viernes, 20 de diciembre de 2024

 RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas 

Santa Inés de Asís.

Inés nació en Asís, Italia, alrededor de 1197 o 1198. Su Padre, Favarone Offeducio degli Scifi, era un caballero rico y poderoso, pertenecía a una de las familias de mejor linaje de la ciudad, tenía el título de conde de Sasso-Rosso. Su madre, Ortolana descendiente de familia noble y feudal, era una mujer muy cristiana. 

Su infancia y juventud corren parejas con las de su hermana Clara (ver), tres o cuatro años mayor que ella, con la que le une un gran afecto.

Probablemente, su nombre de pila fue el de Catalina, debido a la gran devoción de su madre por Santa Catalina (ver).

El 18 de marzo de 1212, su hermana mayor Clara, inspirada por el ejemplo de Francisco, dejó la casa de su padre y se hizo una seguidora del santo, por lo que Inés se sientió muy sola por la ausencia de su hermana.

Dieciséis días después de la marcha de Clara, cuando Inés contaba solo catorce o quince años, se fuga igualmente de su casa paterna y se ingresa en el monasterio benedictino del Santo Ángel de Panzo, en las estribaciones del monte Subasio, donde Clara se había refugiado provisionalmente, y le manifiesta con firmeza el propósito de consagrarse totalmente, como ella, al servicio de Dios.

Furioso por haber perdido dos de sus hijas, su padre envió a su hermano Monaldo con un grupo de doce caballeros armados, entre parientes y seguidores, al monasterio para forzar a Clara e Inés a regresar a casa.

Monaldo intentó golpear con la espada a sus sobrinas, pero su brazo cayó laxo e inútil. Los otros arrastraron a Inés fuera del monasterio por el pelo, golpeándola y pateándola repetidamente, pero el cuerpo de Inés se puso tan pesado que sus agresores la dejaron caer en un campo cerca. Los parientes de Inés se dieron cuenta de que algo divino la protegió y permitieron que las hermanas se quedaran en el monasterio.

Después de este episodio de violencia, San Francisco con sus propias manos le cortó los cabellos, le dio el hábito de la pobreza y le impuso el nombre de Inés, “ya que por el Cordero inocente... resistió con fortaleza y combatió varonilmente”.

Posteriormente, San Francisco dispuso para Clara e Inés y sus seguidoras una vivienda, adaptada al ideal de pobreza y sencillez que ella misma anhelaba, junto a la pequeña iglesia de San Damián, restaurada por el santo. Y en ella se instaló el pequeño grupo de Damas Pobres, llamadas luego Clarisas, formado inicialmente por Clara de Asís y otras tres compañeras. La comunidad femenina imitaba en lo posible la de los hermanos franciscanos.

Inés, con la expansión de la orden, fue nombrada abadesa, y gobernaba con una generosidad benévola que inspiraba en la práctica de la virtud a sus hermanas.

En 1219 fue elegida por San Francisco para que fundara y gobernase una comunidad de las damas pobres en Monticelli, en Florencia.

Tras un lapso de diez años, la historia vuelve a presentar a Inés en la clausura de San Damián, asistiendo a su hermana Clara durante su enfermedad hasta su muerte, el 11 de agosto de 1253.

Inés murió poco tiempo después, alrededor del 16 de noviembre de 1253.

Sus restos mortales, junto a los de Clara, fueron enterrados en la basílica de Santa Clara, en Asís.

Fue canonizada en 1753 por el papa Benedicto XIV.

Iglesia de santa Rosalía. 


Retablo de santa Inés
Santa Inés

Iglesia de san Hermenegildo. 

Muro del Evangelio. Retablo de San Fernando, el patrón de nuestra ciudad, con las imágenes del Santo Rey, San Antonio, Santa Catalina y Santa Inés.

Retablo de San Fernando
Santa Inés

Iglesia de san José del Carmen (Teresas)

Muro de la Epístola. En el lateral del retablo de Santa Teresita del Niño Jesús.

Retablo de santa Teresita de Jesús
Santa Inés

Museo de Bellas Artes de Sevilla


Museo del Prado de Madrid

Santa Inés. Pacheco, Francisco.1608. Óleo sobre tabla. 103 x 44 cm. Museo del Prado. Depósito en otra Institución. CC BY 3.0

Esta obra formaba parte del retablo de doña Francisca de León en la iglesia del convento sevillano del Santo Ángel, que el pintor contrató en 1605. Ingresaron en el Museo en 1829 cedidos por el deán López Cepero, que los había adquirido en 1804.