RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires
Santa Lucía
Santa Lucía nació en el año 283, en el seno de una familia
respetada y próspera, en Siracusa, ciudad situada en la costa sureste de la de
la provincia romana de Sicilia, isla de Sicilia. Su padre, llamado Lucio, murió
cuando ella tenía 5 años y su madre, Eutiquia, la educó en la fe cristiana.
Siendo muy joven, Lucía decidió consagrar su vida
a Dios y rechazó la propuesta de matrimonio de varios jóvenes, e hizo un voto de
virginidad.
Su madre, estaba
enferma, y la comprometió a casarse con un joven pagano, pero previamente, las dos peregrinaron 67 kilómetros, de Siracusa
hacia la ciudad de Catania, al santuario de Santa Águeda (quien había sido
martirizada 52 años antes), para pedirle que sanara su mal. Cuentan que,
mientras dormían, Águeda se apareció rodeada de ángeles y le dijo a Lucía que
ella misma poseía dones curativos y que su madre quedaría curada por su fe.
Santa
Lucía ante la tumba de Santa Águeda. Autor: Jacobello Del Fiore. Museo Cívico,
Fermo, Italia.
Como
su madre sanó, accedió a la petición de Lucía de que la liberara del compromiso
de boda y que le dejara consagrar su vida a Dios y donara su fortuna a los más
pobres.
Pero su pretendiente
la acusó ante el procónsul Pascasio debido a que era cristiana, en tiempos del emperador Diocleziano que había emitido un edicto
que preveía una feroz represión en contra de los cristianos.
El cónsul Pascacio ordenó que Lucía fuera
conducida ante un juez, quien la presionó para que desistiera de la fe
cristiana. Entonces Lucía respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá
apartarme del amor a mi Señor Jesucristo… Sacrificio puro delante de Dios es
visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos que pagan en la angustia y
en la necesidad, y ya es el tercer año que me ofrecen sacrificios a Dios en
Jesucristo entregando todos mis bienes”.
Por ello, Pascasio, ordenó a sus soldados que la llevaran a un prostíbulo para
que la violaran. Los soldados la ataron con cuerdas en las manos y en los pies,
pero por más que se esforzaban no podían moverla, pues ella permanecía rígida
como una roca, pues el Espíritu Santo la tornó tan
pesada que ni siquiera varios bueyes consiguieron moverla.
El cónsul, al enterarse de lo sucedido, ordenó someterla a suplicio con
aceite y pez hirviendo, pero no logró hacerla desistir y convencido de que Lucía era una bruja, ordenó
que la quemaran en la hoguera, pero, después de arder y consumirse toda la
leña, Lucía estaba íntegra.
Finalmente, según el “Martiryon” griego Lucia fue decapitada y según la “Passion” latina fue martirizada con golpes de espada.
Fue sepultada en el mismo lugar
donde en el año 313 se construyó un santuario dedicado a ella.
En el año 1039, por orden del general bizantino Georgios Maniaces (?-1043), los cuerpos de Santa Lucia y Santa Águeda fueron trasladados a Constantinopla para alejarlas de la invasión árabe a Siracusa.
Durante
la cuarta cruzada, el duque de Venecia, Enrico Dandolo (1107-1205), encontró
los restos de Santa Lucía en Constantinopla y los llevó al monasterio de San
Jorge, y en 1280 los trasladó a Venecia, donde actualmente se encuentran en un
sarcófago de cristal bajo el altar, en la iglesia de los santos Jeremías y
Lucía (Chiesa dei Santi Geremia e
Lucia), situada en la plaza de San Jeremías en Venecia.
En 1955, por deseo del entonces Cardenal Angelo
Giuseppe Roncalli (1881-1963) (futuro Juan XXIII, "El buen papa Juan"), el
rostro de la santa fue cubierto con una máscara de plata. Los restos de la
santa fueron trasladados a esta iglesia en 1861, cuando la originalmente
dedicada a ella fue demolida para construir la estación de tren, que lleva por
ello su mismo nombre: Stazione di Venezia Santa
Lucia.
Cuentan que un devoto siciliano llegó a Venecia y
pidió permiso para besar el cuerpo de la santa y en vez de darle un beso le dio
una mordida al dedo y se lo llevó escondido dentro de la boca, que se
venera en la iglesia de Santa Lucía en Siracusa.
También, se cuenta que fue la mafia siciliana quien, el domingo 8 de febrero de 1981 a las 9 de la noche, robó el cuerpo de Santa Lucía de la iglesia de San Jeremías, de Venecia.
Al salir corriendo, los
bandidos dejaron parte del botín: la cabeza de la santa, un dedo y la máscara
de plata que le cubría el rostro. El cuerpo fue recuperado y devuelto a la
Iglesia unos meses después, pero no el dedo.
