viernes, 2 de diciembre de 2022

 RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires 

Santa Lucía

Santa Lucía nació en el año 283, en el seno de una familia respetada y próspera, en Siracusa, ciudad situada en la costa sureste de la de la provincia romana de Sicilia, isla de Sicilia. Su padre, llamado Lucio, murió cuando ella tenía 5 años y su madre, Eutiquia, la educó en la fe cristiana.

Siendo muy joven, Lucía decidió consagrar su vida a Dios y rechazó la propuesta de matrimonio de varios jóvenes, e hizo un voto de virginidad.  

Su madre, estaba enferma, y la comprometió a casarse con un joven pagano, pero previamente, las dos peregrinaron 67 kilómetros, de Siracusa hacia la ciudad de Catania, al santuario de Santa Águeda (quien había sido martirizada 52 años antes), para pedirle que sanara su mal. Cuentan que, mientras dormían, Águeda se apareció rodeada de ángeles y le dijo a Lucía que ella misma poseía dones curativos y que su madre quedaría curada por su fe.

Santa Lucía ante la tumba de Santa Águeda. Autor: Jacobello Del Fiore. Museo Cívico, Fermo, Italia. 

Como su madre sanó, accedió a la petición de Lucía de que la liberara del compromiso de boda y que le dejara consagrar su vida a Dios y donara su fortuna a los más pobres.

Pero su pretendiente la acusó ante el procónsul Pascasio debido a que era cristiana, en tiempos del emperador Diocleziano que había emitido un edicto que preveía una feroz represión en contra de los cristianos.

El cónsul Pascacio ordenó que Lucía fuera conducida ante un juez, quien la presionó para que desistiera de la fe cristiana. Entonces Lucía respondió: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo… Sacrificio puro delante de Dios es visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos que pagan en la angustia y en la necesidad, y ya es el tercer año que me ofrecen sacrificios a Dios en Jesucristo entregando todos mis bienes”. 

Santa Lucia ante Pascasio. Lorenzo Lotto. 1532. Óleo sobre panel de madera. 243 x 237 cm. Pinacoteca civica e galleria di arte contemporánea, Jesi (Italia)

Por ello, Pascasio, ordenó a sus soldados que la llevaran a un prostíbulo para que la violaran. Los soldados la ataron con cuerdas en las manos y en los pies, pero por más que se esforzaban no podían moverla, pues ella permanecía rígida como una roca, pues el Espíritu Santo la tornó tan pesada que ni siquiera varios bueyes consiguieron moverla. 

Santa Lucía resistiendo los esfuerzos para moverla. Autor: Giovanni di Bartolommeo Cristiani. Museo Metropolitano de Arte. Nueva York, EE. UU. 

El cónsul, al enterarse de lo sucedido, ordenó someterla a suplicio con aceite y pez hirviendo, pero no logró hacerla desistir y convencido de que Lucía era una bruja, ordenó que la quemaran en la hoguera, pero, después de arder y consumirse toda la leña, Lucía estaba íntegra. 

Martirio de Santa Lucía en la hoguera. Bernat Martorell. Fundación Torres, 1995. Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona. 

Finalmente, según el “Martiryon” griego Lucia fue decapitada y según la “Passion” latina fue martirizada con golpes de espada. Fue sepultada en el mismo lugar donde en el año 313 se construyó un santuario dedicado a ella.

En el año 1039, por orden del general bizantino Georgios Maniaces (?-1043), los cuerpos de Santa Lucia y Santa Águeda fueron trasladados a Constantinopla para alejarlas de la invasión árabe a Siracusa. Durante la cuarta cruzada, el duque de Venecia, Enrico Dandolo (1107-1205), encontró los restos de Santa Lucía en Constantinopla y los llevó al monasterio de San Jorge, y en 1280 los trasladó a Venecia, donde actualmente se encuentran en un sarcófago de cristal bajo el altar, en la iglesia de los santos Jeremías y Lucía (Chiesa dei Santi Geremia e Lucia), situada en la plaza de San Jeremías en Venecia.

