sábado, 26 de octubre de 2024

 RUTAS POR SEVILLA: Ruta Artística, Escultores  

Benito Hita del Castillo.

Benito de Hita y Castillo y de Guzmán, también conocido como Benito Hita del Castillo, nació en Sevilla el 12 de enero de 1714. Hijo del maestro albañil, Gabriel de Hita y Castillo, y Alfonsa María Casilda de Guzmán, fue bautizado en la Iglesia de San Martín.

En la biografía personal de Benito Hita y Castillo aparece la fecha de su primera boda el día 23 de mayo de 1737, al parecer con carácter secreto, en la colegial del Divino Salvador, con Beatriz Gutiérrez, mujer que tenía 13 años más que el escultor, algo poco habitual en la época que puede explicar el secretismo del enlace.

Beatriz falleció en noviembre de 1774, siendo enterrada en la cripta de la hermandad Sacramental de San Juan de la Palma. Un mes más tarde, se casó en la parroquia del Sagrario con Josefa García de Marta.

Historiadores clásicos como Ceán Bermúdez señalaban su formación junto a José Montes de Oca y Miguel Perera , aunque hoy se suele considerar su formación como una evolución de las formas de Pedro Duque Cornejo.

Su amplia obra, distribuida por Sevilla, Cádiz, Huelva o las islas Canarias, se centró fundamentalmente en el arte sacro, puesto al servicio de parroquias, conventos, hermandades o cofradías con las que mantuvo una especial vinculación.

Falleció en Sevilla el 2 de noviembre en 1784 a los setenta años, longevidad poco frecuente en el siglo XVIII, y sus restos descansarían en la cripta de la Sacramental de San Juan de la Palma.

Se rotula con su nombre una plaza o barreduela (ver)

Quizás de los más destacados, encerrados en el olvido desde hace una década, sean los retablos de la Capilla Sacramental de Santa Catalina (ver), de 1748 a 1753, con las imágenes de Hita: a las formas barrocas, a la decoración pormenorizada y al horror vacui del Barroco de mediados del siglo, se unía la estilización y la elegancia de las Santa Justa y Rufina o el dinamismo de la talla de San Sebastián.

Debe citarse también como ejemplo de esta colaboración la realización del marco retablo de la parroquia sevillana de San Isidoro, así como los Evangelistas del retablo del Sagrario.

SE evidencia la mano de Hita en otro retablo sevillano, el retablo de la iglesia del Pozo Santo (1760), conservado sin dorados posteriores, otro ejemplo de la evolución del estípite como elemento definidor del Rococó sevillano.

En la Capilla de la universidad destacan los “Ángeles Lampareros” de 1762 y “Virgen de los Remedios, San José y San Carlos Borromeo” de 1762.

De 1733 a 1738 son los “Ángeles lampareros” de la Iglesia de San Lorenzo (ver).

Uno de los ángeles lampareros

De 1740 es la “Inmaculada Concepción” de la iglesia de la Magdalena.

De 1763 son los “Ángeles Mancebos» de la Iglesia de san Juan de la Palma (ver).

La sinrazón de 1936 provocó la desaparición de uno de sus grupos escultóricos más afamados, el de la Virgen de las Maravillas de San Juan de la Palma, notable composición encargada por la hermandad del mismo título en la que aparecían la Virgen junto al Niño Jesús y San Juanito, grupo de concepción piramidal y elegante dinamismo que se suele considerar de lo mejor de su producción.

Su obra más destacada, es la imagen San Juan Evangelista de la Hermandad de la Amargura de la Iglesia de San Juan de la Palma (ver), de 1770, que procesiona junto a “María Santísima de la Amargura “en su paso de palio.

 Hornacina/camarín central del Altar Mayor con la imagen titular de María Santísima de la Amargura acompañada por San Juan y detalle de las imágenes

En relación con esta imagen, el propio Hita del Castillo modificó la postura de la Virgen y le proporcionó un nuevo candelero que acentúa su integración con la del portentoso San Juan.

También realizó para su hermandad dos imágenes de soldados romanos, de 1760 a 1765, incluido el popular “Tuerto”, que no han llegado a nuestros días.

Y la “Virgen de las Maravillas” también de la iglesia de San Juan de la Palma de 1738, destruida en 1936.

