miércoles, 15 de enero de 2025

AREA DE REGINA-ENCARNACIÓN-SAN PEDRO

Calle Gerona. 

De la confluencia de Santa Ángela de la Cruz, Dueñas, San Juan de la Palma, y Espíritu Santo a la de Alhóndiga, Santa Catalina y plaza de los Terceros.

Está cruzada por Doña María Coronel, y en su tramo final desemboca Feijoo, por la derecha.

Calle Gerona esquina con Santa Ángela de la Cruz

Desde la Reconquista de Sevilla por el rey Fernando III, en 1248, quedó dividida en dos tramos: el primero, desde la calle San Juan de la Palma hasta Doña María Coronel, llamado Calderería, documentado desde 1713, y el segundo, desde esta última hasta Santa Catalina, con el nombre de calle Sardinas, documentado ya en 1452. 

El primero estaría en relación con los caldereros allí instalados, pero se ignora la razón del segundo.

A comienzos del s. XIX parece ser que el nombre de Sardinas había sustituido al de Calderería y designaba ya a toda la calle, según puede verse en las “calles...” de González de León.

En 1845 fue rotulada finalmente Gerona, en homenaje al heroico sitio que sufrió la ciudad catalana durante la guerra de la Independencia. El primer plano que recoge la nueva denominación es el de Sartorius (1848).

Según Álvarez Benavides, se llamó también en algún momento Santa Rufina, dato que no se ha podido confirmar documentalmente.

El edificio del convento de las Dueñas, cuyo acceso principal estaba situado en la calle del mismo nombre, frente al palacio de los duques de Alba, proyectaba sobre Gerona un arco con tránsito que llevaba a otras dependencias del cenobio. Era uno más de los numerosos arquillos de la Sevilla antigua, sucesivamente derribados para facilitar modernos ensanches.

A la altura del antiguo convento de Dueñas exista todavía en el s. XIX una calleja angosta llamada del Marmolillo.

La actual fisonomía de Gerona es muy distinta a la que tenía antes de la Revolución de 1868, pues  según González de León, era "extremadamente triste y sola", al estar encajonada entre los conventos de las Dueñas (ver) y San Felipe Neri (ver), ambos demolidos por decisión del Ayuntamiento revolucionario, que en una sesión de 1868 acordó "el derribo inmediato de la parte de los tres edificios que fueron convento de monjas de las Dueñas, necesario para ensanchar las vías públicas en las confluencias de las calles de San Felipe Neri (actual Doña María Coronel ), Inquisición Vieja (actual Bustos Tavera) y Gerona, principalmente en el crucero solitario y sombrío conocido vulgarmente con el nombre de cuatro esquinas de San Felipe".

Como consecuencia de estas operaciones decimonónicas, la calle presenta en la actualidad un trazado rectilíneo en el tramo primero, más ancho y espacioso que el resto, pues en esa zona se situaban los derribados conventos. 

Conserva un caserío de cierto interés con edificios de finales del XIX y principios del XX, varios de ellos de estilo regionalista, que alternan con viviendas modernas, con predominio del módulo de tres plantas.

Destacan la señalada con el número 2, de ladrillo visto, obra de Antonio Arévalo Martínez (1924-25). 

Gerona 2

Gerona 2

La número 5, de Aníbal González (1913). 

Gerona 5

La número 8, de Mariano González Rojas (1919-21). 

Gerona 8

Las números 9 y 11 de José Gómez Millán (1912-14). 

Gerona 9
Gerona 9. Entrada

Gerona 9. Patio

Gerona 9. Detalle de la fuente

Gerona 11

Gerona 11

En la número 15 nació Luis Navarro García, maestro de Americanistas.

Luis Navarro García

La número 24 que actualmente es el Hotel Don Pedro. 

Gerona 24

Gerona 24. Detalle del patio

Gerona 24. Detalle del azulejo de la fuente

Gerona 24. Detalle 

Gerona 24. Detalle del patio

Hay que destacar también la número 36, antiguo corral de vecinos. 

Gerona 36
Gerona 36. Detalle del pasillo
Gerona 36. Detalle del patio

Posee asimismo un centro escolar de grandes proporciones, el colegio Ángela Guerrero de las Hermanas de la Cruz, que hace esquina con Doña María Coronel.

Colegio Ángela Guerrero

Se sabe que en el s. XVI tuvo uno de sus domicilios sevillanos el aristócrata y poeta del Siglo de Oro Baltasar de Alcázar (ver), perteneciente a este último linaje, quien murió sin publicar ninguna de sus obras y que tenía su casa solariega en la actual Santa Ángela de la Cruz, en lo que hoy es residencia de las Hermanas del mismo título y antes fue palacio de los Villalón y lugar de nacimiento del poeta Fernando Villalón (ver), condiscípulo del Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez.

Retrato de Baltazar de Alcázar por Francisco Pacheco. Libro de descripción de verdaderos retratos, de ilustres y memorables varones. Madrid. Biblioteca de Lázaro Galdiano. (CC BY 3.0)

Consta también, como dato curioso, que en otra casa de Gerona murió el torero Manuel Varé García “Varelito” (ver).  Parece ser que sufrió una cogida una tarde de feria de 1922 y la herida derivó en una infección grave que, finalmente, acabó con su vida. En ese preámbulo, se dice que el firme de la calle Gerona fue cubierta de arena y paja para que el traqueteo de los carruajes no molestase al torero en su lecho de muerte.