En 1955, por deseo del entonces Cardenal Angelo Giuseppe Roncalli (1881-1963) (futuro Juan XXIII, «El buen papa Juan»), el rostro de la santa fue cubierto con una máscara de plata. Los restos de la santa fueron trasladados a esta iglesia en 1861, cuando la originalmente dedicada a ella fue demolida para construir la estación de tren, que lleva por ello su mismo nombre: Stazione di Venezia Santa Lucia.

Cuentan que un devoto siciliano llegó a Venecia y pidió permiso para besar el cuerpo de la santa y en vez de darle un beso le dio una mordida al dedo y se lo llevó escondido dentro de la boca, que se venera en la iglesia de Santa Lucía en Siracusa.

También, se cuenta que fue la mafia siciliana quien, el domingo 8 de febrero de 1981 a las 9 de la noche, robó el cuerpo de Santa Lucía de la iglesia de San Jeremías, de Venecia. Al salir corriendo, los bandidos dejaron parte del botín: la cabeza de la santa, un dedo y la máscara de plata que le cubría el rostro. El cuerpo fue recuperado y devuelto a la Iglesia unos meses después, pero no el dedo.

Entierro de Santa Lucia. Caravaggio, Amerighi Michelangelo. 1608-1609. Óleo sobre lienzo. 408 x 300 cm. Iglesia de Santa Lucia de Siracusa.

"Caravaggio pintó este lienzo inmediatamente después de su huida de la cárcel de Malta, donde se había refugiado desde su salida de Roma. Al llegar a Siracusa, la iglesia de Santa Lucía, estaba en restauración y el cabildo vio le encargó el lienzo para adornar la iglesia reformada. El cuadro ha sufrido muchos retoques, especialmente en el siglo XVII y uno de ellos del propio Caravaggio: observando la figura de la muerta, podemos apreciar una ligera anomalía en la unión de cabeza y tronco; se debe a que el pintor había realizado la cabeza totalmente separada del cuerpo, pero se juzgó demasiado tremebundo el efecto y lo corrigió mediante un repinte. La maestría a la hora de componer la escena resulta sobrecogedora. El cuerpo bellísimo de la joven mártir está enmarcado por las figuras de los enterradores, que forman una especie de paréntesis en esta parte del lienzo, separando del resto de la composición a la virgen. El cadáver marca una fortísima horizontal en brusco contraste con el resto de los personajes, arremolinados verticalmente tras ella. Y todos estos elementos se concentran como un lastre en la mitad inferior del cuadro, mientras la mitad superior está completamente vacía, en tonos desvaídos y oscuros. El efecto es similar al cuadro de David sobre la Muerte de Marat, pintado más de un siglo después."

La relación entre Lucía y los ojos, que hace de esta santa la protectora de la vista, se explicita en la iconografía de la Edad Media y deriva quizá de la cercanía etimológica del nombre griego “Lucía” con el término latino “lux” (luz).

Última comunión de Santa Lucía. Tiépolo.1745, 222 x 101 cm. Iglesia de los Santos Apóstoles. Venecia.

“Con los brazos cruzados, santa Lucía se arrodilla ante un sacerdote para recibir la última comunión. Sus ojos medios cerrados y su expresión manifiestan su destino posterior. Los sacerdotes y dignatarios seculares que la rodean visten túnicas con colores brillantes. La escena tiene lugar en frente de un palacio, de cuya balaustrada de Tiepolo ha vuelto a colocar los espectadores. El cuchillo ensangrentado y el plato con los ojos se sitúan en primer plano.”

Diversas leyendas relacionan a Santa Lucia con los ojos. La belleza de los ojos de Lucía no permitía descansar a uno de sus pretendientes, por lo que ella se los arrancó y se los envió.

El procónsul Pascasio al ver que Lucía no la dañaba el fuego, ordenó que le sacaran los ojos, pero ella misma inmediatamente se los colocó. Otra versión afirma que cuando los soldados le arrancaran los ojos por orden del procónsul, Dios le concedió unos nuevos ojos aún más hermosos que los que tenía antes. Una narración medieval indica que fue en la tribuna ante el procónsul donde le quitaron los ojos, pero, aun sin ellos, Lucía pudo seguir viendo. Por todo ello, santa Lucía es representada con sus ojos sobre un plato.