"Caravaggio pintó este lienzo inmediatamente después de su huida de la cárcel de
Malta, donde se había refugiado desde su salida de Roma. Al llegar a Siracusa, la
iglesia de Santa Lucía, estaba en restauración y el cabildo vio le encargó el lienzo
para adornar la iglesia reformada. El cuadro ha sufrido muchos retoques,
especialmente en el siglo XVII y uno de ellos del propio Caravaggio: observando
la figura de la muerta, podemos apreciar una ligera anomalía en la unión de
cabeza y tronco; se debe a que el pintor había realizado la cabeza totalmente
separada del cuerpo, pero se juzgó demasiado tremebundo el efecto y lo corrigió
mediante un repinte. La maestría a la hora de componer la escena resulta
sobrecogedora. El cuerpo bellísimo de la joven mártir está enmarcado por las
figuras de los enterradores, que forman una especie de paréntesis en esta parte
del lienzo, separando del resto de la composición a la virgen. El cadáver marca
una fortísima horizontal en brusco contraste con el resto de los personajes,
arremolinados verticalmente tras ella. Y todos estos elementos se concentran
como un lastre en la mitad inferior del cuadro, mientras la mitad superior está
completamente vacía, en tonos desvaídos y oscuros. El efecto es similar al
cuadro de David sobre la Muerte de Marat, pintado más de un siglo después."
La relación entre Lucía y los ojos, que hace de esta santa la protectora de la vista, se explicita en la iconografía de la Edad Media y deriva quizá de la cercanía etimológica del nombre griego “Lucía” con el término latino “lux” (luz).
Última
comunión de Santa Lucía. Tiépolo.1745,
222 x 101 cm. Iglesia de los Santos Apóstoles. Venecia.
Diversas
leyendas relacionan a Santa Lucia con los ojos. La belleza de los ojos de Lucía
no permitía descansar a uno de sus pretendientes, por lo que ella se los
arrancó y se los envió.
El procónsul Pascasio al ver que Lucía no la dañaba el fuego, ordenó que le sacaran los ojos, pero ella misma inmediatamente se los colocó.
Otra versión afirma que cuando los soldados le arrancaran los ojos por orden del procónsul, Dios le concedió unos nuevos ojos aún más hermosos que los que tenía antes.
Una narración medieval indica que fue en la tribuna ante el procónsul donde le quitaron los ojos, pero, aun sin ellos, Lucía pudo seguir viendo.
Por todo ello, santa Lucía es
representada con sus ojos sobre un plato.
Capilla de la Hermandad de Vera-Cruz
Capilla de la Hermandad de Vera-Cruz. Retablo de Santa Lucía con detalle de Dios Padre en el ático y del Sagrario
Retablo neoclásico con imagen de Juan Bautista Vázquez el Viejo, de estilo renacentista, realizado en el siglo XVI. Muestra una figura vestida al estilo bizantino, con ropajes estofados en oro que representa a Santa Lucía, figura reconvertida de un San Juan Evangelista. En el ático un relieve que representa a Dios Padre
Este "cambio de sexo" de una imagen ha sido poco habitual en la imaginería, pero no extremadamente raro. La imagen original es del sigo XVI, atribuida con bastante fundamento a Juan Bautista Vázquez, el Viejo. En los años treinta del siglo pasado, la ONCE se estableció en la capilla, pero, al no tener imagen de su Patrona reutilizaron al Evangelista por tener rasgos masculinos poco marcados.
Iglesia de Santa Catalina
Iglesia de Santa catalina. Pared de la Plaza de los Terceros
Retablo cerámico de santa Lucia. Iglesia de santa Catalina
Detalle de Santa Lucia. Iglesia de santa Catalina
En la pared de la plaza de los Terceros, un retablo cerámico con la imagen de santa Lucía, firmado por Antonio Kiernaman y patrocinado por la ONCE. El retablo de santa Lucia, representa a una mujer que con una mano sostiene una palma y una espada y con la otra un plato sobre el que se ven unos ojos. La santa, a la que en las persecuciones contra los primeros cristianos le arrancaron los ojos, es la protectora de la vista, patrona de la ONCE, cuyo emblema se ve en el lateral del retablo.
Iglesia de San Gil
Iglesia de san Gil
Iglesia de San Andrés
En la "Capilla Sacramental", la representación de Santa Lucía y San Miguel son
de la primera mitad del siglo XVI y está atribuida a Cristóbal de Mayorga (óleo
sobre tabla, 1,45 x 0,90 m.).
Santa Lucía y San Miguel
Iglesia de la Misericordia
En el último
tramo de la nave del Evangelio, encontramos una copia del cuadro de
Murillo del Hospital de la Caridad “San Juan de Dios transportando un
enfermo” y lo acompañan los cuadros de San
Roque, San Sebastián, Santa Lucia y Santa Catalina.
Último
tramo de la nave del Evangelio
Santa Lucía
Museo de Bellas Artes de Sevilla