de estilo barroco con abundante ornamentación de rocallas, estípites, motivos vegetales y todo tipo de molduras. 

Recuerdan enormemente a los de la capillita de san José y el de la Capilla Sacramental de la iglesia del Salvador, del mismo autor y época. Anteriormente había esculpido la estatua de la Fama y las fuentes y diversos detalles ornamentales de la Real Fábrica de Tabacos.

Comenzamos la visita del muro de la epístola desde los pies del templo hacia la cabecera. 

Muro de la epístola

A los pies del muro de la Epístola (muro derecho), se encuentra la pila para el agua bendita, tallada en piedra y que muestra un tremendo desgaste debido a su antigüedad.

Pila de Agua Bendita

Detalle del mármol situado encima de la Pila

En el primer tramo, tras la pila de agua bendita, encontramos un confesionario sobre el que se sitúa un lienzo que muestra a san Francisco abrazando a Jesucristo Crucificado, copia del original de Murillo, que se conserva en la Sala V del Museo de Bellas Artes.

Primer tramo de la epístola

Confesionario

San Francisco abrazando a Jesucristo (Copia de Murillo)

A continuación, el retablo neoclásico de la Divina Pastora, de principios del siglo XIX, de gran devoción entre los frailes y monjas capuchinos (más tarde extendida a toda España e Iberoamérica). 

Esta devoción tuvo su origen en las apariciones milagrosas a fray Isidoro de Sevilla en el convento masculino de la ciudad. 

Está realizado en madera policromada imitando jaspe.

Retablo de la Divina Pastora

Detalle de la Divina Pastora

Magdalena en el ático

Le sigue, ya en el último tramo de la Epístola, un arcosolio con una copia de una pintura de Murillo de un crucificado con la Magdalena y encima otra copia de Murillo de san Pedro Penitente, que queda eclipsada por el espectacular púlpito de madera imitando jaspe, con una escultura de la Fe en el tornavoz, datado en la segunda mitad del siglo XVIII.

Ultimo tramo de la epístola

Pulpito

Detalle del tornavoz

Calvario, copia de Murillo

San Pedro Penitente, copia de Murillo

Tras rebasar el púlpito pasamos al crucero. Este tiene la particularidad de que las cuatro esquinas de sus respectivos arcos torales están achaflanadas, mostrando cada uno de ellos una hornacina con la figura de un santo capuchino en la parte superior y un retablo en la zona inferior, todos de la misma factura, fecha y autor, Cayetano de Acosta. 

Primer tramo del crucero

La primera hornacina acoge la talla de san Fidel de Sigmaringa, noble de padre español y madre alemana, que nació en Suabia. Brillante estudiante, abre despacho de abogado en Alsacia, dedicando especialmente su labor a los pobres y desfavorecidos. Sin embargo, desilusionado por métodos poco ortodoxos, cuando no corruptos, de sus colegas, decide consagrarse al sacerdocio, ingresando en la Orden de Frailes Menores Capuchinos. Se dedicó activamente a la predicación, en tiempos de feroz lucha entre católicos y protestantes. En una de sus prédicas, en Suiza, fue asesinado a espadazos y garrotazos por un grupo de fanáticos.

San Fidel de Sigmaringa

Bajo él se encuentra el retablo de santa Inés de Asís, fechables hacia 1763, hermana menor de santa Clara y cofundadora de la Orden de las Clarisas.

Retablo de Santa Isabel de Asís

Detalle de Santa Isabel de Asís


Junto al retablo, una vitrina con un Niño Jesús del siglo XVIII.

Niño Jesús

Una reja separa el crucero en dos partes, la delantera reservada a la Santa Misa y rezos de las monjas del convento, aunque permanece abierta cuando no se realizan esas actividades.

Reja de Separación

Pasada la verja, el retablo de santa Teresa de Jesús, revestida como Doctora de la Iglesia. 

Retablo de Santa Teresa de Jesús

Detalle de Santa Teresa de Jesús

A sus lados, san Joaquín y santa Ana y, junto al retablo, otra vitrina con un Niño Jesús del siglo XVIII. 

