RUTAS POR SEVILLA: Doctores de la Iglesia Latina
San Agustín.
Retrato más
antiguo conocido de San Agustín. Fresco del siglo VI. Palacio de Letrán Roma.
CC BY 3.0
Aurelio Agustín
nació 13
de noviembre del año 354 en la ciudad
de Tagaste, una antigua ciudad en el norte de África (actual Argelia), en la provincia de romana
de Numidia.
Los
eruditos generalmente están de acuerdo en que Agustín y su familia eran bereberes,
un grupo étnico indígena del norte de África
Su padre, llamado Patricio, era un funcionario pagano al
servicio del Imperio. Su madre, una piadosa cristiana, futura Santa Mónica, que
trató durante años de atraer a su hijo a los principios de la doctrina de
Jesucristo.
San Agustín de Hipona y Santa Mónica. Scheffer, Ary.1846. (CC BY 3.0)
En Tagaste, Agustín comenzó sus estudios básicos, y
posteriormente su padre lo envió a Madaura a realizar estudios de gramática,
que completó en Cartago, donde se especializó en gramática y retórica, área esta última en la que destaca gracias a su talento y elocuencia
natural.
En Cartago, además de seguir con sus estudios, se
enamora de una joven, pero ella era de rango inferior al suyo, por lo que solo pudo
convertirla en su concubina. Fruto de esta relación nace Adeodato, y Agustín,
con tan sólo 19 años, es fiel a su mujer, y asume la responsabilidad de la
familia.
Agustín pasó por diversas escuelas filosófica sin encontrar
en ninguna de ellas, una verdadera respuesta a sus inquietudes, y en su
búsqueda de la verdad y en su preocupación por el problema del mal, fue
determinante en su adhesión al maniqueísmo. Durante diez años, a partir
del 374, vivió Agustín esta religión siendo colmado de atenciones por los altos
cargos de la jerarquía maniquea y no dudó en hacer proselitismo entre sus
amigos.
El maniqueísmo es una religión sincrética fundada por el persa Manes (o
Maní) en el siglo III, que admitía dos principios creadores en constante
conflicto: el bien y el mal. El alma representa la luz, el
bien; mientras que, el cuerpo, que está sujeto a las pasiones, representa el
mal.
Pero contacta con una de las
grandes figuras del maniqueísmo, el sabio Fausto de Milevo, quien, contra todo pronóstico, lo decepcionada profundamente.
Sumido en una gran frustración personal, en el año 382 se muda a Roma con su compañera y su hijo, pero enferma gravemente y tras restablecerse, y gracias a su amigo y protector
Símaco, Prefecto de Roma, fue nombrado “magister rhetoricae” en Mediolanum, la actual Milán.
En Milán, comenzó a asistir como Catecúmeno a las
celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, que le hizo conocer las epístolas
de Pablo de Tarso por lo que decidió romper definitivamente con el
maniqueísmo y convertirse al cristianismo.
Mosaico que representa a San Ambrosio en la basílica homónima
de Milán. (CC BT 3.0)
En esta conversión influyo un
niño de una casa vecina al jardín de su amigo Alipio, donde reflexionaba bajo
un árbol. El niño se acerca a él, le entrega una Biblia y le dice: “Lee”. Y la
primera página en la que posa los ojos reza:
“Porque
ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más
cerca que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzando, el día se acerca.
Abandonemos, por tanto, las obras de las tinieblas, y revistámonos con las
armas de la luz. Como en pleno día tenemos que comportarnos: nada de comilonas
y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.
Al contrario, revestíos más bien del señor Jesucristo y no estéis pendientes de
la carne para satisfacer sus concupiscencias.” (Epístola de los Romanos, 13, 11-14).
Así, en el año 385, abandona, su vida anterior, deja a
su prometida, a sus amantes, renuncia a su catedra y se retira con su
madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para dedicar por completo
su vida a Dios, al estudio de la Biblia y a la meditación.
El 24 de abril de 387, a los treinta y tres años de
edad, fue bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio y regresa a África, junto su amigo Alipio y su hijo Adeodato, con la desgracia de que antes de embarcarse, su madre Mónica murió en
Ostia, el puerto cerca de Roma.
