AREA DE REGINA-ENCARNACIÓN-SAN PEDRO
Calle Gerona.
De la confluencia de Santa Ángela de la Cruz, Dueñas, San
Juan de la Palma, y Espíritu Santo a la de Alhóndiga, Santa Catalina y plaza de
los Terceros.
Está cruzada por Doña María Coronel, y en su tramo final desemboca Feijoo, por la derecha.
El primero estaría en relación con los caldereros allí instalados, pero se ignora la
razón del segundo.
A comienzos del s. XIX
parece ser que el nombre de Sardinas había sustituido al de Calderería y designaba
ya a toda la calle,
según puede verse en las “calles...” de González
de León.
En 1845 fue rotulada finalmente
Gerona, en homenaje al heroico sitio que sufrió la
ciudad catalana durante la guerra de la Independencia. El primer plano que recoge la nueva denominación es el de Sartorius (1848).
Según Álvarez Benavides, se llamó también en algún momento Santa Rufina, dato que no se ha podido confirmar documentalmente.
El edificio del convento de las Dueñas, cuyo acceso
principal estaba situado en la calle del mismo nombre, frente al palacio de los
duques de Alba, proyectaba sobre Gerona un arco con tránsito que llevaba a
otras dependencias del cenobio. Era uno más de los numerosos arquillos de la
Sevilla antigua, sucesivamente derribados para facilitar modernos ensanches.
A la altura del
antiguo convento de Dueñas exista todavía en
el s. XIX una calleja angosta llamada del Marmolillo.
La actual fisonomía de Gerona es muy distinta a la que tenía
antes de la Revolución de 1868, pues según González de León, era
"extremadamente triste y sola", al
estar encajonada entre los conventos de las Dueñas (ver) y San Felipe Neri (ver), ambos demolidos por decisión del
Ayuntamiento revolucionario, que en una sesión
de 1868 acordó "el derribo inmediato de la parte de los tres edificios que
fueron convento de monjas de las Dueñas,
necesario para ensanchar las vías públicas en las confluencias de las calles de San Felipe Neri (actual Doña María
Coronel ), Inquisición Vieja (actual Bustos
Tavera) y Gerona, principalmente en el crucero
solitario y sombrío conocido vulgarmente con el nombre
de cuatro esquinas de San Felipe".
Como consecuencia de estas operaciones decimonónicas, la calle presenta en la actualidad un trazado rectilíneo en el tramo primero, más ancho y espacioso
que el resto, pues en esa zona se situaban los derribados conventos.
Conserva un caserío de cierto interés con edificios de finales del XIX y principios del XX, varios de ellos de estilo regionalista, que alternan con viviendas
modernas, con predominio del módulo de tres
plantas.
Destacan la señalada con el número 2,
de ladrillo visto, obra de Antonio Arévalo Martínez (1924-25).
La número 5, de Aníbal González (1913).
La número 8, de Mariano González Rojas (1919-21).
En la número 15 nació Luis Navarro García,
maestro de Americanistas.
La número 24 que actualmente es el
Hotel Don Pedro.
Hay que destacar también la número 36, antiguo
corral de vecinos.
Posee asimismo un centro escolar de grandes proporciones,
el colegio Ángela Guerrero de las Hermanas de
la Cruz, que hace
esquina con Doña María Coronel.
Se sabe que en el s. XVI tuvo uno de sus domicilios sevillanos el aristócrata y poeta del
Siglo de Oro Baltasar de Alcázar (ver),
perteneciente a este último linaje, quien
murió sin publicar ninguna de sus obras y que tenía su casa solariega en la actual Santa Ángela de la Cruz, en lo que hoy es residencia de las Hermanas
del mismo título y antes fue palacio de los
Villalón y lugar
de nacimiento del poeta Fernando Villalón (ver), condiscípulo
del Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez.
Consta también, como dato curioso, que en
otra casa de Gerona murió el torero Manuel Varé García “Varelito” (ver). Parece ser que sufrió una cogida una tarde de
feria de 1922 y la herida derivó en una infección grave que, finalmente, acabó
con su vida. En ese preámbulo, se dice que el firme de la calle Gerona fue cubierta de arena y
paja para que el traqueteo de los carruajes no molestase al torero en su lecho
de muerte.
Manuel Varé García “Varelito”. (CC BY 3.0)
En otra casa de la calle habitó
varios años el poeta Juan Ramón Jiménez (ver), desplazado de Moguer a fines del XIX con la intención de estudiar Derecho. Sus recuerdos reviven líricamente aquellos ambientes: “Yo (dirá
en Viajes y sueños)
pintando, escribiendo y diciendo a mi familia que estudiaba en la Universidad”. Y en otro escrito:
“Cuando yo estaba en Sevilla, en el
limbo de los pintores, calle de Gerona." (Por el
cristal amarillo). La pintura era por aquellos años su
ilusión más fuerte y en Sevilla quiso iniciarse
en su práctica asidua a la par de sus estudios universitarios, que pronto abandonó: “Vividura y moridura con buena cara se
apuran”, oí decir, de muchacho, en Sevilla, a un zapatero del portal de mi estudio,
cuando yo estaba allí pintando en la
calle Gerona,
paralela a la de Dueñas, en donde seguramente vi a Antonio Machado, nueve años mayor que yo, cuando yo no sabía quién era" (La corriente infinita).
