martes, 2 de julio de 2024

 RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas Mártires 

Fray Diego de Cádiz.

Calle Fray Diego de Cádiz (ver)

José Francisco Juan María López-Caamaño Ocaña y García nació en Ubrique, Cádiz, el día 30 de marzo de 1743, su padre natural de Tuy era el administrador de los duques de Arcos.  

Se quedó huérfano de madre a los 9 años y la segunda esposa de su padre no fue una autentica madre cariñosa.

Estudió gramática en Grazalema, donde se trasladó con su padre, ingresando en el convento de los dominicos de Ronda, donde prosiguió su formación en el estudio de la Filosofía, aunque refiere no tener apetencia por el estado religioso, hasta tener contacto con un sacerdote que le hizo sentir un gran afecto por la religión y por la Orden Capuchina.

Cuando solo tenía 15 años, el 12 de noviembre de 1757, fue admitido al noviciado de los Hermanos Menores Capuchinos de Sevilla, donde profesó el 31 de marzo de 1759. En 1761 comenzó los estudios filosóficos en Écija, y posteriormente, en 1764, los teológicos en Cádiz, y el 24 de mayo de 1766 fue ordenado sacerdote, en Carmona, a los 23 años.

Siguiendo la costumbre de los misioneros de cambiar el nombre al terminar el noviciado y reemplazar su apellido con el de su pueblo natal, tomó el nombre de Diego José de Cádiz con el que fue conocido posteriormente y adoptando los signos externos propios del instituto al que pertenecía: la larga barba, las sandalias, el hábito usado de estameña marrón, con una cuerda anudada (como todos los franciscanos), pero la diferencia principal con los otros dos grupos es que llevan una larga capucha unida a la túnica (de acuerdo a la forma del hábito original que usaba San Francisco), más larga comparada con la de las otras ramas. 

Retrato de Fray Diego de Cádiz. Anónimo andaluz. Siglo XIX. Catedral de Malanga. Fotografía de IAPH. (CC BY 3-0)

Siguiendo a Fray Isidoro de Sevilla, el Beato Fray Diego José de Cádiz, está considerado como el gran apóstol de la Divina Pastora (ver), mereciendo ser llamado “el segundo padre de la devoción”.

Por sus cualidades para la oratoria, la predicación se convirtió en su actividad más específica, participando en misiones populares, junto a otros predicadores, recorriendo los pueblos de Andalucía para evangelizar a los fieles, lo que hacía tanto en iglesias como en púlpitos improvisados, en la plaza, con tales energías apostólicas, que se le llegó a llamar el segundo San Pablo.

Así, en Sevilla se le permitió usar el púlpito que se encuentra en el Patio de los Naranjos de la Catedral, donde habían predicado san Vicente Ferrer, san Francisco de Borja y Juan de Ávila.

Durante decenios recorrió varias veces las capitales y pueblos de Andalucía, predicando misiones, cuaresmas, novenas y otros sermones. Su predicación, acompañada de signos extraordinarios y milagros, atraía a multitudes.

En 1786, se dirigió desde Ronda hasta Barcelona, predicando a la ida por Castilla la Nueva y Aragón, y volviendo por todo Levante, hasta Andalucía. En 1794, predicó por Extremadura y Portugal, hasta Galicia y Asturias, regresando por León y Salamanca, en el que, al parecer, su éxito fue menor.

Por otra parte, sus predicaciones levantaban polémicas por sus críticas a las actitudes morales del pueblo y a las autoridades civiles y eclesiásticas, presentando batalla a las ideas de la ilustración.  

Así, no faltaba nunca la condena de las comedias, los toros y los bailes agarrados, sobre todo en aquellos lugares en los que no existían instituciones dedicadas a los pobres y huérfanos.

En la Universidad de Granada el 5 de mayo de 1779, con ocasión de haberle concedido el doctorado en Teología y Cánones, se debió oponer con tal claridad a las ideas ilustradas, hablando contra las regalías del Monarca, que fue denunciado al Consejo de Castilla.

Especial repercusión tuvo el sermón pronunciado el Viernes Santo, 9 de abril de 1784, en Sevilla, contra los derechos del rey, sobre el cual Campomanes mandó formar un expediente y poner en marcha una discreta investigación. Pero el apoyo del provincial de los capuchinos de Andalucía, el arzobispo de Sevilla y el propio confesor del rey, impidió la formación de una causa.