Manuel Varé García “Varelito”. (CC BY 3.0)

En otra casa de la calle habitó varios años el poeta Juan Ramón Jiménez (ver), desplazado de Moguer a fines del XIX con la intención de estudiar Derecho. Sus recuerdos reviven líricamente aquellos ambientes: “Yo (dirá en Viajes y sueños) pintando, escribiendo y diciendo a mi familia que estudiaba en la Universidad”.  Y en otro escrito: “Cuando yo estaba en Sevilla, en el limbo de los pintores, calle de Gerona." (Por el cristal amarillo). La pintura era por aquellos años su ilusión más fuerte y en Sevilla quiso iniciarse en su práctica asidua a la par de sus estudios universitarios, que pronto abandonó: “Vividura y moridura con buena cara se apuran”, decir, de muchacho, en Sevilla, a un zapatero del portal de mi estudio, cuando yo estaba allí pintando en la calle Gerona, paralela a la de Dueñas, en donde seguramente vi a Antonio Machado, nueve años mayor que yo, cuando yo no sabía quién era" (La corriente infinita).

Juan Ramón Jiménez

No se sabe con exactitud en qué casa se alojó, ni siquiera si está todavía en Pie. Pero su fisonomía y su carácter no debían andar muy lejos de una descripción que el moguereño le hizo a Pedro Salinas en una carta de 1923. Salinas, como es sabido, hubo de instalarse por entonces en Sevilla, como catedrático de literatura de la Universidad. Y Juan Ramón le transmite un bello apunte impresionista de las viejas casas de huéspedes de esta ciudad: “Sé que está usted en una fonda, apartado de su mujer y su niña, y que esto, que no es mucho para muchos, para usted es tanto!. Va usted a sentir, sin duda, como yo siete años, ese frio hueco del patio de mármol sonoro de agua, taconeo, voces y nostálgico sol reflejado, sin calefacción posible ni imposible, de las casas de Sevilla en otoño, cada vez que vuelva usted a su cuarto de hombre bueno solo”.

La cercanía de Gerona a la gran Alhóndiga de Sevilla puede explicar también la existencia de mesones y posadas, en relación con la actividad mercantil, en especial en el tramo más estrecho de la calle, el contiguo a la iglesia de Santa Catalina. Todavía en 1855 la prensa local habla de una Posada de la Pintada.

Pero es, sin duda, El Rinconcillo el exponente más fidedigno de ese ambiente del pasado, una auténtica reliquia de los tiempos antiguos.

El Rinconcillo, antiguo "Mesón del Rincón”, documentado ya en el s. XVI, está situado en la esquina próxima a la iglesia de Santa Catalina. 

El Rinconcillo

El edificio en el que está ubicado habrá sufrido, sin duda, sucesivos cambios. Hoy conserva, sin embargo, su estructura interior de típica tienda de montañés, de las que ya van quedando pocas en Sevilla, aunque no cumpla ya la doble función de bar y tienda que antaño cumplía. En su fachada a Gerona la casa posee también una valiosa puerta de marquetería y cristales, recuerdo del modernismo comercial sevillano, y un guardacantón de fundición, muy abundantes en las construcciones decimonónicas.

Detalle del Guardacantón del Rinconcillo

El edificio en el que está ubicado habrá sufrido, sin duda, sucesivos cambios. Hoy conserva, sin embargo, su estructura interior de típica tienda de montañés, de las que ya van quedando pocas en Sevilla, aunque no cumpla ya la doble función de bar y tienda que antaño cumplía. En su fachada a Gerona la casa posee también una valiosa puerta de marquetería y cristales, recuerdo del modernismo comercial sevillano, y un guardacantón de fundición, muy abundantes en las construcciones decimonónicas.

El Rinconcillo

De su ambiente nocturno en la postguerra española ha dejado una magnífica descripción el novelista Manuel Barrios en La espuela: "Desde la calle no puede imaginarse qué masa heterogénea y extraña está sorteando la prohibición delante de un vaso de vino. Muchachas de las salas de fiestas, con los ojos ribeteados de rímel y abéñula, rasgados por el lápiz negro, y el traje de alternar bajo el modesto abrigo que conservan de cuando vinieron del pueblo, a servir. Gacetilleros de la bronca de vecinas, del discurso inaugural y de los clamorosos entusiasmos que, después de la jornada en el periódico, quieren dejarse allí el olor avinagrado de la tinta. Agentes de la Brigada Social, que hacen una pausa en su calendario de cercos e interrogatorios. Rameras de desecho, que han salido a jugárselas todas -las pocas que les quedan-, arrostrando el riesgo del albergue, del preventorio o del pelado al cero, ahora con la efímera paz de haber espantado el hambre del día a cambio de un nuevo contagio. Maricas hechos manojos de nervios bajo los efectos de las drogas y las Sevillanas bíblicas del "puesto de las flores”, y el grupo, entre espetado y pintón, de los cofrades de la Hermandad de Penitencia que aquí da fin a la Junta con los versos de Rodríguez Buzón y la saeta fragüera de la Niña de la Alfalfa. Rumores encadenados, en los que se ensamblan gangueos, arrumacos y bajinis de palmas sordas"

Ese mismo ambiente lo resume de modo desenfadado el escritor y periodista Antonio Burgos en su “Guía secreta de Sevilla”, al decir que “Antes estaba abierto (EI Rinconcillo) toda la madrugada para la institución noctámbula que se llamaba eufemísticamente “las tres p” (periodistas, putas, policías)”.

Actualmente se ha convertido en un gran bar de atracción turística.