RUTAS POR SEVILLA: Ruta Flamenca
Manuel Vallejo.
Manuel Jiménez Martínez
de Pinillo, conocido artísticamente como Manuel Vallejo, nació a las 12 de la
mañana del 15 de octubre de 1891 en la casa
número 1 de la barreduela de Padilla, callejón de San Luis, en el barrio de San
Marcos.
Sus
padres fueron doña Manuela Martínez de Pinillo y Varas y don Manuel Jiménez
Vallejo, sevillanos e hijos también de sevillanos. Sin embargo, el propio
cantaor confesó alguna vez haber nacido en Sanlúcar de Barrameda.
Esta afirmación
se puede relacionar con el hecho de que la familia veraneaba en esta ciudad
gaditana y que su padre era pescadero con puesto en el Mercado de la Feria.
Con 15 años de edad ya actuaba en el Kiosco de Pinto, que estaba en la Alameda de Hércules (ver), alternando con Pastora Pavón “la Niña de los Peines” (ver), su hermano Tomás, Currito el de la Jeroma y otros de la época y cantaba en las veladas de los barrios de Sevilla y en las ferias de los pueblos.
La
primera vez que aparece en público con el nombre de Manuel Vallejo fue, a los
28 años, en un cartel del 5 de junio del año 1919, en un beneficio que se le
organizó a Antonio Silva “El Portugués” en
el Salón Variedades de Sevilla, que estaba situado en la calle Amor de Dios (ver), con entrada
por la calle Trajano.
Aquí
compartió cartel con el Cojo de Málaga, Fernando el Herrero, las hermanas
Pompi, el Niño Gloria, El Colorao de la Macarena, los guitarristas Antonio y
Manolo Moreno, Pepillo el Jerezano, Currito el de la Jeroma, Manolito el
Carbonero, el Niño Ricardo y los bailaores Francisco León Frasquillo y Antonio García.
A
partir de aquí, su fama creció rápidamente, y fue reclamado por empresarios de
Barcelona, donde estuvo más de cinco años consecutivos, aunque siempre
volviendo a Sevilla en Semana Santa para competir, como saetero, con las
grandes figuras como Finito de Triana, la Niña de los Peines, Manuel Torre,
Manuel Centeno y el Niño Gloria.
En 1923 grabó
sus primeros discos en la casa Pathé, con la guitarra de Ramón Montoya, y a partir
de este momento surgió su fama, siendo requerido para actuaciones en Madrid,
donde se convirtió en el cantaor de
la capital de España, con capacidad para llenar un teatro durante un mes, como
hizo varias veces en el Maravillas y el Romea, entre otros.
Muy popular en la etapa de la
denominada ópera flamenca, en la noche del 24 de agosto de 1925,
en el Teatro Pavón, de la calle Embajadores, se le concedió la Copa Pavón, por
un jurado presidido por don Antonio Chacón. Estaba acompañado a la guitarra por
Ramón Montoya, y tuvo que competir con cantaores de la talla de Manuel
Escacena, el Cojo de Málaga y Pepe Marchena, entre otros.
El 5 de octubre de 1926, se le otorgó la II Llave de Oro del Cante, que le fue entregada personalmente por Manuel Torre (ver).
Histórica fotografía del artista posando con la Llave de Oro
del Cante
Durante el año
1927 y parte de 1928 se lo disputaban los locales madrileños hasta que sale de
gira por España con el espectáculo “Solemne fiesta andaluza” que encabezaba
Antonio Chacón seguido del propio Vallejo y, tras de éste en cotización
económica, La Niña de los Peines, José Cepero, Ramón Montoya, El Estampío,
Frasquillo, La Quica y otros varios.
Tras la
muerte de Chacón, Vallejo encabezó espectáculos de ópera flamenca con los que
se mantuvo en carteles hasta 1936, ganado “buenos sueldos”, como él solía
decir, y grabando muchos discos, que también le reportaron grandes beneficios
económicos.
Pasada la
guerra civil, con cincuenta años cumplidos, siguió actuando, así en 1950, con compañía
propia, encabezó el espectáculo “El sentir de la copla” y también trabajó en
compañías de otros artistas, como la de Juanito Valderrama.
Grabó
sus últimos discos en 1950, para el sello Columbia y con
la guitarra de Paco Aguilera y con sesenta años, aunque era aún capaz de cantar
tarantas como “Tú la joya y yo el
joyero”, o saetas como “De rodillas”, comenzó
su declive, y en los últimos años de su vida se vio olvidado y se le podía ver
todas las mañanas en Las Maravillas, en plena Alameda de Hércules.
La mañana del 1
de agosto de 1960, según relata su biógrafo y amigo Manuel Centeno Fernández
tuvo que ser ingresado en el Hospital Central de Sevilla (ver), sede actual del
Parlamento de Andalucía, y falleció el 7 de agosto a consecuencia de un ictus apopléjico,
a la edad de 69 años.
Discípulo
aventajado de Antonio Chacón, su cante se encuadra dentro de la línea marcada
por el maestro de Jerez de la Frontera y las lecciones que recibió en La
Alameda de Hércules, durante sus primeros años como cantaor profesional, de
artistas que habían conocido la edad de oro de la época de los cafés cantantes.
Vallejo fue
un cantaor polifacético que supo interpretar todos los palos con dignidad y
altura, mostrando en todo momento su conocimiento de la técnica flamenca, aunque
por imperativos de la época se emplease más en estilos como los fandangos o las
bulerías (aun no siendo gitano, estilo que también bailaba de manera
extraordinaria), pero pasando por cantes como las seguiriyas y las soleas o
los cantes de Levante, estilo donde se empleó con especial maestría en las
malagueñas y en la media granaína. Fue muy popular en la etapa de la denominada
ópera flamenca, Asimismo, excepcionales fueron sus actuaciones por saetas en la
Semana Santa de su Sevilla natal, sobre todo ante el Cristo del Gran Poder (ver), en la Plaza de San Lorenzo (ver), del que era fervoroso seguidor.
Fue
el más grande durante cuarenta años, cuando ser grande era muy difícil porque
había muchos grandes del cante en su época, como Chacón, Marchena, Pastora
Pavón, Manuel Torre, el Niño de Medina, Manolo Caracol, Tomás Pavón, El Gloria,
Juanito Mojama, el Cojo de Málaga.
Llegó a grabar
en el curso de su carrera artística 123 discos y fue acompañado por
guitarristas de la categoría de Ramón Montoya, Miguel Borrull, Manolo de Huelva
o Niño Ricardo.
Respecto a su personalidad Se trata de un cantaor enigmático del que no se conocen muchos datos de su biografía,
pues no concedió entrevistas, no participó en el cine, aunque al parecer se lo propusieron,
y no se casó. Parece que es cierto,
todos los testimonios coinciden en ello,
que era un hombre de
mucho carácter, temperamental y
huraño, y con tendencia a la ira y al desplante. Su biógrafo, Manuel Centeno,
que además fue su amigo íntimo, afirma que
era un hombre dado
a las “rarezas”, la “suspicacia” y la “superstición", de un hermetismo
absoluto, así como tendente a la "introspección y timidez".
A
iniciativa de un grupo de aficionados, se colocó en 1982 un azulejo
conmemorativo en la casa donde nació, en la calle san Luis, esquina con la
barreduela de Padilla, en Sevilla.
Calle San Luis numero 28