RUTAS POR SEVILLA: Apóstoles
San Pedro.
San
Pedro, representado en un icono encáustico del siglo VI, ubicado en el
Monasterio de santa Catalina de Monte Sinaí (ver crédito BB CY 3.0)
Casi todas las tradiciones e informaciones sobre San
Pedro son a partir del llamamiento de Jesús, pues se tiene muy poca información
anterior y la reconstrucción de su vida se basa en lo que afirman los autores
de los libros del Nuevo Testamento, más algunos textos de Clemente de
Alejandría y Clemente Romano; este último, obispo de Roma a finales del
siglo I, y que quizás conoció
en persona a Pedro.
Era hijo de un
tal Jonás y hermano de Andrés, quien también fue apóstol. El
Evangelio de Juan afirma que nació en Betsaida (Jn 1:44). En Betsaida nace también Felipe
otro de los doce Apóstoles.
Sobre la existencia de Betsaida, en el
yacimiento arqueológico de El-Araj, en la costa norte del mar de Galilea o más
bien del lago de Benesarey o Genesaret, un grupo de arqueólogos del Kinnerer
College de Israel y del Nyack College de Nueva York, dirigido por los
profesores Mordechai Aviam y Steve Notley, encontraron, en la en la sacristía de
la basílica bizantina conocida como “Iglesia de los Apóstoles”, un mosaico con
una inscripción en el interior de un medallón enmarcado por dos líneas de
teselas negras, de más de mil quinientos años de antigüedad.
Ruinas de Betsaida (ver crédito CC BY 3.0)
Los helenistas Leah Di Segni, de la
Universidad Hebrea, y Jacob Ashkenazi, del Kinnerest College descifraron la
inscripción en griego que se refiere a Pedro como “Jefe y comandante de los
Apóstoles Celestiales”, y además averiguaron que el mosaico es una donación de
“Constantino, el siervo de Cristo”.
Se considera que este mosaico es la
“Conexión arqueológica más definitiva con Pedro, de tal modo que la conocida
como Iglesia de los Apóstoles ha sido antes la casa de Pedro, y la Basílica
sería una conmemoración a su hogar y El-Araj es en realidad Betsaida, “La
última ciudad perdida de los Evangelios”, donde nace el primer papa de la
iglesia.
La ubicación y las características del
lugar se corresponden con la detallada descripción de Betsaida legada por el
historiador judeo-cristiano Flavio Josefo en sus escritos del siglo I y a ello
alude Benedicto XVI en 2006.
Flabio Josefo explica que Herodes Filipo,
hijo de Herodes el Grande, tetrarca que gobierna la región, transforma, en el
año 30 d.C, esta aldea de pescadores en una ciudad romana con el nombre de
Julia, en memoria de Livia Drusilla Claudia, llamada Julia Augusta, hija del
primer emperador Augusto, esposa de Octavio Augusto y madre de Tiberio, Emperador
de Roma durante la vida de Jesús.
En Betsaida, Pedro y Andrés son pescadores y
dirigen junto con la familia del Zebedeo, padre de los también discípulos
Santiago y Juan, una pequeña empresa pesquera en el lago de Genesaret (Lc 5:10), por lo que debió de gozar de
cierto bienestar económico.
Jesús le cambió
el nombre por Pedro (o Cefas, piedra en Arameo): “Tu eres Simón, el hijo de
Juan; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro” (Jn 1: 42).
Simón estaba casado y se estableció en Cafarnaúm,
donde vivía con su suegra en su propia casa.
Su suegra fue curada por Jesús
tras varios días en cama a causa de fiebre alta, de acuerdo con el diagnóstico
del médico Lucas en su evangelio. Mateo también refiere este episodio “Entrando
Jesús en casa de Pedro, vio a la suegra de este postrada en cama con fiebre. Le
tomó la mano y la fiebre la dejó, y ella, levantándose, se puso a servirle" (Mt
8: 14-15).
Según Clemente de Alejandría tenía hijos y en
concreto el texto apócrifo "Hechos de Pedro" menciona que había tenido una
hija y San Jerónimo le atribuye varios hijos.
Pero, poco se menciona a la esposa de Pedro, quizás sea la “hermana” a
la que alude San Pablo en su primera epístola a los Corintios y que acompañó a
Pedro en su misión apostólica (1 Cor 9,5), y según Clemente de Alejandría habría
sufrido también el martirio.
Pedro es uno de los cuatro primeros
discípulos de Jesús, junto a su hermano Andrés, y Santiago y Juan hijos del
Zebedeo (Lc 5: 1-11). Poco después Jesús llama también a Mateo (o Leví como le
denomina Lucas en su evangelio) porque según la costumbre rabínica, el jefe
espiritual de una comunidad judía tiene justo cinco discípulos. Pero Jesús no