Cuando llega a Tajaste, vende todas sus pertenencias, entrega sus ganancias a los
pobres, y transforma la casa familiar de Tajaste en un monasterio donde, junto
a sus discípulos, se dedica a hacer vida monacal, y sufre la desgracia de la
muerte de su hijo Adeodato
Entre finales del 390 y el inicio del 391 se encuentra
casualmente en Hipona (Hippo Regius, la moderna Annaba, en Argelia), buscando a
un posible candidato a la vida monástica, cuando en la basílica el obispo
Valerio está hablando a sus fieles de la necesidad de un presbítero para su
diócesis. Entre aclamaciones del pueblo, Agustín es presentado delante del
prelado y ordenado sacerdote.
Tras la muerte de Valerio,
hacia finales del 395, San Agustín fue nombrado obispo de Hipona, abandonó el
monasterio de laicos y se instaló en la casa episcopal, que transformó en
un monasterio de clérigos, y desde este pequeño pueblo de pescadores
proyectara su pensamiento a todo el mundo occidental.
En los siguientes años su obra
filosófica será verdaderamente imparable, llegando a desarrollar
una producción de más de 100 tomos, y simultáneamente realiza una fabulosa labor pastoral y teológica, pues
presidió concilios, y se enfrentó con las corrientes maniqueas, arrianas, donatistas y
pelagianas, que diferían de la ortodoxia católica. Situándose como el primero
de los grandes padres de la iglesia, junto al ya comentado San Ambrosio de
Milán, San Gregorio Magno y Jerónimo de Estridón (ver).
En 426, nombra a Heraclio como
sucesor, con la intención de retirarse al estudio y la oración.
El 28 de agosto de 430 Agustín murió
en Hipona, a los 75 años de edad, durante el sitio al que Genserico (rey de los vándalos y los alanos) sometió la ciudad en el contexto de la invasión de la
provincia romana de África.
Su cuerpo, en fecha incierta, fue
trasladado a Cerdeña y, hacia el 722, a Pavía, debido a la amenaza
expansionista del mundo islámico por el Mediterráneo, así como por la costa del
Norte de África, a la basílica de San Pietro in Ciel d´Oro, donde reposa actualmente.
Basílica de San Pietro in Ciel dÓro (CC BY 3.0)
Una tradición o leyenda medieval, refiere que
san Agustín paseaba por la orilla del mar, planteándose la doctrina de la
Trinidad, cuando observó que un niño, valiéndose de una concha, intentaba
llenar de agua marina un agujero hecho en la arena de la playa. Agustín, se
acerca al niño y le pregunta: “¿Qué haces?” Y el niño le responde: “Estoy
sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo”. Y san Agustín
dice: “¡Pero, eso es imposible!”. A lo que el niño le respondió: “Más difícil
es que llegues a entender el misterio de la Santísima Trinidad”. Por ello,
iconográficamente diferentes artistas lo representan acompañado de un niño.
Está tomado de un pasaje de los “Soliloquios” de San Agustín que expresa su amor a Cristo y
a María, fuentes de toda su doctrina: "Puesto entre ambos, no sé donde
volverme: aquí me alimento de la sangre, aquí de la leche".
MUSEO DEL PRADO
En
este caso vemos a uno de los Padres de la Iglesia vestido suntuosamente de
obispo, en plena gloria ascensional, que señala con su mano derecha el camino
del cielo y que dirige su mirada hacia dos de las amenazas contra las que
combatió: el dragón infernal y el paganismo, representado por el busto de un
dios clásico.
Entre los favores más preciados figuraba la recepción de fluidos
corporales: en el caso de la Virgen, leche de sus pechos, y en lo que se
refiere a Cristo, sangre que brota de una llaga en un costado.
MUSEO DE BELLAS ARTES DE SEVILLA
San Agustín con la Trinidad. Bartolomé Esteban Murillo.
1664. Óleo sobre tabla. 249,8 x1 35 cm. Museo de Bellas Artes. Sevilla. Sala VII
San Agustín con la Virgen y el niño. Bartolomé Esteban Murillo. 1664-1665. Óleo sobre lienzo. 250x139 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sala VII
El corazón atravesado por la flecha,
simboliza el amor a Dios , al hombre y al mundo; el libro simboliza la ciencia;
estos elementos sintetizan el sentido e ideario de San Agustín de “Amor y
Ciencia”.
CAPILLA DE SAN ANDRÉS