Capilla de la Hermandad de Vera-Cruz. Retablo de Santa Lucía con detalle de Dios Padre en el ático y del Sagrario

Capilla de la Hermandad de Vera-Cruz. Imagen de Santa Lucía

Retablo de Santa Lucía en la capilla de Vera Cruz. Retablo neoclásico con imagen de Juan Bautista Vázquez el Viejo, de estilo renacentista, realizado en el siglo XVI. Muestra una figura vestida al estilo bizantino, con ropajes estofados en oro que representa a Santa Lucía, figura reconvertida de un San Juan Evangelista.  En el ático un relieve que representa a Dios Padre

Este "cambio de sexo" de una imagen ha sido poco habitual en la imaginería, pero no extremadamente raro. La imagen original es del sigo XVI, atribuida con bastante fundamento a Juan Bautista Vázquez, el Viejo. En los años treinta del siglo pasado, la ONCE se estableció en la capilla, pero, al no tener imagen de su Patrona reutilizaron al Evangelista por tener rasgos masculinos poco marcados.

Iglesia de Santa catalina. Pared de la Plaza de los Terceros

Retablo cerámico de santa Lucia. Iglesia de santa Catalina

Detalle de Santa Lucia. Iglesia de santa Catalina

Iglesia de Santa Catalina. En la pared de la plaza de los Terceros, un retablo cerámico con la imagen de santa Lucía, firmado por Antonio Kiernaman y patrocinado por la ONCE. El retablo de santa Lucia, representa a una mujer que con una mano sostiene una palma y una espada y con la otra un plato sobre el que se ven unos ojos. La santa, a la que en las persecuciones contra los primeros cristianos le arrancaron los ojos, es la protectora de la vista, patrona de la ONCE, cuyo emblema se ve en el lateral del retablo.


Iglesia de san Gil




Santa Lucía. Ayala, Bernabé de. Hacia 1672. Óleo sobre lienzo. 220 x 110 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla 

 RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires 

San Vicente

 San Vicente, nacido en Huesca a finales del siglo III-304 d.C., es la advocación de la Iglesia de San Vicente (ver).

Era el diácono de san Valero, obispo de Zaragoza, el cual sufría de un defecto en el habla, por lo que el diácono era el encargado de realizar las prédicas.

Decretada la persecución cristiana el año 303 por el gobernador Daciano, ambos fueron detenidos y trasladados a Valencia. San Valero fue desterrado, en tanto que el diácono sufrió un tormento particularmente brutal. Fue sometido a la catasta, una cruz en forma de aspa a la que se ataba el preso para ir separando a continuación los brazos de la cruz y descoyuntar las articulaciones. Se le azotó y después se le desgarró el cuerpo con garfios de acero. Más tarde fue desollado y colocado sobre una parrilla al rojo. Aún vivía cuando se le abandonó en una mazmorra, en la que se transfiguró. Los carceleros, al ver el prodigio, se convirtieron a la fe cristiana, pero el mártir falleció poco después. Su cuerpo fue tirado a un basurero, apareciendo un águila (otros dicen que un cuervo) que defendió sus despojos de los carroñeros. Viendo que no se deshacían del cadáver, lo amarraron a una rueda de molino, siendo arrojado al río Turia, que devolvió sus restos a la orilla. Finalmente, recibió sepultura a las afueras de Valencia, siendo trasladado más tarde a Lisboa, en cuya catedral reposan sus restos.

Por todo esto, se representa como joven diácono con un cuervo, que le evitó ser devorado por las fieras y en las representaciones de sus martirios, garfio, rueda de molino, cruz espada y palma.

San Vicente con el cuervo a sus pies

La torre de la Iglesia de san Vicente está rematada por un chapitel ochavado, adornado con azulejos azules y blancos, y está rematado con una veleta en la que aparece el cuervo. 

Cuerpo de campanas con chapitel ochavado y detalle del cuervo en la veleta

El cuervo también se observa en el púlpito, de madera tallada sobre peana de mármol rojo, con relieves de los cuatro Evangelistas en frontal y laterales, sobre los cuales se sitúa el cuervo. 

Púlpito, de madera tallada y detalle de la cara anterior del púlpito

Detalle del cuervo

También en la sillería del coro situada en el Presbiterio.

Sillería en el lado de la Epístola del Presbiterio

El cuervo en el detalle de la sillería

Capilla del Rosario de los Humeros


San Vicente