es un rabino normal, sino que ha venido para reunir a Israel, en palabras de
Benedicto XVI, por lo que el simbolismo de los doce.
San Pedro. El Greco. 1608. Óleo
sobre lienzo. 207 x 105 cm. Monasterio del Escorial (ver crédito CC BY 3.0)
Los evangelistas sinópticos
(Marcos, Mateo y Lucas) describen su entrada de manera diferente a como lo hace
Juan.
Según Juan (Jn 1: 40-42), Andrés, seguidor de Juan el Bautista, fue el primer seguidor de Jesús y al
encontrar a su hermano Simón le dijo: "Hemos encontrado al Mesías". Y se lo
presentó a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: "Tú eres Simón, hijo
de Jonás, pero te llamarás Cefas, que quiere decir Pedro".
Según Mateo (Mt 4: 18-20), caminando por la ribera del
mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón y su hermano Andrés,
echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: “Venid conmigo, y
os haré pescadores de hombres”. Y ellos al instante, dejando las redes, le
siguieron.
La segunda y definitiva llamada de
Jesús a Pedro se produce en el Jordán. Pide permiso a Pedro para subir a su
barca y le ruega que se aleje un poco de la orilla, de esta manera, al decir de
Benedicto XVI, “la barca de Pedro se convierten la catedra de Jesús”.
Cuando
Jesús terminó de hablar a la multitud le dijo a Pedro:” Boga mar a dentro y
echad vuestras redes para la pesca”. Pedro le contesta:” Maestro, toda la noche
hemos estado trabajando y no hemos pescado nada, pero porque tú lo dices echaré
las redes”. “Capturaron una gran cantidad de peces, tanto que las redes se
rompían, e hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a
ayudarle. Vinieron y llenaron las dos barcas, tanto que se hundían” (Lc 5:
6-7).
Según
dos pasajes del Nuevo Testamento fue el primero en reconocer a Jesús como el
Mesías esperado. El
episodio en que San Pedro afirmó la divinidad de Jesús ocurrió en Cesarea de
Filipos, al nordeste del lago Tiberíades, donde Jesús les preguntaba: “Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?”. Pedro
le contestó:
"Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mat. 16: 16). Jesús le
respondió: "Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha
revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo
te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino
de los cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los
cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los
cielos" (Mat. 16: 17-19).
Entrega de las llaves a san
Pedro. Perugino, Pietro. 1480. Fresco. 335 x 550 cm. Capilla Sixtina (ver
crédito CC BY 3.0)
San Pedro carecía de estudios, pero pronto se
distinguió entre los discípulos por su fuerte personalidad y su cercanía al
maestro, erigiéndose frecuentemente en portavoz del grupo.
Aun teniendo un fuerte carácter
y mostrándose decidido e impetuoso en muchas ocasiones e incluso violento, como
cuando emplea la espada en el huerto de los Olivos para seccionarle la oreja a
Malcon, criado del príncipe de los sacerdotes, intentando que no prendan a
Jesús.
La oración en el huerto. Juanes, de Juan. Segunda mitad
del siglo XVI- Primer tercio del siglo XVII. Óleo sobre tabla. 110 x 98 cm.
Museo del Prado. Deposito en otra institución
Pero Pedro también es un hombre
humilde que llora amargamente tras oír cantar al gallo por tercera vez y reparar
en lo que Jesús le había predicho horas antes: “En verdad, en verdad te digo
que no cantara el gallo antes que tres veces me niegues” (Jn 13:38).
Las lágrimas de san Pedro. El Greco. 1587. Óleo sobre
lienzo. 96,5 x 79 cm. Museo Soumaya (ver crédito CC BY 3.0)
Los evangelios sinópticos lo presentan
como uno de los discípulos íntimos, que estuvo presente en todos los momentos claves de la trama
evangélica, siendo testigo de la transfiguración
de Jesús, de la resurrección de la hija de Jairo, y de la agonía de Jesús
en el huerto de Getsemaní.
Y
es el apóstol más conocido y más citado del Nuevo Testamento en general y de
los cuatro evangelios canónicos y los "Hechos de los Apóstoles" en
particular.
También es citado por Pablo de Tarso en sus "Epístolas Paulinas",
incluyendo la "Epístola a los Gálatas" donde lo refiere como una de las tres
columnas de la Iglesia de Jerusalén.
Siempre figura en primer lugar en los
cuatro evangelios:
“Los nombres de los doce apóstoles son
