jueves, 13 de junio de 2024

RUTAS POR SEVILLA: Ruta Flamenca

Los Café Cantante.

A principios del siglo XVII surgen en Paris los cafés, como lugares públicos para el consumo de bebidas, y durante el reinado de Napoleón III, década de1850 y 1860, se convierten en locales de espectáculos con un escenario para los actores, y una sala o jardín en verano, para los asistentes.

En ellos actuaban una gran variedad de cantantes y actores y atendían a una clientela muy diversa. Así, el Bal Bullier atraía a los estudiantes mientras que el Moulin Rouge, y la sala de baile L’Elysée-Montmartre, acogían a una clientela exclusiva y promovían un cierto grado de desinhibición sexual.

Café Concert. Edgar Degas. 1876-1877. Gouache en monotipo. 37 x 26 cm. Museo de Bellas Artes de Lyon (CC BY 3.0)

En España, este tipo de café-concert fue conocido como café cantante y desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX se convirtieron en el centro de presentación de profesionales de flamenco. Con ellos, el arte jondo dejó de estar reducido al ámbito de lo privado o la espontaneidad en los bares y tabernas y llegó al gran público.

Así, un café cantante era un tipo de local de ocio donde, además de despacharse bebidas, se ofrecían espectáculos de cante, toque y baile flamenco. Julián Pemartín sintetiza su función y características ambientales, indicando que “eran el lugar en el que el Flamenco tras una primera época de exhibición restringida, aparece ante un público muy numeroso, y deja de ser un arte minoritario para alcanzar difusión y arraigo popular”. 

Un café cantante. Óleo del pintor costumbrista José Alarcón Suárez. 1850. (CC BY 3.0)

No solo acogieron a las grandes figuras del flamenco de la época, sino a ilustres intelectuales interesados por el arte jondo como Estébanez Calderón, Jacinto Benavente, George Borrow o Borges.

En sus inicios se representaban diferentes estilos musicales y actuaciones de todo tipo, hasta que Silverio Franconetti (ver) creó, en 1875, el primer café cantante flamenco, llamado el Café de El Burrero (ver), en Sevilla, donde se alternaban algunos números de folklore andaluz con el cante gitano. 

El café El Burrero hacia 1880. Fotografía de Emilio Beauchy Cano. Las que bailan son La Carbonera, con un matón blanco, y Gabriela Ortega de negro. (ver)

No obstante, el crítico Juan Vergillos recoge en “Las rutas del flamenco en Andalucía” que Fernando el de Triana (1867-1940) ya dejó escrito en su libro de memorias que el primero fue el de Los Lombardos (ver), inaugurado en 1847. En todo caso, Sevilla llegó a tener hasta 50 escenarios a finales del XIX.

Fernando el de Triana

A partir de allí, surgieron numerosos cafés cantantes en diferentes regiones de España, cada uno con su propio estilo y personalidad.

Se extendieron también a las zonas más rurales, pero con menos refinamiento y con un claro predominio de los cantes y cantaores locales.

En cuanto a la decoración de estos locales, seguían siempre el mismo patrón. Constaba de un salón amplio, con mesas y barra de bar, y paredes decoradas principalmente con espejos y cuadros o carteles con motivos relacionados con la temática flamenca y a veces taurina. Disponía de un tablao para llevar a cabo las actuaciones, además de cuartos reservados para reuniones privadas y fiestas, así como algunos palcos para contemplar mejor el espectáculo. Estaban iluminados por velones y quinqués, o lámparas de gas en sus últimos años.

Jans Parlour comenta que eran lugares de ambiente masculino, donde se consumía manzanilla y aguardiente, con un ambiente heterogénea procedente de Sevilla y de diversas comarcas.  