No se sabe con exactitud en qué casa se alojó, ni siquiera si
está todavía en Pie. Pero su fisonomía y su carácter no debían
andar muy lejos de una descripción que el
moguereño le hizo a Pedro Salinas en una carta
de 1923. Salinas, como es sabido, hubo de
instalarse por entonces en Sevilla, como catedrático de literatura de la
Universidad. Y Juan Ramón le transmite un bello apunte impresionista de las viejas casas de huéspedes de esta ciudad: “Sé que está usted
en una fonda, apartado de su mujer y su niña, y que
esto, que no es mucho para muchos, para usted es tanto!. Va usted a
sentir, sin duda, como yo siete años, ese frio
hueco del patio de mármol sonoro de agua, taconeo,
voces y nostálgico sol reflejado, sin calefacción posible ni imposible,
de las casas de Sevilla en otoño, cada vez que
vuelva usted a su cuarto de hombre bueno solo”.
La cercanía de
Gerona a la gran Alhóndiga de Sevilla puede
explicar también la existencia de mesones y posadas, en relación con la
actividad mercantil, en especial en el tramo más estrecho de la calle, el contiguo a la
iglesia de Santa Catalina. Todavía en
1855 la prensa local habla de una Posada de la Pintada.
Pero es, sin duda, El Rinconcillo
el exponente más fidedigno de ese
ambiente del pasado, una auténtica reliquia de los tiempos antiguos.
El Rinconcillo,
antiguo "Mesón del Rincón”, documentado
ya en el s. XVI, está situado en la esquina
próxima a la iglesia de Santa Catalina.
El
Rinconcillo
El edificio en
el que está ubicado habrá sufrido, sin duda,
sucesivos cambios. Hoy conserva, sin embargo, su
estructura interior de típica tienda de montañés, de las que ya van quedando pocas en Sevilla, aunque no cumpla ya la doble función de bar
y tienda que antaño cumplía. En su fachada a
Gerona la casa posee también una valiosa
puerta de marquetería y cristales, recuerdo del modernismo comercial sevillano, y un guardacantón de fundición, muy
abundantes en las construcciones
decimonónicas.
El edificio en
el que está ubicado habrá sufrido, sin duda,
sucesivos cambios. Hoy conserva, sin embargo, su
estructura interior de típica tienda de montañés, de las que ya van quedando pocas en Sevilla, aunque no cumpla ya la doble función de bar
y tienda que antaño cumplía. En su fachada a
Gerona la casa posee también una valiosa
puerta de marquetería y cristales, recuerdo del modernismo comercial sevillano, y un guardacantón de fundición, muy
abundantes en las construcciones
decimonónicas.
De su ambiente nocturno en la postguerra española ha
dejado una magnífica descripción el novelista Manuel Barrios en La espuela: "Desde la calle no puede imaginarse qué masa heterogénea y extraña está
sorteando la prohibición delante de un vaso de vino. Muchachas de las salas de
fiestas, con los ojos ribeteados de rímel y abéñula, rasgados por el lápiz
negro, y el traje de alternar bajo el modesto
abrigo que conservan de cuando vinieron del pueblo, a
servir. Gacetilleros de la bronca de vecinas, del discurso inaugural y
de los clamorosos entusiasmos que, después de la jornada en el periódico, quieren dejarse allí el
olor avinagrado de la tinta. Agentes de la
Brigada Social, que hacen una pausa en su calendario de cercos e
interrogatorios. Rameras de desecho, que han salido a
jugárselas todas -las pocas que les
quedan-, arrostrando el riesgo del albergue, del preventorio
o del pelado al cero, ahora con la efímera paz de haber espantado el
hambre del día a cambio de un nuevo contagio.
Maricas hechos manojos de nervios bajo los efectos de las drogas y las Sevillanas bíblicas del "puesto de las flores”, y el grupo, entre espetado y pintón, de los
cofrades de la Hermandad de Penitencia que
aquí da fin a la Junta con los versos de Rodríguez Buzón y la saeta fragüera de la Niña de la Alfalfa. Rumores
encadenados, en los que se ensamblan gangueos, arrumacos y bajinis de
palmas sordas"
Ese mismo ambiente lo
resume de modo desenfadado el escritor y periodista Antonio Burgos en su “Guía
secreta de Sevilla”, al decir que “Antes
estaba abierto (EI Rinconcillo) toda la
madrugada para la institución noctámbula que
se llamaba eufemísticamente “las tres p” (periodistas, putas, policías)”.
Actualmente se
ha convertido en un gran bar de atracción turística.