estos: “El primero Simón, llamado Pedro” (Mt 10:2). Incluso en muchos pasajes
evangélicos se le nombra solo a él, designando al resto en su conjunto: “Como
todos negaban, dijo Pedro y los que le acompañaban.” (Lc 8:45)
Se le nombra también como primero del
grupo en la resurrección de la hija de Jairo (uno de los jefes de la sinagoga),
en la transfiguración en el monte Tabor o durante la agonía en el huerto de
Getsemaní. Fue el primero en lavarle los pies en el Cenáculo.
Su importancia se manifiesta
igualmente en el hecho de que es quien ordena la elección del nuevo apóstol
Matías en sustitución de Judas el traidor, y es el que pronuncia el primer
sermón apostólico el día de Pentecostés.
Tras la Resurrección, Jesús se
apareció en primer término a Simón Pedro y posteriormente se aparecería a Pedro
y al resto de los apóstoles.
Es el primer apóstol que
supuestamente obra un milagro público: “Había un hombre tullido desde el seno
de su madre, se consigna en los hechos, que traían y ponían cada día a la
puerta del templo para pedir limosna a los que entraban. Pedro le dijo no tengo
oro ni plata. Lo que tengo esto te doy, en nombre de Jesucristo Nazareno, anda,
y de un brinco se puso en pie y comenzó a andar y entró con ellos en el templo”
(Hch 3: 1-10).
San Pedro curando a los enfermos con su
sombra. Mosaccio.1425-1428. Fresco. 230 × 162 cm. Santa María del Carmine,
Florencia (ver).
Tras la muerte de Jesús (hacia
el año 30 d. C.), San Pedro se convirtió en el líder indiscutido de la
comunidad de los primeros creyentes cristianos de Palestina. Su predicación,
estuvo por lo general en los primeros años limitada al pueblo judío a
diferencia de Pablo que predicaba a los “gentiles” (personas no judías).
Precisamente, tuvo una
intervención destacada en el Concilio de Jerusalén (50-51 d. C.),
en el cual apoyó la línea de San Pablo de abrir el cristianismo a
los gentiles, frente a quienes lo seguían ligando a la tradición judía (Hch 15:
1-11).
Y en este sentido, bautizó al
primer cristiano no judío, pues cuando estaba en Jope (Jaffa), el apóstol se
quedó en la casa de Simón el curtidor y estando orando tuvo la visión de una
sábana llena de animales que bajaba del cielo (Hch 9:43-10:23), luego
recibió un mensaje del espíritu, y como hemos comentado, bautizó al primer
cristiano no judío, de nombre Cornelio, y a su familia (Hch 11:4-18).
Hacia el año 44 fue encarcelado por orden del rey
Herodes Agripa I, pero fue liberado por un ángel y abandonó Jerusalén (Hechos
12: 1-18), dedicándose a propagar la nueva religión por Siria, Asia Menor y
Grecia.
La liberación de san Pedro. Sanzio, Rafael. 1514. Pintura
al fresco. X 660 cm. Museos Vaticanos (ver crédito CC BY 3.0)
Según la epístola a los Gálatas, Pedro se trasladó a
Antioquía, y Eusebio de Cesarea considera que fundó la iglesia de
Antioquía, sin embargo, esta afirmación no se encuentra en ningún libro del
Nuevo Testamento.
Los últimos años de la vida de San Pedro están
envueltos en la leyenda, pues sólo pueden reconstruirse a partir de relatos muy
posteriores.
San Jerónimo considera que Pedro, después de haber
sido obispo de la iglesia de Antioquía, dejó como sucesor a Evodio de
Antioquía, y avanzó a Roma en el segundo año de Claudio, para derrocar a Simón
el Mago, y sostuvo la silla sacerdotal allí durante veinticinco años hasta
el final, es decir, el decimocuarto año de Nerón, ejercido un largo apostolado
justificativo de la futura sede del Papado, de tal modo que la Iglesia romana
considera a San Pedro como el primero de sus papas, basándose, entre otros argumentos, en las
palabras que le dirigió Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las
Llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en
el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt
16, 18-19).
Es importante
la referencia a Simón el Mago en los "Hechos de los Apóstoles" (Hecho 8: 14-25). En él se
relata que Simón, un mago de Samaria, convertido al cristianismo por el
evangelista Felipe, les ofreció dinero a Pedro y a Juan cambio del poder de
transmitir el Espíritu Santo, proposición que ambos apóstoles rechazaron
escandalizados. (De esta propuesta de Simón Mago deriva la palabra “Simonía”,
que designa el pecado consistente en pagar por obtener prebendas o
beneficios eclesiásticos).