En la Iglesia de San Antonio de Padua,  el San Sebastián del retablo de Santa Ana (ver).

San Sebastián

En la Capilla del Museo, Santa Ana y la Virgen Niña, en su retablo.

En la Iglesia del Sagrado Corazón, la “Virgen de la Victoria” de 1765 en el retablo mayor (ver).

La Virgen con el Niño

En la iglesia de san Andrés, la “Virgen de los Dolores o de los Desamparados” de 1760 (ver).

Virgen de los Desamparados

En la Iglesia del Santo Ángel, San Joaquín del retablo de la Esclavitud de San José.

RUTAS POR SEVILLA: Santos y Santas 

Santo Domingo de Guzmán.

Domingo de Guzmán nació en Calrruega, en la actual provincia de Burgos, perteneciente por entonces a la diócesis de Osma, hacia 1170, en el seno de una familia profundamente creyente.

Su padre, don Félix de Guzmán, es reconocido en la Iglesia como Venerable. Su madre, Juana de Aza, fue beatificada en 1828. Su hermano Antonio es Venerable y su hermano Manés, que se unió a Domingo cuando éste fundó de la Orden de Predicadores, también fue beatificado.

Eran parientes de reyes castellanos y de León, Aragón, Navarra y Portugal, y descendían de los condes-fundadores de Castilla

El nacimiento de Domingo está envuelto en leyendas (ver) según la cual su madre, tuvo una visión, antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que llevaba en su seno un cachorro que portaba en la boca una antorcha encendida y saliendo de su vientre parecía prender fuego a toda la tierra.

Incapaz de comprender el significado de su sueño, decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso monasterio Benedictino de las cercanías. Allí comprendió que su hijo iba a encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación.

De esta forma se anticipaba el nacimiento de un gran predicador que, con los ladridos de su doctrina sagrada, despertaría a las almas dormidas en el pecado, y con la antorcha de su encendida palabra, inflamaría el fuego que Jesús vino a traer a la tierra.

Una vez nacido, durante el bautismo, también su madrina tuvo una visión en la que le pareció que el niño tenía una estrella muy resplandeciente en la frente, e iluminaba con su luz toda la tierra, pues el niño sería una estrella brillante que atrajo almas perdidas a Cristo.

Desde los seis años sus padres le dieron una buena formación religiosa, enviándole a estudiar a Gumiel de Izán con su tío el Arcipreste don Gonzalo de Aza, hermano de su madre, hasta los catorce años en que fue a vivir a Palencia.

De los catorce a los veintiocho, en Palencia, estudió artes (humanidades superiores y filosofía) y Teología. Y durante otros cuatro fue profesor de las escuelas catedralicias de Palencia (que en 1208 serían convertidas en Estudio General).

Al terminar la carrera de Artes en 1190, recibida la tonsura, se hizo Canónigo Regular en la Catedral de Osma.

Se cuenta que mientras residía en Palencia se desencadenó en casi toda España una gran hambruna y en el año 1191 vendió todos sus libros, aunque los necesitaba, y todo su ajuar y distribuyó el dinero a los pobres, diciendo: “No quiero estudiar sobre pieles muertas, y que los hombres mueran de hambre

En 1194, se ordenó sacerdote y fue nombrado regente de la Cátedra de Sagrada Escritura en las Escuelas.

El obispo de Osma, Martín de Bazán, le hizo canónigo regular de su iglesia, después fue nombrado sacristán del Cabildo catedralicio, que entonces era un puesto importante, y más tarde suprior y le encomienda la presidencia de la comunidad de canónigos y del gobierno de la diócesis en calidad de Vicario General de la misma.

En 1205, por encargo del Rey Alfonso VIII de Castilla, acompaña al Obispo de Osma, monseñor Diego de Acebes, como embajador extraordinario para concertar en la corte danesa las bodas del príncipe Fernando.

De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros.

Rehúsa a los obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente, pues decide dedicarse a la predicación.

Durante los diez años de apostolado en el sur de Francia, Domingo fue reuniendo poco a poco a su alrededor un grupo de misioneros entre los que no existía ningún vínculo jurídico; estaban unidos a él libremente y podían marcharse cuando quisieran. 