Una noche en el Burrero. Alexandre Lunois. 1897. Litografía. 51 x 42,5cm. (CC BY 3.0)

Los cafés cantantes supusieron un cambio significativo en la forma en que este arte era transmitido. Anteriormente, los espectáculos flamencos se producían, bien en entornos familiares, bien en reuniones muy restringidas a un público concreto, bien en improvisados cantes en Ventas y tabernas.


Cante y baile en una venta


Cante y baile en una venta


Por regla general, eran las familias de las clases pudientes las que solían contratar artistas flamencos para amenizar sus fiestas. 

Baile en una caseta de feria. Cabral Aguado y Bejarano, Manuel. Hacia 1860. Óleo sobre lienzo. 50 x 65 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala XII.(ver)

A partir de la apertura de los cafés cantantes, el flamenco pudo abrirse al público en general, lo que le reportó una mayor presencia en la sociedad, además de acercar a un importante número de aficionados al conocimiento del arte del flamenco.

También jugaron un papel fundamental en la profesionalización del cante, ya que la existencia de estas salas permitió a algunos cantaores dedicarse al flamenco de forma exclusiva, y artistas, gitanos y payos, procedentes de toda la geografía andaluza querían participar, entrando en competencia pública con otros cantaores.

Tal era esta competitividad, que Silverio Franconetti y Tomás El Nitri (Tomas Francisco Lázaro de la Santa Trinidad), uno de los cantaores más idolatrados de la época, y quién recibió la primera Llave de Oro del cante, eran considerados rivales, llegando a negarse a cantar el uno delante del otro. 

En torno a estas circunstancias se crea una época dorada del flamenco en el que surgen muchas de las grandes figuras de la historia del flamenco, como los propios Tomás el Nitri y Silverio Franconetti, el Fillo, La Parrala, La Serneta, Antonia “La Coquinera”, Don Antonio Chacón (ver), Enrique El Mellizo (Francisco Antonio Enrique Jiménez Fernández, 1848-1906), Manuel Torre (ver), Juan Breva (Antonio Ortega Escalona, 1844-1918), Fosforito el Viejo (Francisco Lema, 1869-1940), El Mochuelo (Antonio Pozo Millán, 1868-1937), el Niño de Cabra (Cayetano Muriel Reyes, 1870-1947), Ramón Montoya (Ramón Montoya Salazar, 1879-1949), El Canario (Juan de la Cruz Reyes Osuna, 1857-1885), La Malena (Magdalena Seda Loreto, 1877-1956), La Macarrona (Juana Vargas, 1860-1947), Rosario “La Mejorana”, Concha “La Carbonera”, Salú la Hija del Ciego, Trinidad “La Cuenca”, Pepe de la Matrona, La Niña de los Peines (ver)… entre una lista interminable de intérpretes, de la Edad de Oro del Flamenco, cuyo arte ha llegado hasta nuestros días a través de la historia y, en algunos casos, de registros sonoros.

Además, la exhibición de este arte en un foro común permitió una cierta unificación de los estándares, concretando la estructura de los cantes, las formas del toque, y desechando modos e instrumentos como la pandereta y el violín, integrándose en el nuevo género flamenco la escuela bolera y los bailes de jaleo (olé y vitos). De hecho, algunos críticos flamencos consideran que la etapa de los cafés cantantes significó la creación del flamenco tal como se conoce hoy en día: palos, toques, bailes, estilos...

Algunos de los tipos de cantes que se realizaban mayoritariamente en los cafés cantantes incluían:

Soleá: La soleá es uno de los palos más emblemáticos del flamenco y se caracteriza por su profunda expresión emocional. A menudo se interpretaba al principio de la noche para establecer el tono.

Bulerías: Las bulerías son cantes y palos de baile rápidos y enérgicos. Solían ser muy populares en los cafés cantantes debido a su naturaleza animada.

Fandango: El fandango es un cante y baile tradicional del flamenco. En los cafés cantantes, se realizaba tanto en su forma más tradicional como en variantes regionales.