En el texto apócrifo de los "Hechos de
Pedro" se narra la leyenda de que cuando Simón el Mago exhibía sus poderes
mágicos en Roma, volando ante el emperador romano Nerón, Pedro y
Pablo rogaron a Dios que detuviese el vuelo, y Simón cayó a tierra,
donde fue apedreado.
Cirilo de Jerusalén (346 d. C.) relata
otra versión de este incidente en su “Historia de los maniqueos”, según la cual, Simón el Mago viajaba
por el aire en un carro tirado por demonios, cuando Pedro y Pablo oraron, y sus
oraciones lograron que cayera al suelo, ya cadáver.
Caída de Simón el Mago. Conca, Sebastiano. Principio del
siglo XVIII. Agua roja. Albayalde. Sanguina sobre papel verdoso. 238 x 141 cm. Museo
del Prado. No expuesto (ver Crédito CC BY 3.0)
Durante el reinado del emperador Nerón, se desató un
incendio generalizado en Roma, del que culpó a los cristianos, y Pedro fue
detenido, martirizado y crucificado.
La tradición más antigua y aceptada
señala el 29 de junio como el día de su muerte, del año 67 o 64. San Agustín,
como otros padres de la Iglesia, cree que Pedro y Pablo mueren el mismo día 29
pero de años distintos.
El texto apócrifo “Hechos de Pedro”, escrito también
en el siglo II, relata que
Pedro murió crucificado cabeza abajo, porque él había pedido que él pudiera
sufrir de esta manera, por considerarse indigno de morir como su maestro con la
cabeza en alto: "Les suplico a los verdugos, crucifíquenme así, con la
cabeza hacia abajo y no de otra manera".
La famosa frase en latín "¿Quo Vadis?" que
significa "¿A dónde vas?" viene del mismo texto, y dice así:”
Mientras salía de la Ciudad, vio al señor entrar en Roma. Y cuando Pedro lo
vio, dijo: Señor ¿A dónde vas Señor? (Quo Vadis, según la traducción en latín).
Y el Señor le dijo; Voy a Roma para ser crucificado. Y Pedro le dijo: Señor
¿vas a ser crucificado otra vez? Él le dijo: Sí Pedro, voy a ser crucificado de
nuevo. Y se volvió en sí mismo, y habiendo contemplado al Señor ascender al
cielo, regresó a Roma, regocijándose y glorificando a al Señor”.
Domine, quo Vadis?. Carracci, Annibale. 1600. Óleo sobre
madera. 77,4 x 56,3 cm. National Gallery de Londres (ver Crédito BB CY 3.0)
Este
tipo de muerte es referida por Pedro de Alejandría que fue obispo de esa ciudad y falleció en torno a 311,
Lactancio en su obra “Sobre la
muerte de los perseguidores” (318 d.C.), el obispo Eusebio de
Cesarea, Clemente de Roma (supuesto tercer papa que afirma conocerle en
persona) y san Jerónimo en su
obra “Varones ilustres” (De viris illustribus).
La crucifixión de san Pedro.
Giordano, Luca. Hacia 1660. Óleo sobre lienzo. 196 x 258 cm. Galerías de la
Academia de Venecia (ver crédito CC BY 3.0)
La crucifixión de San Pedro. Caravaggio. 1600. Óleo
sobre lienzo. 230 x 175 cm. Basílica de santa María del Populo. Roma (ver)
La crucifixión tuvo lugar en el
Circo de la Colina Vaticana. A principios del siglo IV, el emperador
Constantino I ordenó la construcción de una gran basílica sobre la tumba de San
Pedro. Esta iglesia, conocida como San Pedro el Viejo, fue un importante centro
cristiano. Con el tiempo, la estructura se deterioró y el Papa Julio II
promovió la edificación de un nuevo templo en el mismo sitio. Así surgió la
actual Basílica de San Pedro, una de las iglesias más emblemáticas del mundo.
En 1939, el papa Pío XII impulsó
excavaciones en los subterráneos del Vaticano, específicamente bajo el Altar de
la Confesión, a unos siete metros de profundidad. La tradición indicaba que ese
era el lugar de la sepultura original de San Pedro, por lo que la investigación
tenía como objetivo confirmar su autenticidad, especialmente en un contexto en
el que se cuestionaba si su tumba realmente se encontraba en el Vaticano.
Las excavaciones,
dirigidas por monseñor Ludovico Kaas, se extendieron hasta 1949. Durante los
trabajos, se halló una necrópolis que se orientaba de oeste a este, paralela al
Circo de Nerón. Esta necrópolis estaba cubierta de tierra, probablemente porque
sirvió como base para la primera basílica. Su deterioro pudo deberse tanto a la
construcción de la iglesia en tiempos de Constantino como a la edificación del
Baldaquino de San Pedro, la obra barroca de Bernini.
En una pared lateral, conocida
como el Muro G, se hallaron inscripciones anteriores a la época de Constantino,