Para predicar la doctrina católica entre los cátaros, en 1215 establece en Toulouse la primera casa masculina de su Orden de Predicadores, cedida a Domingo por Pedro Sella, hombre rico, quien con Tomas de Tolosa se asocia a su obra.

En 1215 asiste al Concilio de Letrán donde solicita la aprobación de su Orden y un año después, el 22 de diciembre de 1216, recibe del Papa Honorio III la BulaReligiosam Vitam por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.

Pero, Santo Domingo tuvo que enfrentarse con muchos obstáculos legales para que el papa aprobara su nueva Orden. Según la leyenda, el papa Inocencio III, santo Domingo y San Francisco (ver) tuvieron un sueño. Cada uno de ellos vio que la Basílica Laterana estaba comenzando a derrumbarse, y a dos frailes, uno en hábito blanco y el otro en un hábito marrón, colocándose ellos mismos como columnas para evitar el colapso total. Domingo se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito blanco, pero no sabía quién era el otro fraile. De igual modo, Francisco de Asís se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito marrón, pero desconocía quién era el del hábito blanco. Para Inocencio III el sueño era un rompecabezas y un misterio. El día siguiente, cuando Domingo iba a ver al papa sobre la aprobación de su Orden, se encontró a un fraile joven vestido con un hábito marrón. Mirándose mutuamente, cada uno reconoció al otro como el compañero que ayudaba a soportar la Basílica Laterana, y se abrazaron en medio de la calle. Después fueron juntos a ver al papa, y este comprendió inmediatamente el significado de su sueño: “Las Órdenes de estos dos grandes hombres serán como columnas que salvarán a la Iglesia de su destrucción”.

Al año siguiente, en 1217, en la fiesta de Pentecostés, Domingo comunicó a sus frailes la decisión de dispersarlos, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma y meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia.

A partir de esta dispersión comenzó para Domingo una época de viajes continuos, a pie, a través de Francia, Italia y España visitando los conventos y poniendo las bases de nuevas fundaciones.

Se preocupó de la formación de sus frailes, enviándolos a las Universidades y llega a hacerse presente en los dos centros universitarios más importantes de la cristiandad occidental como eran París y Bolonia.

A finales de 1218 regresa a Castilla para recorrer Segovia, Madrid y Guadalajara.

En la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redactan la segunda parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará la creación de ocho Provincias.

Con su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el viernes 6 de agosto de 1221, fiesta de la Transfiguración del Señor, rodeado de sus hijos, a los cincuenta y un años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados.

Su buen amigo, el cardenal Hugolino, que se encontraba por aquellos días en Bolonia, presidió personalmente el oficio de sepultura y en 1234, siendo papa Gregorio IX, fue canonizado. 

Muy generalizadas es la Leyenda del Rosario.

Según numerosos testimonios, en 1212 y en las proximidades de Tolosa, Domingo tuvo una aparición de la Virgen María, quien le entregó el Rosario (“Salterio de la Virgen”).

Según el relato del beato Alano de la Rupe la aparición le dijo: 

“¿Sabes, ¿querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?”. 

Él le respondió: "Oh, Señora, tú lo sabes mejor que yo; porque después de Jesucristo, tú fuiste el principal instrumento de nuestra salvación“.

Pues sabes, añadió ella, que "la principal pieza de combate ha sido el salterio angélico, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por ello, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, predica mi salterio”.

Según la misma leyenda, al comenzar Domingo su predicación, se desencadenó una terrible tormenta, tembló la tierra y se oscureció el sol.

En ese momento los herejes vieron a la Virgen, levantar los brazos al cielo por tres veces para pedir a Dios venganza contra ellos, si no se convertían. 

De este modo, prosigue el relato, casi todos los habitantes de Tolosa lo aceptaron, renunciando a sus errores. 

En poco tiempo se experimentó un gran cambio de vida y costumbres en la ciudad.

Representación iconográfica

Santo Domingo de Guzmán tiene asociados varios elementos relacionados con su vida. Por ello se le representa con diferentes símbolos:

Perro con antorcha y la Estrella han sido comentados previamente.

