RUTAS POR SEVILLA: Vírgenes
Nuestra Señora de Consolación.
Como
tantas otras devociones, la de Nuestra Señora de la Consolación hunde sus
raíces también en la leyenda.
El carácter consolador de María se manifestó hacia santa Mónica, madre de san Agustín, que encontraba el consuelo en sus continuas oraciones para que Agustín (ver) volviese al seno de la Iglesia.
A esta preocupación se sumó la muerte de su
esposo Patricio y meditó en la desolación de María después de la muerte de su
hijo Jesús.
En esta
situación, María se aparece a Mónica vestida de negro y ceñida con una correa
del mismo color, diciéndole: “Mónica, hija mía, éste es el traje que vestí
cuando estaba con los hombres después de la muerte de mi hijo. El mismo vestido
llevaras tú en señal de tu devoción hacía mí”.
Así, el nombre de Consuelo o Consolación hace pensar en
cercanía con el afligido, fortaleza para compartir el dolor ajeno, compañía
para ahuyentar la tristeza de la soledad. María, elevada al cielo, “brilla ante
el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación”
En el
siglo XV ya se instituyen distintas Cofradías de la Correa en Bolonia. Cuando
Don Pedro de Aragón le pidió a Clemente X que le concediese algunas
indulgencias, el Papa le respondió: “Tomad la correa de
San Agustín y en ella las tenéis todas”.
Rápidamente el uso de la correa se extendió entre los seglares que estaban en contacto con las casas e iglesias agustinas.
En 1575 el papa Gregorio XIII crea
en Bolonia la Archicofradía
de Nuestra Señora de la Consolación, también llamada “de san
Agustín y santa Mónica”.
La iniciativa
para laicos más antigua es la Archicofradía de la Correa, que agrupaba a los
llamados "corrigiatos" o cinturados y merecen especial relieve la
actuación de estos cofrades en territorios de misión donde fueron inestimables
colaboradores como intérpretes, catequistas, guías y protectores de los misioneros,
a los que también acompañaban en el martirio. En octubre de 1630, el agustino
recoleto beato Francisco de Jesús calculaba
en unos 300 el número de cofrades japoneses martirizados.
Como comentamos, esta advocación tiene sus raíces en
la idea de la Virgen María como madre amorosa que ofrece consuelo a los
afligidos. Su culto se popularizó en varias ciudades de España, como Utrera (Sevilla), donde es la patrona,
y también en América Latina.
Iglesia de Nuestra
Señora de Consolación o de los Terceros (ver)
Algunas fuentes documentales hacen referencia a frailes Terceros Franciscanos que se habían establecido, en una ermita ubicada a la orilla del río Guadalquivir.
El Arzobispo Gonzalo de Mena le ofreció la permuta de sus terrenos por otros situados en San Juan de Aznalfarache, para poder erigir una Cartuja en aquella apacible ribera.
Así, un 16 de enero de 1.400, nació la que pronto sería
Cartuja de Santa María de las Cuevas.
Posteriormente,
la Orden Franciscana Tercera vuelve a Sevilla y fundan su convento en 1602 en
la capilla de San Cosme y San Damián, situada en la calle Cabezas (actual calle
Sol), en la collación de Santa Catalina, y en la añeja casa de los marqueses de
Villafranca del Pítamo y Carrión de los Céspedes.
En el sitio llamado de la Morañina, por haber sido
propiedad de la familia de los Duques de Medina Sidonia, los frailes Terceros
fundaron un gran cenobio bajo el título de San Juan de la Morañina, siendo
venerada en aquella ermita una antigua imagen de la Virgen de Consolación, con
una gran devoción en la comarca, la cual los frailes hicieron suya,
convirtiéndose el convento en lugar de peregrinación.
En 1602, cuando los religiosos de San Juan de Moraniña
se trasladaron al convento de los Terceros se llevaron a Sevilla su imagen de
Nuestra Señora de la Consolación, lo que generó un pleito vecinal por la
devoción que se le profesaba, que se solucionó con la entrega de otra Virgen a
la ermita local, con la advocación de Nuestra Señora del Socorro.
Dado que, en relación con esta virgen, como hemos comentado,
se celebraba una popular romería, es por lo que algunos historiadores consideran
que fue la primitiva Virgen del Rocío.
Se
encuentra Nuestra Señora de Consolación en un camarín, de estilo rococó en el
portentoso retablo de Francisco Dionisio de Rivas, uno de los más bellos de la
Sevilla del siglo XVII.
Retablo Mayor
Se trata de una imagen anónima del siglo XIV, también llamada Nuestra Señora de Morañina, la Chiquitita”, que con su brazo izquierdo porta al niño y en su mano derecha presenta uno de sus atributos, que es un barquito de vela y unas llaves, junto con un cetro.
Este barco lo llevan otras imágenes de la misma advocación, como la Patrona de
Utrera o la dolorosa titular de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Sed.
Las cabezas de
la Virgen y el Niño son de argamasa y madera y están fechadas en el siglo XIV.
Las manos son de madera del siglo XVIII y el cuerpo fue realizado, también en
madera, en 1988 por el escultor Manuel Hernández León. Mide 86 cm y actualmente
lleva en su mano, como hemos comentado, un galeón del XVIII, aunque hay
testimonios de otras épocas en las que sostenía solo un cetro.
En principio era
una imagen de talla completa que con el paso del tiempo sufrió alteraciones y mutilaciones, sobre todo para poderla vestir.
El barquito se debe a una donación de 1579 del capitán Rodrigo de Salinas a la Patrona de Utrera, obra posiblemente del taller de Juan de Arfe, en agradecimiento a la Virgen de Consolación por su protección en los confines del mundo.
La joya reproduce un buque armado de la época, y es una
singular pieza de orfebrería manierista: “una nao de oro labrada sobre cristal
y embutida de ámbar con sus tres mástiles y gavias y su popa e proa y su quilla
de oro”.
En un primer momento
el barquito colgaría de la cintura de la Virgen. En el siglo XVII se realizan
diversas modificaciones para que la pieza ocupe la mano de la imagen.
Barquito de la Virgen de Consolación. (CC BY 3.0)
Naveta. Juan Fernández Gómez, según diseño de Francisco Maireles
Vela. 1960. Plata cincelada y repujada. Hermandad de la Sagrada Mortaja
Portada de la Iglesia de Nuestra
Señora de Consolación o de los Terceros
En una hornacina se sitúa una imagen en
terracota de la Virgen de Nuestra Señora de Consolación, titular
del templo, con zócalo en el cual está grabado en latín: "Consolatrix
Aflictorum”, sobre la que vuela la paloma del Espíritu Santo.