reflejo de la veneración de los primeros cristianos.
Debajo de esta pared se descubrió
una tumba a ras del suelo, cubierta con tejas. Aunque estaba vacía, a su
alrededor se agrupaban numerosas sepulturas humildes. Muchas de ellas se
superponían o incluso cortaban otras más antiguas, pero ninguna llegaba a tocar
la tumba central.
La arqueóloga Margherita
Guarducci, especialista en epigrafía griega y paleocristiana, estudió las
inscripciones grabadas con punzón en las paredes del mausoleo. Entre ellas,
interpretó mensajes como “Pedro está aquí” y “Pedro, intercede por los
cristianos sepultados junto a tu cuerpo”. También identificó una letra “P”
acompañada de varias líneas horizontales, un símbolo asociado a las llaves del
Reino de los Cielos.
En
1950, se descubrió un conjunto de huesos bajo el altar de la Basílica
de San Pedro, que algunos consideraban pertenecientes al apóstol.
El
antropólogo Venerando Correnti los analizó y determinó que entre ellos había
restos humanos y los de un ratón, el cual probablemente quedó atrapado tiempo
después del entierro. Los huesos humanos presentaban las siguientes
características:
Pertenecían
a un solo individuo, un hombre de complexión robusta que murió a edad avanzada
y vivió en el siglo I.
Estaban
teñidos de rojo debido a que habían sido envueltos en un tejido de púrpura y
oro, del cual aún quedaban hilos adheridos a algunos huesos.
Esta
envoltura sugiere que se trataba de una persona altamente venerada, cuyos
restos fueron trasladados desde una tumba de tierra a un nicho para protegerlos
de la humedad. Dicho nicho se ha mantenido intacto desde la época de
Constantino.
A
partir de estos hallazgos, la arqueóloga Margherita Guarducci formuló una
teoría: cuando Constantino ordenó la construcción de la basílica, los huesos
fueron desenterrados, envueltos en un manto de púrpura y oro, y depositados en
el nicho. Sin embargo, durante las excavaciones, los obreros emplearon un
martinete para derribar muros, lo que provocó un derrumbe sobre los restos. La
mezcla de escombros y huesos hizo que parecieran desechos. Monseñor Ludovico
Kaas, entonces jefe de la Fábrica de San Pedro, recogió todos los restos
humanos encontrados, los cuales permanecieron almacenados durante diez años sin
conocerse su procedencia.
En 1968, el papa
Pablo VI anunció que, según los estudios científicos realizados, había
suficiente certeza para considerar que se habían hallado los restos del apóstol
Pedro.
Al analizar el tema, Edgar R. Smothers señaló: “Una reserva prudente
impediría emitir un juicio categórico sobre su autenticidad. Sin embargo,
existe una seria probabilidad de que estos sean los huesos de san Pedro”.
La figura de Pedro
ha sido representada por innumerables artistas, inspirados en pasajes del Nuevo
Testamento y en textos apócrifos. Entre los episodios más retratados se
encuentran su llamado al seguimiento de Jesús de Nazaret, la entrega de las
llaves del Reino, el lavatorio de los pies en la Última Cena, sus negaciones
durante la pasión de Cristo, así como sus predicaciones y milagros tras
Pentecostés, y su martirio en Roma.
San Pedro suele
ser representado iconográficamente como un anciano que sostiene las llaves del
Reino de los Cielos. Entre sus atributos también figuran una barca, en
referencia a su oficio de pescador, un libro y un gallo, símbolo de sus
negaciones. En algunas representaciones, se le viste con insignias de Obispo o
Papa, aunque estas tradiciones se establecieron mucho tiempo después. Las
escenas de su martirio suelen mostrarlo crucificado cabeza abajo.
Museo del Prado
San Pedro. González
de la Vega, Diego. Siglo XVII. Óleo sobre lienzo. 125 x 105 cm. Museo del
Prado. No expuesto (ver crédito CC BY 3.0)
San Pedro. Reni,
Guido. 1633-1634. Óleo sobre raso. 76 x 61 cm. Museo del Prado. Sala 006. (ver
Crédito CC BY 3.0)
Lágrimas de San
Pedro. ¿Domenichino? Hacia 1640. Óleo sobre lámina de cobre. 28 x 21 cm. Museo
del Prado. No expuesto (ver créditos CC BY 3.0)
Exposición Focus
San Pedro en
lágrimas. Murillo, Bartolomé Esteban. 1650-1655. Óleo sobre lienzo. 148 x 104
cm. Exposición Focus (ver)
Iglesia de San Pedro
Sobre el arco central de la portada, en el segundo
cuerpo, se abre una hornacina en la que se halla una estatua en piedra de San
Pedro realizada en el año 1624 por Martín Cardino.