También fuero muy polémica sus intervenciones en el seminario de San Carlos de Zaragoza, en 1786, dirigidas al clero, y en contra de Lorenzo Normante y Carcavilla, abogado eminente y titular de la Cátedra de Economía Civil creada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País Aragonés, en las que denunció a la Inquisición algunos de las contenidos de sus “Proposiciones de economía civil y comercio y espíritu del sr. Melón” (Zaragoza 1785 y 1786), relativas a la licitud de la usura y la utilidad del lujo, así como proponiendo retrasar la edad de la profesión religiosa a los 24 años, por los perjuicios que causaba al Estado el celibato eclesiástico. Para resolver el tema se formó una comisión, compuesta por tres teólogos que declararon que la doctrina de las obras de Normante era “sana y católica” y nunca debió ser delatado públicamente, acusando al arzobispo de Zaragoza y a otros eclesiásticos de incitar al P. Cádiz.

Siempre manifestó un profundo respeto por la Inquisición (ver), fue nombrado calificador de la Suprema, y recurrió a ella en defensa de la ortodoxia, pero también fue denunciado ante ese tribunal, unas veces por recomendar y usar de prácticas supersticiosas, otras por imprimir impresos sin licencia e, incluso, por el contenido, supuestamente herético, de algunas de sus obras.

Desarrolló una gran actividad durante la epidemia de 1800, muriendo víctima del “vomito negro” en Ronda, el 24 de mayo de 1801, a los 58 años.

Sus hagiógrafos cuentan tres milagros de fray Diego realizados en Cádiz.

Pasando por la plaza de la Catedral, cayó un albañil del andamio, y fray Diego extendió su mano deslizándose suavemente el cuerpo hasta caer al suelo sin hacerse daño.

En otra ocasión, en la misma plaza pasó junto a él un sacerdote que iba a administrar el viático a un enfermo y fray Diego no se quitó la capucha. Le llamó la atención un acólito, a lo que contestó Fr. Diego: "Dile al padre que el copón está vacío" lo cual se comprobó seguidamente.

En cierta ocasión, predicando en la plaza de S. Antonio, comenzó a llover en toda la ciudad menos en la referida plaza. ​

El proceso de beatificación se inició en 1825 y fue beatificado por el papa León XIII el 22 de abril de 1894.

La ciudad de Cádiz mostró una gran devoción por su santo. Doña Cecilia del Cuvillo y de la Viesca, viuda de Rábago, compró la casa de la calle Bendición de Dios donde nació el Beato. En su lugar fue construida, por el arquitecto gaditano Manuel Cabrera Latorre, una capilla neogótica, en 1910, que es actualmente la sede de la Hermandad del Prendimiento. Se respetó el cuarto donde nació, que está justo detrás de la capilla.  

En la parroquia de San Antonio de Cádiz se conserva una silla de madera que usaba para predicar desde la torre en la catedral. En la catedral, hay una capilla dedicada a Fray Diego José, con la imagen del titular en tamaño natural, obra de Diego García Alonso (1890). También se dio su nombre a una calle de Cádiz y recientemente se le ha erigido una estatua en la Alameda. 

Era hermano de la Hermandad de Jesús del Gran Pode de Sevilla, desde el 13 de abril de 1786, por lo que en la basílica hay una imagen del beato (ver)

Beato Diego José de Cádiz

Se trata de una escultura de cedro de talla completa policromada, que es encargada en 1967 a Antonio Castillo Lastrucci (ver), quien fallece antes de concluirla y deja el encargo a José Pérez Delgado.

Es de tamaño natural y se encuentra en la actualidad en la sala de los Beatos, sobre peana dorada a la salida del camarín del Señor en el deambulatorio de la Basílica.

En la representación de Fray Diego José de Cádiz, del que se conocieron sus facciones por haber sido retratado en vida.

Viste el sayal propio de la orden franciscana en su reforma capuchina, con cíngulo a la cintura con tres nudos que significan los votos o virtudes de la orden (pobreza, castidad y obediencia) y con el crucifijo en las manos al que reverencia en actitud de besarlo.

Sus rasgos se asimilan a la fisonomía, difundida de San Francisco, de los frailes del s. XVIII coetáneos al Beato Diego, como las barbas pobladas, los pómulos prominentes, las mejillas hundidas y ardor místico.

Detalle del rostro

El capuchino dejó un gran número de obras impresas, novenas, cartas, poemas, preces de distinto tipo, muchas inéditas, publicadas a su muerte por otro capuchino, Fray Pablo de Sevilla.