La cruz de dos brazos (llamada “patriarcal”) es un símbolo de los fundadores de grandes familias religiosas (patriarcas) o de importantes comunidades cristianas que han dado origen a otras muchas. Se usa con Santo Domingo porque él fue el primero en sacar al monje del monasterio a la ciudad, convirtiéndole en apóstol. 

El estandarte con el emblema dominico es el escudo de armas de santo Domingo. Blanco y negro: pureza y penitencia, muerte y resurrección, combinando el ideal dominico de mortificación y alegría, renuncia al mundo y posesión de Cristo. Su lema es Laudare, Benedicere, Pradicare, que significa alabar, bendecir, predicar.

El rosario, los medievales consideraron erróneamente que fue invención de santo Domingo, cuando en realidad se lo conocía desde el siglo IX, pero fue Domingo quien le dio al rosario una finalidad evangelizadora, y la orden dominica lo convirtió en una oración eclesial universal.

El libro y la iglesia. En algunas representaciones, Santo Domingo sostiene un libro en su mano izquierda. El libro representa la Biblia, fuente de la predicación y espiritualidad. Sus contemporáneos dicen que en sus viajes por Europa siempre llevaba consigo el Evangelio de san Mateo y las Cartas de san Pablo. Esto se relaciona con la visión que tuvo en una de sus noches de vigilia. Cuando se le aparecieron los santos Pedro y Pablo. San Pedro llevaba consigo el Evangelio, y Pablo sus Cartas, con este mensaje: “Ve y predica, porque has sido llamado para este ministerio”. A veces, sobre el libro hay una iglesia. Esta iglesia representa la Basílica Laterana, la Madre Iglesia Universal.

Las tres mitras, aluden al ofrecimiento que rechazó de tres obispados.

Museo del Prado de Madrid

Auto de fe presidido por Santo Domingo de Guzmán. Berruguete, Pedro. 1491-1499. Óleo sobre tabla. 154 x 92 cm. Museo del Prado. No expuesto. CC BY 3.0


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Museo de Bellas Artes de Sevilla

Santo Domingo de Guzmán. Pacheco, Francisco. 1605-1610. Procede del Convento de Monjas de Pasión de Sevilla, tras la desamortización de 1869. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala III.

La lactancia de santo Domingo. Gutiérrez, Juan Simón. 1710. Óleo sobre tela. 166, 50 x 383,50 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Procedente del Convento de San Pablo, de Sevilla, tras la Desamortización de 1840. Sala VII

Representa a santo Domingo de Guzmán confortado por la Virgen, acompañados con diversas santas mártires, en el momento de recibir la lactación. 

En ella aparece en su centro el cuerpo del Santo agonizante, que en brazos de la Virgen besa el rosario que ella lleva colgado al cuello. 

Un conjunto de santas acompaña a Santo Domingo en sus postreros momentos configurando un cortejo de juveniles y bellas presencias que muestran rostros dulces y amables de clara derivación murillesca, pero peculiares de este artista. En el fondo de la composición, a la izquierda y en una gruta, se ve a al santo en penitencia


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Santo Domingo de Guzmán. Martínez Montañés, Juan. 1606-1607. Madera policromada. 147 x 68 x 126 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala X. Procede del Convento de Santo Domingo de Portacoeli, tras la desamortización de 1840.

Montañés representa al santo, recogiendo las enseñanzas de Torrigiano en su "San Jerónimo penitente", arrodillado, desnudo hasta la cintura, con el hábito caído, en actitud penitente, sosteniendo en su mano izquierda un crucifijo y en la derecha un flagelo con el que se azota la espalda. Esta iconografía no fue corriente para representar al fundador de la orden de predicadores, así como tampoco es normal representarlo con barba. Si es, en cambio, habitual la presencia de la correa negra para ceñir el hábito en la cintura.

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Capilla de Montesión


Altar Mayor
En el ático

Iglesia de Santa Rosalía

Altar Mayor
Medallón lateral

Iglesia del Rosario de los Humeros

En Altar Mayor

Iglesia de san Antonio de Padua

Altar Mayor
En calle lateral

Iglesia de San Lorenzo

Retablo de la Inmaculada

En calle lateral

Iglesia de Santa Catalina

En la nave del Evangelio, en los laterales de la capilla del Rosario, la imagen de santo Domingo de Guzmán (anónimo del siglo XVIII)