Detalle de San Pedro en
la hornacina
En la fachada que da a la calle Doña María Coronel
destaca el retablo cerámico de Jesús entregando las llaves a san Pedro.

Retablo cerámico con la
Leyenda: TU-ES-Petrus. Et super hanc petram aedifivabo ecclesiam meam et portae
inferí non prevalebunt adversus eam et tibi dabo claves regni coelorum ("Y
sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los
cielos.")
En la nave de la epístola, la Capilla de San
Pedro ad Vincula, presidida por un retablo de
Juan de Astorga (ver) con
un lienzo de la Liberación de San Pedro de Juan
de Roelas (ver).

Pintura de la Liberación
de san Pedro
En la Capilla del Sagrario, en la cabecera de la nave de la epístola.
Se exponen diferentes cuadros en las paredes laterales, y entre ellos uno
dedicado a la Negación de san Pedro.

Negación de San
Pedro
En los muros laterales del Presbiterio cuelgan lienzos que nos
muestran un apostolado, fechado en la primera mitad del siglo XVII o comienzos
del XVII, que podrían ser copias de José Ribera, y cuatro obispos santos.

San Pedro
El primer
cuerpo del Retablo
Mayor lo preside la imagen de San Pedro Papa en
cátedra, obra de Andrés de Ocampo (ver), siglo XVI, y policromada por Juan
de Sauceda. Se representa vestido de pontifical, tocado de tiara, sentado sobre
un trono, presentando un libro que abre con su mano izquierda y apoya sobre la
pierna del mismo lado, mientras que, con la otra mano, ambas enguantadas,
parece impartir la bendición. A su izquierda han incorporado una cruz
patriarcal de plata, con decoración vegetal y fechada en 1726.
Se piensa que perteneció́ a la Hermandad de San Pedro ad Vincula, quien la
trasladó al altar mayor en el siglo XVII cuando adquirió́ el lienzo que hoy
ocupa su capilla, o que formaba parte del antiguo retablo.