Era costumbre muy extendida en estos tiempos que, al profesar, las novicias aportaran como dote una imagen del Niño Jesús y de ahí la abundancia de estas representaciones en los conventos españoles.

San Joaquín  y santa Ana

Ático del retablo

El segundo chaflán, entre el brazo de la Epístola del crucero y el presbiterio, acoge el retablo de la Virgen del Pilar, sobre la que vemos a San Serafín de Montegranario, confesor, nacido a comienzos del siglo XVII en Ascoli, Italia, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que se distinguió por su humildad, pobreza y piedad.

Retablo de la Virgen del Pilar

Detalle de la Virgen del Pilar
San Serafín de Montegranario

El retablo mayor de la iglesia es obra de Cayetano de Acosta, quien lo realizó entre 1761 y 1763, al igual que los restantes retablos que adornan el templo.  

Es de madera dorada y tiene un diseño aparatoso, movido y ondulante, propio de este artista de modo que sus líneas arquitectónicas muestran un gran movimiento de líneas quebradas y ondulantes con gran efecto teatral.

Consta de tres calles, separadas por medio de estípites con decoración de rocallas. Las esculturas que lo adornan fueron ejecutadas por el mismo autor del retablo, de magnifica factura. 

Retablo Mayor

En la calle central, por encima del sagrario se habla de una pequeña imagen de san Miguel, pero yo lo que encuentro es un pequeño crucifijo o una pequeña custodia, según el día de la visita.

Sagrario
Encima del Sagrario

En la hornacina central destaca la suntuosa imagen de la Inmaculada. 

Inmaculada

En la calle de la derecha una imagen de san Francisco de Asís, por encima un medio busto de Santo Domingo de Guzmán. San Francisco presenta un estofado de su túnica de singular riqueza, incluyendo labores de relieve que parecen ser una imitación de modelos italianos que Cayetano D'Acosta debió conocer en su estancia en Cádiz.

En la calle de la izquierda, son de notable interés las figuran que representan santa Clara de Asís y por encima un busto de san Antonio de Padua (fundadores de la Orden Franciscana en sus ramas masculina y femenina).

San Francisco de Asís y santa Clara de Asís

Santo Domingo de Guzmán y san Antonio de Padua

Se remata con un pabellón de tela encolada que sigue los modelos teatrales de Pedro Duque Cornejo en la Iglesia de San Luis de los Franceses, aunque en este caso no se emplee la corona como elemento de sostén. 

Cortinaje superior

En la zona del ático aparece la figura de Santa Rosalía (ver), como titular del convento y de la Iglesia, y en los laterales de la hornacina, los escudos del arzobispo Palafox.  

Santa Rosalía

Los escudos del arzobispo Palafox

La decoración de la zona del presbiterio se completa con unas pinturas murales entre las que destaca la de la bóveda, que intenta producir el efecto ilusionista de una cúpula en perspectiva. 

Aquí se representa a Dios Padre entre ángeles, pudiendo identificarse a San Lorenzo, a la izquierda, con la parrilla de su martirio y a San Esteban, a la derecha, el protomártir, reconocible por su vestimenta de diácono. 

Dios Padre entre Ángeles

San Lorenzo y san Esteban

En los muros laterales de este presbiterio aparecen pinturas, también al temple, que representan la ordenación de Santa Clara por San Francisco y Santa Clara expulsando a los sarracenos de Asís (recuérdese que el convento es franciscano). 

También figuran efigies de la Magdalena y San María Egipciaca.

Todo este conjunto pictórico presenta claramente el estilo del pintor Juan de Espinal, siendo fechable hacia 1763.

Ordenación de santa Clara por san Francisco

Santa Clara expulsando a los Sarracenos de Asís

Santa María Egipciaca

En el lado izquierdo del presbiterio, curiosamente, se encuentra la entrada a la clausura que conduce a un patio interior donde se distribuyen los alojamientos de las monjas.

Entrada a la Clausura


Los ángeles lampareros de Cayetano de Acostan flanquean el presbiterio.


Ángeles lampareros
 
Continuamos la visita por el muro del evangelio desde la cabecera del templo hacia los pies. 