Alegrías: Las alegrías son palos festivos del flamenco que a menudo se interpretaban para animar al público.

Tangos: Los tangos son otro tipo de cante y baile flamenco popular en los cafés cantantes debido a su ritmo pegajoso y accesible.

Seguiriyas: A pesar de su intensidad y complejidad, las seguiriyas también se interpretaron en los cafés cantantes debido a su capacidad para conmover a la audiencia.

Zambra: La zambra es un baile de origen gitano que a menudo se realizaba en los cafés cantantes debido a su carácter festivo.

El primer café cantante en Madrid se llamó el “El Café de Levante”, que   se encontraba en la calle Arenal de Madrid.  Este establecimiento se considera uno de los pioneros en la creación de un espacio donde se presentaban espectáculos de cante flamenco en la capital de España. El Café de Levante abrió sus puertas en la década de 1860 y se convirtió en un lugar emblemático para la difusión del flamenco.


En Barcelona, el 4 de abril de 1847, se inauguró el Gran Teatro Liceo de Barcelona con el bailarín catalán Juan Camprubí y la bailarina Manuela García, junto a un grupo de bailarines que interpretaron seguidillas manchegas, rondeñas, boleras y cachuchas.

El café cantante Villa Rosa, que a partir de 1916 tomó en traspaso el famoso guitarrista Miguel Borrull Castelló, casado con la bailaora Lola Jiménez, se convirtió en uno de los más prestigiosos de Barcelona.

El Villa Rosa en 1930 (CC BY 3.0)

Respecto a los cafés cantantes sevillanos podemos mencionar entre otros el Café de Lombardos (ver) , Café Teatro Suizo (ver), Café el Burrero (ver), Café de Silverio (ver), Café de Variedades (ver), Café de la Escalerilla, Salón del Recreo(ver), Café de Los Cagajones (ver), Café de Las Triperas (ver), Salón Oriente / Salón Barrera(ver), Salón Novedades (ver), Café del Arenal(ver). Algunos de estos locales conservan sus edificios originales; aunque la mayoría ya no existe.

La decadencia de los cafés cantantes comenzó a finales de los años 20 con la aparición de nuevos espectáculos, como el cine, y sobre todo porque los grandes artistas flamencos, algunos de ellos ya de fama internacional, empezaron a ofrecer sus espectáculos en teatros, o sea, en salas con mejores medios y acústica para las actuaciones, y que además alejaban al flamenco del aire marginal que había padecido.

El fin de la época de los cafés se relaciona con el nacimiento de una nueva etapa en el mundo del flamenco que es la “Opera Flamenca” con una genial generación de artistas como Manuel Vallejo (ver), Tomás y Arturo Pavón (ver), Pastora Pavón Cruz “La Niña de los Peines” (ver), Manuel Escacena, Pepe Marchena, Manolo Caracol (ver), el Niño Gloria, Manuel Centeno, Manuel Torre (ver), Juanito Mojama y muchos otros.

Simultáneamente se desarrollan las Peñas flamencas” (ver) que se convirtieron en lugares donde los artistas podían actuar, los aficionados podían disfrutar de las actuaciones y los estudiosos podían investigar y discutir sobre el flamenco, y los “Tablaos flamencos” de repercusión más amplia.

El primer tablao flamenco que se inauguró en España fue “El Corral de la Morería”, que abrió sus puertas en 1956 en Madrid, y en 1963 Manolo Caracol fundó “Los Canasteros” que se convirtió en un importante centro de reunión para artistas flamencos.

Corral de la Morería (CC BY 3.0)

Tablao "Los Canasteros"

El primer tablao flamenco que se estableció en Sevilla fue “Los Gallos”, fundado por José Luis Ortiz Nuevo. Este tablao se inauguró en 1966 y se convirtió en un lugar emblemático por haber acogido a reconocidos artistas flamencos. 

Tablao “Los Gallos”

Tablao “Los Gallos”