San Pedro
A ambos lados de la imagen hay dos grandes cuadros en relieve
que representan la liberación de San Pedro a la derecha y la Investidura de
Pedro como Príncipe de la Iglesia, con la entrega de las llaves del Cielo, a la
izquierda.

Liberación de san Pedro

Investidura de Pedro como príncipe
de la Iglesia
En el segundo cuerpo, a los lados de la Virgen, los lienzos en
relieve de la caída de Simón el Mago a la derecha, y en la contraria el tema
de ¿Quo vadis, Domine?.

¿Quo vadis, Domine?

Caída de Simón el Mago
En el
tercer cuerpo, a los lados el Crucificado, otros dos relieves que representan a
san Pedro caminando sobre las aguas (Última aparición de Cristo a sus
discípulos) y la visión de san Pedro en la ciudad de Gafa o Joppe.

Pedro caminando sobre las aguas

Visión de san Pedro en la ciudad
de Gafa
En los pies de la iglesia destaca la vidriera central.

Vidriera central con San Pedro
Iglesia de San Andrés
En el muro de la Epístola destacamos, la pila de agua bendita, y
los cuadros de san Pedro, san Juan Bautista y la Aparición de la Virgen a San
Agustín, copias de Murillo.

San Pedro
Iglesia de san Juan de la Palma.
En el muro de la Epístola, tras pasar la puerta de entrada que da a la plaza de san Juan
de la Palma, se encuentra un anónimo del siglo XVII de “San
Pedro Penitente”.

San Pedro Penitente
Iglesia de san Lorenzo.
En el primer cuerpo del Retablo
Mayor, en el centro, el sagrario con
las imágenes de san Pedro, San Pablo y las dos tablas de Aarón y Melquisedec y
la Inmaculada Concepción. De Diego López Bueno y Francisco Pacheco en
1616.
Retablo Mayor
Detalle del primer cuerpo
San Pedro
Iglesia de Santa Catalina
El
retablo mayor es barroco, del siglo XVII (1624-1629), obra de Diego López
Bueno, con policromía de los hermanos Melchor y Andrés Sarabias.
Está
presidido por una imagen de Santa Catalina del siglo XVIII, dentro de un
camarín realizado en la reforma de 1701, obra de Francisco Antonio Ruiz Gijón
en 1710.
Se
completa la iconografía del retablo con tallas de san Pedro y san Pablo en el
primer cuerpo y san Juan Evangelista y san Sebastián en el segundo, y en el
ático una pintura del Crucificado del siglo XVII.

Retablo Mayor
Detalle de San Pedro
Capilla del Dulce Nombre
En la pared de la nave de la epístola destaca un óleo sobre
lienzo de San Pedro de José Marcelo Contreras Muñoz de 1865.
San Pedro