En la cabecera del muro del Evangelio (muro izquierdo), el Retablo de San José y sobre él, San Félix de Cantalicio, hijo de dos campesinos muy pobres y piadosos. 

Félix de niño tuvo por oficio pastorear ovejas, y en el campo, trazaba una cruz en la corteza de un árbol, y ante esa cruz pasaba horas rezando. Era muy devoto del santo Rosario, y decía que, en cualquier oficio y a cualquier hora, hay que acordarse de Dios y ofrecer por Él todo lo que se hace o sufre. Ingresó en los padres Capuchinos  y su oficio fue el de pedir limosna por las calles de Roma  , para ayudar a los necesitados. 

Junto al retablo, otra vitrina con un Niño Jesús del siglo XVIII.

Cabecera del muro del evangelio con el retablo de san José

San José y San Félix de Cantalicio
Vitrina con un Niño Jesús

Le sigue el retablo de San Luis de Tolosa, sobre el que vemos a San José de Leonisa, en el ático, y flanqueando los laterales, esculturas de San Luis Gonzaga y San Francisco de Borja.

San Luis de Tolosa fue un santo católico italiano, hijo del rey Carlos II de Nápoles y Sicilia  y de la reina María de Hungría, hija del rey Esteban V de Hungría. Cuando el rey Alfonso III liberó a su padre, Luis fue enviado como huésped a Barcelona (1287) junto con dos hermanos más (Roberto, el futuro Roberto I de Nápoles, y Ramón Berenguer). Durante su periodo en Cataluña tuvo como maestro al padre Jacques Deuze, que más tarde fue el Papa Juan XXII. Desde muy niño ya era muy devoto y religioso y aprovechaba sus salidas para visitar a los enfermos de Barcelona, y personalmente lavaba a los leprosos. Se puso enfermo e ingresó en la orden de los franciscano, y finalmente sanó. Fue obispo de Toulouse  desde el 29 de diciembre de 1296  hasta su muerte.

San José de Leonisa, Eufranio Desiderio, nació en Leonisa, una pequeña ciudad en Umbría, ahora la Lazio. Desde pequeño estuvo marcada su vida por la mentalidad religiosa. Solía alzar pequeños altares y pasaba mucho tiempo rezando. Los viernes solía pasar los días con la compañía de San Saviour. Fue educado por su tío, que había planeado su boda, pero cuando cumplió 16 años cayó víctima de unas fiebres e ingresó, sin parientes próximos, en la Orden de los Capuchinos  realizando su noviciado en el convento de Carcerelle  cerca de Asís. Dentro de la orden se caracterizó por su fuerza de voluntad a la hora de ayunar. 

Retablo e imagen de san Luis de Tolosa

San Luis Gonzaga y San Francisco de Borja

San José de Leonisa

Le sigue el retablo de San Antonio de Padua, de mucha devoción, y a su izquierda una vitrina con santa Teresa.

Retablo e imagen de san Antonio de Padua


Vitrina de santa Teresa

Seguidamente el acceso a la sacristía y al convento (ver) contenía algunos elementos valiosos traídos por los mecenas del convento. Actualmente destacamos dos crucificados, uno de ellos pintado sobre una cruz de madera.

Se complementa con pinturas, copias de cuadros de Murillo.

Entrada


Copia de Murillo

Copia de Murillo

Copia de Murillo


Imagen de Crucificado


Detalle del crucificado

Crucificado pintado sobre cruz de madera

Seguidamente el retablo vitrina de Santa Rosalía, en la cueva de Palermo, que es el único de estilo neoclásico, realizado en madera policromada imitando jaspe, y en el ático copia de pintura de Murillo.


Retablo e imagen de santa Rosalía

Copia de Murillo en el ático del retablo de santa Rosalía

Y finalmente una vitrina con san Antonio y una copia de la pintura de Murillo de santa Isabel lavando la lesión tiñosa de un niño, bajo la atenta mirada de sus auxiliares.

Ultimo tramo del muro del evangelio

Detalle de san Antonio

Copia de Murillo

Termina con pila de agua bendita y destaca el cancel de madera de la puerta principal que es de excelente talla, siendo fechable en el último tercio del siglo XVIII.